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~Jaime, un chico de una estatura normal, castaño, con una barba bastante dejada, con el pelo corto, los ojos marrones, un buen cuerpo debido al deporte, con un buen culito y un cipote para nada desdeñable, estaba es la esquina de la calle en la que había quedado a las 23h con su amigo Pedro. Habían quedado para hablar puesto que hacía mucho tiempo que no se tomaban una birra tranquilamente. El sueño de Jaime siempre había sido entrenar al equipo de Rugby de la universidad, sin embargo Pedro fue quien obtuvo el puesto y Jaime tuvo que resignarse a ser profesor de educación física en un instituto; siempre fue más brillante que él en todos los aspectos: era el más guapo, sacaba mejores notas, destacaba más en los deportes e incluso todas las chavalas le iban detrás. Esto último le traía sin cuidado a Jaime ya que era gay, no obstante lo llevaba con bastante discreción. Esto era algo que en el fondo también le molestaba de Pedro. No podía evitar sentirse inferior y sentir celos ya que Pedro era «perfecto» y si brillaba por algo era por su sinceridad y por su transparencia y en cambio Jaime sentía que no podía evitar no ser tan franco como él. Además Jaime sabía que en el fondo sentía algo por Pedro desde hacía años y esa inaccesibilidad le frustraba mucho.
Tras no muchos minutos de espera Jaime vio llegar a Pedro desde la otra punta de la calle. Sólo iban a tomar unas birras pero cualquier cosa que se pusiera Pedro lo hacía resaltar. Llevaba una camiseta negra que le quedaba ceñidísima al cuerpo y le hacía unos pectorales y unos bíceps muy bonitos. Estaba compensado incluso de cintura para abajo; llevaba unos pantalones vaqueros que le marcaban los cuádriceps y ese culo respingón que tenía por el rugby lo hacía todavía más perfecto. Simplemente podía decirse que era el súmum de las proporciones, el hombre mejor proporcionado que había visto. Además llevaba el pelo corto y negro con una rasta al lado derecho que le daba un toque más hippie. Pero esos ojazos verdes y esa sonrisa era lo que derretía a todo el mundo: hombres, mujeres y cualquier animal de la faz de la tierra.
- Perdón por el retraso tío, he tenido un contratiempo con el equipo de rugby - nos dimos el típico apretón de manos con la mano derecha más un cariñoso abrazo envolviendo con nuestro brazo izquierdo la espalda del otro hasta tocar nuestro respectivo hombro izquierdo y juntando mejilla con mejilla - ¡ahhh! - gimió Pedro de dolor.
- ¿Qué te ocurre Pedro? - me separé de repente extrañado.
- Ufff... disculpa, es que me has hecho daño en la muñeca. Llegué tarde porque entrené con los muchachos y tuve un leve esguince en la muñeca - le decía mientras me enseñaba su muñeca derecha, efectivamente, un tanto hinchada.
- ¿Mientras entrenabas «con los muchachos» o «a los muchachos»? - dije sin comprender - si eres el entrenador... tú entrenas, no juegas.
- Sí, pero el capitán faltó y para que pudiesen dar lo mejor de sí entrené con ellos, pero tuve un desgraciado resbalón y apoyé la mano en el suelo como no debía. Me llevaron a la enfermería y como veía que se hacía tarde y ya eran las 22:45h decidí marcharme sin ni siquiera vendármela... fíjate que no me dio ni tiempo a cambiarme los suspensorios hahahaha - rió con su sonrisa tan hetero y encantadora.
- A vaya... bueno, son las 23:10, no te preocupes- dije por decir algo.
Lo de los suspensorios me había perturbado. No podía hacer más que pensar en el culo de mi amigo, que ya había visto muchas veces, bien puesto con aquello tan varonil puesto y sentir que mi rabo se ponía morcillón. Me dije a mí mismo que debía dejar de fantasear con algo que no podía ser y que ni siquiera tenía el valor de reconocer.
- Bueno, me apetecía tomarme una birra que hacía ya tiempo que no lo hacíamos. Y para rememorar los viejos tiempos podríamos meternos en aquel bar. No he estado nunca pero alguna vez algún amigo me ha hablado de él, es un buen antro para embriagarse bien - sonreí encantado de poder tomarme por fin algo con mi querido amigo y rememorar viejos y mejores tiempos.
- Claro - sonrió él también.
Nos pusimos enfrente de la entrada y Pedro leyó: «Bar El Reto». Nos pareció curioso y allí que nos metimos. Nada más entrar, a nuestra derecha, había un hombre vestido con unos zapatos negros, unos pantalones negros que le marcaban aquel culo prieto y redondo y una camisa blanca que le marcaba un pectoral increíble. Se le notaban los pezones y parecía como si sus bíceps fueran a petar la camisa. Tenía el pelo rapado, los ojos marrones la barba afeitada y las facciones muy cuadriculadas. Aunque Pedro fuese hetero no podíamos dejar de mirar aquel hombretón tan grade que debía medir por lo menos 1‘90cm. Era obvio que era el seguridad del local. Con alguien así probablemente no habría ningún altercado en el bar. Nos miramos y nos dirigimos a la barra.
Ahí estábamos los dos, sentados sobre dos taburetes mirando la fauna de aquel antro mientras el camarero se disponía a servirnos dos cervezas bien grandes. Había hombres de todo tipo: gordetes, mazados, delgados, altos, bajitos, guapos y feos, pero todos tenían algo en común, buenos brazos. Algunos jugaban al futbolín, otros al billar, otros bebían u otros simplemente fumaban afuera.
