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Categoría: Voyerismo

15 - La Pretencion del Pirata

SA 15.1 La Pretención del Pirata
Aquí continuamos con el relato de Donna, La Sirena Atrapada....
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Deseo constarle a Usted que el dueño del harén al que me caí a mis veintidos años es a una vez un imbécil morónico e un ingenio brillante. Además consto que ese dualismo de parte de él nunca se mostraba tan claro como se lo hizo a los días que llegó el horrendo pirata a nuestro oásis, venido ese para cumplir con el inmundo trato de comprarme desnuda de mi buen dueño y llevarme peleando y chillándome de delante.

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¿Ve usted? ¡Qué imbécil había sido mi dueño al acordarse a venderme (por razón estúpido y cuando yo no había pasado ya dos meces en su harén) sin prever él que los dos éramos a caernos muy muy enamorados - concubina con dueño y dueño con concubina - antes que llegara el pirata por cobrarme!

-Pero no te vendo.- me prometió tras confesarme del trato.

-No te vendo- me juraba una e otra vez durante las semanas que esperábamos la llegada del pirata.

-¿Pero cómo que no me vendes, Señor?- le demandaría siempre incredulosa, a menudo mientras esclavas me bañaban tras ya otra noche de amores excelsos entre él y mí, -Será trato ya hecho, ¿No es verdad?- le peleaba, -¿No es verdad que los dos acordaron con mi precio y ya te es tarde para rehuirte?-

En realidad yo no sabía nada de tal, sino yo sondeaba la hondura del problema como harría cualquiera mujer con un amor que no quisiera decirle toda la verdad.

Cuando mi amor de dueño me habría dejado sola con las esclavas, a ellas les convenía decirme toda la hondura que imaginaban ellas mismas acerca de mi problema. Popular con ellas era el hecho que jardineros fueron recientemente observados instalando unos primorosos arboles fruteros en un jardín del harén, lo cual interpretaban las esclavas a significar que la propiedad de mi concubinaje desnudo ya se había trasladado al pirata tras un pago de aquellos bonitos arboles y con ellos la promesa que significaban de miles de naranjas, higos, y almendras deliciosas con los años por venir.

-Qué lastima que tú no estarás aquí por degustártelas, Magnífica,- opinaron sencillamente meintras me bañaban, -que para mañana tú vas a estar bailando desnuda en el harén del pirata...-

-Y si la cosecha falla un buen verano,- les jugueteaba para amenorar mi terror, -¿Si la cosecha de frutas se falla un buen verano, será que el pirata dibiere devolverme a nuestro dueño y lo bueno de ustedes?

-Sí,- juzgaron, - por un año, pero si las frutas regresan al otro verano tú tendrás que volverte al malo...

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Durante las semanas de suspenso cuando esperábamos al pirata, las otras concubinas del harén andaban aterradas con sabiendo él no se satisfacería con cobrar a mi sola, sino sin duda a él le antojaría a comprar a otras por su triste harén. Por salvarse de antemano, unas me insistían que yo escapara del harén para que el pirata perdiera su razon para visitarnos. Otras amenazaban a matarme por la misma razón.

Así, con el transcurso de solo unos días, el Gran Salón de Desnudas de nuestro harén se había convertido peligroso por mí, y además ecoaba cada vez peor con los mil y tantos terrores que todas sentimos acerca del pirata. ¡Igual que el mito por las esclavas acerca de los arboles fructíferos, lo que cualquiera concubina imaginara acerca del pirata con el desayuno de un lunes ya sería tomado por una certidumbre por todas para el anochecer del martes, tanto era el Gran Salón un gran cámara de ecos!

¿Y ve usted? Al horrendo día que llegó el pirata, el bobo de mi dueño no había advertido a ninguna de nosotras (¡!), sino sin más ni más se asomó con el feo a su lado en un balcón para que miraran a las cincuenta mientras entramos en el Gran Salón tras nuestras clases de desnudo bailar. Nosotras, nada advertidas, andábamos desnudas desde el patio de las clases, todas "platicando" y "sonriéndonos muy grandes" al caminar, así obedientes al orden que las instrúctrices acababan de ponernos al soltarnos por otro día del entrenamiento.

Al entrar en el salón nosotros movíamos en desordenado desfile animado y desnudo, todas con las cabezas ya llenas de nuevos pasos de bailar, y todas muy listas por comenzar ya por otro día nuestro rato libre en el harén - lo que era generalmente una larga tarde de libertad desnuda y analfabética ante la piscina de vadear y sobre las alfombras gruesas, y todas probando en grupitos desnudos el uno antojo básico tras el otro, hora con santa hora, siempre bajo el inescapable ver de los variados balcónes del dueño.

