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Categoría: Incestos

Pecado en familia. Hice sentir bien mujer a mi cuñada

El placer, sobre todo el del sexo, es una construcción, una creación del intelecto que se asienta en obvias sensaciones física y emocionales, construcción móvil y en cambio permanente, porque el placer sensual debe estar siempre en proporción a las circunstancias que se supone lo producen. Cuanto más nos adentramos en la sensualidad y cuanto más voluptuosos se hacen nuestros gustos, mayor necesidad de introducir variación en dichas circunstancias, eso explica por sí solo, que los que disfrutamos del sexo estemos en la constante búsqueda de esas variantes, por eso mismo la variedad de compañeras es sin duda el condimento necesario para gustar más y más de sus delicias. El relato que sigue es tan solo una muestra, aunque no siempre es ir en la búsqueda del placer y la lujuria en la mujer ajena, en esta ocasión fue ella quien vino a mi encuentro y en una relación prohibida cuanto más sabor, sería como ponerle crema a los cuernos familiares…

Este relato es en cierto modo una catarsis emocional para intentar procesar cierto grado de culpa por haberme vinculado afectiva y sexualmente con mi cuñada, una joven esposa que solo conocía la bondad de un buen esposo, producto de un arreglo familiar como forma de asegurarle el porvenir económico, dejando en segundo plano el sentimiento de la muchacha, pero para entenderlo mejor y darme tiempo a presentar mis alegatos, mejor vamos al relato.

Estoy felizmente casado, porque luego de poco más de veinte años de casado, dos hijos y un perro, la vida se hace rutinaria, la esposa se olvidó de ser mujer para ser esposa, por eso mismo lo de felizmente queda solo en forma política de decir que se está legalmente casado. Obviando lo de feliz, sucede lo mismo que tantísimos otros maridos que pierden a esa mujer fogosa en los entresijos de la esposa hasta que por esas circunstancias no propiciadas, pero que siempre están en un rincón de la fantasía, se presentó la causalidad de una estadía temporal en nuestra casa de mi cuñada y su marido.

Claudia es la hermana menor de mi esposa, esos hijos tardíos, infrecuentes por la avanzada edad de los padres, cuando la “regla” dejó de ser una norma para controlar la fertilidad de la mujer, pero… esos engaños de la naturaleza femenina dijeron que debían darle una oportunidad y ella es producto de esa causalidad. Con los hermanos casados y los padres han pensado que debían ponerla a resguardo de los avatares económicos y convinieron con unos paisanos, venidos del sur de la Italia rural, en propiciar el casamiento de la Claudita con el Miguel, un buen hombre, viudo, escaso de vida social y diversiones pero con una abultada cuenta bancaria.

Esos fueron más o menos las condiciones que escuché hablar en la mesa familiar cuando se definía el destino de la Claudita, priorizando la bondad del hombre y una importante cuenta bancaría y sin familia. Seguían las reglas básicas de sus ancestros, el dinero y la seguridad primero, que el amor llega con el tiempo…

Con el tiempo lo que llegaron fueron dos hijos, pequeños aún, un buen pasar y la tediosa rutina, aunque se dejó un lugar vacante para el amor y la pasión que nunca pudo llenar.

El médico familiar le había aconsejado a Miguel la necesidad de hacerse unos estudios médicos, por esa razón la cuñadita y su marido se instalaron en Buenos Aires por una semana. 

Como corresponde a una familia bien avenida, hice mi contribución para asistirlos en todo lo posible. Los estudios médicos requerían una internación por toda la semana, por cuanto la Claudita fuera del horario de visitas a la clínica pasaba el resto del día con nosotros. El trato cotidiano siempre había sido bueno y fluido, ahora mucho más, cuanto más cuando tenía la oportunidad de abrirse a la confidencia de esas cosas que no son fáciles de hablar con la madre o hermana por lo bastante conservadoras en los temas de sexualidad y familia.

Entendía que le estaba ofreciendo el hombro y el hombre para esa confidencia que aliviara su conciencia, con eso establecimos ese vínculo que excede en mucho el trato familiar.

Una tarde, Claudia, se apareció en mi negocio con una excusa trivial, como para no dejar dudas que sus intenciones eran las de tener un momento a solas y poder contarme sus cosas íntimas. Por cortesía le pregunté qué le sucedía…

Cayó el muro de silencio, en una breve plática dejó fluir toda la falta de atenciones, que si bien el esposo es un buen tipo que no les hace faltar nada, carece de esa sensibilidad de los hombres que se ocupan de la mujer, que atienden y entienden sus carencias afectivas y eróticas. La bondad no enamora, porque somos más pasión que razón, ampliando el concepto podría decirse que una mujer “malco” (mal cojida) no puede ser una mujer feliz y sobre todo ser presa fácil para el cazador furtivo que percibe esta debilidad en la mujer ajena.

