Abrí los ojos y los sentí mojados y acuosos, el ambiente profundamente azul de un pueblo viejo y conformista se desplazaba en torno mío. Algo indecible repretujaba mi pecho y un dolor como de remordimientos fraticidas me recorría la garganta, noté que caminaba con un rumbo definido pero no sabía a donde se dirigían mis pasos, era seguro y rápido el rastro que dejaba, sabía a donde iba, mas no con una conciencia real de lo que era, sino como un impulso premonitorio.
Me imaginé que la gente se quedaba observándome por la simple razón de andar desnudo por las calles, pero lo cierto era que entre lo brazos, también desnudo, ceñía yo a mi hijo como a una criatura indefensa. Conocidos de vista y gente que antes saludaba, huían de mí despavoridos; cerraban puertas y ventanas, corrían, se montaban en sus carros, se marchaban espantados todos a mi llegada. Pedí ayuda a gritos y a moco tendido, con la esperanza de obtener lo que buscaba, que me condujeran al sitio donde esperaba arribar, pero solo coseché por respuesta unos rostros desfigurados por el horror y ojos estallados, paralizados, entumecidos como dos corazones infartados.
Giré insospechadamente en torno a una calle muy transitada, panaderías, licorerías, supermercados asiáticos, agencias de lotería y perfumerías esotéricas son el “Non Plus Ultra” en la gama de servicios que ofrecían las dos avenidas mas transitadas (o verdaderamente transitadas) de la ciudad-pueblo. La revuelta y el escándalo llegó a niveles insospechados para mí, no comprendía qué motivos tendría la gente para huir de un hombre desnudo con un niño desnudo en los brazos, sostuve con grandes esfuerzos las orejas de mi hijo para que no despertara de su sueño, continuamente lo alzaba y besaba su rostro morado y silente para notar lo enchumbado que tenía el cuerpo con lágrimas y fluidos, producto del llanto.
Repentinamente me detuve dirigí la vista a la derecha, no era nueva la imagen que percibí, una casa azul en una esquina con un techo negro y metálico se mostraba ante mí como una necesidad, veía sillas y pequeños telones rodeando la frente del lugar, en letras grandes, mayúsculas y sencillas se leía: FUNERARIA DON RAFAEL. Sin mediar pensamiento alguno entre en la recepción y encontré como recepcionista a un personaje muy conocido par mi, barbudo de ojos terribles y punzopenetrantes, líquidos y atempóreos.
_¿Cómo está Luis?
_Que tal hermano, prefiero que me llames Ludovico –corrigió sin mucho resentimiento.
_Pasa, que le di tu nombre a mi hijo, y no quiero despertarlo.
_No hay auroras para ese niño hijo...
_Casi te entiendo Ludo, pero explícate.
_Me refiero a que tu hijo está muerto, acaso no lo has notado?
Por primera vez entendí lo que pasaba; había sufrido un lapsus de locura por la muerte de mi hijo. Lo levanté por la axila, su cabecita se desplomó como la de una gallina estrangulada, pendía de su cuellito esa cosita pequeña y redonda que tanto acariciaba en las noches cuando leíamos o veíamos televisión... lloré contemplativa y largamente por no sé cuanto tiempo bajo la mirada impertérrita de Ludovico, al cabo de un rato y con tono estoico terminé por decir:
_Bueno, ya que estoy aquí, solicito un servicio funerario- mientras acomodaba la postura de mi hijo sobre el pecho pues se desmayaba con facilidad su cuerpecito.
_No puedes, hijo, vaciar lo infinito en lo finito, la proyección de tu amado en lo brazos no puede ser colocada en la muerte verdadera.
_pero la muerte y la proyección de la muerte son una, Ludo, el carácter infinito de la muerte esta compuesto de la finitud de lñas cosas-dije sollozante.
_Déjame mostrarte algo, Marco Tulio...Ven conmigo.
Le seguí hasta llevarme a una habitación vacía y triangular, todas las paredes o segmentos del triangulo poseían una puerta de madera al parecer muy gruesa, en los ángulos del recinto también se observaba una puerta que unía las dos tapias con que
se formaba el ángulo, en total eran casi seis puertas idénticas en aquel espacio vacío. Nosotros accedimos por uno de los tres ángulos, e inmediatamente comprendí que nunca saldría de ese lugar por la misma vía que usé para llegar allí.
_La proyección de la muerte es la dualidad en el sentido triuno de las cosas. Me dijo Ludovico con el rostro caído y acabado, pero sus ojos inflamados parecían lámparas del tiempo.
