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"Contrasta el oscuro bombón de chocolate entre los pliegues rosáceos de un sexo licuado. Álvaro se lleva el bombón a la boca, lo aguanta con los dientes y al metérselo entre los labios de ella y aprieta en el momento que ambas bocas se convierten en una."
El móvil sonó brevemente, era un mensaje: "Estás bien?" Ana respondió enseguida que sí, y Álvaro le preguntó que si le invitaba a un café. Ana le contestó que por supuesto, pero su sorpresa fue que él le dijo "pues abre, estoy en tu puerta".
Abrió y ahí estaba él. Álvaro se acomodó en el sofá y observó detenidamente lo que había a su alrededor mientras Ana le preparaba un café. Todo era en azul y marfil, había una mezcla de objetos diversos: velas, un bambú, una torre con discos, recuerdos en las vitrinas y libros, libros de estudiante, usados, amarillentos, manoseados, sin duda alguna eran ya viejos, de su época de estudiante, cogió uno y comprobó que tenía anotaciones. Efectivamente, eran de sus años como alumna.
Apareció con dos tazas como japonesas, de color negro, el café, azúcar y unos bombones. Ana se disculpó por cómo estaba vestida. No iba maquillada, sólo un brillo de labios, llevaba una camiseta blanca que le marcaba los pechos, un finísimo pantalón Reebok de color antracita y zapatillas blancas con unos calcetines de deporte que a Álvaro le hicieron gracia por los muñequitos que tenían detrás. Nunca la había visto así y la encontró acogedora. Cuando Ana se sentó junto a él, notó que no olía como siempre y se lo dijo.
-En casa utilizo un perfume de té verde, no te gusta?
Álvaro le contestó que le gustaba, que en realidad le gustaba todo, que estaba descubriendo parte de ella que desconocía. Su vista se clavó en el ordenador portátil que había sobre la mesa, en un rincón del salón, y súbitamente se excitó: ahí era donde tenían sus aventuras virtuales, e inmediatamente la imaginó sentada, de noche, hablando con él. Ese rincón era la lujuria.
Ana adivinó su mirada y le cogió suavemente del mentón: Sí, ahí es. Y Álvaro se dejó llevar por un impulso. Se acercó más a ella y la besó, primero de forma sutil pero viendo que Ana no oponía resistencia, la obligó a abrir más sus labios para besarla como tantas veces lo había imaginado mientras posaba una mano en ese pecho que se agitaba cada vez más rápido.
Ana con mirada cómplice, se levantó y le cogió de la mano, llevándolo por un pequeño pasillo hasta su dormitorio. También era azul y marfil. Encendió varias pequeñas velas y con deseo le desabrochó la camisa, se la quitó, e hizo lo mismo con el resto de la ropa. No tenía que pedir permiso, su boxer azul ponía de manifiesto una tremenda erección, y dejar al descubierto semejante miembro le hizo humedecerse al instante, y el clítoris aumentaba de tamaño, hinchándose de deseo. Álvaro ve un pañuelo sobre una mesita, rápidamente lo coge y le dice: vamos a jugar, yo mando.
Tapó sus ojos y al anudar el pañuelo de gasa negra en su nuca, queda sumida en la oscuridad. El sentido de la vista era el único que de momento queda anulado. Ella permanece en la cama desnuda a merced de su compañero de fantasías.
Nota sus manos desnudándola, rozando su sujetador blanco, retirando su braguita, sintiendo como sus pezones se endurecen por el leve cambio de temperatura. Se siente observada. El inicio de juego parece claro. Se abre de piernas y con una mano encima de un muslo y con la otra sobre su pubis empieza a acariciarse su sexo. Hacía rato que lo tenía mojado. En la oscuridad se siente observada sintiéndose transgresora y perversa, morbosa y seductora a la vez. Él la ve como actúa y se convierte en espectador privilegiado. No duda en agarrar su pene y acariciarse sin prisa. Disfrutando de la imagen, de la lascivia natural de ella. El olor de a té se hace evidente. Los pequeños puntos de luz dorados dibujan el cuerpo calido de ella sobre la sábana blanca. La imagen es espléndida. Él se para a observarla, cómo yace indefensa y expectante. Deseosa y sexy. Él no puede pedir más, en aquel momento, en aquella habitación, se siente el hombre más feliz y más poderoso del Universo.