En pocas palabras se abrió a la confidencia, manifestándose como insatisfecha y desatendida, Miguel no atiende ni entiende sus necesidades, ella en sus jóvenes veintiocho abriles, está cada día más caliente y sin consuelo. Que el buen marido no entiende sus necesidades, que el sexo es solo cuando él viene con ganas, que no son tantas, y tampoco tiene habilidades como para hacerla disfruta, hasta podría contar con los dedos de una mano, y sobran, las veces que tuvo un orgasmo, aunque no fue lo que ella espera que sea.

—Luis… no sé cómo decirte, estoy pasando un momento de angustia que no te puedes imaginan…

—Tranqui, tranquila todo se va solucionar, tu marido va a estar solo es una internación programada, en un semana se vuelven… -abrazo contenedor, su cara pegada a mi pecho, me abraza con fuerza.

—Sí… lo sé, pero… no es eso lo que me tiene mal, no sé cómo decirte… -levantó la vista y me miró de una manera que solo podía ser eso que están pensando, pero por precaución esperé a que ella lo diga.

—Luis, no me aguanto más!!! –rompió en un llanto auténtico de agustia.

Mi pañuelo recogió sus lágrimas, mis manos su cara expresando indefensión e insatisfacción, todo en un mismo gesto y por el mismo motivo. – Luis, no me aguanto más!!!!, cada día estoy más caliente, volver a tu casa fue recordar de qué modo hacían el sexo de cuando recién casados, esos gemidos gloriosos de mi hermana son un motivo de pesar por no haber podido sentir eso. Siempre había soñado con sentir eso, con gozar como como lo hacen otras mujeres, pero por educación y formación no puedo hacerlo, solo he conocido el sexo con Miguel, y ya lo conoces un hombre de tu edad, pero mentalmente siempre fue viejo, aun de joven, el sexo solo es algo convencional, para traer hijos al mundo, me hizo dos y con eso parece haber cumplido con el precepto bíblico, “multiplicaos” y, yo, la mujer no cuenta, en mi placer no piensa nadie…

—No lo has hablado con él, tal vez…

—Lo conoces, sabes como que piensa como mis padres, formados en la misma fábrica de austeridad moral y formación cristiana, de sexo solo meterla y acabar, la materia placer no la cursó. No te imaginas cuantas noche envidié a mi hermana y sus gemidos…

—Bueno… tampoco es para tanto, ella solo durante los primeros años fue así de fogosa, luego con la llegada de los hijos la mujer se convirtió en madre, y el esposo deseable en un amigo que le hace sexo cada vez más espaciado y sin fuego interior. Bueno… lo común de tantas esposas.

—No es lo mío, mi fuego interno cada vez está más avivado y Miguel no usa “su manguera” para apagármelo. –risas cómplices. – vengo a verte por que… porque ya no me aguanto más!!! –otras lágrimas asoman en sus ojos. -Mis labios recibieron esas gotas de rocío del alma. – vengo a verte por que estoy desesperada, no me aguanto más esta calentura que quema por dentro, tengo grabado en mi mente y en mi deseo esas ganas de coger que siempre le envidié a mi hermana, ahora es mi tiempo, no me aguanto, si tu no me aceptas estoy dispuesta a hacerme coger por el primero que se me cruce. Pero vos querés, verdad?, dime que sí porfa!!!

Era harto evidente su decisión y sus ganas de mi carne. Me comió la boca, metió su lengua inquieta en mi boca, esto era un camino de ida, no había vuelta atrás, decidida a sentir el placer del sexo.

La carne es débil, la mía se endureció en su mano. Claudia encendió el deseo, y cómo…

Levanté la falda, busqué sus nalgas, ella liberó la verga. De un manotazo desbrozamos la superficie del escritorio, sentada sobre él, abierta de piernas, separó el borde de la tanga, guió la verga hasta ponerla entre los labios vaginales. Húmeda y jugosa facilita el introito carnal, sus manos en mis caderas impulsan y aceleran la entrada triunfal.

Enchufados hasta el máximo que los cuerpos permiten, nos acoplamos, penetración profunda e intensa, deseada y vivida como pocas veces, el pecado acentúa el deseo y multiplica las sensaciones. Las piernas de Claudia rodean mi cintura, talonea mi espalda cual jinete a su cabalgadura para acelerar el paso. Su conchita tan húmeda tragó todo cuando se la metí, de un golpe y hasta el fondo.

Podía sentir como el grosor de mi verga abría los músculos, la estrechez y la infrecuencia de uso contribuyen a que se vaya estrechando, una verdadera gloria cuando los que tenemos el miembro algo más grueso que el promedio, nos topamos con una mujer estrecha, y máxime con poco uso como mi cuñadita es un gratificante plus de placer que agradecemos al cielo de los pecadores.

Todo es poco para Claudia, no para de gemir y de moverse, quiere, necesita, urge, que todo sea ya, no se puede aguantar. Se pone tensa y hasta fastidiosa cuando juego con sus ansias controlando el vaivén del metisaca, apurando en potencia y profundidad, ralentizando las arremetidas para prolongar los tiempos, darme tiempo para gozarla y demorar su orgasmo para intensificar su deseo. 

