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Lo que les contaré, me sucedió cuando la empresa para la que trabajaba pasaba por una mala situación, y se instauró la política de que cada empleado debía ser un potencial vendedor.
En una de las empresas en las que trabajé como secretaria, el Gerente nos reunió un día a todos los empleados, para decirnos que además de nuestras labores habituales, debíamos intentar vender los artículos que ellos importaban, y si el volumen de ventas era bueno recibiríamos un abono adicional en nuestro cheque de fin de mes.
Esta empresa se dedicaba a importar artículos deportivos, entre los cuales vendían también fajas para adelgazar. Debido a que siempre he tenido un carácter extrovertido, pensé que no me sería difícil entrar en el mundo de las ventas. Fue así que le dije a mi marido, que de ahora en adelante llegaría más tarde a casa, ya que luego de salir del trabajo me dedicaría a vendedora. Al decirle esto se rio, y yo le dije que le demostraría que si podía hacerlo.
Empecé visitando amigas que conocía y algunos chicos que estaban un poco subidos de peso. En mis recorridos llevaba un catálogo de los productos que ofrecía, y una de estas fajas para poder hacer una demostración. Fue así que un día que me dirigía donde unos clientes, alguien me llamó por mi nombre en la calle. Cuando voltee reconocí a Eduardo y José, un par de amigos de mi antiguo barrio. Nos saludamos y conversamos brevemente, hasta que José me dijo que en ese momento se dirigían a su departamento, y me preguntó si deseaba acompañarlos.
Les comenté que en ese momento me dirigía a realizar mis ventas, y cuando les mencioné lo que vendía, me dijeron que podíamos aprovechar para que les hiciese una demostración. Debido a que salía a realizar mis ventas luego del trabajo, en ese momento tenía puesta la ropa que normalmente utilizo para ir a trabajar. Siempre me ha gustado usar minifaldas, y sabía que mostrar mis piernas era un argumento fuerte a la hora de abordar clientes masculinos. Además de la minifalda que traía puesta, usaba medias de nylon ya que eso hace que las piernas se vean más uniformes. Usaba también en ese momento una blusa pegada que me gustaba mucho, y que resaltaba mi busto el cual era el centro de atención de mis compañeros de oficina.
Cuando llegamos al departamento de José, comenzamos a conversar de los viejos tiempos y de lo mucho que nos habíamos divertido juntos.
Me dijeron que, ya que se había presentado la ocasión de reencontrarnos, sería buena idea volver a salir para divertirnos como antes. Les conté que me había casado, y ellos me dijeron que teníamos que celebrarlo por lo que José abrió una botella de champagne, y brindamos por nuestro reencuentro.
Al estar conversando y verlos convertidos en hombres, recordé cuando éramos chiquillos e íbamos a las fiestas de nuestro antiguo barrio.
En esa época se acostumbraba mucho los bailes lentos, y poner la luz algo tenue. Recuerdo que cuando salía a bailar con alguno de ellos, aprovechábamos la poca visibilidad para besarnos mientras bailábamos.
En alguna oportunidad en que los tres nos encontrábamos en la fiesta, me había besado con ambos sin que el otro se entere. Cada vez que bailaban conmigo, se pegaban a mí para rozarme con su pene y a pesar que yo me daba cuenta de eso, me hacía la disimulada.
Me pareció que era el momento de ofrecer lo que había venido a vender, y les mostré el catálogo y la faja que había traído. Esta era una especie de chaleco que, al ponérsela en el torso, hacía que uno sudara y de esta manera perdiera peso. Ellos me dijeron que querían que yo me la pusiera para que la demostración fuese completa.
La faja que tenía en ese momento era para mujer, así que intenté ponérmela encima de la blusa, pero esta no cerraba ya que era muy ceñida. Eduardo me dijo que así no valía, ya que no podían apreciar las bondades del producto que ofrecía, así que me dijeron que me la pusiera sin blusa. Además, ellos me dijeron que podrían ofrecer los productos en sus respectivos trabajos, pero que antes tenían que ver cómo me quedaba.
En ese momento pensé que no tendría importancia que me vieran solo en sujetador, y además si ellos lograban colocar mis productos aumentaría mi volumen de ventas, y así le borraría esa sonrisa de burla a mi marido. La blusa que traía puesta tenía los botones en la parte de atrás y debido a que era difícil desabotonarla, me paré para tratar de sacármela por encima sin desabotonarla.