- Hostia tío, ¿te acuerdas de cuando nos íbamos de bares en nuestros años mozos? - me preguntó Pedro .
- ¡¿Cómo olvidarlo?! Una de las mejores etapas de nuestra vida... - dije soltando un suspiro.
- ¿Sabes qué? Siempre he estado muy celoso de tí - se sinceró Pedro de repente.
- ¿Ah sí? ¿Por qué? ¿De mí? - Le pregunté apoyando la mano en mi pecho, con los ojos abiertos y boquiabierto.
- ¡Claro! ¡Mírate! ¡Eres perfecto! Eres un tío guapo, inteligente, estás bueno, has conseguido todo lo que te has propuesto y siempre ligabas como nadie... lo que me extraña es que nunca te vieramos con ninguna chavala.
- ¿Qué dices? Si yo siempre he pensado lo mismo de ti. Tú sí que eres un tío guapo, inteligente, currante, y has llegado a ser el entrenador de rugby de la facultad. ¡A demás, las tenías a todas loquitas! - dije yo.
- ¡Qué va! ¡Si todas me preguntaban por ti! Y eso me alegraba, pero al mismo tiempo me daba envidia - admitió Pedro.
- Bueno, reconozco que tenía bastante éxito entre ellas... pero en realidad no pude salir con quien yo quería - dije soltando un suspiro y bajando la mirada, pero enseguida me percaté de que Pedro me haría preguntas y quise disimular - pero no te preocupes.
- ¿Cómo que no pudiste salir con quien tú querías? ¡Eres un pillín! No me dirás que la que te gustaba era mi mujer - dijo guiñándome un ojo con toda la complicidad y la transparencia de siempre.
- ¡Qué va hombre! Ves... siempre has sido tan sincero y yo... yo tan incapaz de ser fuerte - está vez la mi mirada era de pena por no poder reconocer la verdad en voz alta.
- ¿Qué te pasa Jaime? ¿Qué te entristece tanto? Estoy aquí porque soy tu amigo, a mí puedes contármelo todo. Además, tú siempre me has dicho la verdad, nunca me has mentido y creo que siempre has sido bastante transparente con todo el mundo. ¿Por qué dices que eres incapaz de ser fuerte?
- A ver, no es que sea un mentiroso o no sea franco con los demás, es que siempre ha habido algo que no he podido decir... pero vamos, lo tengo superadísimo - dije yo fingiendo ser sincero.
- ¡Eh! - Pedro apoyó su mano derecha en mi muslo izquierdo mirándome fijamente a los ojos - a mí puedes contármelo TODO. ¿Recuerdas?
- Yo... - tragué saliba - tú me has gustado siempre Pedro.
Pedro se quedó con los ojos abiertos, durante unos segundos no reaccionó pero poco a poco, muy lentamente, aquella sonrisa que tanto me gustaba fue dibujándose en su rostro hasta enseñar aquellos dientes que tanto me gustaban y sin dejar de mirarme dijo:
- Eres el gay más guapo que conozco, el más inteligente y el más valiente. Lo que acabas de hacer no es nada fácil - Pedro puso su mano izquierda en mi mejilla derecha y la acarició hasta pasar la mano por detras de mi nuca y apoyó su frete con mi frente - sabes que no puedo amarte... pero te quiero.
Pedro me besó en la frente, se incorporó en el taburete y empezó a beberse por fin aquella gran birra sin dejar de sonreirme y guiñándome un ojo ¡Era tan auténtico! ¡Valía tanto! Además no se lo tenía para nada creído, me miraba igual que siempre pero incluso con más estima. Me daba más rabia incluso no poder poseerlo, poseer a alguien tan especial en todos los sentidos, pero jamás podría disfrutar de aquel culo, de aquel pollón o de aquel cuerpo, así que ya podía darme con un canto en los dientes por haberme atrevido a confesarle lo que sentía.
A partir de aquel momento bebimos y charlamos todavía más a gusto, pero a las doce en punto de la noche el segurata que se mantenía con la vista fija hacia el horizonte y sin parpadear decidió moverse. No nos habíamos fijado, pero había una barra grande de madera detrás del seguridad que se deslizaba hacia la derecha y cerraba la puerta. Sin embargo no había candado, para abrirla simplemente hacía falta levantarla de nuevo y cualquiera podía salir voluntariamente. El seguridad se puso, no a un lado de la puerta, justo en medio mostrando aquel pechazo, con las manos juntas justo delante del paquetazo y con la mirada otra vez recta, sin parpadear, como si fuese una estátua.
- Eh... disculpe - le pregunté extrañado al camarero - ¿podría decirme por qué razón el seguridad ha bloqueado la puerta y se ha puesto enfrente?
- No la ha bloqueado - sonrió amablemente como buen empleado que era - ustedes pueden salir cuando les plazca pidiéndoselo, simplemente ha pasado la barra, lo que significa que «la Hora del Reto» ha llegado.
- ¿La Hora del Reto? - dijimos los dos al unísono.
- Miren atentamente el resto de clientes del bar - decía mientras limpiaba unos vasos.
Pedro y yo hicimos lo que nos pidió, observamos atentamente el comportamiento de los clientes del bar. Ahora ya no jugaban al billar o bebían o había gente fuera. Ahora algunos se acercaban a otros y les decían unas palabras que no alcanzábamos a oír. De repente, las dos personas se sentaban en una mesa, apoyaban sus codos sobre ésta y se disponían a hacer un pulso marcando sus fibrosos, en algunos casos, bíceps.
