Hacía largas horas que caminaba sobre las ardientes callejas de la ciudad. Mis pies inchados
rebalsaban las tiras de mis sandalias. Jamás supe elegir la ropa adecuada para cada momento y lugar.
El vestido rojo de seda, se adhería a mi cuerpo, abrazándolo, sin dejarlo respirar. Llevaba el cabello suelto y sentía correr las gotas de sudor desde mi nuca hacia abajo. Los pocos árboles que había en esa zona gris y pegajosa ya habían quedado atrás con sus hojas inmóviles. Ni la más
leve brisa, solo un aliento sofocante, maloliente entraba en el cuerpo.El sol continuaba su sádico trabajo, me oradaba la cabeza, traspasaba mi cráneo y hacía hervir mi cerebro.Pasa una vieja, toda de negro, tan abrigada, veo sus ojos mezquinos que me observan de costado, su boca parece solo un tajo en esa seca y arrugada cara.
Perdone- le dije- No sabe dónde puedo beber algo fresco por aqui?. Confieso que su desdentada carcajada me sobresaltó, parecía reírse desde lo profundo de sus entrañas."Algo fresco.....algo fresco" repetía sin dejar de cacarear. "Aquí hace
añares que no cae una gota de agua, esta tierra está maldita, yerma, la gente fue, la gente".De repente calló y me acribilló con su mirada. "Pero yo soy la única que sobrevivió a la maldición, y la única que tiene tres gotas de agua...venga, sígame". La obedecí. No tenía ganas de contestarle
ni creo que ella de escucharme. Llegadas a su rancho pajizo,piso de polvo y oscuro, levantó el frasco mas bello que ví en mi vida. Puro cristal,
rojo y oro. La poca luz que entraba parecía multiplicarse en infinitos arcoiris. Me veo reflejada, se me ve cansada. La vieja saca el tapón en forma de pájaro y pone en mis labios una gota de agua. Tanta era mi sed que me pareció un río fresco de agua cristalina y tomé hasta saciarme, entrecerrando los ojos para gozar aún más del placer de lo fresco inundándome,enfriando mi cabeza, aliviando mi pecho, humedeciendo mi respiración y refrescando mis piernas.Qué agradable sensación era aquella!! Abrí los ojos y busqué a la vieja para agradecerle pero no había nadie allí. Tomé entonces el frasco y quise beber
otra gota y marcharme. El reflejo que de mí me devolvió el cristal era horroroso.Mi boca desdentada era una herida en mi rostro arrugado.
Volvi a mirar y supe que la vieja ahora era yo.
Quedaban dos gotas en el frasco...lo escondí y decidí salir a la calle. A poco caminar vi venir una mujer fatigada, deslucida dentro de un ridículo vestido de pesada seda roja, tropezaba con sus altas sandalias sobre los adoquines. Sus pies inchados escapaban entre las tiras de cuero.
Cuando estuvimos cerca, cuando me dijo:"Perdone,no
sabe dónde puedo beber algo fresco por aqui?" Ahí,
recién ahí creí en la maldición y entonces supe que nunca saldría de allí...quedaban solo dos gotas mas.
Ocupando esta buenísima frase "mi boca desdentada era una herida...", al inicio del relato se desdentó, con la palabra " inchada ". A veces no hay que apurarse y revisar es muy bueno. Mis saludos.