Tal ocio largo era la esperanza todas las tardes en nuestro harén, la cual era una esperanza buena si bien los más días se volviera aburrida tras unas horas. Pero ya sabrá Usted que ese día no sería un día lleno de ocio para nosotros, ¡que vimos en seguida al entrar en el salón que el temible pirata nos esperaba desde el balcón! Al ver a él allí mirándonos con lujuria, las cincuenta caimos aterradas por todos lados, procurando a esconder con las manos nuestros muchas desnudas partes vergonzosas a la vez poniendo una cacofanía de chillidos de terror en el cielo! Tanto las ayas como las instrúctrices de bailar y todas las esclavas del harén tuvieron que acudir dando palmadas agudas, gritos bravos, y varillas chasqueando sobre el suelo para rodearnos y reunirnos en el centro del Gran Salón; y en fín no nos pusimos a quietarnos hasta que nuestro dueño pidiera al pirata que se retírase del balcón.

-¡Allí está mi gordita!- gruñó el pirata, apuntando hacía a mí con su purro ya muy mojado con saliva -Amárrenla en mi helicóptero y nos vamos.-

Pero con eso se le discutió mi dueño, si bien discutió simpáticamente,

-¡Espera, vecino!- se rió. -Primero, un juego de dominó y un traguito de ron para nosotros vecinos que apenas nos visitamos; y después, yo deseo que las hermosas concubinas que traiste contigo bailaren para mí.

-Está bien...- dijo el pirata. El había traido consigo siete concubinas de su harén. Venimos a entender que cuatro de ellas eran sus favoritas, traidos para acomodarlo con su viaje, y las tres otras eran muy entrenadas en el bailar, dancistas que el pirata trajo con mente de cambiarlas, tal vez, con unas u otras de nosotras. Las dancistas llevaban señas de varillazo crónico a las piernas, caderas, y nalgas; y si las favoritas andaban casí limpias de rayos de varillazo, era que las nalgas de ellas - las nalgas que más a menudo se encontraban a los manos del pirata - se lustraban decorados por todos lados con cardenales de pinchazo fuerte. Así, con mirando a los cuerpos limpios de nosotras del harén bueno, las pobres del pirata habían de esperar que él sí las vendería a mi dueño, que, si bien puede ser un imbécil, y si bien pincha a una nalga concubinense de vez en cuando, es en su fondo un caballero y poco sadista.

-Bueno- decía el pirata a mi dueño. -...si es que vamos a tomar un trago tú y yo ante la tabla de dominó, esto dará lugar para que mis mujeres reunen con las tuyas para bailar un entrenamiento dirigido por tus famosas instrúctrices.-

-¡Pero, ¡¡Qué?!!- pensamos, poniéndonos ya tanto más urgentemente infelices.

¡¿Había dicho el pirata que *nosotras* bailáramos otro odioso entrenamiento a instancia de *él* que no era nuestro dueño propio?!

¡¡Pero tal pretención ultrajosa de parte del pirata era mala e incorrecta en un sinnúmero de puntos!! Por uno, nosotros que acabábamos de bailar ya dos horas de clases desnudas ante las varillas de nuestras "famosas" instrúctrices de ninguna manera necesitábamos repetir nada de tal hastia!; y más, ya era la hora por empezar nuestro rato libre - toda una tarde para relajar, bañar, y pasear desnudas por los patios y jardines, si bien desquietadas por la presencia del pirata espiándonos. ¿Sino ya, en vez de libertad, bailar clases muy trabajosas a instancia casual de ese visitante al harén?

Mudas, nosotras esperábamos que ¡¡no!! ¡Era que nosotras no pertenecíamos al pirata para que nos mandara nada, ni mucho menos que bailaramos clases desnudas fuera de su hora y sin indicarles a las instrúctrices a qué hora tales clases deberían terminarse! ¡Claro, esperábamos, !Claro que nuestro buen dueño no dejara en su propia casa que ese pirata pretensioso llevase tal mando consentido sobre las concubinas de otro, no obstante las pistolas candentes que el bruto sin duda llevaba dentro de sus ensangrentados botas! ¡Claro que nuestro dueño no permitiría tal cosa incorrecta!

