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Raúl ya no estaba cuando bajé a la planta baja para desayunar y Matilde me dijo que volvería a la tarde, para cerrar la calefacción o bajarla en ciertas zonas de la casa. El salón estaba recogido como si no hubiera estado allí durmiendo y la manta cuidadosamente doblada. Volví a mi trabajo de revisar documentos hasta que mi tío llegara a recogerme.
Respondí la llamada de Marina, mi jefa y amiga.
-Cielo, ¿qué tal el viaje?
-He llegado sano y salvo jefa, gracias por preocuparte, ¿o necesitas algo de mi?
Si me necesitas termino en unos días y vuelvo.
-Ni se te ocurra cielo, no necesito un ayudante cansado y con necesidad de psicólogo por estrés. Quiero que cuando vuelvas trabajes a pleno rendimiento, te llamaba para saber de ti y como te encuentras.
-Todo está en calma, conoces a mi tío, solo quiere que me entere de mis asuntos.
-Recuerdos para él de mi papá y descansa, si encuentras algo interesante disfrútalo que eso relaja. -tuve que sonreír y controlarme para no soltar la carcajada.
-Vas a lograr que me ponga rojo jefa, ¿y mi pequeña?
-Te quiere más que a su papá y se encelará hasta no dejarte que entres en casa. Solamente un favor, habla con Mauricio, sin prisa. La fabricación se resiente por el problema de mantenimiento.
Te llamo por Navidad, un beso cielo.
Apunté mentalmente en la cabeza realizar esa llamada al director de fabricación, sin dejar de sorprenderme que ella no lo hubiera solucionado.
En el centro de la ciudad el tráfico era fluido a esa hora y pudimos dejar el coche cerca del bufete de abogados, a cinco minutos caminando. Nos esperaba uno de los responsables y creo que simpatizamos desde el primer momento.
-Cristian, estas en buenas manos, Roberto lo tendrá todo arreglado en unos días. -miré a mi alrededor el fantástico despacho, o sala de reuniones más bien, el gran árbol navideño que se veía a través de los enormes ventanales y que habían colocado en el centro de la plaza.
-Lo siento Luis, pero de esto se va a ocupar mi hermano y aunque hace poco que salió de la facultad esta sobradamente preparado, quedaréis satisfechos. Y comenzaron a hablar de asuntos que no me interesaban hasta que llegó el personaje que nos hacía esperar. Llevaba varias capetas en sus brazos y le seguía una secretaria con otras más.
Nos miró sorprendido, como si él hubiera llegado a tiempo y se encontrara con un milagro. Saludo con un hola dirigido a todos y luego se ocupo de que la chica dejara las carpetas en un extremo de la mesa.
-Alberto, él es el sobrino de Luis. -me levanté para cogerle la mano, Alberto llevaba un pantalón vaquero, con zapatos deportivos, camisa de rayas, con chaqueta azul más clara y, eso me llegó al alma, corbata azul intenso. Mi radar me avisaba del peligro, este chico porque es lo que era, tenía mi mismo problema o virtud. Sostuvo mi mano más de lo necesario y su observación resultaba minuciosa. Con voz grave me saludó y yo solamente incliné la cabeza aprobando.
Comenzaron a sacar papeles y más papeles, diseñando la estrategia a seguir con los impuestos, no tenía algo que decir u opinar, solo escucharles a ellos y después de un café, que nos sirvieron en aquella sala, y dos horas de escucharles valorar distintas opciones, dieron por concluida la reunión.
-Ahora todo queda en tus manos Alberto, Cristian tiene prisas para volver a su trabajo. -mi tío y Roberto empezaron a hablar de otros temas y Alberto a recoger el papel desperdigado sobre la gran mesa.
-No serás mudo no te he escuchado en toda la mañana. -le sonreí en una silenciosa disculpa.
-Vosotros sois los que sabéis de estas cosas y yo confío en mi tío y vuestro bufete.
-Procuraré no entretenerte demasiado, mañana pasaré por tu casa con algún técnico para hacer el inventario, y prometo no molestarte más de lo preciso. -pensé que estaba de alguna forma molesto por mi forma de ser, o que se yo.
-Estoy a tu disposición, mirarás por mis intereses y no me conviene que te enfades. -realmente y fijándose él resultaba interesante, de rasgos aristocráticos y vestido como un profesor arruinado.
