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Todo empezó hace un año, más o menos. Pero antes debo explicar algo sobre mí.
A los 15 años ingrese voluntaria en un convento de clausura, con permiso de mis padres. Durante más de 30 no he tenido contacto con nadie fuera del convento. Nunca he salido ni hablado con nadie aparte de las hermanas y la madre superiora. Pero cuando tenía 47 años, el padre confesor se aprovechó de mi inocencia y me sedujo. Como consecuencia me quedé embarazada. Era ya muy mayor para eso, pero lo considere un milagro. En cambio el obispo y la madre superiora no opinaban lo mismo. Yo tenía que abandonar el convento, pero no tenía a donde ir. Por tanto el obispado me dio una vivienda y una renta vitalicia para cubrir los gastos, a cambio de que no hubiera denuncias ni escándalos.
Durante los 18 años siguientes lo único que hice fue cuidar de mi hijo lo mejor que supe, educarlo en la fe en Cristo y tratar de que fuera un buen cristiano. Alex es muy rebelde, nunca ha querido ir a misa ni observar las leyes de Dios. En lo demás es un chico ideal. Obediente, cariñoso y muy trabajador. Y no le faltan amigos ni amigas.
Pero yo noté que algo le pasaba. Yo le permitía que recibiera visitas en su dormitorio. De chicos y de chicas. Cuando venía alguna chica siempre era en fin de semana. Yo imaginaba para qué, pero no decía nada. Estaba en la edad. Pero todas las chicas se iban al cabo de 15 minutos de venir, y siempre con mala cara. Parecían enfadadas, disgustadas, no sé.
—Alex, tenemos que hablar —le dije.
—De qué?
—Ya lo sabes. Algo te pasa con las chicas. Lo he visto.
—No pasa nada, mamá. Todo está bien.
—De eso nada, todas las chicas que vienen a verte se van de inmediato. Sé a qué vienen, no soy tonta. Y no me parece mal, siempre que las respetes, y creo que eso es lo que está pasando.
—Que no, mamá! Que yo las respeto, pero...
—Pero qué?
—Que a ellas no les gusta.
—No les gusta? No les gusta el sexo? O no les gusta lo que quieres hacerlas?
—No les gustó yo!!! Ahora ya lo sabes.
—Y cómo es eso? Si vienen a estar contigo es porque les gustas, no?
Yo me estaba haciendo una idea de lo que pasaba. Algo le pasaba en el plano físico que las chicas rechazaban. Y era algo muy serio por sus caras. Pero no lo entendía. Alex es bajito y muy ancho de cuerpo, casi cuadrado. Muy musculoso, pero muy guapo, nada repulsivo ni mucho menos.
—Lo que no les gusta es mi...
—Tú pene? No me mires así. Yo he sido monja pero se lo que tienes ahí. Y ahora mismo vamos a ver lo que te pasa. Y si se puede arreglar nos vamos al médico ahora mismo.
—Que no es eso, mamá.
—Me da igual. Si no es eso, ahora vamos a ver qué es.
Le llevé a rastras a cuarto de baño y le baje los pantalones entre llantos y quejas. Y en efecto algo le pasaba a mí hijo. Aquello no era normal. Nunca he visto a un hombre desnudo, ni al que me embarazo, pero estaba claro que algo le pasaba a mí Alex. Estaba claro que mi hijo había tenido una erección al bajarle los pantalones y también que mi cuerpo se había excitado. Hacía casi 20 años que no había tenido sexo, pero soy una mujer cristiana y Alex es mi hijo. Tenía que pensar en aquello, saber que se podía hacer.
Lo diré sin rodeos. La polla de mi Alex no es normal. Él apenas mide 1,60 y tiene una polla de casi 30 cm. Tan gruesa que no la puedo coger con la mano. No puedo culpar a las chicas por no quererlo. Era imposible que pudiera hacer nada con ellas.
