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A los 17 había terminado la preparatoria, en aquel momento sentía que ya podía aventurarme al mundo y descubrir la vida; la verdad, jamás pensé que la vida podía ser de verdad dura, lo único en que pensaba era en poder ser libre.
Unas semanas antes de mi graduación había encontrado un pequeño cuarto de azotea en un viejo edificio, aunque no era un palacio, a mi me parecía perfecto, sería ideal para el inicio de mi vida, mi nueva vida como individuo independiente. Ese cuarto era propiedad del tío de un amigo mío, él logró que su tío me dejara instalar sin tener que pagarle un adelanto, sin embargo, tenía que ser puntual con los pagos cada 30 días.
Al pasar la graduación creí que encontrar trabajo sería cosa fácil, algo que en parte era cierto, sin embargo ese primer empleo que conseguí apenas me daba para vivir, por lo que seguí buscando, fue entonces cuando vi aquel anuncio en el periódico. "Se solicita asistente ejecutivo para oficina", no sabia de que trataba el empleo, sin embargo, ya trabajaba en una oficina, así que decidí aplicar.
Llegué a mi entrevista, pregunté por la licenciada Nadia Codezal
-Querrá decir doctora-me respondió en tono grosero la recepcionista
- Si, ella, vengo por lo del anuncio del periódico- murmuré
-Si ya veo- esa tipa me vio de arriba abajo con cierto desprecio- Debes de saber, mocoso, que la doctora es una personalidad jurídica importante, no por nada tiene un doctorado en Yale y es asesora de las empresas más importantes de México.
No entendía muy bien que pasaba, aunque estaba molesto con la actitud altanera de la recepcionista, parecía sentirse superior.
Entré a una oficina amplia, incluso había una sala y estantes enormes llenos de libros; al fondo se veía un gran escritorio, detrás una ventana que llegaba hasta el piso y que daba una vista espectacular de la ciudad desde este 15vo piso. Y entre la ventana y el escritorio una silla, estaba dándome la espalda.
-Buenos días ¿Me permite pasar?-fue lo que dije mientras tocaba la puerta
-Adelante- dijo aquella voz con un pequeño tono ronco, aunque muy femenina, me sentí seducido por aquella voz- ¿En que te puedo ayudar?
Cuando esa silla giró y quedo de frente a mi, no podía creer lo que veía, quien fuera la dueña de esa seductora voz, me había dejado perplejo. Tenía un cabello castaño claro suelto, casi al hombro; podía ver unos ojos de una tonalidad celeste que me dejó paralizado en el momento en que los vi, poseía unos labios carnosos seductoramente húmedos, junto con unos rasgos perfectamente estilizados.
Vengo por lo del empleo de asistente- apenas podía hablar
Claro- dijo mientras mostraba una hilera de perfectos y blandos dientes- Siéntate ¿Cómo te llamas?
Moisés-dije al mismo tiempo que me sentaba y le entregaba el folder con mis documentos.
Mmmm, ok, veo que has trabajado en una oficina, supongo que sabes manejar una computadora, puesto que cualquier chico de tu edad ya nace sabiendo usar una, pero dime una cosa ¿Por qué tan joven buscas trabajo?
Brevemente le resumí mi aventura, mientras la seguía estudiando con la mirada, a pesar de estar sentada, podía ver que su figura era esbelta, enfundada en aquel elegante traje sastre, el saco dejaba ver una blusa desabotonada que mostraba unos senos bien formados, no eran enormes, pero si grandes; aunque su rostro era bastante juvenil, alguna pequeña arruga delataba sus treintaitantos en camino a los 40.
Al terminar de contar mi situación su rostro se conmovió
-Pobrecito- dijo en un tono de lástima, al tiempo que tomaba mi mano, su piel era delicada como la seda-No te preocupes, estás contratado, empiezas a partir de mañana, ten, entrégale esto a la recepcionista, ella te dará una credencial para que puedas entrar a mi oficina sin problemas.
Cuando llegué con la recepcionista, sentía que era un gran día, mientras esa gorda mujer, con un gesto de confusión e incredulidad me entregaba mi identificación como flamante asistente de la doctora Codezal.
A partir del día siguiente, fui aprendiendo todo lo necesario en mi nuevo trabajo, archivaba documentos, trabajaba en la computadora, llevaba papeles de aquí para allá; diariamente Nadia y yo compartimos pequeños episodios de nuestras vidas, ahora sabía que Nadia había nacido en una familia de eminentes abogados, ella era el último eslabón de un linaje legendario, ahora, ninguna empresa en México tomaba una decisión sin antes consultarla, sin embargo, a pesar de su éxito, permanecía soltera. Durante su juventud, ninguno de sus novios la esperó a terminar su larga carrera; al terminar su doctorado, Nadia se dio cuenta que los hombres le huían al sentirse intimidados, así pasaron muchos años.