Y por fin llegué a los brazos de Miranda mi tía, realmente mi tío era Luis, el único hermano de mi padre y ella era su mujer, no tenían hijos y yo, por parte de Luis, su único pariente y sobrino, se podría decir que ellos me sentían como si fuera su hijo. Me llevaron a comer fuera de casa, y lo prefería para entretenerme mirando al resto de la gente y no tener que responder a sus numerosas preguntas.
Luego me llevaron de vuelta a mi casa, la tía entró para simplemente saludar a Matilde y al fin quedé solo. No había rastro de Raúl pero se notaba el ambiente más templado, luego en la cena me diría la señora que Raúl había estado toda la tarde trabajando.
Me levantaba contento sin saber el motivo, mi estado de ánimo había mejorado respecto del primer día, quizá fuera de que había podido dormir evitando los recuerdos, el joven abogado Alberto vendría esta mañana a trabajar y realizar la valoración de muebles, cuadros y objetos de cierto valor de la casa para presentar en la declaración al fisco.
Desayuné y me puse una ropa cómoda. Alberto llegó a media mañana acompañado de dos tasadores. Tuve que buscar la contraseña de la caja de caudales, pensando en el desastre que sería si papá hubiera cambiado el lugar donde la guardaba y que yo conocía.
Ver las joyas de mamá supuso un golpe muy fuerte al recordarme momentos de su vida cuando las lucía para acudir a alguna fiesta. Alberto, he de reconocerlo, me gustaba, como se movía dominando el intrincado y complejo mundo de la valoración y sus certeras preguntas cuando algo no resultaba del valor que imaginaba. Se retiraron a la hora de comer y no quisieron quedarse a degustar la comida de Matilde, ellos se lo perdieron.
En esta labor empleamos tres días, no pensaba que fuera tan complejo aunque yo resultaba un mero espectador al que Alberto preguntaba por cortesía algunos temas, los seguía para ayudarles a descolgar algunos cuadros que necesitaban inspeccionar más de cerca.
Sabía que Raúl venía a veces, al ver por la ventana el viejo coche de su padre, o a él mismo recogiendo los últimos restos de nieve, llevábamos dos días sin que nevara.
El día 24 jueves dieron por terminado su trabajo en casa, a Matilde vinieron unos familiares a recogerla para que pasara la noche y el día de Navidad en familia, y yo iría a la casa de mis tíos que no estarían solos, habría algún familiar de Miranda.
-Bien, ya hemos terminado con la casa y te debo una comida o cena que yo no te acepte. Si el sábado no tienes compromiso te invito a salir, a cenar y a divertirnos. -le miré y vi la curiosa sonrisa de autosuficiencia del chiquillo, ¿me estaría provocando? Visto de esta informal manera y tan desgarbado, como si en la vida no le importa quedar bien, resultaba muy atrayente y el cuerpo le acompañaba.
-Seguramente estaré aquí, si Miranda y Luis me dejan. -iba a añadir que estaría trabajando pero cambié de idea, si el quería jugar al ratón y al gato, veríamos quien era quien, de cualquier forma ninguno saldría herido y quería divertirme.
-De acuerdo te espero el sábado a la tarde. -todo había terminado y le extendía la mano como despedida, me la cogió y la cubrió con las suyas acercándose demasiado.
-Te prometo que lo pasarás bien, mis amigos son divertidos y tu me gustas Cristian. -sentí que comenzaba la conquista, o continuaba porque los tres días pasados hubo un exceso de miradas.
-Piensa que soy tu cliente, quizá no sea del todo ético lo que pretendes.
-A sido interesante e instructivo trabajar a tu lado y quisiera explorar otros aspectos. -no me había soltado la mano y en un rápido ademan le tenia besando mi mejilla, y escapando entre risas hacia su coche. No pensaba que su ataque iba a resultar tan rápido y me dejó sorprendido.
Entonces me di cuenta de que Raúl estaba dentro de su coche y lo habría visto todo. Tampoco tenía que preocuparme, no había cometido un crimen, una simple despedida y con un beso, como con cualquier amigo.
