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La conocí una noche en un bolichito del Tigre un sábado de marzo. ¡Nunca creí que me costaría tanto encararla! Después de relojearla, de aprenderme las caras de sus amigos y los tragos que prefiere de memoria, de volverme un baboso sin causa cada vez que movía el culo con esas canciones ruidosas y de lograr un cruce prolongado de miradas, ahí recién me animé y le pagué un frizze. Le dije que me encantaba cómo se movía en la pista, que cuando sonríe es más bonita y, le pedí disculpas por bailar tan mal. Ella dijo: ¡no te preocupes pendejo, conmigo en la cama todos bailan bien!, y rio algo nerviosa.
Luciana es bastante caracúlica, de gestos ampulosos, voz trasnochada y tendenciosa, ojos misteriosamente negros aunque con pocos vestigios de sinceridad; pelo semi corto negro, labios bien carnosos pintados de rojo fuego y unas tetas como para alimentar a una manada de leones en celo.
Pasaron dos meses de coqueteo, hasta que una noche me apuró mientras bailábamos entre algunos manoseos: ¡ey boludo, ¿te vas a encamar conmigo sí o no? Si querés vamos a mi casa, que no vivo muy lejos!, dijo con sobrada actitud, me manoteó el bulto que ya me latía erecto, se tomó el gancia de un sorbo y, en menos de diez minutos estábamos en un taxi rumbo a su hogar.
Durante el viaje se reía descarada, me re franeleaba, abría y cerraba las piernas abusándose de lo permeable de su pollerita negra, le hacía caras al tachero, me pasaba la lengua por el cuello, ¡y hasta peló una goma para entonces agacharse y fregarla contra mi carpa de macho listo para empomarla!
Cuando llegamos ella se sacó los tacos en la vereda mientras yo le pagaba al tachero que me decía que tenga cuidado con las borrachas. Ella buscó las llaves, se quitó la tanga a la vez que abría y entramos chocándonos todo de pasadas porque no había luz. Me dijo:
¡Dale flaco, pelá la verga que quiero tragarme toda tu lechita ahora!
Apenas lo hice se arrodilló en el suelo y se la introdujo con violencia en la boca para comérsela entre chupadas profundas, mordiscos dolorosos por momentos, lengüetazos obscenos a mis pelotas y una ola de gemidos encantadores. Acabé de una en su boquita golosa, y ella me carajeó por mi desenlace precoz mientras saboreaba la leche que le caía de los labios. Enseguida, apenas se recostó en el sillón proponiendo una cogida inolvidable se quedó dormidísima. Al menos tenía su mail y su celu, por lo que decidí irme a casa con la idea de llamarla otro día y ver qué onda.
Pero no hizo falta. Luly me llamó cuando yo almorzaba en familia para invitarme a tomar unos mates a su humilde morada de paredes sin revocar, con una ventana sin vidrio y unos pocos muebles bastante desordenados.
Terminé el último canelón, me bañé y partí hacia allá. Llamé a su puerta y ella me hizo el honor de su presencia en remerita roja y bermuda de jean, con cara de sueño y sin mediar palabra.
Entramos, ella puso la pava a calentar, compartimos un cigarrillo en silencio, abrió unas galletitas y, en breve, de una pieza apareció una guacha con pinta de ir a quinto año del secundario, en calzones, en tetas y con un toco de ropa en los brazos, la que echó desganada en un cesto, y se sentó en un sillón frente a mí.
Luly le rezongó:
¡hey guacha, andá a vestirte y ponéte a limpiar!
Pero Aldana, que es su hermana la ignoró por completo.
Luly me dio un mate y atendió la puerta por la que ingresaron tres flacos más. Javi, Rodri y Franco. Nos presentamos, pero antes de que alguno se siente ella sentenció: ¡che manga de forros, vallan a comprar birra, cigarrillos y algo para comer si quieren la fiestita!
Los tres salieron al kiosquito del negro que quedaba a la vuelta, y ella, adivinando el desconcierto en mi rostro dijo: ¿creíste que ibas a estar solo pibito?, ¡hoy tengo ganas de que me la pongan por todos lados!, ¿te prendés?
Se me sentó en la falda, me comió la boca, me masajeó el paquete y le dijo a su hermana que no paraba de mirar: ¡no sabés lo dura que la tiene putita, se te haría agua la concha!
Se agachó, frotó sus tetas contra mis piernas, me abrió la bragueta y de un bocado mi verga se anidó en su paladar para que mi cuerpo vuele con sus majestuosas chupadas. De repente dijo sin detener su mamada:
¡dale Aldi, vení así me vés chupar una pija de verdad!