- Disculpe pero... ¿lo acaba de retar a un pulso? - pregunto Pedro al camarero.
- Claro, por eso se llama bar «El Reto» - dijo el camarero extrañado de que no lo supiésemos - como veo que no son ustedes de aquí voy a ponerlos al día acerca de las leyes de este bar.
- ¿Las leyes? - dije yo atónito lamentando de nuevo parecer un poco perdido.
- Sí - el camarero señaló un cartel muy grade, que no habíamos visto porque estaba tras una cortina que el camarero había corrido justo hacía un momento - en aquel cartel pueden observar las leyes:
1. Este bar se rije por sus propias leyes desde las 00:00 hasta la 01:00 y ninguna autoridad ajena a él podrá intervenir en contra, sin embargo estará sumisa a ellas.
- ¿Eso qué significa? - dijo Pedro.
- Que si la policía o cualquier otro cuerpo del orden entran aquí no pueden quebrantar ninguna de las otras leyes, aquí son meros civiles - respondió el camarero.
- Pero, ¿eso no es ilegal? - pregunté yo.
- El propio ayuntamiento de la ciudad le ha otorgado este poder al bar.
- ¿Y en qué consiste el reto? - preguntó Pedro.
El camarero señaló el cartel y leímos:
2. Todo cliente tiene el derecho de retar a otro a un pulso pronunciando la frase «te reto». El ganador decidirá qué quiere a cambio. Si el que reta pierde, será expuesto a la petición del que ha sido retado.
- Fíjense en los dos hombres que acaban de iniciar el pulso - nos aconsejó el camarero.
Los hombre que habían iniciado el pulso estaban cansados, pero finalmente uno logró vencer al otro y éste le entregó un billete de 10€.
- Ya veo... - dije yo frotándome la barbilla - esto es como un un lugar en el que se apuesta dinero y el que gana el pulso lo recibe.
- Siga leyendo - nos invitó el camarero.
3. Si el premio del vencedor es una cuantía monetaria, ésta no podrá exceder los 10€.
- El objetivo - prosiguió el camarero - no es que los clientes se empobrezcan rápidamente, sino que puedan retar tantas veces como crean conveniente. Si el premio es un máximo de 10€ cada vez probablemente consuman más.
- Hombre, no es por dármelas de listillo - dije yo - pero, ¿qué pasaría si ahora lo retase yo a usted y le ordenase que me diese una cerveza?
- No Jaime, mira la siguiente ley - me señaló Pedro con el dedo.
4. El personal de seguridad, de limpieza o de barra quedan exentos de los retos.
- Ups... debería haberlo imaginado - dije yo - si usted pudiese ser retado habría aquí una fila de personas desafiándole.
- Bueno, pero es un poco injusto. Imáginese que yo soy más fuerte que... - Pedro buscaba con la mirada algún hombre que pareciera más débil - aquel hombre. Podría retarlo una y otra vez y aprovecharme de su dinero.
- Siga leyendo caballero - nos invitó nuevamente el camarero.
5. Toda persona retada eligirá con qué mano desea batirse, el que reta acatará, sin embargo el vencedor decidirá el premio.
- Esto significa - prosiguió el camarero - que si usted es, por ejemplo, diestro y aquel hombre le reta con la mano izquierda probablemente tenga las de perder.
- Bueno, pues en este caso podría rechazar el reto, ¿no? - pregunté yo curioso.
El camarero volvió a señalar el listado de leyes:
6. Nadie puede rechazar ser retado. En caso afirmativo, el personal de seguridad podrá valerse de su fuerza física para obligar a la persona retada a cumplir con las exigencias legales de la persona que reta sin tener la oportunidad de llevar a cabo el pulso.
- ¿Lo entienden ahora verdad? Miren aquellos dos hombres - el camarero nos señaló otros dos hombres - uno acaba de perder y le ha entregado a otro el reloj que llevaba. Si se hubiese negado desde el principio, el seguridad lo hubiese forzado a entregarle la petición del hombre que retaba. Si se hubiese negado tras perder también habría sido obligado a la fuerza a entregarle lo que el otro hombre le pedía.
- Ya lo voy entendiendo - dijo Pedro - estoy convencido de que ni el cuerpo de policía osaría entrar aquí ya que estaría regido por las leyes del bar y deberían acatar si son retados.
- Efectivamente - asintió el camarero con la cabeza.
- Usted ha dicho que podemos salir cuando nos plazca, ¿hay que decirle algo en concreto al seguridad de la puerta? - pregunté yo con curiosidad.
- Simplemente que desean salir, no obstante cualquier cliente que vea que quieren salir puede acercarse tranquilamente mientras el seguridad abre la puerta y retarles - concluyó el camarero.
- Ya veo - dijo Pedro - bloquear la puerta no es para encerrarnos sino para darle tiempo a la clientela de ver si le interesa retar a personas que estén pensando en largarse. Una vez puesto el pie fuera del bar supongo que dejamos de estar sumisos a las leyes, ¿verdad?
- Efectivamente caballero - dijo el camarero con una sonrisa.