Salió del vehículo y esperé a que llegara a la puerta, venía con las manos en los bolsillos del vaquero, subiendo el chaleco acolchado por encima de la cintura, en esa posición, tan tremendamente erótica, resultaba un vicio para la vista de los que gustaran de hombres auténticos, la masculinidad le fluía por los poros de la piel y se expandía en el aire frío.
-Pasa, no te quedes ahí o la casa se helara. -entró y me abracé a mi mismo temblando un poco de frío.
-Creía que habías marchado, hoy es día de familia. -no había dicho una sola palabra y me miraba, ¿como día yo?, ¿enfadado, molesto?, pero cuando hablo su tono era suave y educado.
-Me dijo Matilde que irías a la casa de tus tíos, he visto que no has usado ninguno de los coches estos días y pensé que podías necesitar que te llevara, por eso esperaba fuera.
-Podías haberte congelado. -me serví un vino blanco de una botella abierta en la nevera y le indiqué que se sirviera lo que gustara.
-No te he dado las gracias y la calefacción ahora funciona como debiera, siéntate un momento tengo tiempo para llegar donde mis tíos y no necesito que me lleves, usaré el coche pequeño de mamá.
-Entonces, si no me necesitas igual es mejor que marche. -no había abierto la lata de cerveza y comenzó a levantarse.
-Termina la cerveza ya te he dicho que hay tiempo de sobra. -no se el trabajo que hubiera realizado a la mañana pero bebía con ganas, manchándose con algo de espuma el bigote y sacó la lengua para pasarla por los labios.
-¿Qué tal se encuentra Pedro? -los ojos se le nublaron.
-No creo que pueda volver a trabajarte pero estoy yo y mis hermanos pequeños, no tienes que preocuparte, además si vendes la casa te liberarás de todo.
-Tienes manía con decir que voy a vender esta casa, ni yo mismo lo se en estos momentos. -se creo cierta tensión entre nosotros.
-¿Qué estudios acabaste Raúl? -elevó la mirada sorprendido.
-Mecánica, ingeniería mecánica.
-¿Por eso eres tan bueno con la caldera de la calefacción, los coches, y todo lo que arreglas?
-También soy bueno para levantar una pared, pintar lo que sea, cultivar rosales y… -le interrumpí entre risas.
-Y plantar limoneros…. -y me acompaño en la risa.
-¿Quieres que hable con mi tío? Seguro que él puede buscarte algo de todo lo que sabes hacer.
-¿Harías eso por mi Cristian?
-¿Por qué no? Eres un manitas para todo y no es un favor.
-Este…, eh…, bueno, pues muchas gracias, y por la casa no tienes que preocuparte, mis hermanos son mejores que yo.
-Vale pero no te he prometido un trabajo, hablaré y tu también tendrás que decidir si te conviene.
Había acabado la cerveza y no creía que fuera prudente el repetirla, mi vino seguía prácticamente intacto en la copa.
-Te acompaño hasta la puerta.
Se detuvo en el umbral y volvió a meter las manos en los bolsillos del pantalón, como me gustaba esa pose de vaquero petulante y agresivo.
-Ese…, ese señor que ha venido estos días, es…, es algo tuyo, ya me entiendes.
-Es una abogado de mi tío, y no, no es algo mío pero si lo fuera no creo que sea de tu incumbencia.
-Claro, tienes razón, discúlpame y saluda a tus tíos. Feliz Navidad Cristian. sin esperar mi respuesta se encamino a grandes zancadas hasta su coche y rodeando el roble que forzaba la vuelta, emprendió el camino a su casa.
-Feliz Navidad para ti también Raúl. -y fue un deseo que me salió del corazón.
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Aunque la mañana había pasado rápido esperaba con cierta impaciencia la llegada de Alberto. Había pasado la noche y el día de Navidad con mis tíos, con la hermana de Miranda, su marido y sus niños, y Matilde había vuelto para seguir atendiéndome.
Hablé en un momento del viernes, estando solos, con mi tío, para explicarle lo de Raúl y me prometió que lo iba a mirar, mis tíos conocían a Raúl de muchas ocasiones que lo encontraban en mi casa jugando conmigo, quizá conocieran algo de mis sentimientos hacia él y desconocían el episodio del río, yo nunca se lo conté a nadie. Mis padres se llevaron una sorpresa cuando les pedí que me cambiaran, para hacer el segundo año de bachiller, a un colegio de otra ciudad cercana y allí me internaron de lunes a viernes ese año.