Me emocionó el dilema y el contenido misterioso de lo que pasaba, tomé a Ludo-hijo y lo coloqué como una presa de cacería sobre uno de mis hombros, dirigiéndome a una puerta en especial.
_Tomo la puerta frente a mi- dije en voz alta- porque es el equilibrio entre las opciones derecha e izquierda de los segmentos. No elijo ningún ángulo porque lo agudo siempre debe dejarse para el final en donde se desenredan las cosas o terminan de implotar.
_Muy Catedrática tu elección-respondió con sorna mi mentor.
Abrí la puerta y el flujo y reflujo sanguíneo de mi cuerpo se detuvo en seco... dentro, un pequeño ataúd constituía el mobiliario de la habitación, mi mujer recostada en él lloraba la muerte de nuestro hijo mientras el océano de sus lágrimas ondeaba sobre el cristal egoísta que le separaba de su pequeño.
Sentí un pequeño movimiento en el hombro izquierdo, un reptil escalofrío bajó por mi pecho y espalda...lentamente y sin ayuda, el cadáver de mi hijo descendía como un alpinista experimentado, mi rigidez era absoluta, solo se decantó cuando lo tuve al frente y levantó su cabeza... abrió los ojos, y ellos...¡Absorbían la luz!, ¡El color!, un color negro jamás presenciado se tragaba sus ojos y todo lo que éstos enfocaran...desee correr pero no pude, varios segundos transcurrieron hasta que una voz eólica y llena de ecos me hablo desde aquella cosa...no sabría cómo llamarla.
_Tu Hijo ha muerto- dijo la cosa- y en tu locura lo has seguido hasta el Hades!
Cayó sin vida otra vez el cuerpecito, mis brazos temblorosos lo tomaron y salí corriendo de ahí sin esperanzas, mi mujer realmente no podría ayudarme. Me encontré de nuevo en la habitación triangular pero las puertas por donde había entrado y la que acababa de usar ya no figuraban dentro de la arquitectura, desaparecieron.
_El Hades- dije.
Ludovico ya no era Ludovico, cuando le miré con detenimiento me di cuenta que se había transfigurado en un ente de luz, y ya no era el, ya no era el mortal atormentado y sediento que devoraba sus piernas y usaba sandalias de oro. Era Dante y era Virgilio, Epícuro y Platón, era Kungtsé y era Cicerón, Heguel y Kant, Marx y Calderón, Goethe y Dostoievsky, Machado y Bécquer, Vallejo y Poe...Eran todos y era uno...Ludovico idealizado con un sistema desencadenado que evadía los límites de la lógica.
A ver poeta- dijo- escoge una puerta_ y me pareció una orden emanada de un ser divino y luminoso, un querubín guardián.
No reparé en encaminarme al segmento izquierdo aludiendo que si la lógica no me había prestado su colaboración, tanto más, debía actuar con la pasión...
Abrí la puerta...y...allí estaba mi mujer...ahí, como en la otra recámara reposaba la urna de mi hijo, pero esta vez endosábase a su lado un ataúd de mayor tamaño. Ella abrazaba alternativamente uno y otro cofre de mortandad, ya besando un vitral, ya el otro, con la locura de una viuda-madre de guerra, comprendí que yo también había muerto en la realidad, supe que nunca más volvería al plano lógico de la materia, que estaba condenado eternamente a descubrir el secreto de la gran estancia triangular...Caí de rodillas y un poder invisible haló mi torso hacia delante, otra fuerza obscura me empujó y coloque las manos en el suelo bruscamente, estaba siendo halado a la urna que se encontraba junto a la de mi primogénito.
Soy yo la proyección de mi muerte absorbida por mi muerte definitiva._pensé. En ese momento un brazo largo y poderoso tomó uno de mis pies llevándome fuera de la habitación.
Después de un lapso de tiempo indefinido que me parecieron siglos, recobré la conciencia, si así podía llamarle a la entidad que ahora era, me sabía en la morada triangular, pero esta vez Ludovico ya no era un ser luminoso, ni representaba las mentes geniales que cambiaban el curso de las épocas, era un ludo muy Luis y opaco, triste como una fuga frustrada, llevaba cadenas enormes en todo el cuerpo y cada una de ellas desembocaba en un gigantesco frasco con un libro dentro, muchos de los cuales reconocí al instante.
Ya sabía yo que el conocimiento, siendo útil, también se torna una carga_le expresé a mi preceptor.
Una leve voz salió de su boca y tardó en encontrarme, era suave pero trágica como el susurro arrepentido de un moribundo:
_Te has perdido en el camino, hijo, eso no fue lo que planteé para ti.