Claudia, vive el momento de la cogida con la misma ansiedad que un sediento un vaso con agua en el desierto.

Bien valió la demora verla acabar, vivir ese orgasmo tan deseado, la vagina latiendo, los músculos oprimen en torno del miembro como una boa constrictor, mientras el bombeo es una actividad sin pausas. El orgasmo fue algo digno de eternizarse en el altar de los gozos.

Pude ayudarla a manejarnos en la tremenda de emoción de experimentar un orgasmo de esta dimensión, por lo intenso y prolongado supongo fue más de uno, tanto que sentí contagiado por su calentura y me desleché como nunca antes. Sería que me había pasado de calentura o por la abstinencia de un par de semanas y varios de calentura por su presencia. La acabada, profusa y contundente, sobre todo bien el fondo, de tal modo que cuando me salí de ella, me quedé viéndola sentada en el borde, sosteniéndose los muslos con las manos, quería mostrarme la salida del regalo lácteo, pero necesitó más que esperar, necesitó pujar un poco y ayuda de sus dedos para que mi blanca leche asomara a desgano la libertad.

Recién en ese momento recordé que la pasión desenfrenada me hizo olvidar preguntar si podía venirme dentro, mis disculpas merecieron su sonrisa, explicando que no había problemas, que no estaba en sus días fértiles y que además está tomando anticonceptivos desde hace un tiempo.

La conchita rebosante de pecado, hizo que se bajara sin la tanga para no encharcarla con semen y se fue al bidé para lavar la enema de semen que le había regalado.

—Me gustó sentir tu leche, tan calentita, ahora me lavo y listo.

Luego de una profusa acabada y de unos tragos estaba como nuevo y con más ganas de tener sexo con ella.

—Jugamos un segundo round?

—Dale! Juguemos, también me supo a poco, quiero… necesito más!

Desconecté el teléfono para que nada ni nadie interrumpa el próximo momento de gloria que nos proponíamos. Con una erección que casi me dolía de tan dura, listo para repetir la faena, pero corregida y mejorada. Totalmente desnuda era algo digno de ver, los pechos grandotes y turgentes invitan a una desaforada exprimida y mamada, arrodillarme para adorar y lamer esa deliciosa almeja que brilla entre la mata de vello suavemente enrulado y bien negro, contrastando con la extrema blancura de sus carnes.

Los gemidos provocados por la acosadora lamida, los dedos inquietos buscando el imaginado punto g en el cielo vaginal producen los primeros gemidos, que la obligan a sostenerse de mi cabeza, enredando sus dedos en mis cabellos para incrustarme en su pubis, que llene mis sentidos de sus aroma de mujer ardiendo en deseo de verga.

Terminado el acto de adoración, me levanté y con cierta brusquedad la volteé, incliné sobre el escritorio, hasta quedar con sus pechos sobre él, las poderosas caderas se ofrecían como el premio mayor a mi calentura. Desde atrás, tomado de su cintura, la ensarté de un envión. La sorpresiva intrusión provocó un gemido cuando se la mandé toda dentro, delicioso placer sentir las contracciones vaginales que transmitían su atroz calentura.

El polvo previo no mermó nuestra capacidad erótica, el movimiento violento y profundo aceleran los tiempos, el orgasmo de ella, nuevamente profuso y alocado, contagia y apura mi eyaculación.

Los gemidos triunfales de su prolongado orgasmo en su “llegada” casi esperan la mía, aún estaba en sus contracciones cuando me vine dentro con una también abundante emisión seminal. 

Pero aún no estaba todo dicho… cuando desenvainé la espada triunfal del guerrero, ella giró, se colocó frente de mí, mientras dejaba escurrir mi semen y dijo: - No puedo dejar que se pierda… - comenzó a lamer la pija con mucha dedicación hasta dejarla limpísima, los rastros de semen los degustó de modo que me dejó alucinando.

—Tu marido tal vez te haya hecho feliz, pero conmigo te has sentido mujer.

—Claramente, contigo me sentí bien mujer, ahora soy “tu” mujer!

Ese fue el incio, durante su estadía volvimos a repetirlo dos veces en mi oficina y una en el hotel, a cual mejor.

El destino y un poco de nuestros deseos hicieron que unos meses después se vinieran a instalar en Buenos Aires, ahora llevamos seis meses de relación, el pecado nos mantiene a full, y ella hasta está alucinando un poco y pensando si no estaría bueno que hiciera que su marido buscara un tercer vástago, claro está que llevaría mi firma genética, ja!, pero eso está para otro y otra historia. 

De momento tenemos el sexo satisfecho y… todo queda en familia.

Quisimos escribir nuestra simple historia de pecado, sin culpas. Los nombres no son reales, los hechos relatados auténticos.

El Lobo Feroz, necesita saber y comentar con esa joven mujer, si es cuñada con pecado cuanto mejor, los hechos que nos sucedieron y contarte algo más que no hay escrito. 

Lobo Feroz

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 10
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