Hablando salió a relucir el trabajo que habían hecho los tasadores con Alberto.
-Interesas a ese muchacho, tiene un gran porvenir. -hablaba como para él mismo.
-No hagas de Celestina tío, en principio no voy a dejar mi trabajo, me interesa, mucho, y además, ¿tú que sabes?
-¿Yo?, saber…, saber…, no se nada pero le escuché hablar de ti, ayer cuando analizamos el resultado del inventario, Roberto le habló para que le acompañara a la casa de sus padres el sábado y sabes lo que le contestó… -se quedó en suspenso y aunque lo imaginaba le dejé seguir.
-Que había quedado en llevarte a ti a cenar…
-¿Y qué? No supongas cosas que no hay, le he caído simpático o tu les dejas mucho dinero en tus consultas. Igual es por tu culpa. -tiró de mi hombro para darme un abrazo el que no me había dado en el aeropuerto a mi llegada y no hablamos más.
Raúl no se presentó, o no se acercó a la casa durante las horas que estuve, empleé bastante tiempo en prepararme, tomar un delicioso baño y vigilar mi cuerpo que, aunque no resulte un adonis, no tiene un gramo de grasa, y aún está todo estirado y en su lugar con mi inmaculada piel blanca. Casi todo lo que tenía debía agradecérselo a mamá que resultaba mi retrato, ella en mujer y yo en chico.
Me pasé los dedos por el pelo para alborotarlo y que algún mechón cayera sobre la frente, y baje para sufrir la inspección de Matilde.
Alberto se me quedó mirando, con cierta sorpresa que reflejaban sus ojos y en seguida curvó los labios en una mueca de agrado.
-¡Wauuu¡…, se van a morir de envidia en el club. -cogió posesivo mi brazo y literalmente me arrastró hacia la calle, caminando rápido hasta donde había dejado su automóvil.
-¡Espera, espera!, es mejor que vayamos en dos coches para que no me tengas que traer de vuelta. -no me hizo caso hasta que llegamos y abrió la puerta del acompañante.
-Me lo estoy pensando, igual te rapto y no te devuelvo. Estás increíble Cristian. -su locura me hizo reír contento y halagado, y durante el trayecto lo miraba.
Sí, Luis tenía razón en lo que decía, sobre que el muchacho tenía futuro, pero en todos los sentidos, en su trabajo y en su vida personal, conquistaba su espontaneidad, franqueza y alegría.
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En el local donde me llevó a cenar tenía la mesa reservada y algunos comensales, la mayoría gente joven, le conocían y saludaban con gestos. También había elegido la cena, coctel de marisco y chipirones en su tienta con una ligera capa de arroz tostado por encima, antes pidió una copa de vermut blanco sin preguntarme lo que quería, luego se dio cuenta y me pidió perdón.
-No tiene importancia, me gusta el vermut.
-Me entusiasmo muy rápido y creo que tienes mis mismos gustos. volví a pensar lo mismo que en el coche. -Indudablemente a Alberto le gustaban los hombres, ¿pero sería activo o pasivo? Por su carácter y forma de controlarlo todo imaginaba que lo primero pero podría equivocarme.
Hablaba sin parar mientras comía, preguntando y queriendo saberlo todo de mi, sobre mi vida profesional sobre todo, no parecía querer indagar aún sobre mi vida afectiva y personal.
-En líneas generales conozco en lo que trabajas, ha sido suficiente mirar la página de tu empresa y buscarte y lo que he podido sacar a Luis. Eres muy joven para haber alcanzado el puesto que ocupas, tienes que resultar muy bueno en lo tuyo.
-No lo creas, ha sido todo cuestión de suerte e influencias. El padre de mi jefa es el dueño de la empresa y mi jefa es mi amiga, ya ves, no ha sido por méritos propios. Ella no quiso que nos separáramos cuando terminamos los estudios y me llevó como a un perrito faldero tras ella y la sirvo como buena ama que es. -notaba su risa tras la servilleta con la que se tapaba la boca. Cuando reanudó la comida continuaba preguntando.