Perdro y yo nos dimos cuenta de que en la mesa más próxima a nosotros había un hombre que se disponía a sentarse para tomarse una cerveza. Estaba vestido con una camisa a cuadros rojos y negros, estilo leñador, mostrando su pelambrera con aquel pecho tan robusro. Estaba arremangado y daba a relucir sus bíceps fortachones. Llevaba unas botas de cuero, unos pantalones vaqueros que le marcaban un buen paquete, unos buenos cuádriceps y un buen culo. Vamos... que estaba proporcionado. Llevaba una barba completa, castaña y ligeramente pelirroja con el pelo corto. Parecía leñador o algo por el estilo. De repente, un tiarrón grandote se acercó a la mesa. Llevaba también unas botas y unos pantalones vaqueros, pero este llevaba una camiseta de tirantes y una camisa sin abrochar a cuadros negros y blancos que no tenía mangas. Se le notaba una buena barriga cervecera. ¡Éste sí que tenía pinta de camionero! Llevaba una barba negra desarreglada y era calvo. Aquel hombre le dijo al barbudo leñador:
- Te reto.
- Con la zurda - respondió el leñador sabiendo cómo funcionaban las leyes de aquel bar - si yo gano me pagas una birra.
- Trato hecho - le dijo el camionero dándole un apretón de manos - si yo gano me comes el rabo hasta que me harte - dijo finalmente sonriendo y agarrándose el paquetazo que además estaba morcillón.
Pedro y yo no podíamos creerlo, nos miramos mutuamente asombrados sin creernos que realmente podía exigirse ese tipo de «premios». Volvimos a mirar al leñador y observamos cómo tragaba saliba y lo miraba desconcertado con los ojos abiertos. Esa no se la esperaba. Además la sonrisa del camionero lo perturbaba, parecía como si estuviese muy seguro de que iba a ganar. Ambos se sentaron frente a frente y apoyaron su codo izquierdo en la mesa, se tomaron la mano y empezaron el pulso. El camionero pese a estar más gordito parecía tener mucha fuerza, no dejaba de sonreír, sin embargo el leñador mostrando aquel fuerte bíceps no parecía tan seguro. Los dos hacían mucha fuerza y empezaban a ponerse rojos. El leñador miraba su puño mientras que el camionero mantenía la mirada fija en en los ojos del leñador. Estaba consiguiendo que el leñador se cansase. No pretendía ganar terreno, sino más bien que el leñador agotase su energía. Pedro y yo no podíamos dejar de mirar el espectáculo. Si el leñador perdía se iba a comer un rabo, iba a mamar una polla hasta atragantarse. Entonces, en ese preciso instante, parecía como que el camionero empezaba a ganar terreno porque su contrincante empezaba a estar agotado.
- Sí, eso es, cede ante mí cabrón - le decía el camionero logrando agachar cada vez más el brazo del leñador.
-¡Para cabrón, por favor, te lo suplico, no sigas, haré lo que digas! - le decía el leñador con la mirada sumisa y desesperado sabiendo que estaba a punto de perder.
- No sabes cómo me pone el rabo duro que un hetero me suplique. ¡Voy a reventarte la boca a pollazos! - y aquel hombretón logró hacer que el pelirrojo tocase con la mano la mesa.
El leñador no sabía cómo actuar, acababa de perder contra aquel macho.
- ¡Sííííííí! - gritó victorioso el camionero.
Con el leñador sentado y con la mirada perdida, el camionero se bajo la bragueta, sacó su rabazo con dificultades puesto que estaba empalmadísimo y mostró aquella gran verga. Pedro y yo no podíamos dejar de mirarla. Era igual de grande que la de Pedro pero además gorda. El camionero lo cogió de detrás de la nuca y le dijo:
- ¡Traga polla cabrón!
Empezó a darle polla. Aquel pelirrojo macizorro mamaba la polla de aquel macho barrigudo. No le metía toda la polla porque no le cabía, pero se la follaba con movimientos alante y atrás que le hacían venir arcadas y eso ponía más cachondo al camionero. Lo cogió con las dos manos de la cabeza y cada vez le metía más polla, una suculenta y gorda polla de camionero que iba chorreando poco a poco líquido preseminal que se veía fluír mezclado con la baba de aquel leñador hetero. Pedro ruborizado preguntó al camarero:
- Pero, ¿esto es un bar gay?
- No señor, no necesariamente las personas que frecuentan este bar son homosexuales. Simplemente se ha terciado que uno de los duelistas quería como premio una felación... y es lo que le pertenece. La boca de aquel hombre, que en mi opinión es heterosexual, le pertenece y por lo tanto hace lo que le plazca.
- Disculpe pero, ¿esto no sería una violación? ¿Nadie va a hacer nada? - decía Pedro tragando saliba.
- El mismo hombre pelirrojo sabe que no tiene alternativa aunque no le guste. Si se niega, las leyes del bar le obligarán a acatar - concluyó el camarero.
Aquel pelirrojo le cogía de la cintura mientras recibía pollazos en la boca haciendo una ligera fuerza para que no lo atragantase. Pero el camionero machote se percataba de ello y se la metió toda entera. El leñador pelirrojo se atragantó de tal modo que tuvo que apartarse y sacársela de la boca, se levantó tirando la silla por el suelo:
- Por favor, detente - dijo el leñador sumiso puesto que sabía que le pertenecía - no me hagas chupar más, por favor.
De repente, detrás del leñador, una voz le dijo:
- Disculpe caballero, ¿no desea acatar las normas del bar?
El imponente seguridad se había presentado detrás del leñador para preguntarle gentilmente si deseaba o no someterse y éste le respondió:
- Por favor... no quiero más... - dijo mirándolo con ojos que pedían clemencia.
- Lo lamento señor - el hombretón de seguridad del bar lo agarró del brazó, se lo dobló ligeramente por la espalda y lo obligó a inclinarse sobre la mesa mirando hacia aquel comionero con el pollón empalmadísimo y resbaladizo - acate y mámele el miembro al caballero, usted le pertenece y lo sabe.