La nena se acercó a curiosear sentada en el piso de piernas cruzadas soportando los manoseos de Luciana a sus tetas. Después Aldana me la tocó temblorosa, alcanzó a darle una lamidita, regresó a su sillón, y mientras fumaba un pucho se chupaba un dedito. Luciana volvió a lamer mi garrote carnal, hasta que se acercó a la piba y lamiéndole las tetas le decía nerviosa: ¡cuando vengan los pibes vos te quedás acá… pajeate si querés, pero venís cuando yo te diga!, y retornó a mamarme el pito con más furia que antes, al tiempo que iban entrando los tipos.
Rodri y Franco pelaron las pijas al toque, y Luciana se arrodilló a mi lado arriba del sillón para pajearme mientras comenzaba a petearlos, haciendo charquitos de baba en el suelo de tanto escupirlas, gimiendo afiebrada, pegándose en la cara especialmente con la de Rodri, y repitiendo incesante: ¡quiero lechita! Pero se detuvo al ver que Javi le tocaba las tetas a Aldi.
¡mi hermanita se suma cuando yo digo pendejo, y vení que te la mamo!
El pibe se anotó de inmediato. Luly estaba acechada por tres pijas que amenazaban con reventar en su piel mientras su boca subía y bajaba, tragaba entre arcadas y lamidas jadeantes, saboreaba y puteaba más que nada al Rodri por ser tan profundo en sus envestidas, cuando su mano me pajeaba y mis ojos se extraviaban debajo de la bombachita de Aldana que se colaba un dedito con los labios apretados y los pezones rojos.
Luego Luly revoleó su remera, le dio un buen trago a una botella de vodka al natural que sacó de abajo del sillón, y en cuanto le enleché la mano que me seguía enardeciendo la garcha se la pasó por las tetas y se arrodilló para hacerles una turca a los pibes tras pedirles que se las escupan con todas sus fuerzas.
En un momento gritó: ¡así Aldana, ahora bajate la bombacha y abrí bien las piernas; aprendé putita, y tocáte la concha como siempre!
Tragó algo de furia y siguió mamando cada vez más enceguecida, hasta que Rodri le estalló su agitado lechazo en la cara.
Ahora Luly, algo molesta porque el pibe ni le anunció su final sentó de prepo al Javi, se quitó la bermuda y se le subió para que sin reparo le clave su daga en su sexo por entre los lados de su colales azul, mientras Franco la empachaba con sus huevos. Yo me pajeaba nuevamente con la chota empalada viendo como Aldi llenaba de brillo sus pupilas con dos dedos en su vagina pequeñita, con su orto resbalando en el asiento, sus pechitos listos para ser devorados, con algunos hilitos de baba en su mentón y repleta de gemiditos.
Rodri tomaba un mate lavado cuando Luly nos ordenó: ¡rodri, pasale la pija por la cara a la pendeja… y vos sacale la bombacha, oléla y pajeate!
Nosotros fuimos sus verdugos al pie de la letra. Aldana olía feliz la verga de Rodri que se pajeaba contra su rostro y yo alucinaba lamiendo esa tanguita con un aroma perpetuo a pipí de nena pero también a putita regalada. Luly en cuatro patas le exigía a Franco que le dé más duro por la concha, que le abra el culo y le diga que le quiere hacer un guacho, y se endiablaba peteando a Javi que a veces le presionaba la naríz cuando la deslizaba en su garganta. Hasta que este no aguantó más y le dejó la cara pegoteada con su semen espumoso. Enseguida Luly le exigió:
¡andá y chupale las tetas a Aldi, y vos vení Ro, quiero que me hagas el culo!
A mí me pidió que le alcance un cigarrillo y que de vuelta frote mi cara en la conchita de Aldana. Regresé lo más rápido que pude con el pucho prendido, se lo puse en la boca a luly que ya gozaba con la poronga de Franco cada vez más exultante adentro de su culito que parecía no tener sensibilidad, pues, ella ni se quejaba aún cuando se lo partía con violentos bombazos, mientras Rodri le daba chotazos en la geta amasándole las gomas. Recién ahí froté mi pulgar primero y luego mi cara en la semilla de Aldi que se retorcía de placer con la chupada de Javi a sus tetas. La nena después nos pajeó un rato, se comió el pene de Javi medio recostada en el sillón mientras yo le revolvía su mojada y apretadita flor, y pronto se atrevió a meterse las dos pijas en la boca, ahora arrodillada sobre una mesita ratona. En ese intervalo luly cabalgaba a Rodri con su cola deglutiéndole la verga mientras el gil de Franco, porque presumía que la tenía más grande que todos la penetraban por la argolla de parado teniéndola de las gambas, y como porta unas manos gigantes se las dejaba llena de moretones.
Les recuerdo que todo lo presidía Luciana, y debíamos acatar sin mostrar resistencia, ya que eso significaba el fin de la partuza.
