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Les quiero contar una breve historia que paso cuando estábamos en familia de vacaciones.
Soy una mamá feliz de 36 años, me llamo Rocío, vivo contenta con mi marido y dos hijos. Mi marido, Gastón, es tres años más grande que yo, mis dos hijos son Maria de 18 años y Benjamín de 19. Después de 18 años de matrimonio a causa de mi primer hijo las cosas suceden como en cualquier matrimonio, un desgaste natural por el paso de los años. Mi relación con mi marido era fluctuante, empeoraron los últimos años con continuas discusiones, hasta pensé que me era infiel. Con mis hijos era una relación natural, Maria era la más chiquita y con la que tenía más afinidad, pero todavía era una nena. Con mi hijo mi relación era mucho menor que la de él con su computadora, pienso que es algo normal.
Después de un largo año de trabajo pudimos hacer una escapada a un pequeño apartamento que tenemos cerca en una ciudad pegada junto al mar. Teníamos sólo una semana, por lo menos mi marido no podía pasar más tiempo y mi hija tendría que empezar con un curso de verano después de esa semana.
Llegamos a la costa y los días no nos ayudaron, un frente de tormenta nos aguó las vacaciones. Unos días de mierda llegamos un sábado y hasta el otro sábado estuvo lloviendo, los primeros días con tormentas fuertes y después con una leve llovizna y frio.
El domingo a la mañana, veo el reflejo de luz por la ventana, parecía que el día sería espectacular a pleno sol. Me apresuro a despertar a mi familia y comentarle la buena noticia. Parecían indiferentes, pero casi los obligo a prepararse para ir a la playa. Yo estaba dispuesta a tomar sol todo el día para recuperar los días perdidos, no quería que las madres de las amigas de mi hija me vieran llegar blanca como la leche de mis vacaciones.
No cambiamos y salimos para la playa, yo me había comprado un bañador nuevo, enterizo pero bastante encavado. Apenas llegamos me acuesto a tomar sol en la reposera, eran las 10hs de la mañana. La playa era solitaria, prácticamente estábamos solos. Mi marido no quería aburrirse y me dice que se va con mis dos hijos a un refugio de pescadores para conocer, así no se aburren y conocen un poco.
Quedo sola acostada boca abajo y me doy cuenta que no había llevado protector solar, pero no iba a volver al apartamento a buscarlo, no quería perder ni un solo minuto de sol. Aprovecho la soledad y me meto la malla entre mis nalgas para dejar la mayor parte de la cola expuesta al sol.
Paso media hora escuchando el sonido de las olas rompiendo en la playa y quedo profundamente dormida.
De repente escucho las risas de mi hija y me despierto. Me levanto y veo a los tres parados a mi lado.
Maria –jajajajaja
Gastón- Sos una estúpida
Yo -¿Pero qué pasa? ¿A dónde fueron?
Benja -Fuimos al puerto
Yo -¿qué hora es?
Benja -Son tres de la tarde
Yo -¿Vos de que te reís?
María -Estás toda roja, jajajaja
Gastón- Te quedaste dormida, en el sol
Yo -No me di cuenta, no hubieran tardado tanto
Gastón -No vengas después que te duele todo.
Yo-No pasa nada. Es un poco de sol
Tenían razón, las piernas en la parte de atrás estaban rojas y el culo lo sentía caliente. Todavía no se me manifestaba dolor, me pongo una remera larga y comemos algo. Pasamos una tarde tranquila, aunque yo empezaba a sentir como si tuviera fiebre. Llegamos al apartamento y mientras me cambio de ropa veo en el espejo porque se reía Maria, tenía la cola roja como un tomate y lo peor le tenía que dar la razón a Gastón, al calor que sentía en las piernas le empezaba a sumar el dolor que crecía con el paso de los minutos. No espero y lo llamo a mi marido para pedirle, si me podía llevar a una sala de primeros auxilios que estaba cerca de la playa. Él enojado me contesta con rudeza, echándome la culpa de lo sucedido, pero me lleva. Cuando llegamos nos encontramos con un hombre mayor, un médico que se encontraba de guardia y parecía muy profesional.