Era increíble con que palabras tan amables y educadas el segurata invitaba al hetero pelirrojo a tragar rabo sin poder oponerse. De repente, todo un público se puso alrededor expectante para ver cómo concluía el asunto. El camionero aprovechó para meterle de nuevo la polla sujetándole la cabeza y follándole la boca sin compasión mientras lo obligaba a mirarle a los ojos.
- Mmm... - intentaba hablar aquel hetero sin éxito alguno a causa del rabazo y de la llave que le aplicaba el seguridad.
- ¡Traga, traga, traga, traga...! - gritaba el púnlico al unísono.
En absoluto eran forzosamente gays los que le gritaban que tragase, pero quebrantar una ley en aquel bar era algo muy grave que había que castigar y el machote leñador merecía ser sometido.
- ¡Eso es cabrón, traga rabo, traga que me corro, trágatela toda, toda mi lechita, que me corro, que me corr...! ¡Ahhhhh!
El camionero gimiendo con la cabeza alzada empezó a soltar trallazos de leche en la boca de aquel hetero. La lefa le chorreaba por la comisura pero aquel hetero se portó como un buen sumiso y tragó aquellos chorretones. Todo el semen fue liberado en su interior, el camionero lo miró y le dijo:
- Tienes lo que merecías porque eras mío - agachó su cabeza hasta la barba del pelirrojo y le dio un lametón en la comisura derecha y otro en la comisura izquierda tragando aquella leche suya.
El gentío volvió a sus quehaceres y se recolocó allá en donde estaba mientras que el seguridad volvía a la puerta. Pedro acojonadísimo me dijo:
- Tío, vámonos ahora que todo el mundo está disperso, no quiero que me rete un tarado y me pida hacer cualquier cosa.
- Claro, vámonos - respondí yo automáticamente.
Le dejamos un billete al camarero en el que había una propina incluida y nos dirigimos hacia la puerta. Pedro tenía el corazón que le iba a salir del pecho.
- Por favor, no te alejes mucho de mí - me dijo cogiéndome de la mano.
Yo no dije nada, sólo lo acompañaba hacia la salida. Llegamos donde estaba el seguridad y Pedro le dijo:
- ¿Por favor, podría abrirnos la puerta?
- Desde luego caballero - dijo el hombretón con una sonrisa.
Levantó la barra de madera que la bloqueaba y el pomo quedó a disposición de Pedro. Pedro todavía nervioso pese a que ya estaba casi fuera puso su mano lentamente en el pomo y lo fue girando para abrir, pero...
- Te reto.
Pedro, con la mano todavía en el pomo, se giró muy lentamente boquiabierto y con los ojos fijos en mí.
- ¿Qué... qué acabas de... de decir? - dijo todavía patidifuso sin concebir que había sido yo, su amigo, quien había pronunciado esas palabras.
- Te reto...
- Venga tío, deja de hacer broma ya, que me estás acojonando - dijo tembloroso apoyando su mano en mi pecho - ¿qué quieres, una birra? Yo te la pago hombre, que para algo somos amigos.
Agarré con mi mano el paquetazo de Pedro y le dije:
- Quiero follarte, comerte el rabazo que te cuelga entre las piernas, deborarte ese culazo que Dios te ha dado y hacerte gemir con cada empellón. Quiero que me comas el cipote y dominarte para hacerte mío por lo menos una vez en mi vida.
Todo esto se lo decía mientras le manoseaba el pollón por encima del paquete a mi antojo sin que él osara oponerse o decirme algo.
- No te lo tomes como algo personal - continué yo - yo también te quiero y nunca te haría daño. Pero esto es diferente, esto es sexo, esta es la fantasía que siempre he tenido: hincarte el rabo hasta el fondo y ver tu cara de placer. Taladrarte ese ano y disfrutar de tu rabo. Ver cómo mi amigo gime porque tengo poder sobre él y hace lo que yo le ordeno.
- Estás desvariando tío - Pedro apartó mi mano de su paquete - no sabes lo que dices.
- Sí tío, por fin sé lo que digo y lo que quiero. Me ha costado 15 años poder decirte a la cara la fantasía con la que me cascaba la mayor parte de mis pajas. No vayas ahora de santurrón para darme lecciones de moral ¿tú te crees de verdad que nunca has deseado follarte a alguien? No me vengas con cuentos.
- Entonces, ¿lo tenías planeado? ¿Traerme aquí y follarme? - decía mi amigo indignado.
- No digas sandeces, sabes de sobra que no conocía este bar. Pero sabes... creo que esto es una señal. Si te hubiese dejado poner un pie fuera del bar me hubiese arrepentido el resto de mi vida. Después de follarte y darle placer a ese culazo respingón y frotar tu esfínter con mi pollón ya me dirás lo que quieras. Ahora acepta el reto - le ordené con mi mirada fija en sus ojos verdes.
- Señor - intervino el seguridad que apoyaba una de sus manos en la puerta cerciorándose de que no se abría - creo que el caballero lo está retando - y dijo con una sonrisa - es libre de no querer aceptar el reto.
- Carbrón... acepto. Si lo hacemos con la izquierda me ganarás porque eres zurdo así que lo haremos con la derecha.
Pedro y yo nos sentamos en una mesa. La mirada que me dirigía ya no era para nada afectuosa, estaba más serio que nunca, como si lo hubiese traicionado. Y efectivamente tenía todo el derecho del mundo a sentirse traicionado, porque me lo iba a follar a traición. Cuanto más serio se ponía más cachondo estaba yo y mas dura estaba mi polla.
