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Veníamos de una cena. Yo llevaba pantalón vaquero, camisa y cazadora mientras que mi esposa R vestía un vaquero, suéter y también una cazadora. Ya os he contado nuestra aventuras en el ambiente liberal (podéis leerlas aquí primer relato, el segundo, el tercero, el cuarto y el el quinto) y os he descrito cómo somos así que no me repetiré. Sí os diré que todo lo que cuento es real, al menos tal como lo recuerdo. Quizás la categoría elegida para subir estos relatos no sea la mejor pero resulta difícil encasillar estas experiencias y creo que Confesiones no refleja bien nuestra vida liberal. Pero volvamos al relato.
La noche no prometía mucho, de nuevo el local liberal que frecuentamos estaba bastante vacío. Ante esta situación recuperamos nuestra rutina habitual: una copa, un poco de charla entre los dos, nos desnudamos y al jacuzzi. Allí ya se encontraban un par de hombres que devoraron su cuerpo depilado con la mirada según bajaba las escaleras del jacuzzi pero más allá de eso todo estaba muy tranquilo. R se dedicó a mirar a un lado y a otro sin demasiado interés y al cabo de un rato noté su mano en mi polla, subiendo y bajando masturbándola. A medida que se endurecía cerré los ojos y me dejé llevar por el placer que me estaba proporcionando. No sé cuánto tiempo estuve así. Cuando volví a abrirlos miré para ella y vi que sonreía mirando hacia delante. Allí, al otro lado del jacuzzi había un hombre. Por cómo movía mi mujer la pierna me di cuenta que los dos debían estar jugueteando con los pies. Eso me excitó. Sin parar de meneármela ella se dejó caer un poco en el jacuzzi y levantó las piernas por debajo del agua de forma que quedaba casi horizontal. Él avanzó un poco y sus manos empezaron a acariciar las piernas de R por debajo del agua. Sus miradas excitadas se cruzaban. Entonces mi esposa dejó de masturbarme, se recolocó apoyando su espalda en mi pecho y separando las piernas en dirección a aquel tipo. Yo empecé a juguetear con sus pezones mientras que el hombre se puso entre sus piernas recorriendo el cuerpo de mi mujer con sus manos. Ella se dejaba hacer disfrutando de cuatro manos dándole placer. En cuanto dejé los pezones libres las manos de aquel hombre se apoderaron de ellos ocupando mi lugar e inició un magreo que alternaba las tetas y el coño de mi mujer. Ella cerraba los ojos y gemía suavemente. La excitación de aquel hombre se incrementó hasta el punto de intentar penetrarla allí mismo y sin preservativo pero R le paró con el pie y le indicó que subiese con nosotros al reservado.
Tras pasar por las taquillas y recoger el neceser pasamos al reservado. Una vez más no había nadie. Mi mujer se echó desnuda en el suelo y los dos empezamos a alternarnos besando su cuerpo y su boca, acariciendo sus pechos y masturbando su coño. Pronto vi que a nuestro acompañante le gustaba mucho besar la boca de mi mujer y morrearla. A ella no le disgustaba, al contrario, participaba con ganas y pronto agarró su polla, no tan grande como otras que ha disfrutado pero de buen tamaño, y empezó a meneársela mientras continuaban besándose. Así estuvimos un rato, ellos besándose, mi mujer masturbándolo y yo acariciando su cuerpo. Hasta que ella repentinamente paró, se giró hacia mí besándome y tras coger un preservativo, se lo puso con la boca. Ya enfudada en látex mi esposa empezo a chuparle la polla. Me acerqué a ellos. La escena era muy morbosa. Él estaba echado en el suelo y ella se inclinaba sobre él para comérsela. No pude evitarlo. La agarré del pelo y la obligué meterse la polla hasta el fondo varias veces.
¡Venga! ¡Cómetela entera! – le dije.