Esta vez no me dejó escoger...hizo señas para que reparar la incómoda postura del cadáver de mi hijo, a quién después de tratarlo noté muy rígido y más pesado, se encaminó el profesor al segmento derecho y giró la manilla, la puerta se abrió lentamente y no pude ver hasta que hube pasado el dintel. Dentro, en la semiobscuridad estaba mi mujer abrazando a un hombre ¡Era Yo! Y en medio del aposento como un trofeo de la desdicha reposaban los restos de mi hijo. Entré callado y me acerqué a la pareja torturada, detallé cómo era yo por primera vez y la detallé a ella, su desastre era inigualable, su condición no guardaba relación alguna con la vida; dos fantasmas velaban a un tercero.
_La urna está vacía- le grité a mi guía que se movía con dificultad entre las cadenas que le ataban.
_No hay cadáver, ¿dónde esta?
Devuélvelo -respondió- la proyección de la muerte no puede estar en dos planos al mismo tiempo, materia y antimateria se hacen nada si tropiezan entre si.
Abrí la caja y deposité allí el cuerpo de mi pequeño...se veía tan quieto...casi dormido, y por obra de no sé qué poder sus mejillas tomaron el color pálido de los muertos, tanto mejor al color morado que antes tenían. Despedí mi viaje con él dándole un beso en la frente y otro en la boca, una gota de aguamarina se dejó caer de mis ojos y resbaló como un suspiro por sus párpados, era un adiós...
El cuarto se iluminó y vi que mi mujer y mi otro yo conversaban con resignación, recordaban las gracias y travesuras que tenían de su hijo. Cerré el habitáculo y los dejé a solas.
Fuera, me esperaba Ludovico hecho joven, tenía la misma edad que yo, veinticuatro soldados de oro lo llevaban en hombros victorioso, y su mirada azul parecía siempre dirigida hacia arriba.
_Qué tal Marco, ¿Te sientes mejor?
_Mucho – respondí-
_La imagen de la muerte no podía ser sustraída de la realidad para insertarla en un plano astral e inteligible, debía reposar inmaterializada dentro de la idea, como una fotografía perdida.
_Entiendo, y ahora, ya estando claros, ¿Puedes indicarme cómo salir de aquí?...aunque sea para ir al infierno del Dante...o el de Hess...
_No, Marco Tulio, no...el que tu estés aquí debes descubrirlo por ti mismo y si hay algún lugar a donde ir, tu debes encontrarlo.
Realmente no tenía muchas ganas de seguir abriendo puertas, mirar mundos por dentro desde ventanas simbólicas constituía la poesía que siempre escribía, no era cansancio; era conformidad, solo esperaba el desenlace. Ludo me llevo del brazo a la penúltima puerta, esta estaba ubicada en el ángulo derecho del triangulo, cuando llegué al pórtico sentí un temblor animal en todo el cuerpo, me sobrevenían ataques de adrenalina poderosos y fulgurantes, mi versado instructor reía muy fuerte apuntándome con su dedo medio, dejando escapar una lágrima entre sus carcajadas.
Tenía dos calderas entre pecho y espalda, una sensación de desprendimiento y presión me hacía perder el control de los sentidos, la puerta se presentaba como el portón inmenso del abismo infinito...Coloqué mi mano temblorosa en la manilla fría e hice girar el tuétano del tiempo.
En su interior, destellaba la luz, tuvieron que constreñirse al máximo mis pupilas para presenciar la nueva escena. Colocadas paralelamente, dos urnas, una mas grande que la otra. Brillaban como rubíes incendiarios dentro del recinto, busqué a mi mujer con la mirada circundante como lo sugerían los instintos y las pasadas experiencias , pero me encontré con mi propia imagen llorando, _Cierto- pensé impresionado- esta urna pequeña es la de mi hijo...y la mediana...¡Mi Esposa!. Quise salir corriendo pero el otro yo dentro de la habitación fue tras de mí, y en un instante me dio alcance, llevando mi humanidad a fuerza de una golpiza atroz hasta el aposento, una vez allí, me propinó otra surra dejándome inhabilitado para la acción. Maldecía y juraba, me llamaba asesino y esquizofrénico.
Me repuse, y ya de pie advertí que se había ensimismado el yo agresor, mas de pronto dio un salto imposible de concebir y entro como un rayo en mi cuerpo, empecé a sentir una expansión aterradora en mis entrañas y la piel y el músculo comenzaron a agrietarse hasta que, como una nuez, estallé en millones de partículas y sub-partículas Marcotúlicas.