- Prepara tu mano derecha - ordenó Pedro - si yo gano, no me dirijas la palabra en tu puta vida. Esta puñalada trapera no me la esperaba de ti.
- Cuando yo gane, que ganaré, te follaré. Y quiero pedirte otra cosa...
- Crees que estas en condiciones de ped...
- Cuando te este taladrando el culo - lo corté sin dejarlo terminar - quiero que no te cortes al gemir. Si no te gusta dilo, pero si te gusta sentir el rabo de tu amigo en tu culo dándote un buen orgasmo pídeme que siga.
- No sabes qué estás diciendo, ¿de verdad piensas que vas a ganar?
Pedro y yo nos dimos la mano y nos dispusimos a empezar el pulso. La espectación se centro en nosotros, y no era de extrañar; dos tíos macizorros y guapos retándose. Lo mejor de todo era que tanto heteros como gays se apoltronaban a nuestro alrededor simplemente por el morbo de ver lo que podía ocurrir. Lo que querían era espectáculo y yo me sentía mejor que nunca para dárselo.
- ¡Vamos! - dijo Pedro.
Pedro empezó a hacer fuerza hacia su lado. Al parecer quería acabar rápidamente, sin embargo vio en mí una mirada de seguridad que le perturbaba.
- ¿Por qué sonríes cabronazo? - decía frustado.
Cierto era que tenía mucha más fuerza que yo en la mano derecha, pero yo estaba lo suficientemente fibrado como para aguantar un rato, hasta que de repente...
- ¡Ahhh! - gimió Pedro de dolor.
Su mirada empezó a cambiar, sabía que me lo iba a pasar por la piedra. Entonces me dijo:
- No, por favor, no lo hagas - me suplicaba.
- Por fin te has dado cuenta de que no puedes ganar - le dije victorioso - te estás resintiendo del esguince de la muñeca. Con la izquierda jamás me ganarías porque soy zurdo, pero en el estado en el que estás tampoco puedes ganarme con tu mano derecha.
Pedro iba viendo entre quejas y gemidos de dolor cómo el semicírculo que creaba el pulso iba cirniéndose hacia su derecha sin poder hacer nada por evitarlo.
- No, no, no, no... - alcanzaba a decir Pedro con la mirada perdida.
Y por fin, la mano de Pedro tocó la mesa. Había perdido. Se levantó dando un manotazo con las dos manos encima de la mesa diciendo:
- ¡No puedes hacerme esto so cabrón! ¡Has hecho trampa, no es justo!
- Señor, ¿está rechazando sus reponsabilidades legales? - dijo el seguridad que se encontraba detrás.
- ¡A la mierda! ¡Jódete Jaime! ¡ Tú hoy me follas, pero yo me quedaré a gusto diciéndote todo lo qu...!
Y el segurata lo cogió de los brazos, le juntó las manos detrás de la espalda agarradas con una sola de sus manos y apoyó su cabeza contra la mesa con la otra mano:
- Señor, podría hacer el favor de dejar de zarandearse y permitir que su amigo lo penetre, es la ley, ahora usted es suyo.
- ¡Cabrones, soltadme! - se resistía violentamente Pedro.
El gentío estaba atento a lo que se iba a producir. Algunos se agarraban el paquete y se pajeaban del morbo de la situación. Mientras el seguridad lo tenía agarrado por el lado de la mesa, yo me puse detrás de mi amigo y restregué mi paquete empalmado por su redondo culo, le desabroché el botón, le bajé la cremallera y le bajé los pantalones hasta los tobillos. Mi corazón dio un vuelco... y podría decirse que mi rabo otro, ¡de la emoción al ver que el cabronazo hetero de mi amigo llevaba todavía los suspensorios con los que había entrenado esa tarde! ¡Joder! Mi fantasía no sólo se había hecho realidad, sino que además me iba a follar a mi amigo con suspensorios, con el culo bien levantadito, el paquetazo bien puesto en la huevera pese a que estuviese bien abultado debido al gran tamaño de éste. El culazo depilado de mi amigo me puso cachondísimo. Saqué mi rabo de su prisión, cogí las nalgas de mi amigo, las abrí y empecé a restregar mi gran falo erecto por la raja de Pedro. Subía y bajaba para pajear mi rabazo mientras me quitaba la parte superior y dejaba a relucir mis pectorales bien marcados y mis abdominales. Mis pantalones estabana a la altura de mi culo, de modo que los espectadores que estaban detrás de mí podían apreciar mi espalda bien ancha y robusta y mi culazo redondo y prieto que más de uno hubiese querido follarse.
- Cabrón, ¡si vas a hacerlo hazlo ya! - exigía Pedro.
- Aquí mando yo, no lo olvides, eres mío y voy a hacerte disfrutar.
Entonces me agaché hasta el orificio que tanto anhelaba, di una manotazo a las dos nalgas, las abrí y empecé a lamer el ano de Pedro regocijándome en mi victoria y saboreando el sabroso culazo hetero de mi amigo. Le abría aquellas dos nalgas fabulosas con aquellos suspensorios que ponían a la muchedumbre cachonda perdida. Agarraba ese culazo con fuerza y metía la lengua en aquel agujero que creía inaccesible y me lo comía bien comido dándole lametones y penetrándolo con mi lengua. Empecé a frotar con mi dedo corazón el ano de mi amigo y viendo cómo se deslizaba con facilidad hacia el interior fui metiéndolo y sacándolo poco a poco.
- ¡Para, por favor, eso no! ¡Ahhh! - se quejaba Pedro.