Él se sube a horcajadas sobre ella rozándole con sus testículos el estomago. Al contacto de piel con piel se estremecen ambos. Subido encima de ella puede ver por un lado sus pechos, su cara tapada con la venda, su pelo rizado, sus brazos... Por la otra parte, y debajo del culo de él, sale el vientre de ella y las dos piernas extendidas sobre la cama. Ella nota algo duro que recorre su sexo de abajo arriba abriéndolo, para, a continuación, sentir cómo le intenta abrir la boca a besos. Ella la abre y recibe entre sus labios un objeto dulce que se rompe. Es un bombón de licor que él come contra la boca de ella. Los dos mastican a la vez, llenándose de chocolate y saliva. De nuevo él con otro bombón se lo frota por los labios de su sexo y se los acaba abriendo. Contrasta el oscuro bombón de chocolate entre los pliegues rosáceos de un sexo licuado. Álvaro se lleva el bombón a la boca, lo aguanta con los dientes y al metérselo entre los labios de ella y aprieta en el momento que ambas bocas se convierten en una. Los dos comen y mastican el mismo bombón, jugando con sus lenguas. El beso se convierte en un intercambio de saliva, licor, chocolate aderezado con el fluido de un sexo palpitante y aromático. El tercer bombón entra y sale de la vagina de ella. Una sensación diferente. Ella sigue con los ojos tapados tumbada sobre la cama captando todo lo que pasa a su alrededor. Su paladar, su olfato, su oído, su tacto, todos sus sentidos trabajan menos su vista. Sigue hundida en una oscuridad que potencia todas los demás sensaciones. Esta vez el dulce esta empapado en fluidos de ella. "Saca tu vibrador", y ella le obedece. Alargando una mano hacia un cajón saca a tientas un consolador rosa y un tubo de lubricante. Sabe de lo que él es capaz y se lo va a poner fácil.
Él se incorpora lo suficiente para ponerle su miembro en los labios. Ella enseguida identifica la textura y con habilidad y sólo con la boca sorbe todo el glande, dejándolo húmedo de saliva. La polla va directamente a la boca de ella que la lame. Ver cómo ella saborea, chupa, lame y se come la polla, lo pone a mil, ya no puede esperar más.
Sin sacarle la polla de su boca ella, nota algo duro y romo en tu sexo, que de golpe se pone vibrar. No tarda en identificarlo. Pero a la vez nota la sensación fría de un líquido que cae sobre su sexo. Él frota el vibrador sobre este líquido y acaba por buscar la entrada de la vagina con una leve presión: entra todo hasta el fondo. Allí lo deja vibrando, asomando apenas unos centímetros, está en el interior de la vagina de ella. El vibrador tiene vida propia. Ella nota como todo su vientre vibra mientras él ha iniciado un mete saca en su boca.
- Te gusta que te folle la boca?
- Mmmmmmmmmm…no puede articular palabra…
Ella mueve la lengua en el interior de su boca, cierra los labios alrededor de la verga. Él disfruta de la vista. Tumbada, en la entrepierna el vibrador no para de temblar en su interior. La polla entra y sale de su boca. Sus manos se agarran al culo y acelera el ritmo. Él tensa todos los músculos, acelera la respiración. Aprieta los dientes. Cierra los ojos y se vacía en su garganta a la vez que gime y lanza un grito entrecortado. Se agacha y besa su boca mezclada de saliva y semen. El vibrador sigue ahí sin parar. Tiene sus labios y barbilla apelmazados de chocolate y semen. Él se lo lame y le acaba por quitar la venda. Las miradas se vuelven a cruzar. Se sonríen.
Él se tumba entre sus piernas y después de sacarle el vibrador de su vagina, empieza a lamerle el sexo, para de nuevo volver a meter todo el vibrador en su interior.
- Mastúrbate, quiero que te corras antes de follarte.- le pide él
Ella separa más las piernas y con una mano separa los labios de su sexo y con el dedo anular de la otra empieza una frenética carrera en su clítoris. Minutos después se corre…
CONTINÚA y esto lo que yo imagino que tú deseas leer. Es Álvaro es que relata.
Cogiste el vibrador y por tu forma de mirar ya sabía que te ibas a tomar la revancha. Pusiste dos cojines bajo mi culo dejando mis caderas elevadas, y sabía lo que eso significaba: eres la más señora de todas las señoras, la más puta de todas las putas, como dice Sabina en una de sus canciones. "Ahora me toca a mí hacerte sufrir o disfrutar, lo decidiré sobre la marcha". Sólo pensar lo que podías hacer me volvía loco. Tomaste el tubo de lubricante y te enfundaste un preservativo en un dedo. "Llevo las uñas largas y no quiero dañarte".