A esa altura nuestra anfitriona estaba en cuatro patas en el piso con el pedazo de Franco enterrado en la concha, sacudiéndose sin privarse gemidos o puteadas a su hermana, siempre que Javi le sacara la pija de la boca, cosas como: ¡chupá así zorra, petera del orto, chupá como se lo hacías a mi macho, y más te vale que te la tragues toda!
Hasta que Javi le bañó el pelo con una ducha seminal más que copiosa. En eso Rodri y yo le fregamos pija y huevos por todo el cuerpo a la nena, la hicimos petearnos con sus dedos en la cola, le dimos unas merecidas nalgadas y luego Rodri le cogió la conchita sentados en la mesita mientras su boquita le daba calor a mi glande hinchado al borde de enlecharla.
Luly ahora se hacía coger la colita por los dos a la vez, y entonces la vi lagrimear un poco, palmotearse la fresa, pellizcarse los pezones y dar unos alaridos de dolorosa excitación. Gritaba que tiene aguante, que quiere más verga, que le den más duro y miraba con odio a Aldi que subía y bajaba del trozo de Rodri cual muñequita de latex, y me pedía que le acabe en la boca. Pero Luly me obligó a que no lo hiciera.
Quiso que agarre de las tetas a Aldana y que de parado le puertee la colita, cuando Javi le encremaba las manos a Luly que seguía con la pija del otro en su celda ardiente. La cagada fue que no pude garcharme a ninguna, porque le hice caso a Luciana cuando gritó: ¡metele la pija bien adentro del orto a esa puta y culeála!
Se la clavé con bastante dificultad porque lo tenía muy cerradito. Pero la nena que no nos negaba felicidad se hizo pis en mi cuarta estocada a fondo. Eso indignó a Luly que se puso la colales y se metió a la pieza de donde antes surgió Aldana murmurando: ¡me cagaste la cogida putita sucia, como siempre!
Después de un momento de tensión apareció luciendo una bombacha con una verga gorda y cabezona, más que la de cualquiera de nosotros. Le dio flor de chupón a Aldana y dijo que si queríamos nos tomemos unos mates mientras ellas se tocaban las tetas.
En fin, Rodri armó todo a la vez que Luciana le hacía lamer el juguetito mostrándole su bronca, le estiraba los pezones, le mordía los dedos y las piernas, le hacía cosquillas y le hundía un dedo en la cola después de ensalivarlo. Aldi permanecía de pie, y nosotros nos pajeábamos con el mate olvidado como fiel testigo.
Pronto Luly se la sentó a upa para comenzar a empomarle esa colita frenética con su lanza sexual para gatitas. Le tironeaba el pelo, la zarandeaba con desatino, le frotaba su colales en la vagina y quiso que Franco le dé la leche en la boquita a su hermana. Ella se la mamaba como podía, con su culo cada vez más abierto, con Luly más escandalosa detrás suyo perforándola impune, con la lengua de Franco husmeando en su conchita meada y con sus manos ocupadas pajeando al Rodri y a mí. Hasta que Luciana la puso en cuatro sobre la alfombra mugrienta, se le subió instalando con furia su fantasiosa pija en su flor y se predispuso a garcharla con más injundia que antes, cuando Javi y yo le llenábamos la boca de leche a la nena, y Rodri le acabó en el culo apenas Luly le exigió que se lo coja, y luego Franco dejó embarazada a Aldi porque la perra de su hermana quiso ver cómo se la cogía arriba de la mesa en una fricción difícil de explicar, especialmente por los gritos de auxilio de la nena.
Creo que tomamos un mate lavado cada uno, asombrados y revolucionados por semejante tarde. Nadie hablaba. Apenas se oía la respiración dulce de Aldana y el chancleteo que Luciana le hacía a sus zapatillas. Los cuatro nos vestimos rápido y tomamos un camino distinto una vez que cruzamos la puerta.
A Luly la vi al sábado siguiente en el boliche, meneando el culo como siempre, con el tajo mortal de su pollerita provocando a los demonios, fumando con un gancia en la mano y con la misma cara de ojete. Pero no me dio pelota. Tampoco más adelante.
A los pibes los veo de vez en cuando, ¡y ni hablar en esos días en que planeamos todo para hacerle la fiestita a la trola de Aldana, quien desde entonces nos invita a su habitación de muñecas y cuadernos para sacarse la ropita, cebarnos unos mates y cogernos como una diosa salvaje! Solo que jamás deja participar a Luly, y menos si somos siete flacos como la última noche que la bañamos en leche.
¡Es al pedo, cuando están embarazaditas viven calientes! fin
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Muy buena historia...!!! Espero que compartan mas historias asi de buenas