Visite médicos, consulte páginas especializadas y hable con todas las personas que podrían ayudar a mi hijo. Nadie me daba una solución eficaz. Hasta que visite páginas porno para ver si había algún hombre como mi Alex. Y encontré la solución. Una profesional.
—Ni hablar —contestó Alex— No pienso pagar por eso. Si ninguna me quiere pues será así. Yo quiero que me quieran por mí, no por dinero.
—Pero Alex, yo...
—He dicho que no, no insistas.
Los días pasaban y era cada vez peor. Se pasaba el día enfurecido. Iba al baño dos o tres veces al día. Yo sabía para qué. Le oía. Hasta que un día me canse y decidí tomar las riendas del asunto.
Un viernes después de cenar miramos una película y se fue a la cama pronto. Yo espere unos minutos para que se relajara y me fui a su cuarto. No puedo negarlo. Esta cardiaca. Había estado mirando vídeos toda la semana para saber cómo se hacía. Pero una cosa es verlo y otra hacerlo.
Me desnudé antes de entrar en su dormitorio en silencio y me metí en la cama a su lado. Estaba despierto y dio un respingo.
—Mamá, que estás haciendo?
—Hago lo que tengo que hacer. Las chicas que conoces no te quieren y tú no quieres una profesional. Y esto te está volviendo loco. Tenemos que hacer algo.
—Tenemos?
—Si. Soy tu madre y te quiero. Y quiero que seas feliz. Haré todo lo necesario para que lo seas.
—Pero...
—Pero nada. Tú sabes que la Iglesia prohíbe lo que voy a hacer. Así que cállate y déjame hacerlo.
Mientras le hablaba le había cogido la polla y le acariciaba lentamente. Estaba tan excitado que se le puso dura casi al instante. Yo estaba acojonada. Pero era mi hijo y eso bastaba.
Lo lleve a un sofá bajo. Así me sería más fácil. O eso creía. Lo senté y me arrodillé en el suelo delante de él. Le acaricié la polla muy despacio. Le pase la lengua por toda su polla. Mi hijo. Mi Alex. Cuando vi que estaba a punto me metí su polla en la boca. Aquello no podía salir bien. Me dolían los labios de la presión. Tenía los ojos desencajados. Y para harto de males mi coño estaba empapado.
La punta de su polla estaba en el fondo de mi garganta, se me saltaban las lágrimas por el dolor y la mayor parte estaba fuera. Así que me ayude con las manos. Con las dos manos. Aquello no era una mamada. Le estaba haciendo una paja en mi boca. Pero no podía hacer más. Mi hijo está temblando de placer, pero no me detuve. Por fin se corrió, me llenó la boca y la garganta con su leche y aún se derramó la mayor parte por mis pechos. Cuando acabó del todo me levante en silencio y me fui a mí cuarto.
Aún tenía la leche de Alex en la boca. Me arrodillé en la cama y me masturbe. Sola. Con furia. Con rabia por los años perdidos. Con dolor por haber encontrado al hombre de mi vida y resulta que era mi hijo. Que con esa polla no me podría hacer feliz nunca.
Lo intentamos unas semanas más. Al principio me iba a su cama. Pero luego me quedaba a dormir con él. Nos gustaba. Pero no funcionaba. Se corría. Y como. Pero no era suficiente. Para el no. Necesitaba tener libertad de movimiento. Y mi boca no era ni mucho menos el lugar adecuado.
El siguiente paso era inevitable. Los dos lo sabíamos. Así que un día le lleve a mi cama, que era más grande, y le pedí que me follara. Me dijo que no, pero yo no me podía sentar encima de él. No tenía fuerza para dejarme caer con su polla dentro de mí y que me hiciera una avería. Así que me tumbe de espaldas y deje que me metiera su polla. Aún no puedo creerlo. Casi no me cabía dentro. Estaba tan dilatada que me dolía y solo podía meterme la mitad. Pero podía moverse y empujar. Y como empujaba. Pero el problema era el mismo. Era que el pobre no podía meterla toda.