-Está bien- otorgó nuestro cobarde de dueño, -Las mías y las tuyas se entrenarán conjuntos esta tarde. Y bien; adelántate tú, Señor,- haciéndole seña con la mano al pirata, -Sirvese buscar mi salón de juegos. Abre una botella allí y espérame tantito, ¿sí?, que yo deseo unas palabras largas con las chiquitas.-

El mal pirata eructó, y saliendo del balcón, mandó, -Diles a las instrúctrices que no aguarden las varillas en cuanto a mis mujeres. ... Y la gorda,- agregó, hablando de mí, -La gorda ya es mía; ¡Tampoco le aguarden las varillas ante las carnes de ella por más oro y plata me costaron!-

(Párafo aparte;... El pirata me llamó "gordita," pero yo no soy gorda ni baja. Soy alta y pernilarga desde niña, y sí, muy regalada de carnes desde doncella, y si bien ese año, con frisando mi cumpleaños veintitres, yo andaba muy bella, tanto que un pirata pensaba pagar mi mero peso en oro y plata para raptarme por sí mismo, basta decir que andando aharenada a las veintidos años de edad yo sí era una vera maravilla de carnes y cabellera y pelitos expuestos. Es que yo andaba "pingue," y hasta "magnífica" en el Gran Salón de Desnudas de día en día con ese año ... "gorda" yo nunca era.)

Ya a solas sobre el balcón, mi dueño señaló a las instrúctrices que se nos repitieran las clases de la mañana, y, por obsequio del pirata, que empleyaran sus varillas por dejar señas de enfoco especial en las tazas de las desdichosas propiedades de ese. Entonces, hablando de mí, dijo a las ayas, -Apártenla a la Donna de la otras y llévenla a mis aposentos.

Así, momentos despues me encontraba de nuevo en la pieza de mi dueño magnífico, esta vez escuchando quieta al lado de la cama mientras él sosegaba a las otras concubinas desde su balcón. Les decía que, en el fondo, el pirata había venido solo con mente por comprar a mí (¡a mí!), y a ninguna de las otras. Mi dueño les prometió que, si ellas portaran muy bien en las horas que venir, y si obedecieran con perfeccion los mandos en frente, todas saldrían salvas y sanas y propiedades todavía del harén limpio ya cuando el pirata habrá concluido sus negocios y salido.

Entonces, dejando a las dudosas mujeres a lo bueno de las instrúctrices, se volteó para hablarme.

-No te vendo- me repitió mirándome en los ojos.

-¿Pero cómo que no me vendes?- le demandaba por la vigésima vez en tantos días. Le mostraba ya el enojo de desilusión, y un sí es no es de pánico.

-Ese diablo acaba de decir que ya soy suya; ¡Tú lo oiste! Dime una cosa, Señor,- seguí, -¿Es que ya te ha pagado por mí? ... el kilo de notas de ciento, o los cinco arboles fruteros o lo que fuera? Será verdad que se me hayas vendido ya a ese criminal?

-¿Arboles fruteros?- me preguntó

-No, nada, mi amor,- le respuse.

-No se te he vendido ya.- me dijo en voz obvio de mentiroso y con cara de culpado; pero con sacando fuerzas de flaqueza me dijo, -Te amo, Donna. ¡Te amo! ¡El pirata te va a quitar de mi solo con llevándote sobre mi cadáver! ¿Me entiendes?

Durante unos minutos me explicó su plan para quedarse conmigo, y yo con él - un plan en que yo tendría que hacer un papel dificil y mortificante, y tal vez exhaustador. Mejor, yo hubiera deseado que los dos escapáramos de la vida de harén y hacer casa sencilla en qualquiera otra parte; pero para aquel entonces no nos quedaba de otro. -¡Pero, Qué plan dudoso!- yo pensaba. -¡Mi dueño que yo amo es del todo un imbécil!-

Hicimos amor - tal vez, yo temía, por la última vez. No me pinchó de las nalgas desnudas, sino las manoseaba como sí por la última vez, y con amor tremendo. Despues de todo, me abrazaba tiernamente. Entonces, tras un rato demasiado breve él llamó por unas esclavas, diciéndoles, -Báñenla y entréguenla a las clases.

-¡Ay, no!- me le quejé, -¡Más bien yo quiero quedarme aquí! ¡Y con mucho yo no quiero bailar más instrucción! ¡Por favor, mi amor! ¡Ya no se me haya olvidado la hastiosa lección de la mañana, ¿sí?... ¿Para qué sometérmela de nuevo...

-¡A las clases, pinguina!- se me aseveró, -Que contigo igual que con las otras el trabajo y el enfoque ante a las instrúctrices les servirán esta tarde, que con su terror del pirata, una tarde de ocio libre y las imaginaciónes sueltas resultaría tanto penoso como peligroso por todos. No, más vale que se concentren las mentes en coreografía repetitosa esta tarde.