Aquella noche Nadia y yo nos quedamos solos en el despacho, era ya media noche, permanecíamos ordenando el archivo de uno de los últimos casos, ya casi terminábamos, el edificio estaba solo, por la ventana se veían las luces de la cuidad.
Para aquella hora, ambos nos habíamos puesto cómodos, tanto saco, corbata y zapatos estaban en distintos rincones del despacho; aquella tarde había fallado el aire acondicionado y el calor había sido infernal, así que Nadia había desabrochado la blusa, dejando ver gran parte de aquellos hermosos pechos, la falda había sido subida hasta la mitad de unos muslos torneados, y sus nalgas lucían espectaculares.
A pesar de la hora, aún hacia un poco de calor, yo estaba sentado frente a Nadia, que estaba en su imponente silla detrás del escritorio, engrapando los últimos documentos, ella, leía unas hojas, estaba inclinada, y podía ver dentro de la desabotonada blusa. Una tímida gota de sudor apareció en su largo y delicado cuello, rodó, bajó, llegó hasta la hendidura de sus senos.
- ¡Me lleva la chin…!- Exclamé, aquella gota hipnótica, había provocado que sin querer me engrapara un dedo
- ¿Qué te pasó Moy?- Preguntó Nadia levantando la vista
-Mmm, no, nada, me enterré una grapa
- Pobre de ti, a ver, déjame ver- se levantó y se acercó a mi, tomó mi mano, quitó la grapa. Parecía analizar la pequeña herida, acariciaba mi mano con las suyas.
-Un besito para que sane-besó delicadamente mi dedo, después besó otro, después lamió otro, y empezó a chuparlos. Yo no sabía que hacer, aquello era una delicia.
-¿Alguna vez has estado con una mujer?
-Bueno, yo…- en la escuela había tenido novia, sin embargo, nunca había tenido sexo, menos con una mujer mayor que yo – pues… una vez… mmm yo…
-Shhh, no digas más, solo pon atención, coloca tus manos aquí- tomó mis manos, y las puso en su cintura, con movimientos circulares me instruyó a sentir, después bajó por sus nalgas, primero por encima de la falda y después por debajo de esta, estaba tremendamente excitado, entonces, se sentó en mis piernas, y besó mi cuello.
Yo comenzaba a tocar sus senos y caderas, y busqué esos labios carnosos, comenzamos un beso largo, lento, húmedo y apasionado. Sus manos desabrochaban mi camisa y recorrían mi torso, bajaban al pantalón, desabrochaban el cinturón y soltaban el botón, entonces, tocaron mi caliente miembro.
-No, perdón, maldición, lo siento-dije al sentir el semen escurrir
-No te preocupes, contaba con que esto pasara, ahora, te enseñaré a hacer gozar a una mujer.
Limpió su mano, se levantó, me tomo del brazo hasta el sillón más grande de la sala; se sentó y me pidió que le besará el cuello, así lo hice, después que bajara, llegué donde sus pechos, desabroché el brasiere y puede ver unos hermosos senos rematados por unos pezones puntiagudos y rosas, siguiendo las indicaciones los fui saboreando lentamente, al tiempo que los sobaba, probaba cada centímetro de piel, de nuevo tenía una erección; bajé hasta su vientre, mis manos tocaban y acariciaban, mi lengua probaba, mis labios besaban, entonces quité la falta, pude ver aquel húmedo cáliz, Nadia me indicaba como lamer, donde lamer, poco a poco, repentinamente, ella ya no podía decir palabra alguna, se deshacía en gemidos, se contorsionaba de placer, gimió fuerte, hizo una respiración profunda grito, exclamó.
-Eso amor-dijo de manera entrecortada-Es un orgasmo femenino
Entonces se acostó en el sillón, me pidió penetrarla, que no estuviera nervioso, solo que no se me olvidará segur con los besos y caricias; así lo hice, esta vez, ambos llevábamos el mismo ritmo, que cada vez se iba haciendo más rápido e intenso, entonces, ambos llegamos al punto máximo de placer, gemimos, nos besamos largamente como la primera vez, mientras continuaba acariciando el cuerpo de esta mujer, con quien había aprendido que el sexo es un arte.
Ahora mi vida es más estable, con lo que gano me alcanza perfectamente para vivir independientemente, de hecho, he empezado a pensar en entrar a la universidad, parece ser que Nadia esta interesada en ayudarme con eso; y respecto al trabajo con ella, a veces estamos muy atareados, incluso tenemos que quedarnos hasta la madrugada en la oficina, sin embargo, puedo decir que la pasamos muy bien, tan bien que en esas jornadas largas, generalmente me invita a quedarme a dormir en su departamento, ya saben, la ciudad puede ser peligrosa a altas horas de la noche.
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