Doctor -¿Qué le pasó?
Yo -me quedé dormida en la playa y me quemé las piernas.
Doctor -Por favor dese vuelta y súbase vestido.
Quede parada mirando de frente a mi marido y detrás de mí el médico sentado mirando mis piernas y mí colorado culo. Mi marido estaba serio, no porque el médico estaba hurgando mis piernas sino porque sabía que lo podía retrasar en su vuelta a casa.
El doctor dio una mirada rápida y con sus dos manos separa mis nalgas para ver con mayor profundidad, no reacciono porque sabía que era algo normal que podía hacer. Algo de alivio me dio saber que no me bajó la tanga para mirar, no me dio tanta vergüenza. Luego me baja el vestido.
Doctor-Bueno, tiene una quemadura un poco seria, su piel es muy sensible. Tiene que ser cuidadosa por alguna infección, son unos pocos días de cuidados, es algo común que pase en esta zona. Sólo hay que tener algunos cuidados.
Yo-¿me va a dar algo para tomar?
Doctor -No, no es para tanto, porque no hay ninguna infección, ahora le hago una receta para comprar una crema y unas vendas especiales para quemaduras y haga reposo que es lo mejor.
Gastón -Pero hoy a la noche íbamos a partir para casa.
Doctor -Le aconsejo que no lo hagan, en el viaje puede empeorar el estado y puede ser muy doloroso. Queda en ustedes pero si fuera por mí dejaría pasar unos días.
Yo- Pero puedo aguantar el viaje.
Doctor- la verdad yo no se lo recomiendo, son algunos días, no es tan grave.
Gastón –Pero yo tengo que volver a trabajar y mi hija empieza con un curso o algo de eso.
Yo-Bueno vamos a ver cómo nos arreglamos.
Doctor -Yo ahora le dejo anotado como tiene que hacer con la pomada y las vendas y quédese tranquila no es a la primera que le pasa, son dos o tres días que no se va a poder sentar, pero si sigue bien el tratamiento, se cura muy rápido, es una chica joven.
Salimos de la sala de emergencia agradeciéndole al doctor, apenas entramos al auto comienzo a discutir con mi marido, él me echaba la culpa de retrasarlo para llegar a casa, que era una estúpida, que lo hacía a propósito.
Yo -Gastón, hace una cosa, regresa a casa con los chicos que yo me quedo sola unos días y después voy en micro.
Gastón –No, Rocío, yo no soy un hijo de puta, no te voy a dejar sola.
Yo -Pero que vas hacer, te vas a quedar.
Gastón -No, que se quede el pajero de tu hijo, si no tiene que hacer nada, que sirva para algo.
Yo -Pero que va a ser Benjamín
Gastón -Bueno, que aprenda, ya es grande, te puede comprar las cosas o si necesitas algo que te dijo el doctor.
Yo -Como quieras, pero si no quiere, me quedo sola, no van a discutir.
Mientras le decía esto estaba leyendo las indicaciones del tratamiento que escribió el médico. Empezaba a pensar en la palabra “pajero” que usó Gastón para describir a mi hijo. El tratamiento indicaba limpiar la zona y cuidar las ampollas para que no se rompan, pasar crema y poner las vendas, era algo que no podía hacer yo misma, o por lo menos sin gran dificultad. La idea de quedar al cuidado de mi hijo y que con mi cuerpo pudiera excitarlo empezó a rondar mi cabeza camino a casa. Cuando llegamos Gastón lo encara a Benjamín y casi que le obliga a quedarse. Yo que en un primer momento le había dicho a mi esposo que no discuta con él y que no era necesario que lo obligue, no dije nada, al contrario me puse en víctima y demostraba dolor en mis gestos.
Después de la discusión con el padre mi hijo acepta, yo le agradezco, pero no le comento nada de lo que dijo el médico, tampoco a su padre. Ayudo a empacar a Gastón, no quería demostrar que estaba apurada para que se vaya pero así era. Ya se habían hecho como las nueve de la noche y mi marido estaba preparado para partir de viaje con mi hija. Nos saludamos y quedo sola con Benja.