Me levanté del sillón y Eduardo se puso detrás mío, y empezó a subir mi blusa por encima de la cabeza. Yo levanté mis brazos para que saliera más fácilmente, pero debido a que me quedaba apretada, se atoró con mi sujetador y este se levantó dejando mis senos al aire. Mientras él jalaba hacia arriba, yo no podía ver nada ya que tenía la blusa cubriendo mi cara. Al ver esto José aprovechó para acercarse a mí por delante, y metió su mano debajo de mi falda, poniéndola en mi entrepierna mientras masajeaba mi concha.
Eduardo dejó de ayudarme en sacarme la blusa, y desde atrás tomó mis tetas en sus manos y comenzó a amasarlas, mientras se pegaba más a mí dejando me sentir su pene por encima del pantalón. Les dije que no sean malos y que me ayudaran, pero ellos parecían no escucharme. José seguía masajeándome por delante, y en un momento hizo a un costado mis braguitas y metió su dedo índice en mi concha.
Eduardo dejó de masajearme las tetas, y me levantó un poco la falda agarrando mis nalgas con ambas manos. Debido a que nadie me ayudaba a sacarme la blusa, jalé fuertemente consiguiendo quitármela por encima.
Lo primero que vi cuando logré quitármela, fue que José se había desabrochado el pantalón, y luego se bajó el bóxer dejándome ver su verga parada como un palo. Eduardo por su parte también se había despojado de su pantalón, y había puesto su pene entre mis nalgas.
Nunca pensé que esa tarde me sucedería esto, pero ya que ellos eran mis amigos decidí dejarlos gozar conmigo. No les reclamé nada y uno empezó a besarme en la boca, mientras el otro procedía a desnudarme.
Poco a poco bajaron mi falda y me quitaron la blusa y el sujetador.
Solo me quedé con las medias de encaje y los zapatos puestos.
Al momento que José me besaba en la boca, yo le agarraba su pene y se lo corría para darle placer. Eduardo por su parte se puso de rodillas detrás mío, y abriendo mis nalgas con sus manos me lamía el ano y parte de mi concha. Luego ambos se sentaron en el sillón y yo me arrodillé entre ambos, y les empecé a chupar sus trancas uno a uno.
Eduardo no aguantó mucho la mamada que le di, y eyaculó dentro de mi boca.
Mientras me tomaba su leche, se la seguí corriendo a José.
Luego que dejé la verga de Eduardo limpia, José se paró para que se la siguiera chupando.
A pesar que Eduardo se había corrido, se tendió en el piso boca arriba poniendo su cabeza entre mis piernas, y empezó a chuparme la concha.
Que placer sentía en estar comiéndome la verga de José, y que al mismo tiempo Eduardo me estuviera chupando los labios de mi vulva.
Luego José se volvió a sentar en el sillón y me jaló para que me sentara sobre su verga. Empecé a cabalgar sobre él, mientras me chupaba las tetas y agarraba mis nalgas. El placer que sentía en ese momento hizo que le pidiese a Eduardo que me clavara por detrás. Él se acercó a mí, y dejé de moverme para recibir su verga por mi ano. Yo estaba sudando sin necesidad de ponerme ninguna faja, y las gotas que resbalaron por mi espalda, facilitaron que me penetrara por el ano.
Las dos vergas se deslizaban en mi interior con rapidez, y de pronto sentí que José se vació dentro de mi concha, entregándome su leche en medio de resoplidos. Luego se quedó quieto debajo de mí, y empezamos a besarnos en la boca, mientras Eduardo me seguía bombeando por el ano. Luego de un momento sentí un chorro que bañó mi recto, y yo quedé en medio de ambos, mientras me besaban y amasaban mis tetas.
Luego que terminamos me probé la faja para que ambos vieran como me quedaba. Esto parece que los excitó, y me dijeron que querían seguirme culeando. Me eché sobre la alfombra y abrí mis piernas para que me volvieran a penetrar. José se puso sobre mí y me empujó su verga. Yo me agarraba las piernas para poder sentirlo más, y me la estuvo metiendo y sacando hasta que se corrió nuevamente. Sacó su verga chorreando de leche, y Eduardo se acostó sobre mi sin darme tiempo a que me limpiara la descarga anterior. Mientras me penetraba me chupaba los labios, y nuestra saliva se mezclaba. José desde su sitio miraba como me culeaba su amigo.
Luego que quedaron rendidos, me vestí y prometí enviarles los catálogos para que ofrecieran los productos que vendía mi empresa. Ellos me pidieron que los visitara nuevamente, y a pesar que les dije que sí, no pensaba hacerlo.
Al final del mes yo tenía más pedidos que los propios vendedores, y así me hice acreedora al abono especial en mi cheque de fin de mes. Cuando le conté a mi marido el éxito que había tenido, me preguntó cuál había sido la clave para conseguirlo, y le respondí que eran secretos de ventas.
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