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Laura abrió los ojos y con una gran sonrisa dio la bienvenida a un nuevo día. En su cabeza no dejaba de rondar el último mensaje recibido de su Amo y no se demoró en llevarlo a cabo siguiendo sus instrucciones al pie de la letra.
Se bajó de la cama y desnuda como estaba, se arrodilló y se acercó gateando al espejo de cuerpo entero que tenía en su habitación, el mismo espejo ante el que se masturbó por primera vez imaginando que su Amo salía de el para hacerla suya. Se sentó frente el espejo, separó las piernas y durante unos minutos se dedicó a contemplar su cuerpo. Se recreó en su cuerpo, sus pechos, en su depilado coñito y sintiéndose observada por Corn a través del espejo, acarició sus labios imaginando que sus dedos eran los labios de su Amo, fundiéndose en un gran beso. Mientras "se besaban", acarició sus pechos con la otra mano, pellizcándose los pezones. Sin dejar de acariciar sus pechos, deslizó el dorso de su mano por su cuerpo hasta llegar a su coñito. Introdujo sus dedos dentro de él y sacó de su interior el huevo Comprobó que estaba complemente lubricado con sus flujos después de haber pasado toda la noche dentro de ella, y levantando las caderas, acarició su ano con él, rodeándolo. Sin separar la vista del vibrador, fue introduciéndolo poco a poco, milímetro a milímetro en su culito. Cuando finalmente estuvo en su interior, apoyó la espalda en el suelo y levantando las piernas, las apoyo a cada lado del espejo, ofreciéndole a su Amo una perfecta visión de su sexo. Comenzó entonces a masturbarse, introdujo dos dedos en su coñito y, arqueándolos ligeramente, comenzó a moverlos en su interior, aprovechando a rozar su clítoris con la palma de la mano. Empezó muy despacio para ir subiendo la velocidad hasta terminar follandose como lo hubiese hecho su Amo. En el momento que empezó a correrse, aumentó aún más la velocidad y en el clímax del orgasmo, sacó rápidamente los dedos de su interior, sintiendo como su coño vibraba y su cuerpo no dejaba de retorcerse. Disfrutó durante unos segundos de todas las sensaciones que recorrían su cuerpo y volvió a introducir los dedos dentro de ella, con fuerza, para seguir follandose y hacer que el orgasmo fuese interminable.
Cuando al fin cesaron las convulsiones del orgasmo, Laura se levantó, no sin antes lanzar un beso al espejo y se dirigió al baño. Se duchó sin prisa y aprovechó sacarse el huevo de su interior, por un momento, se había sentido tentada a dejarlo dentro de ella durante parte de la mañana e ir a la universidad con él.
Nada más bajar del autobús, Ainara la tomo del brazo.
— Y bien? No tienes nada que contarme? —comenzó a interrogarla. — Quiero saberlo absolutamente todo, así que no escatimes con los detalles.
— Está bien, —respondió Laura. — Pero no es el sitio adecuado. Cualquiera podría oírnos. —dijo bajando la voz.
— Algo! Lo que sea!! Pero no me dejes así.
— Vale, estoy con alguien... mayor que yo...
— No!! Esas visitas al baño... —le cortó Ainara. — No jodas que estás follandote a un profesor???
— Pero que dices? Ni se me ocurriría... creo —contestó mientras le guiñaba un ojo. — Mira, esta tarde quedamos en mi casa y te lo cuento todo.
— Está bien, pero nada de medias tintas, quiero saberlo absolutamente TODO.
Se dirigieron a clase y Ainara no pudo evitar sacar todo tipo de conclusiones y por mucho que Laura se lo negó, prestó atención a todo profesor con el que se cruzaba tratando de adivinar quién de ellos se estaba "beneficiando" a su amiga.
Al dar las once de la mañana, Laura se encontraba en el baño, como cada día, y tras repetir su ritual diario, abrió el mensaje de su Amo. El contenido del mensaje no la sorprendió, después de los acontecimientos del día anterior en la tienda de ropa, había intuido sus intenciones y ya había dado los primeros pasos para llevarlas a cabo aún antes de conocerlas. Contestó el mensaje haciéndole saber lo que había sentido esa mañana al cumplir el email recibido la noche anterior y le confirmó que ya había quedado esa misma tarde con Ainara en su casa para hablarle de él.
Tras vestirse de nuevo, abandonó el baño pensando como cumplir las nuevas órdenes recibidas.
Apenas faltaban cinco minutos para las seis de la tarde y Laura caminaba nerviosa por casa tratando de poner en orden los pasos que daría cuando llegase Ainara.
Se amiga se retrasó, habían pasado veinte minutos de las seis de la tarde, veinte minutos que parecieron veinte horas, cuando finalmente sonó el timbre anunciando la llegada de Ainara.
Laura abrió la puerta y tras darle dos besos, le pidió que la acompañase a su habitación.
— Mira Ainara, —comenzó a decir nada más cerrar la puerta de su habitación. — No sé cómo contarte esto, así que será mejor que lo veas por ti misma. Encima de la mesa tienes las copias de los emails que he intercambiado con él. Quiero que los leas y sepas de primera mano todo lo que está ocurriendo. —continuó diciendo mientras señalaba la mesa. — Si no te importa, me gustaría que los leyeses en voz alta.
Ainara, intrigada, se acercó a la mesa y tomando el fajo de hojas que había allí, se sentó en la cama dispuesta a devorar cada palabra que había escrita. Miraba de soslayo a Laura, pero al terminar la primera página fue incapaz de apartar la vista de las hojas hasta que la última palabra fue leída y pronunciada.
