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Miro nerviosa mi reloj, las 15:45 me apuran, si no lo resuelvo pronto se que algo pasará e interferirá inevitablemente, habré dejado pasar por tercera vez la ocasión y quizás nunca mas lo haga. Es hoy o nunca, me levanto de un salto mientras acomodo las palabras con las que pediré el permiso de salida anticipada.
Llegando a la puerta espío a través de las cortinas y lo veo solo, leyendo papeles. No voy a encontrar otro momento propicio así que golpeo y como de costumbre abro mostrando mi mejor sonrisa. Perdón…puedo?? Él levanta los ojos del expediente, sonríe y me hace señas con su mano invitándome a pasar. Sentate…que pasa?
A los 10 minutos camino rápido buscando la boca de la estación San Martín de la línea A, luego cambio a la C en Av. De Mayo y bajo en Plaza Miserere. Entro en Once por el túnel y voy directo al sanitario de mujeres, esta lleno y debo esperar antes de encontrar un retrete desocupado. Al fin entro, trabo la puerta y me apoyo de espaldas en la pared, respiro hondo y trato de aflojarme. Pasan varios segundos durante los cuales un montón de imágenes se agolpan en mi mente tumultuosamente, no consigo prestar atención a ninguna pues entran y salen de mi campo de atención a una velocidad inmanejable, ni siquiera me obedecen cuando intento hacerlas retornar para entenderlas.
Derrotada decido dejarlas libres y me concentro en mi ropa, cuelgo mi piloto en la perchita, desprendo los botones de mi blusa y me saco el sostén, luego levanto la falda corta y retiro mi culote, guardo las minúsculas prendas en mi portafolios y también introduzco mi celular y mi billetera. Repaso mi vestimenta con las manos, las acomodo, me pongo el piloto y salgo buscando el patio de comidas. 17:22 me dice el reloj de pared, hay tiempo y busco un kiosco, compro cigarrillos y un agua mineral. Decido salir a la calle a fumar mientras espero el horario propicio.
La calle es un bullicio insoportable pero menor que los latidos de mi corazón, mientras fumo parada siento el aire meterse entre mis piernas ligeramente abiertas y acariciarme la vagina, recorrer el comienzo de mi cola y mis muslos, eso me excita aún más y hace que mis pezones endurezcan y rayen la seda de la blusa. Alguien me habla preguntando por trenes y horarios pero ni contesto, siento que me putea y se va…flaca pelotuda que habrás fumado…me enoja pensar que no tiene razón y lo bien que me vendría esa punta que anoche dejé sobre la mesita de luz. 18:03, es hora. Compro pasaje a Moreno.
Al llegar al andén un tren sale repleto, queda gente sin subir, esperando el próximo horario mientras caminan distraídos de aquí para allá, leen un diario, acomodan sus walkman, aseguran los cierres de sus mochilas, miran sus relojes, no son lo que busco, no.
Recorro el andén buscando ojos que buscan ojos, ese es el síntoma.
Llevo abierto mi piloto de modo que se vean mi falda corta y mi blusa con los botones superiores desprendidos, las gafas ocultan a quien miro y me protegen de mostrar ninguna intención previa. Recibo durante mi paseo dos o tres frases, palabras sueltas, algún chist chist que confirman haberme transformado en el objetivo de alguien o algunos. Al final me detengo más cerca del final del andén y espero inmóvil la llegada de la próxima formación. No demora, cuando llega bajan pocas personas comparadas con los que esperamos, entro tarde para viajar parada y busco lugar cerca de la puerta trasera, entonces, cuando el ambiente se vuelve irrespirable, cuando ya todos somos una masa compacta de huesos, carnes y ropas, el tren lentamente arranca.
En Caballito sube aún más gente, los que ya viajan se quejan sordamente como si tuvieran algún derecho ganado que les asegurara una incomodidad inicial que no se puede agigantar, loca idea.
En Flores siguen subiendo y sumando, nadie baja??
Todos ya sentimos el calor y la humedad que quedó de la lluvia matinal, algunos aflojan sus corbatas, otros desprenden algún botón de camisa, otros buscan lugares mas ventilados, otros me buscan a mi.
18:40 salimos de Floresta y tengo la primer sensación de cuerpo que se aprieta detrás del mío, el corazón me da un salto, comenzó la función??
Agudizo mis sentidos tratando de confirmar la sospecha, pasa un par de minutos y se repite la sensación de apoyo corporal, esta vez más intensa y prolongada. El hombre habla con otro animadamente, casi podría pensar que su proximidad a mi cola es inocente y él podría pensar que mi pasividad es distracción.
Saliendo de Villa Luro la presión de su cuerpo sobre mi trasero se repite, debe ser más alto que yo, lo siento en la parte alta de mi cola a pesar de llevar tacos. El vagón sigue repleto aunque ya hay pasajeros que conversan entre si animadamente intentando amenizar el viaje. Jamás mi anónimo custodio se despega de mí, y al llegar a Liniers comienza a acompañar cada bamboleo del tren con un apretón, siento a través de mi escasa ropa que ya tiene una erección y entonces no lo dudo más y empujo mi cola suave pero firmemente sobre su dureza. Se sorprende, no espera esa reacción, quizás espera mi enojo o mi retirada pero no esto que hago. Se queda quieto, no habla con su amigo, ambos enmudecen lo que confirma que están de acuerdo y concientes de la situación.