-No hay mucho más que contar, por la página habrás visto a lo que nos dedicamos y mi trabajo consiste en asistir al gran jefe, que por causalidad y dinero, es Marina. Bueno…, es broma como supondrás, ella es una mujer que vale como diez hombres, es hermosa, trabajadora aunque tiene tiempo para tener su familia y haberme dado una preciosa ahijada.
-La cansa y aburre viajar y eso me lo encaja a mi, congresos, visitas a colaboradores y clientes potenciales, en fin un trabajo movido y gratificante cuando hago bien mis deberes. Ahora es tu turno.
La cena había terminado y pidió para postre una copa de helado de limón batido en champán, sorbí por la pajita y el sabor ácido del limón sirvió de hilo conductor y volviera a pensar en Raúl, resultaban como flashazos que duraban un instante, se me presentaba como hacía mucho tiempo no ocurría, quizá no había sido buena idea el volver, los fantasmas no terminaban de desaparecer.
Creo que no causé la impresión tan portentosa que él esperaba entre sus amigos del club, club o lo que fuera, algunos solamente le saludaban con un gesto, hasta que llegamos a una mesa y todos se pusieron de pie para recibirle, tres chicos y dos chicas que no perdieron el tiempo comenzando a besarlo, también a mi me besaron los cinco, debían ser sus íntimos y me aceptaban como uno más, me miraban curiosos y yo los veía apenas por la oscuridad reinante hasta me fui acostumbrando.
Después de hablar, muy poco por el ruido que había, me fijé en que las chicas se agarraban de la mano y se las acariciaban como una parejita al uso, y de los chicos no sabría que decir aunque los tres estaban muy atentos de Alberto y, por descontado, de mi que era lo novedoso.
Como sucede en estos lugares la bebida se prodigaba y también el baile, Alberto me animó a salir a la pista con sus dos amigas que no dejaban de bailar, aún sentadas, siempre que no se ocuparan de mirarse y hablar.
-Te dije que les ibas a gustar… -bailábamos abrazados y sentía bajo mis manos la dureza de su cuerpo, y sus redondos y prietos glúteos estirarse, él pasaba las manos por mi espalda atrapándome muy junto, acoplándose, hasta que sentí como su pene despertaba, apretado sobre mi vientre, que le hacía sitio para que estuviera cómodo, o así lo debía creer Alberto cada segundo más alterado y cachondo. Habían transcurrido las horas y no me encontraba cansado.
-Mi casa está cerca de aquí y no voy a poder llevarte a la tuya, no pasaría un control de policía, es mejor que te quedes a dormir. -sentía cierta molestia en el vientre, su pene cogía una dureza muy poco usual y me moví para acomodarlo mejor, me gustaba sentirlo y notar el calor que desprendía, no tenía sexo desde hacía días y empezaba a apetecerme, esperaba que Alberto me lo pidiera pero debió interpretar mi gesto como un rechazo.
-Perdona, no puedo contenerlo. -intentó apartarse y no le dejé abrazando con fuerza su cintura.
-Estas muy duro. -elevé la cabeza para mirarle divertido y aprovechó para besarme en los labios, resultaban cálidos y apetecibles, se los mordí y abrí los míos dejando que su lengua entrara y comenzara a jugar con la mía. Si, me gustaba su beso.
-Vamos a tu casa. -no me lo podía creer, terminaba de ofrecerme.
La carrera por las calles desiertas resultaba divertida, sujetaba mi cintura mientras avanzábamos hasta llegar al portal de su casa, en el ascensor empezamos a desabotonar nuestras camisas y besarnos deseosos. Me llevó de la mano hasta una habitación y terminamos de desnudarnos a velocidad de vértigo.
Ya no tenía el pene como lo sentía en el baile, pero no importaba, en breve yo lo pondría a tono, mi larga experiencia era un logro difícil de superar. Su verga me sabía deliciosa y no permitía que la sacara de mi boca, no era una gran verga, suficiente y, eso sí, dura como el hierro, jugosa y deliciosa como me gustan, pronunciadamente curvada hacia el ombligo, una delicia que entraba y salía entre mis labios, dejándome todo su maravilloso sabor algo salado.
Le escuchaba jadear y sentía temblar sus muslos por la excitación que mi mamada le producía.