Mientras Ainara leía un email tras otro, Laura se comenzó a desnudar lentamente y tras vendarse los ojos con el pañuelo de seda negro, se arrodilló en una esquina de la habitación, rememorando cada situación descrita en los mensajes. Llegó un momento en el que su cuerpo no pudo más, fue incapaz de contenerse y comenzó a masturbarse acariciando lentamente su coñito.
Finalmente, el silencio se adueñó de la habitación, Ainara había terminado de leer los mensajes y al levantar la vista del papel, su sorpresa (y por qué no admitirlo, su excitación) aumentó a un nivel que nunca había sido capaz de imaginar. Se quedó mirando como Laura se masturbaba, y apretando los muslos, comprobó que tenía las bragas completamente mojadas. Según había ido leyendo, se había identificado con su amiga, llegando a sentir en su propia piel todas las experiencias descritas y más de una vez anheló haber estado su lugar.
— Acércate. —ordenó Laura al sentir la indecisión de Ainara.
Esta, se levantó inmediatamente, y se acercó a Laura. Cuando apenas les separaba un par de pasos, fue incapaz de continuar. Musitando un apenas audible "Lo siento... no puedo..." abandonó rápidamente la habitación dispuesta a marcharse de aquella casa cuanto antes.
Nerviosa, cerró la puerta de la calle sin haberse percatado de que no estaban solas en casa, la madre de Laura, Isabel, había llegado apenas unos minutos después que ella.
Isabel, había decidido tomarse la tarde libre y aprovechar para disfrutar de un merecido descanso después de una estresada mañana de trabajo. Al entrar en casa y oír voces en la habitación de su hija, se acercó a la misma con la intención de hacerla saber que había llegado, pero su mano se detuvo en el aire al oír a Ainara.
Estupefacta, fue incapaz de reaccionar y no se separó de la puerta hasta que Ainara terminó de leer.
Se fue a su habitación, no podía ser, no podía ser verdad, su hija no, tenía que haber malinterpretado todo. Su hijita no... todo lo que había escuchado...
Paseó nerviosa por la habitación, ELLA! era ELLA quién tenía que haber vivido todo eso. Desde que cayó en sus manos aquel libro, Historia de O, no había dejado de fantasear con que un hombre hiciese con ella lo que quisiese, sentirse sometida a él, entregándose en cuerpo y alma a satisfacerle, cumplir todas sus fantasías. Durante años había estado tentada de decírselo a su marido, pedirle que la usase a su antojo, pero, la educación recibida y la forma de ser de este, lo hacían completamente inviable. Y ahora, tras años de reprimirse, masturbarse furtivamente sintiéndose usada por un hombre imaginario, su hija, su inocente hijita, había cumplido todas las fantasías que ella no había tenido el valor de realizar.
Sin haberse percatado de ello, su paseo la había llevado frente a la habitación de su hija y se sorprendió abriendo la puerta.
Se quedó sin respiración al observar a Laura, tumbada en la cama, con el antifaz aún puesto, las piernas abiertas y masturbándose introduciendo lentamente un consolador en su coñito.
— Sabía que volverías. —comenzó a decir esta al oír cómo se abría la puerta.— Por favor, no digas nada Ainara. —continuó hablando aumentando el ritmo con el que el consolador se adueñaba de su coño. — Podías haberte ido en cualquier momento, pero has seguido leyendo hasta el final. Sabes, al igual que yo lo sé, que algo dentro de ti te impulsaba a continuar, que en ti hay una Zorra queriendo salir a la luz. No, no una Zorra, esa soy yo. Tú eres una gata, una Gatita en celo que se va a arrodillar entre mis piernas y me va a comer el coño hasta que me corra en su boca. —sentenció mientras retiraba el consolador y abría aún más las piernas invitándola a saborear su sexo.
Debía poner fin a eso, sacarla de su error y anunciarle su presencia, pero en lugar de eso, se acercó a ella con paso vacilante. Su cuerpo no obedecía, negaba una y otra vez con la cabeza, pero su cuerpo no respondía, sabía que no estaba bien, era su hija, pero algo tiraba de ella haciendo que se arrodillase frente a ella. Tanto tiempo había reprimido sus fantasías, quien era realmente que para cuando quiso darse cuenta, su lengua jugaba con los labios mayores del coño de su hija, buscando su clítoris. Se dejó llevar, saboreando los flujos que pugnaban por inundar su boca mientras lamía tal preciado tesoro. Rodeó lentamente el clítoris con la punta de la lengua mientras introducía un dedo en el coño haciendo que su hija tuviese un gran orgasmo.
Cuando Laura comenzó a correrse, Isabel, agarró con fuerza las piernas de esta negándose a abandonar su coño. Pugnaba por ofrecerle otro orgasmo antes de separar sus labios de su sexo.
Laura se dejó hacer, se abandonó al placer sintiendo oleadas recorriendo su cuerpo y finalmente sintió como "su amiga" se separaba y sin darla tiempo a decir nada, abandonaba la habitación.
Dejó pasar unos minutos y tras incorporase busco el móvil y le mandó un mensaje a su Amo contándole todo lo que había sucedido, como al final, Ainara se había rendido y había hecho lo que él había predicho.
Isabel se encerró en el baño de su habitación, apenas consciente de lo que había sucedido, las lágrimas pugnaban por liberarse y apoyando la espalda en la puerta, se deslizó hasta terminar sentada en el suelo. No podía ser, por qué no había parado todo? Era su hija! Miles de pensamientos inundaron su mente haciéndola dudar de si todo aquello había sucedido realmente. Bajo la vista y se percató que fuertemente aferrados en su mano, tenía el fajo de hojas con todos los emails que había intercambiado su hija.
Se derrumbó y comenzó a llorar.
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