Poco a poco aquel culazo se fue acostumbrando a mi dedo y aunque Pedro no quisiese reconocerlo el roce que le provocaba le producía un cierto gusto. Así que para amplificar el placer le saqué el rabazo de los suspensorios donde la huevera ya no podía contener aquella enorme polla, se la agarré siendo igual de grande que la del camionero, se la doblé hacia atrás y empecé a chupar pollón mientras le follaba el culo con mi dedo. Me cabía toda, pero no era de extrañar que cupiese sabiendo lo mucho que me gustaba comer polla. Le mamaba su precioso rabo que tanto me gustaba ver en las duchas de la facultad y chupaba y lamía el capullo de mi amigo.
- ¡Ohhh! ¡Ohhh! ¡Ohhh! ¿Qué hacéis Jaime? Para, por fav... ¡Ohhh! - aquella sensación era de gusto, de placer.
Las piernas le temblaban a Pedro y yo me metía su rabo hasta la garganta. Su culo recibía ahora dos de mis dedos, pero ya lo había acostumbrado tanto que Pedro ni lo notó. La expectación se magreaba los cipotes, se tocaba los pezones, se sobaba... era curioso cómo dentro del bar se respetaban las leyes que eran sagradas. Podían perfectamente venir dos maromos y violar a Pedro inmovilizado, pero sabían que era mi presa porque era yo quien lo había derrotado.
Me levanté con el fantástico sabor a semen que empezaba a liberar el cipotazo de Pedro y mientras el seguridad continuaba reteniéndolo para mí, me fui delande de mi amigo, le levanté la barbilla y mirándome sabiendo que era todo mío le metí mi rabazo en la boca y le dije:
- Come polla. Cómele la polla a tu dueño. Quiero verte la cara cabronazo, ver lo bueno que estás, ver cómo el cabronazo buenorro que tan dura me ha puesto la polla siempre, ahora come rabo y me obedece.
Ver lo guapo que era mi amigo, con aquellos ojazos verdes, tan atractivo y comiéndome poco a poco la polla me ponía a cien. No le reventaba la boca a pollazos, sino que le daba polla poco a poco para observar cómo gracias al descubrimiento fortuito de aquel bar aquel entrenador de rugby con un culazo impresionante me comía el nabo. Él me chupaba la polla obedeciendo y mirándome a los ojos. si intentaba metérsela muy hondo notaba que se ahogaba, pero no era mi intención. Alternaba mi vista entre sus ojos y su culazo respingón con aquellos suspensorios que se lo resaltaban todavía más. Pedro miraba como el macho de su amigo le daba rabo y se lo metía cada vez más:
- Si yo fuera tú - dije yo - chuparía polla con más ímpetu y sobre todo la llenaría de babas para volverla resbaladiza... te interesa que tu culo virgen trague polla.
Pedro se puso al instante a chupar rabo como nunca había chupado, parecía como que psicológicamente ya tenía asumido que su culazo iba a tragar polla, movía su cabeza adelante y hacia atrás mientras me miraba a los ojos. Con la lengua lamía mi capullo y eso me producía un gusto increíble:
- ¡Ohhh...! Eso es cabrón... - le decía mientras lo miraba a los ojos - tu amigo va a follarse tu culo, prepárate a gemir.
Diciendo esto saqué mi polla de su boca, me puse detrás de Pedro, di un manotazo al pedazo de culo respingón de mi amigo que lo hizo liberar un gemido y agarrando bien aquellas nalgas con mis manos apunté con la punta de mi cipote durísimo al ano de mi amigo. Su culo estaba dilatado y mi rabo resbaladizo. La espectación se empezó a emocionar:
- ¡Fóllatelo!¡Dale rabo!¡Hasta el fondo! - y demás frases que me ponían burro y con las que la gente se cascaba las pollas.
Era increíble, veía tíos que habían perdido la vergüenza y sacaban sin pudor sus trancas y se las pajeaban delante del personal. Pajas y pajas de tíos cachondísimos expectantes de mi actuación. Metí pues, poco a poco, mi cipote en el ano de Pedro. Su culazo iba engullendo mi capullo. Esta fue la parte más difícil, porque Pedro liberó un ligero gemido:
- !Mmm...! Duele... - Pedro me miró girando la cabeza - he perdido así que, ¡dame rabo y haz lo que siempre has querido!
Ante mi asombro, el culazo de Pedro se echó hacia atrás engullendo mi pollón:
- ¡Ahhh...! - gemía Pedro de dolor - ¡Ah!¡Ah!¡Ah!¡Ah!
Pedro movía su culazo hacia delante y hacia atrás, su culazo engullía mi pollón. Eso no significa que no le hiciese daño, se lo estaba haciendo sin lugar a dudas. Pero era como si Pedro quisiese hacerlo por propia voluntad. Yo lo había vencido y él era mi esclavo, sin embargo parecía como si su culazo se estuviese follando a mi polla y no al revés.
- ¡¿Qué haces Pedro?! Me está... ¡ah!¡ah! cabrón - gemía yo de placer - ¡oh! ¡me estás dando placer! ¡Tu culazo se está follando a mi polla! - no podía evitar alzar la cabeza de placer y mirar a mi amigo como si yo fuese su siervo y mi pollón sirviese para darle placer.