-¡Detente Cristian! Quiero metértela ya…, o prefieres hacerlo tu. -resultaba un detalle de su parte, había estado acariciándome el culo y metiendo sus dedos, tenía que saber, a estas alturas, lo tragón que era mi culo, lo caliente que lo tenía, y lo deseoso que estaba por recibirle.
-Quiero que me folles y me des toda tu verga Alberto mi culo es un volcán esperándote. -y no tuve que esperar mucho para que me colocara arrodillado y sentirle la polla apretando para invadirme el culo, y me follaba montado en mi espalda con fuerza y saña, entrando y saliendo hasta el glande, rugía como un león y respiraba agitado, lo sentía delicioso y riquísimo como me taladraba el ano, y entonces me dio la vuelta, saliéndose, para volver a envainarse en mi culo pero ahora suave, gustando el roce de mi ano y como yo lo apretaba, a veces dificultándole en su avance.
-Me gusta Cristian, tu culito es un bálsamo caliente y dulce. -se detuvo para comenzar a besarme pasando sus labios por toda mi cara y morderme las orejas, yo le rozaba con mis piernas las suyas y mis manos no dejaban de acariciarle el cuello. Me encantaba mi joven amante y disfrutaba buscando el mayor contacto con su piel, sintiendo latir en mi vientre su duro falo.
Gozábamos de nuestros cuerpos y sabía contenerse, esperando a que yo me moviera para iniciar un nuevo y fructífero va y ven que que extasiaba, pocos de mis amantes habían conseguido llevarme a este grado de satisfacción sublime.
-Me voy a correr precioso, ¿me dejas?, ¿donde lo hago?
-Hazlo donde estas, quiero sentirte vaciarte. -las estocadas de su polla se hicieron más fuertes y violentas, ayudé moviendo las caderas para frotarnos por dentro y comencé a ejerce presión con mi culo, la suficiente para que me sintiera, de verdad que soy muy bueno dando placer a mis hombres, con el culo y con la boca.
Se contrajo y esperé, resistiendo mi venida a que él se hubiera vaciado entero, necesitaba sentirlo en todos los sentidos de su orgasmo, los temblores, los gruñidos placenteros, las acometidas profundas clavándose con fuerza en mi cuerpo, y entonces comencé a temblar y vaciarme sobre mi estómago y el suyo, apretando con fuerza su verga en mi culo, sintiéndola muy dura y ardiendo.
Paso los dedos por mis labios.
-Ha sido…, ha sido bestial…, soberbio, seguramente mi mejor orgasmo.
-Sí, te has corrido como un caballo y estoy lleno, tengo que ir a limpiarme. -me acompañó al baño tocándome el culo, ¿pretendiendo que lo abriera y dejara salir en el suelo su semilla?
-Quiero que esto se repita, no voy a permitirme perderte. -estábamos en la cama, tapados por una simple sábana, limpios, satisfechos…, por ahora, aún quedaba noche y mañana nadie me esperaba.
-No me conoces apenas, dentro de unos días volveré a mi trabajo, tu seguirás en el tuyo y me olvidarás, tus lindos amigos pueden ayudarte, no dejaban de mirarte.
-Ninguno vale lo que tu y si hay alguna forma de convencerte lucharé.
-Vaya, ¿te los has follado a todos? Eres peor que yo, o mejor, quien sabe. No quiero que me exijas lo que no puedo darte, te mereces más y lo conseguirás en un tiempo.
-Es el vaquero que vigila tu casa, ¿verdad? A veces estabas ausente de mi, era yo el que te hacía el amor y otro el que ocupaba tu mente. Tienes un problema Cristian, muy serio y profundo, ¿qué hay entre vosotros?, no pierde de vista la casa, esté donde esté, y creo que me mira con odio.
-Nada, no hay nada Alberto, todo está frío y sin vida, ya pasó y hace mucho tiempo.
-No te dejes engañar Cristian, o por lo menos conmigo no lo lograrás. -no deseaba que continuara hablando y me monté sobre su vientre.
-Hazme el amor de nuevo Alberto, no sabes como me gusta y lo bien que sabes hacerlo. -y cabalgue su verga hasta que lo desesperé, haciéndole otro regalo de mi conocimiento sobre el sexo. Me abrazaba salvajemente sin permitir que me soltara de él después de regalarme su caliente leche.
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