Hacíamos vida de pareja casi en todo. Dormíamos juntos cada noche. Me follaba 2 o 3 veces cada día. El carácter le cambio por completo. Parecía feliz. Contento. Nos teníamos más confianza. Pero el problema seguía siendo el mismo.
—Alex, he hecho todo lo que puedo. Pero no te veo feliz. Sabes que me puedes follar todo lo que quieras y cuando quieras.
—No es eso mamá. En serio.
—Te gustaría que fuera una chica joven, de tu edad.
—Qué va! Para nada, ellas no quieren, ya lo sabes.
—Entonces, que pasa?
—Es que tengo miedo de hacerte daño. Y tengo que controlarme mucho.
—Ya, pero yo soy como soy, no puedo ser más grande.
—Ya lo sé...
—Pero?
—Como me conoces. Hay otra forma.
—Otra? Pues a mí no se me ocurre. Lo hemos hecho de todas las formas que conozco.
—Ya se. Esta noche si quieres te lo explico.
No me podía imaginar cómo podíamos hacer para darle todo el placer que él quería. Ya lo habíamos todo. O eso creía yo...
Cenamos pronto y nos fuimos a la cama temprano. Alex estaba ansioso y yo muy inquieta. Nos besamos, nos abrazamos, estábamos muy excitado a los dos. Él ya estaba aprendiendo a dar placer a una mujer. Enseguida se le puso la polla dura y enorme como era normal en él.
—Ponte a cuatro patas, mamá.
—Como quieras, pero no veo que así sea mejor, yo...
—Tu déjame hacer, pero no digas nada.
—Como quieras cariño.
Tal y como estaba tenía mi coño y mi culo todo expuesto a su vista. Empezó a acariciarme desde abajo e iba subiendo hasta el culo y la espalda. Iba muy despacio y yo estaba a punto de correrme. No sé porque, pero últimamente en cuanto Alex me tocaba me corría sin darme cuenta. Dejo un momento de acariciarme. Pensé que iba a continuar, pero sentí algo duro contra mi culo. En aquel momento supe lo que era y también lo que Alex quería. Intente protestar, pero no me dio tiempo ni para coger aire.
El dolor. Nadie puede imaginarse ese dolor. Es como sentir que te rompes por dentro. Llore y grite hasta agotarme. Las lágrimas empapaban las sabanas, tenía la garganta irritada de gritar. En ningún momento se detuvo ni se salió de mí. Empujaba tan fuerte que me dolía el estómago de la presión. Por primera vez sentí toda la polla de mi hijo dentro de mí. Y era como sentir el fuego del infierno dentro de una.
Al ser la primera vez se corrió muy rápido. Sentí como su leche se derramaba dentro de mí, y como se desbordaba cuando no había sitio dentro. Cuando acabo no se salió de inmediato. Se quedó un buen rato dentro pero yo ya no sentía nada. El cuerpo se defiende contra el dolor. Cuando se retiró sentí como su leche salía de mí y se deslizaba por mis muslos.
Caí rendida y llorosa. Aun lo sentía dentro. Me besó, me abrazó, me lleno de cariño y amor. Pero yo solo podía llorar.
Desde entonces me paso los días tumbada boca abajo. En la cama o en el sofá. No puedo caminar, no puedo sentarme, no puedo ponerme recta. Gracias a Dios, Alex hace todas las cosas de la casa además de sus estudios. Me da masajes y cuida de mí. Me folla 3 o 4 veces al día. Como a él le gusta, claro. Pero el dolor es siempre el mismo, como el primer día.
Estoy empezando a preocuparme. Creo que lo que realmente le gusta a Alex no es follarme sino verme llorar y gritar de dolor. Ha empezado a azotarme, y no se corta. Me pega con todas sus fuerzas. Y le he visto correrse mientras lo hace.
Me he enamorado de un psicópata, pero es mi hijo.
Me he enamorado de mi hijo, pero es un psicópata.
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