A pesar de todo, el yo agresor que quedó en mi lugar, era yo mismo; conservaba todos los recuerdos y sensaciones que del principio había experimentado, con la particularidad de que ahora lucía diferente, convertido en una antorcha milenaria....gozaba de una paz impensable, torné el ojo a los ataúdes y presencié el espectáculo mas impresionante que se pueda imaginar. Mi hijo y mi esposa, elevándose y traspasando las urnas levitaban hasta llegar a mi, tome de cada uno la mano que me ofrecía y salí con ellos de aquella habitación.
Una vez en la recámara triúnica conseguí a un niño de ojos tiernos y agudos, ausculte a mi familia y asintieron con la cabeza ¡Era Ludovico Silva hecho niño de nuevo! El personaje fiel, mi maestro, mi gran camarada.
_Te dije que no jugaras con la proyección de la muerte -me inquirió.
_Ya no queda otra puerta –le inquieté- he resuelto el dilema.
_A saber yo que existía un dilema!_dijo como quién se impresiona de un suceso.
_No era exactamente un dilema, es una cuestión de proporción; la esencia de las cosas es atrapada en el inconsciente, cuando la materia muere o desaparece, la muerte se lleva la esencia triple de ellas: Su significante mental, el alma, y el espíritu que es el soplo que las mantiene vivas. Por eso es necesario pЈ¡GET http://stations.real.com/get_statios, para liberarlas en la eternidad.
Al terminar de hablar vi que mi mujer y mi hijo me habían soltado y tomando de la mano a Ludovico-niño, coreaban los tres un llanto cargado de tristeza.
_No debiste jugar con la proyección de la muerte, Marco Tulio, te has perdido.
_Y tenía razón, ya mi cuerpo no era luminoso, en cambio, absorbía la luz como un agujero negro, estaba vacío infinitamente, sediento y hambriento como ningún hombre sobre y por sobre la tierra. Los tres se encaminaron por la última puerta que quedaba ubicada en el ángulo izquierdo. ¡La que debí tomar desde un principio! Los vi cerrarla tras sí como unos ciervos, llegaron a mi vida y así se fueron, con la aurora. Corrí maniáticamente hacia el ángulo Zurdo y abrí de un tajo la puerta...Encontré tres urnas dispuestas en la recamara, supuse que una era de mi maestro, pero no, al abrir cada una de las compuertas pude ver que en una se encontraba mi esposa, en otra mi hijo, y la ultima...estaba vacía...Una Voz Imperial dejó colar su estruendo desde todas partes, imponente como el odio de Dios..._¡Ocupa Tu Lugar!_ fueron las palabras exactas, y como un obediente servidor me recosté en el cofre vacío, cerré los ojos y dormí.
He despertado y me he encontrado aquí en esta recámara vacía, triangular y sin salida, las puertas se fueron, mi mujer, mi hijo y Ludovico Silva ya no me acompañan, en su lugar he encontrado un lápiz y algunas páginas donde escribo este relato, quizá tenga alguna finalidad(...).
Pero qué veo..¡Han regresado las puertas!...todas se están abriendo...el piso, el techo, todo, todo, debo escribirlo...se ha transformado, el triangulo ha tomado una forma romboide tridimensional donde floto en medio de la nada, las puertas giran, ya no veo seis sino siete, ¡yo era la puerta que faltaba!...se multiplican, miles, millones...una voz...dice un número: Setenta veces siete, y me absorbe, me absorbe, me absor
EL NACIONAL
8 de Julio del 2003
¡ESCRITOR ASESINA A SU MUJER E HIJO!
En la mañana de hoy, fueron encontrados los cadáveres de una mujer y un niño en Chivacoa- Estado Yaracuy, según fuentes oficiales se pudo conocer que el implicado responde al nombre de Marco Tulio Gentile (24) Padre y esposo de las víctimas, nos reservamos aquí los nombres de los occisos por petición de los familiares.
Después de las debidas investigaciones, Marco Gentile fue trasladado al Manicomio de Nirgua, y puesto bajo custodia en una recámara de alta seguridad, por las incontrolables muestras de agresividad del sujeto. Pero en horas de la tarde el personal médico de guardia constató que el paciente no aparecía en la habitación, por lo que llamaron a los cuerpos policiales para que actuaran en el procedimiento de verificación, quienes constataron la desaparición inexplicable del asesino múltiple.
Según la información suministrada por el personal de turno supimos que el desaparecido fue visto por ultima vez cerca de las siete de la tarde. Lo extraño del caso es, que en su lugar, los cuerpos oficiales encontraron un relato sumamente ilógico y un plano pintado en la pared.
A continuación remitimos fielmente el contenido del relato, en una edición especial.