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Juntemos nuestras soledades

Ana empezaba su día igual, despertaba y al trabajo, eso la mantenía ocupada, desde la muerte de sus padres las cosas habían cambiado mucho, ahora vivía en el segundo piso de la tienda, lo más difícil era la soledad, esa sombra que te sigue de día y que en la noche te atormenta, pero había que seguir adelante, así que revisó un estante y encontró un libro, una primera edición, llamó a un cliente, al menos entraría algo de dinero.

Diez minutos después llegaba el Sr. Mount, Ana lo recibió, se dieron la mano y ella sintió su calidez, él viéndola a los ojos le dijo – lo pensaste- una sonrisa fue la respuesta; semanas antes él le había propuesto matrimonio o como le dijera- juntemos nuestras soledades, pero para ella con la suya era suficiente.

Ana fue a buscar el libro, se lo enseño y él dijo -lo compro, pero le interesaba más su respuesta, ella no sabía que decir, a sus treinta años nunca había tenido novio, la insistencia del Sr. Mount no la dejaba pensar y sin saber cómo terminó aceptando.

Cuando se quedó sola pensaba porque acepté, no sabía nada de él; la voz de un mensajero la trajo a la realidad, esto es para usted le dijo y vio un enorme arreglo floral, en la tarjeta decía –gracias, te hare feliz, firmaba Anuar Mount, al menos ya sabía su nombre.

El siguiente día sería especial, se casarían, la despertó la alarma y no quería levantarse, aun así se arregló, al bajar a la tienda vio que Anuar la esperaba en la banqueta, por primera vez notó que era guapo, fue con él y se dirigieron al registro civil, la ceremonia fue breve pero para ella, emotiva.

Algo dentro de ella la mantenía a la expectativa, Anuar dijo -te propongo escapar y viéndola a los ojos le dijo, sin obligarte a nada y ella notó que su sonrisa le gustaba, aceptó y se fueron.

Iban en silencio, ella se sentía cansada, pensaba que si se dormía él podría abusar, eso la mantenía despierta, vigilaba sus movimientos, él le rozaba la pierna y eso no le molestaba; tomó una decisión sí aceptó la boda, aceptaría lo que viniera; parecía que él le leía el pensamiento porque le dijo- tomémoslo con calma.

Sin darse cuenta se quedó dormida y él no abusó, pero cada vez que le rozaba la pierna le levantaba la falda, solo para contemplar sus piernas, detuvo el coche quería tocarla, suave para que no despertara, pudo sentir su piel, el calor que salía de su entrepierna, estuvo a punto de continuar, pero… se detuvo y regresó a la carretera.

Casi al anochecer llegaron a una casa de campo, al entrar notó que era de él, cenaron y ella sabía lo que seguía, pero no quería ni siquiera que él lo mencionara, ella quería darse un baño, la llevó a la recamara y ella se dio cuenta que no traía ropa, así que al salir de la regadera se puso una camiseta que encontró en un cajón, al verse en el espejo notó que se adivinaban sus pechos, pero tomó valor y salió así.

Anuar estaba dormido en un sillón, eso la tranquilizó, con suerte no despertaría y no pasaría nada, pero… cuantas noches podría estar así, sacándole la vuelta a algo que tendría que llegar algún día, y siendo sinceros, ella quería experimentar eso.

Lo veía dormir y era aún más guapo, se acercó a él y muy quedó le dijo- me voy a la cama, él podía olerla, le tomó una mano y la jaló hacía él, su entrepierna le quedaba a la altura de la cara, con la mano le levanto una pierna y ella no opuso resistencia, quería saber que iba a hacer, con las piernas separadas él podía ver el mejor espectáculo, se le acercó y la besó ahí entre los labios y con su lengua jugó con ella, suavemente llevándola a donde ella quisiera llegar, su lengua encontró lo que buscaba y ahí la introdujo, él sentía su placer, ella se dejaba tocar y con su pie le presionaba su miembro, podía adivinar que era fuerte y potente y eso la excitaba aún más.

Ana se sentía feliz, le gustaba ese juego, él se fue sentando poco a poco sin dejar de jugar con ella, se tenía que quitar el pantalón, su pene trataba de escapar, buscaba donde meterse, y él pensaba dejarlo, ya había preparado el terreno, con su lengua la había excitado y ahora esa cueva gritaba pidiendo compañía.

Anuar saco su lengua y la oyó decir –no, él le susurraba – espera, y quitándole la camiseta tomo sus pechos con ambas manos y se los acerco a la cara, cuando empezó a mamar notó que ella se tranquilizaba, bajo sus manos la tomo por las caderas y la sentó sobre él, su pene la penetró y ella detuvo la respiración, el siguió mamándola, ahora usando el otro pecho, ella se movía rítmicamente sobre él.

Ella realmente disfrutaba eso, él soltó sus pechos busco su cara se la acercó y la besó, de una manera invasiva pero cálida, ella se dejaba llevar, él estaba a punto de explotar, penetrándola, besándola y amasando esos pechos, era demasiado, duraron así uso segundos cuando él explotó dentro de ella, Ana se sentía en la luna, no quería terminar, quería seguir, él lo notó y le dijo ahora si vayamos a la cama y hagamos lo que quieras.

Anuar la invitó a bañarse con él y ella aceptó, ahí parada bajo el agua, dejándose enjabonar, supo que su soledad ya no la atormentaría y supo que había tomado una buena decisión.
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