Yo –Bueno Benja, me voy a bañar y después me ayudas.
Benjamín -¿Pero qué te dijo el médico?
Yo –Que tenía una quemadura muy grande en la cola y me receto algo para curarme.
Benjamín -¿Pero qué te recetó?
Yo –Una pomada, vendas y un tratamiento
Benjamín -¿Qué tratamiento?
Yo –No sé, no lo leí. Porque no lo lees mientras yo me baño y después me decís.
Yo sabía lo que decía el tratamiento, pero quería que él se enterara por su cuenta y le empiece a volar la imaginación. Voy a ducharme, no podía parar de pensar en cómo lo excitaría y eso me excitaba, me masturbo mientras me ducho. Cuando termino decido envolverme con una toalla y salir.
Yo -¿Pudiste leer lo que escribió el médico?
Benjamín -Sí, era una receta para comprar unas vendas para quemadura y una pomada.
Yo –Ya, sé tonto, pero leíste el tratamiento.
Benjamín –No ¿Te lo leo?
No sé si lo había leído pero de todas maneras si así no fuese quería ver su reacción mientras lo leía.
Yo –Bueno léelo.
Benjamín –“ Como primera medida colóquese sobre la zona más irritada o colorada, trapos húmedos, mojados con agua fría para aliviar el calor y dolor que se irá presentando en las primeras horas. Por el tipo de quemadura que tiene se inflamará la zona y comenzaran a salir ampollas, estas dependen mucho del tipo de piel, se pueden extender más o menos en la zona. Como tiene piel sensible y muy blanca casi seguro que a la noche o a la mañana temprano ya se empiecen a formar ampollas, es importante no romperlas, lo principal es cubrirlas con las vendas que le recete, para que no quede expuesta la piel lastimada para prevenir infecciones. Hay que tratar la piel con mucha delicadeza. Cuanto más tiempo se encuentre en contacto con el aire mejor, se acelera el proceso de cura y se evitan infecciones. En la zona enrojecida póngase la crema y le calmará un poco el dolor y la picazón. Tome mucha agua, deberá hidratarse”
Yo –bueno Benja me voy a cambiar y me acuesto, llévame a mi cuarto una toalla y un balde con agua y hielo.
Voy caminando a mi habitación para cambiarme. Me coloco una tanga negra con encajes que uso en ocasiones especiales con mi marido y esta lo era, no me pongo corpiño. Luego un camisón blanco medio transparente que seguro dejaban ver mis pezones a través de la tela. Suerte que antes de salir de vacaciones fui a un instituto de belleza para una depilación completa, no tenía un solo pelo.
Pasan unos minutos y golpea la puerta. Le digo que entre, traía en una de sus manos el balde con agua y hielo, como le había pedido y en la otra una toalla. Yo me encontraba acostada boca abajo con el fino camisón ocultando mi culo.
Yo –Benja, puedes ver si se me formaron ampollas, me pica mucho
Benjamín –Sí, Ma
Banja se arrima por un costado de la cama, yo así acostada como estaba levanto el camisón para descubrir el culo solo tapado por la tanga, sabía que cualquier movimiento podía mostrar más de lo que quería mostrar, por lo menos en ese momento. Él se agacha un poco, la luz era la suficiente como para observar cada detalle. La situación me excitaba pero también necesitaba un poco de alivio al calor, picazón y dolor que sentía.
Yo -¿y cómo está?
Benjamín –Rojo
Yo – Me imagino bobo, pero ¿Ves ampollas?
Benjamín –No, no se ve nada. El culo rojo, nada más.
Yo –Bueno mejor, por ahí no me salen ampollas. ¿Me podes poner la toalla mojada?
Benjamín –Sí, ¿Cómo?
Yo –mójala bien, pero que no quede mucha agua y ponla
Mientras metía la toalla en el balde para mojarla, no podía parar de pensar en la vista que le estaba regalando a mi hijo. Estoy orgullosa de mi culo, con ustedes no quiero ser modesta, hasta que me case era bailarina de valet, en ese tiempo era demasiado flaca, pero gracias a eso después de dejar el baile mantuve mi cuerpo en forma, me hice adicta a correr por lo que mi piernas se tornaron más musculosas y mi cola bien redondita y firme, compensaba mis pechos chicos, pero duros.