Pude sentir cómo la calentura de R se disparaba al escucharme y simultáneamente la velocidad de la mamada aumentaba. Al cabo de un rato la solté. Mi mujer aprovechó para sacarse la polla de la boca recuperando aire, pasando de chuparle la polla a lamerle los huevos mientras se la seguía meneando, de nuevo a la polla y siguió alternando mientras el tipo gemía de placer. No sé cuánto tiempo estuvieron así. Sí sé que finalmente ella se montó en él.
Ya iba siendo hora – le dije a ella.
Ella me miró sonriendo pero no me respondió y se puso a cabalgarlo. Me acerqué a ellos y ofrecí mi polla dura a mi esposa para que la chupase, cosa que no dudó en hacer. A continuación me separé y la cogí del culo empujándola hacia abajo para que se introdujese aquel rabo hasta el fondo, pero aunque R lo disfrutaba al tío parecía que mis interacciones le bajaban la excitación así que me alejé de nuevo. Siguieron follando en esa misma postura y un hombre desconocido se acercó y preguntó si podía participar. Mi mujer le miró y le respondió que no así que se marchó.
La cabalgada continuó hasta que ella se corrió saliéndose de él y tumbándose en el suelo con su cabeza sobre mis genitales. En esa postura mi mujer abrió las piernas levantándolas invitándole a que la follase. Él la penetró así. R gemía alto con los ojos cerrados mientras yo le acariciaba los pechos y la mejilla soportando los embites de aquella polla hasta que se volvió a correr. El hombre todavía no se había corrido pero empezaba a estar cansado y se echó junto a nosotros.
Baja a comerme el coño – me dijo mi esposa.
La obedecí. Entre lamida y lamida levantaba la vista y les veía. A veces eran las manos de él acariciando sus pezones mientras ella le acariciaba los huevos y se morreaban. Otras veces ella le acariciaba los huevos mientras él escupía en sus propios dedos y los metía en la boca de mi mujer. Con tantos estímulos R no tardó en correrse otra vez, esta vez mientras le comía el coño.
Nos dimos un pequeño descanso echados los tres con ella en el medio. El reposo terminó cuando mi mujer empezó de nuevo a acariciarnos a los dos. Poco después estaba chupando mi polla y cuando estuvo dura me montó. En esa postura se volvió a repetir la situación: el hombre de una pareja que también estaba por allí y que ya en otra ocasión le había magreado un pecho le pidió participar pero tras mirarlo también lo rechazó. Después de eso no tardó mucho en correrse. Para entonces su amante volvía a estar duro. Todavía no se había corrido. Yo tampoco.
Fóllatelo otra vez – le dije.
R me miró y sin decir nada se incorporó para volver a chuparle la polla, esta vez a cuatro patas. Mientras la miraba se acercó a mí un tipo que ya había follado con ella en ese mismo local en dos ocasiones. Pero no era J.
¿Puedo incorporarme? – me preguntó.
Eso es cosa de ella, pregúntale – le respondí.
Al escucharnos mi mujer se sacó la polla de la boca.
En este momento, no – le dijo volviendo a continuación a meterse aquel rabo en la boca.
Mi esposa acabó montándolo de nuevo hasta que, esta vez sí, se corrieron los dos.
Descansamos un rato los tres viendo cómo varias parejas follaban cerca de nosotros. Pasado un rato nuestro acompañante se disculpó un momento y se marchó dejándonos solos. R me miró y volvió a chuparme la polla y cuando la tuve dura hice que se echase en el suelo boca arriba. Me la follé a pelo, como siempre, corriéndome en su pubis y barriga y ella se corrió conmigo. Mientras mi mujer se limpiaba su amante de aquella noche había regresado y bajamos los tres a tomar una copa. Pero la noche no había terminado.
Volvimos a subir los tres al reservado y nos echamos. Vi cómo los dos, mi mujer y aquel hombre, hablaban en bajo y él empezó a masturbarse. Mi esposa empezó a acariciarle los huevos inclinándose sobre él y sobre mí alternando besos con los dos. Él se la machacaba cada vez más rápido hasta que se corrió de nuevo salpicando con su semen parte de la mejilla, el pecho y la barriga de mi mujer. R le respondió con un beso. Tras eso nos despedimos, nos dimos una ducha, nos vestimos y abandonamos el local.
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