Entonces ocurre lo que espero, se reacomodan detrás mío de manera que me comparten, uno a cada lado, un apoyo en cada nalga. Se acercan mas a mi nuca, los siento respirar, siento el roce sobre mis cabellos, silenciosos y erectos me apoyan y los dejo hacer.
En Ciudadela es el momento de buscar mejor lugar y me corro hacia el final del vagón y cuando me ubico finalmente quedo al medio del pasillo, entre ambas filas de asientos y los pasajeros que van parados. No los miro pero se que ambos me siguen con la vista y en pocos minutos comienzan a correrse hacia mi, uno, el agregado, pasa a mi lado con un hola bonita dicho al oído y se ubica a mi espalda, mientras llega a mi frente el más alto, el iniciador.
Voy colgada de un manillar con mi brazo derecho, mi piloto abierto deja ver la blusa y el comienzo de la redondez de una de mis tetas, siento el iniciador prácticamente caer dentro de mi escote, siento sus ojos desprendiendo mas botones. Y también siento por fin la mano del agregado, neta, firme, sobre mi pierna izquierda primero, sobre la nalga luego, me aprieta sin temores sabiendo que juego el mismo juego que ellos.
Estamos los tres al medio del pasillo rodeados de gente que nos da la espalda y que aburridos viajan sin sospechar el placer que nos estamos dando.
El iniciador mira sobre mi hombro a su amigo y le dice, todo bien Julito? Inmejorable Ramiro…es la respuesta. Ambos me aprietan mas desde abajo, abro mis piernas para dejarlos entrar entre ellas y Ramiro gana la posición subiendo su muslo que me aprieta la vagina. Solo veo su boca que sonríe, sus labios se mueven y me habla sin sonidos, se muerde el labio inferior cuando aprieta con su pierna. Mi corazón late enloquecido y siento que bajan mis jugos desbordados a tal punto que él siente su pierna húmeda y la retira. Comprobar la tela mojada es comprobar que no llevo ropa interior y poniéndose de costado parcialmente mete su mano buscando, encontrando, recorriendo, hurgando con su dedo mayor. Todavía no lo he mirado a los ojos, no quiero descubrirme totalmente entregada al placer pero súbitamente su mano se rigidiza y sus dedos me penetran como queriendo engancharme y levantarme en el aire. El agregado, Julio, ha encontrado la forma de meter su mano bajo mi piloto y apretar mi vientre llevándome hacia el mientras suavemente mueve su pelvis contra mi cola.
No puedo evitar levantar la cabeza, estoy al borde del orgasmo, quiero que me vea entrecerrar los ojos, morder mis labios, reprimir el gemido, colorearse mis mejillas, respirar entrecortadamente y …sonreír mientras le regalo un espasmódico orgasmo de pié.
Apoyo mi frente contra su pecho y mientras sigo colgada del manillar y mi otra mano sostiene el portafolios aprieto mis muslos, como queriendo cortar su mano y quedármela dentro mientras la tensión del orgasmo va cediendo lentamente y mis músculos vaginales se comienzan a relajar, satisfechos.
Julio que desde atrás participó con su apretón y ondulante movimiento, me regala unas caricias suaves y cariñosas hasta llegar a mis tetas que descubre casi libres, y allí se queda disfrutándome los pezones que duros se exaltan sobre la seda de la blusa. Entre ambos me protegen de miradas casi como biombos vivos y móviles.
El piso del tren sigue temblando en cada unión de riel, el bamboleo y las manos parecen ser parte de una misma acción que me sostiene, me acaricia, me penetra. Todo se vuelve cálido y suave, me olvidé del riesgo de ser vista gozando a dos desconocidos en el tren y solo quiero seguir viajando así, que la luz se apague y que puedan saciarse conmigo,
que sus pechos me empareden, que sus bocas me succionen, que sus lenguas me laman y que este viaje de regreso después de un día de trabajo les compense el esfuerzo y les cure las heridas. Quisiera besarlos a ambos juntos, participar del encuentro de las tres bocas húmedas mientras nos abrazamos y recorremos los rincones deseados.
Una frenada me trae del limbo a la llegada a la estación San Antonio de Padua, mi reloj dice 19:10 y lo que fue un tiempo sin tiempo apenas ha durado 30 minutos.
El iniciador comienza a apartarse, saca sus dedos de mí, acaricia mi vagina dilatada con un gesto de despedida amorosa y los veo subir hasta su boca y lamerlos, antes de voltearse su boca me tira un piquito casi imperceptible.
Julio comienza a regresar de mis tetas al tren, lo siento acomodar su erección en el pantalón mientras me dice al oído un numero de teléfono que ambos sabemos que no recordaré, luego me pide permiso cortésmente y se baja junto a su amigo al andén.
Nos miramos fugazmente los tres cuando el tren arranca, sonreímos.
En cinco minutos llego a Merlo y me bajo, debo regresar a Once, luego en subte a casa.
Con suerte a las 21 estaré bañada y cenando mientras la tele me cuenta historias que seguro no voy a escuchar porque durante días voy a tener mi cabeza llena de colores, sensaciones y erotismo.
Lujuria? No lo dudo.
Siempre viví pensando que el sexo es amoral, nada tiene de condenable o plausible en tanto se practique con acuerdos de adultos.
Quizás solo se trata de cruzarse con los adultos apropiados y no pedir ni dar más de lo mutuamente convenido.
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