Volviendo al tema, termina de mojar la toalla, la abre y la deja caer sobre mi cola, siento el alivio inmediatamente.
Yo –ahhhh, que alivio, gracias, perecía que tenía fuego
Benjamín -¿te ayudo con otra cosa?
Yo –No, gracias hijo, mañana tienes que comprar en la farmacia de la otra cuadra, lo que anotó en la receta. Agarra el dinero de la mesada.
Se retira de la habitación y apaga la luz, yo me quedo profundamente dormida hasta la mañana cuando escucho golpear la puerta a mi hijo.
Benjamín – Hola, buen día.
Yo –Pasa, pasa
Benjamín – ¿Cómo estás?
Yo -Me arde, me quedé dormida y no me saqué la toalla. ¿Quieres ver si tengo ampollas?
No dice nada, se arrima y me saca la toalla.
Yo -¿Y cómo está?
Benjamín –Te salieron un montón de ampollas
Yo -¿Sí? ¿En qué parte?
Benjamín – De la mitad para abajo
Yo –Uy, qué problema, bueno anda a la farmacia mientras me ducho.
Mientras le digo esto me doy vuelta y veo como mira mis pechos que se transparentaban de mi camisón. Él estaba en silencio, parecía que estaba excitado, trato de no asustarlo y empiezo a caminar con naturalidad hacia el baño, mientras él hacía lo mismo yendo a la farmacia.
Mientras me ducho necesito masturbarme y lo hago con violencia, estaba muy excitada. Ya más calmada me envuelvo en la toalla y salgo del baño, lo veo a Benja parado con una bolsa en la mano con las compras.
Yo -¿Conseguiste todo?
Benjamín –Si, tenían todo
Yo –Bueno, acompáñame
Entramos a mi habitación, y me acerco a un cajón del mueble donde guardo mi ropa y tomo una tanga blanca, igual que la anterior dejaba casi al descubierto todo mi culo. Me la deslizo entre los pies y la levanto hasta que calce en su lugar por debajo de la toalla, todo el movimiento supervisado por la mirada y el silencio de mi hijo.
Yo –Benja, me vas a tener que ayudar con la crema y las vendas, vas a poder
Benjamín –Sí, como no
Yo –me acuesto y decime como queres que me ponga
Me recuesto boca abajo sobre la cama, igual que a la noche y levanto la toalla, para dejar al descubierto el culo.
Yo -¿está bien así?
Benjamín –mmmmm, más o menos
Yo -¿Por qué?
Benjamín –hay ampollas un poco más adentro
Fue como la llave para hacer lo que quería, me arrodillo sobre la cama y apoyo los codos, yo sabía que desde esa posición él tendría a la vista el ano cortado por una delgada tira de tela. Vería cada estría del esfínter, cada surco, hasta supongo que mis labios vaginales asomaban por los costados de esa delgada línea blanca. Abro el culo con descaro.
Yo –Ves bien así
Benjamín –Si, se ve bien, ¿te paso la crema?
Yo –Sí, pone
Siento su temblorosa mano sobre unos de mis glúteos que empieza con pequeños círculos, de a poco entra en confianza y esos círculos cubren todo un lado. Luego sigue con el otro glúteo, cuando termina parece que se anima a pasar su mano por entre los glúteos, pero me doy cuenta que no quiere llegar a tocar el ano.
Yo -¿terminaste?
Benjamín –Falta un poco, pero está cerca del medio.
Yo –jajaja, no tengas vergüenza, no te voy a decir nada.
No sé si lo hacía a propósito, pero que más quería, que se deleite con mi culo. Como recordarán sólo llevaba puesta la toalla con la que me había envuelto cuando salí de ducharme. Pensaba sólo en excitarlo más, hago como que no me doy cuenta y suelto la toalla y cae sobre la cama, quedo con las tetas al aire, tiempo suficiente para que él clave la mirada en las tetas y las tapo rápidamente.