Untaste tu dedo con la crema y bajaste hasta mis caderas, comenzaste a acariciarme el ano, a besarlo y lamerlo, y eso a mí me hacía desearte más. Introdujiste con suavidad un dedo, sin forzar, y poco a poco lo fuiste hundiendo, dilatándome, haciendo de yo ardiera de placer. Intentabas meter otro dedo y la presión era cada vez menor. No sabía que me excitaba más, si verte ahí desnuda complaciéndome, o lo que me estabas haciendo. Pusiste el vibrador delante de mis ojos y me avisaste "ahora sabrás que se siente"
Lo embadurnaste bien de lubricante y separaste mis piernas. Me penetraste con esa polla de plástico que se movía despacito dentro de mí mientras te aplicabas a mi polla que estaba para explotar. A medida que aumentabas el ritmo de tu mamada, subías el rotor del vibrador. Era la experiencia más satisfactoria que podría experimentar, el placer era tan inmenso que estaba a punto de correrme, pero tú lo notaste y paraste. "No, cielo, te quiero dentro de mí, ahora ya sabes lo que una polla puede hacer sentir, y yo no quiero perdérmelo hoy"
Yo seguía igual de empalmado. Empezaste a sentarte cuidadosamente sobre mí y te clavabas hasta casi la mitad, mientras tus quejidos me ponían a cien, te acuclillabas, para que viéramos ambos como mi polla entraba y salía de ti. En una levantada muy alta se salió, pero entró, ahora sí, completa, en tu vagina. Te deslizabas de adelante hacia atrás, sentía los huevos húmedos de tu flujo y te avisé que terminaría, que me iba a correr. Tú te levantabas abriendo la boca, para chuparme la verga, ansiosa por esa leche. "Has tardado mucho", así que teníamos que seguir con lo anterior, "ponte a cuatro patas, como una perra en celo, quiero follarte como si fueras un puta, mi puta" y mientras te tomaba de las caderas, metía toda mi verga en tu húmeda vagina, los golpes que daba, hacían sonar tu piel con la mía, como verdaderas bofetadas, no vacilaba en alternar mis dedos y el vibrador dentro de tu culo mientras con otra mano te acariciaba los pezones, apretaba fuerte tus senos y a ratos te tomaba del pelo, y te tiraba para atrás para arrancarte un beso. Te tenía toda para mí, dominada, y quería disfrutar de ello, excitándome el hecho de que tú también lo harías, porque gemías de una manera indescriptible, subyugada por el placer, por el goce que sentías en ese momento.
Nuevamente te avisaba de mi eyaculación y bajabas y girabas y abrías tu boca recostada con los ojos cerrados, esperando el manantial, como si fuese un deseo contenido empecé a derramar mi leche que cayó en tu boca, tendías a subir para seguir chupando, pero esquivaba tus labios para aprisionar mi pene entre tus senos, que lo abrazaban tibiamente, me giré y empecé a lamer tu clítoris, a chuparlo, completamente desesperado, mientras tenias todo mi pene dentro de tu boca, ni gemías, tu respiración se hacía dificultosa, te ahogabas con mi sexo dentro de tu boca, mamabas ansiosamente mientras tu espalda se arqueaba con un orgasmo interminable, mi lengua se deslizó una vez mas de abajo hacia arriba, tus labios mayores y menores se apretaban como tratando de darme un beso.
Terminada esa tarea, de nuevo me incorporo y levanto tus piernas para ponerlas en mis hombros y te la clavo con toda la fuerza que jamás hayas sentido: te lo metí todo, absolutamente todo. Mis manos agarraban tus nalgas y con ellas me ayudaba para seguir hundiéndome en ti, hasta casi atravesarte, a veces lo sacaba un poco y me pedías a gritos más y más y yo te obedecía, y te daba todo lo que me pedías.
Ambos nos corrimos como animales, era una explosión de deseo, lujuria, placer,…cayendo extenuados, húmedos, sudorosos, jadeantes y sedientos. Me besaste en la boca, pero ese beso era distinto: estaba cargado de ternura y agradecimiento. Me encendiste un cigarro y con voz suave, pero irónica, me dijiste: "Bueno, no ha estado del todo mal…" Te miré incrédulo, te aborrecí por un momento, pero me repetiste aquello tan tuyo de de "Nunca pillas mi sentido del humor…"
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