Sentí como por mis muslos resbalaban los restos semen que tenía atrapada mi vagina y mi ojete, todo mi cuerpo se estremeció al pensar todo lo que había vivido.
Todo había empezado tras una acalorada discusión con mi ex por la custodia de mi perrita Lu, quería llegar a un acuerdo solamente si yo me dejaba echar un polvo una vez al mes y de eso nada, yo quería empezar de cero experimentar cosas nuevas, olvidarme de él.
Cogí mi coche y conduje durante horas hasta que llegué a un área de servicio, donde había un bar de camioneros, decidí entrar y tomar unas copitas.
Nada más entrar vi un camionero de unos cincuenta años, grande, fuerte, de esos que siguen estando buenorros e imaginé con experiencia.
Le oí hablar con el camarero exigiendo prisas ya que tenía que llegar a Portugal antes que amaneciera.
Pedí tres chupitos de tequila y los bebí de golpe, pagué y salí del bar —parece que no soy el único que tiene prisas —dijo el camionero.
Lo vi salir y me puse detrás de él —te estoy apuntando con una pistola, dirígete a tú camión y no chilles ya que te mato aquí mismo— dije susurrando y con firmeza.
Cuando llegamos a la altura del camión le ordené que se desnudara, quería ver cómo era la mercancía.
De su slip salió un buen cañón, estaba semi erecto, al cabrón le ponía la situación.
Ya en el camión le ordené que condujera y él arrancó.
Con la pistola toqué su oreja, introduciendo un poco la punta de la pistola en ella, consiguiendo que a el hombre se le pusiera la piel de gallina —sigue conduciendo haga lo que yo haga, no te detengas, sé que tienes prisas.
Deslicé las bragas por mis piernas sacándola primero de un pie y seguido el otro, subí mi falda a la altura de la cintura, vi que él me miraba por el rabillo del ojo y como su pene se ponía bien erecto. Introduje un dedo en mi vagina que estaba completamente mojada y sin cortarme un pelo se lo metí directamente con restos de mis fluidos en su boca, él lo saboreó, succionando y tragando.
Le ordené que quitara la mano derecha del volante y me subí en su regazo introduciendo poco a poco aquel pollón grande y duro en mi vagina húmeda e hinchada, mis movimientos eran rítmicos apretando lo más que podía con el esfínter y de mi boca salían frases sucias a la vez que me comía su oreja —¡zorra me voy a correr!—dijo el camionero completamente excitado. Sentí los espasmos de aquella pollita dentro de mí al mismo tiempo que yo me corría como una perra en celo.
Me situé en el sillón del copiloto, exhausta, jadeante y de repente un frenazo hizo que saliera volando hacia el parabrisas.
Abrí los ojos, tenía un fuerte dolor de cabeza, vi que estaba completamente desnuda, quise mover las manos y no podía, estaba con las manos y los pies atados y con una mordaza en la boca. Miré a mi alrededor y vi que estaba en la cabina de un camión y recordé todo lo que había pasado y me puse muy nerviosa, tenía miedo.
Oí unas voces, era el camionero despidiéndose en un portugués fluido. El camión arrancó y no sé cuánto tiempo estuvimos en carretera hasta que sentí que el camión paraba.
El camionero se asomó y vio que estaba despierta, se acercó a mí y me quitó la mordaza —da igual lo que grites no hay nadie a cientos de kilómetros—dijo y añadiendo—así que te gustan las emociones fuertes, pues distes con el más indicado—dijo relamiéndose los labios.
—¡No me hagas daño, viste que mi pistola era de plástico! —supliqué.
—¡A callar! — chilló, al mismo tiempo que me cogía en volandas y me colocaba en posición perrita, dejando todo mi sexo expuesto —no sé de dónde saliste anoche, lo que sí sé es que estoy muy cachondo, hoy quiero romper algo y creo que va ser este culito ya que la vagina la probé anoche, me apetece un nuevo plato —dijo.
—¡El culo no! —chillé.
Me dio un buen azote al tiempo que me susurraba al oído —tranquila, que al final me pedirás más y más fuerte, confía en mí.
Acercó su lengua a mi clítoris y empezó a lamer era todo un experto daba su tiempo entre succión y succión, lamido y lamido, al mismo tiempo sus dedos iban trabajando mi vagina que no paraba de expulsar flujos, parecía una fuente, nunca en mi vida había estado tan excitada, era puro fuego.
Le tocó el turno a mi ojete, me puse un poco tensa, él lo notó y no se compadeció, sin previo aviso introdujo dos dedos en mi culo a la vez que apretaba con fuerza mi clítoris con su lengua, otro chorro salió de mi vagina al tiempo que mi cuerpo se contraía tembloroso.
Se incorporó y escupió en el ojete y empezó hacer círculos con los dedos relajando y haciendo más grande el agujero, con la otra mano se iba pajeando la tranca que me parecía más grande y carnosa que la noche anterior, la colocó en el ojete y fue metiéndola poco a poco, mientras mi culo se iba adaptando el movía rítmicamente con sus dedos mi clítoris. Cuando el notó que mi culete se había adaptado con una mano me agarró de la cadera y con la otra seguía trabajando mi zona erógena, ese punto donde una mujer pierde la cabeza. Empezó el bombeo, el mete y saca, mis chillidos se oían en toda la zona y no era de dolor era de puro placer.
Sentí como se corría dentro de mí y como caía exhausto a mi lado.
Me mantuvo como rehén haciendo de mi lo que le daba la gana hasta que llegamos al mismo área de servicio donde había empezado todo, allí me desató, me vistió y me dejó salir del camión.