Yo –jajaja Uy, me estoy quedando desnuda.
Lo miro y veo un bulto en sus pantalones, estaba excitado. No resisto y le tomo con una mano el pene por sobre su pantalón. Al sólo tacto me pareció algo gigante pero no quería asustarlo y lo suelto rápidamente.
Yo –Jajajajaja veo que te la puse dura.
Benjamín –Y bueno, tengo ojos no es culpa mía.
Yo –Jajaja, ¿te puedo ayudar en algo?
Benjamín –Me la podes chupar, mira como la tengo.
Quedo sorprendida por la respuesta y más por lo que veo, se saca el pene del pantalón y me lo muestra, era monstruoso, gigante, casi era del doble de tamaño del de su padre, no lo podía creer. Me la mostraba orgulloso pero haciéndose la víctima, la sacudía de arriba para abajo, tentándome. Yo quería disimular las ganas de tragarla entera.
Yo –Pobre, como está hinchada.
Benjamín –Por eso, me podes hacer el favor y no le cuento nada a nadie.
Yo –Pero, pero está mal eres mi hijo.
Benjamín –Dale, por favor, no le cuento a nadie
Yo –Pero Benja… bueno pero lo voy a hacer para que te saques las ganas y no te pongas así de nuevo cuando me veas el culo.
Mientras decía esto me iba acercado de a poco a mi hijo, no podía apartar la vista de semejante pija, me fui arrodillando delante de él y la veía cada vez más grande, el color morado de la enorme cabeza, sus grandes huevos colgando, eran magníficos. La tomo con mis dos manos y la acerco a mi boca, la abro lo más posible y meto dentro su enorme cabeza, su tamaño hacia que casi se trabara en mis dientes. Podía sentir el calor de su miembro en mi boca. Él me toma del pelo por si trababa de sacarla de mi boca.
Empieza un bamboleo frenético, pero no dejaba que saliera de mi boca. Yo pensaba que acabaría en unos segundos pero esto no ocurría. Casi no podía respirar y él empujaba mi cabeza con fuerza para que la tragara toda. Era casi una violación por la boca. Trataba de llevar aire a mis pulmones abriendo las fosas nasales lo más que podía. Él gemía y decía en voz baja, puta, te vas ahogar en leche. Sentía que hacía tope en mi garganta, golpeada en el fondo. De pronto dice
Benjamín -¡Chupala puta como María! ¡Chupala!
No podía decir nada, estaba atrapada tragando semejante pedazo. De repente siento que comienza a temblar, sabía que iba a eyacular y lo hizo. No me acuerdo si fueron dos o tres chorros de semen que golpearon en mi garganta, pero fue tal cantidad que me salió por la nariz. Empiezo a toser y escupir, pero ya casi lo había tragado todo. Nunca hubiera soñado comerme semejante pija y menos la de mi hijo.
Pero la duda ronda mi cabeza y le pregunto.
Yo -¿Quién es María?
Benjamín –María
Yo -¿Quién tu hermana?
Benjamín –Sí María
Yo -¿Pero te la chupó?
Benjamín –Si, casi todos los días y yo se la chupo a ella.
Yo – Pero ¿están locos? Son hermanos.
Benjamín –Pero vos la chupas mejor. No pasa nada es algo normal entre hombres y mujeres.
Yo -¿pero qué puede pasar si se entera tu padre?
Benjamín –No, se va enterar o le vas a contar
Yo –No, hijo sería una locura
Benjamín – entonces hay que disfrutar, ahora déjame que te la chupe
Sin decir nada más obedecí como una geisha, me saqué la tanga y me acosté boca arriba en la cama. Él arrimo su cara a mi vagina y fue la mejor chupada que tuve en la vida. Convulsionaba mientras acababa en su boca y lamía mis flujos vaginales como saciando su sed de sexo, no podía parar el orgasmo. Estuvo chupando como media hora, cuando termino se paró y casi apuntándome con la pija me dijo.
Benjamín –Cuando termine de curarte ese culito te lo voy a romper con esta pija.
Dijo esto tomando la pija con una mano y sacudiéndola como una batuta.
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