¿Tenía razón, mi dueño?

-Amárrenla en mi heli.- había mandado el pirata. ¿Y cuando el helicóptero se desterrizara, qué pasaría de mí, amarrada indefensa por dentro y rumbo a qué infierno? ¿Qué clase de sadista era ese pirata que descoloraba las tazas de sus meras favoritas con pinchazos bravísimos y que premiaba a sus danzarinas mejores con varillazos escososos; y cómo, y con que regularidad pensaba amansarme ante sus antojos consentidos, inmundos, e ilimitados?

-¡Ay, mi amor!,- yo pensaba, -¡Te equivocas con enviándome a bailar clases esta tarde; que solo con imaginándome las tormentas que me esperan en el harén del pirata puedo encontrar el ánimo para ejecutar tu dificil plan para evitarmelas!

Yo estaba parrada dentro de una tina de plata fina, y las dos esclavas de siempre, hincadas, estaban bañandome con jabón de las piernas y del trasero. El dueño, observando, me dijo, -Tus nalgas sí son obras magníficas, mujer.-

Con eso yo reflejé en la tarde en mi vida libre cuando me desvisté por completo para jugar inocentamente desnuda con la reina del clúb yatero sin saber que ella había contratado a un fotógrafo para grabar sigilosamente mi incomodez, mi juego desnudo en su piscina de vadear, el bailar de mis senos, y la flexión de mis nalgas "magníficas" para que, con el video resultante, ella interesara a unos harenistas en secuestrarme por una vida de concubinaje lejos del esposo de ella.

Ahora, me daba gusto tremendo que a mi buen dueño le encantaban mis nalgas, que, por uno, por más me enojaba con él por las problemas acerca del pirata, lo amaba con toda mi corazón, y por dos, ¡porque su lujuria por tener cautiva mi trasero (¡y todo lo demás de mí!) le daría gran ánimo para salvarme de las garras del malévolo!

Yo le miraba con cara seria, clavando mis ojos en suyos.

-Gracias.- le respuse sin sonreirme.

-¿Pero, Cinco arboles fructíferos?- musitó, -No. Claro que no te vendería sino por quince fructíferos!- Entonces ese payaso esperaba que me riera.

-Sí, Señor,- le respuse, obviamente nada entretenida, sino muy enojada con el estupidísimo chiste. A mi amor ya le dí toda la espalda, poniéndome a dirigir a las esclavas acerca de mi baño. Así castigado, él observaba la obra en silencio durante dos minutos más, saboreando la belleza de mi cuerpo desnudo - mis piernas, mis nalgas, mis senos ya tan contemplados, gracias a la reina, por los harenistas más importantes del mundo - a todo de mí saboreaba mi dueño mientras me corvía así y asá con mi trabajo de bañarme en la tina - trabajo que él mismo había otorgado, y que deseaba volver a otorgar y observar mil y tantas veces más en un futuro llena de amor y mis nalgas venustas, si fuera posible liberarme de la podería comercial del pirata.

Tras un rato lo perdoné por su chiste inoportuno con mirándole de nuevo, pero todavía sin sonrisa. Para darle una oportunidad para ganar de nuevo mi buen favor, le dije, -Por favor... No quiero bailar clases esta tarde.-

-¡Animo, mi amor!- me dijo, -¡A las clases contigo! -y se fue para tratar con el pirata, el ron, y el dominó.

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-Tú sí tienes que bailar esta tarde, Magnífica, -me aclaró una de las esclavas mientras me limpiaban del jabón, -Que tú eres ya del pirata, y él ordenó que sus mujeres bailaran clases esta tarde.

-Te van a rayar con uno u otro varillazo con el entrenamiento esta tarde,- se me aseguraron, -que el pirata les dijo que no aguardaran las varillas ante las carnes de tí por más oro y plata lo costaron...

-"¡Animo, mi amor!,"- yo me repetí, -"¡Animo!"-

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Para continuar.
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Datos del Relato
  • Categoría: Voyerismo
  • Media: 6.22
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1 comentarios. Página 1 de 1
dreo
invitado-dreo 06-06-2006 00:00:00

Hola!!! tu relato ya duró mucho tiempo publicandose, empezaste a ponerlo en agisto de 2004, casi ya 2 años y es hora que no lo terminas de publicar, tardaste 6 meses entre los dos últimos. Así se puerde el hilo o trama de la historia y haty que estar releyendo algunas partes para recordarlas. si faltan muchas partes por favor no tardes muchos días entre elas para ir posteandolas. la historia es interesante aunque la redacción no es tan buena. pero estaré pendiente de ella

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