Las nalgas de Pedro rebotaban contra mi pelvis y subían realzando ese culazo con el que más de uno no pudo evitar correrse del pajón que se estaba haciendo. Pedro movía su culazo más y más deprisa para que me lo follara. Me dio la impresión de que se sentía culpable en el fondo tras haberme tenido enamorado tanto tiempo y se sentía en deuda conmigo. Era como que era su obligación darme el placer que no me había dado debido a que nunca se lo dije y aun siendo así no me hubiera correspondido. Pedro era así de generoso, sin embargo no era momento para sentir remordimientos y detenerme aunque viera cómo le dolía mi pollón en su culo... o su culazo en mi pollón, según cómo se mire. Me puso cachondísimo ver aquella panorámica: un macho hetero entrenador de rugby sujeto con las manos en la espalda sumiso y esclavizado, con el culazo en pompa llevando unos suspensorios que a base de pollazos hacían subir sus nalgas y con estos empellones el pollón de aquel hetero dando golpes en la parte inferior de la mesa de las subidas y bajadas del miembro viril. Que con su cabeza girada hacia mi me miraba con aquellos ojazos verdes, aquel rostro hermoso, apretando los dientes del dolor que le producía mi pollón y que aguantaba con sumisión. Todo aquel conjunto de cosas y aquella vista del espaldón mazado, dieron lugar la palabra mágica que estaba esperando:
- ¡FÓLLAME!
- ¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! - gimió Pedro cuando empecé a taladrarle sin compasión su culazo.
Ya no era Pedro el que llevaba la iniciativa, era yo el que le reventaba el culo. Lo agarra de las caderas y le hincaba mi pollón hasta el fondo sin ningún remordimiento.
- ¡Ah, ah, ah, ah, ah!¡Oh, oh, oh, oh! - gemía Pedro mirándome.
- Seguridad, suéltelo - le pedi al hombretón.
- Señor, mi deber es velar por que su amigo reciba su merecido y...
- Hágalo - le ordené.
Sin rechistar, el seguridad liberó a Pedro, lo que le volvió a dar la libertad de movimiento. Pero Pedro seguía mirándome con los dientes apretados y todavía con la camiseta negra que le venía petadísima y le marcaba sus fantásticos pectorales. Dándole por el culo a mi amigo, lo agarré del hombro izquierdo con mi mano izquierda, puse mi mano derecha en sus abdominales y empecé a subirle la camiseta mostrando a todos los espectadores lo buenorro que estaba el cabrón que me estaba follando. Se la subí hasta mostrar sus abdominale y sus pectorales y le hice pasar la cabeza por el cuello de la camisa haciendo que ésta le cubri sólo los hombros y la mitad superior de la espalda. Gran parte del gentío estaba matándose a pajas viendo aquel macho ser taladrado por mi rabo mientras lo agarraba del hombro y con la otra mano empezaba a pellizcarle el pezón derecho. Por algún extraño motivo, Pedro no dejaba de mirarme a los ojos, pero ya no apretaba los dientes de dolor, ahora me miraba con la boca medio abierta, me cogió la mano con la que le pellizca el pezón, la deslizó lentamente hacia abajo sin dejar de mirarme, me hizo agarrarle su magnífico pollón que yo tanto había deseado como si yo fuera su amo y pidiera hacer de y asintiendo con la cabeza me dijo:
- ¡Cabrón, oh, oh, oh - decía mientras me miraba con la boca abierta y frunciendo el ceño de placer - tu ganas cabronazo, no sé que me has hecho pero tu polla en mi culo me da placer! ¡Joder, tu pollón ya no me duele ah, ah, ah...¡ - me miraba con cara de cerdo salido - ¡dame por culo mamonazo, me encanta!¡Tú ganas!¡Me encanta que me folles! ¡Ah, ah, ah... debo ser maricón porque me está encantando ah, ah, ah... - gemía Pedro - pero me da igual, reviéntame el culo Jaime!¡Jaime!¡Jaime!¡Jaime!
¡Qué hijo de puta! Me daba la impresión de que mi rabo se ponía más duro cada vez que aquel macho gemía mi nombre. Me puso tan cachondo que saqué mi rabo del culo de mi amigo, le di la vuelta mirándomeo agarré de la cintura y lo empujé ligeramente apoyando mi mano en su pecho para que supiese que quería que apoyara su espaldón en la mesa, que abriera bien las patitas y que postrase todo su culazo para mí. Con la punta de mi polla nuevamente en la entrada de su culo lo agarré de las caderas y se la ensarté de un solo golpe:
-¡Ahhhhhhhhhh! ¡Fóllame Jaime! ¡Cabrón soy tuyo!¡Tuyo, tuyo, tuyo...!
- Te gusta mi rabo, ¿verdad Pedro?¿Te gusta mamón?¿Te gusta sentir cómo tu culo es taladrado por mi cipote, eh?
- ¡Sííííí!
Me llené la mano de saliba, agarré su gran falo y empecé a pajearlo mirándolo a los ojos mientras mi mano resbaladiza frotaba su glande y le hacía sentir un placer estremecedor.
- ¡Joder, tío! - gemía el cabrón de mi amigo - ¡Cómo me mola que me rompas el culo y me paj... ohhhh... y me pajees!
- ¿Te mola maricón?¿Te mola? Me pone dura la polla que me digas lo mucho que te gusta que te folle - le decía yo metiéndole hasta el fondo mi polla y sacándosela completamente.
- !Ohhh...!¡Sííí!¡Mmm...!¡Sigue!¡Pajeam... pajéame más!¡Dame por el culo cabronazo, soy tuyo!
- ¿Eres mío maricón? - le decía yo notándo como el rabazo hasta ahora hetero de mi amigo estaba a punto de estallar.
Y agarrando con fuerza aquel falo y del roce con el glande más la fricción de mi rabazo contra las paredes de su culazo Pedro me dijo finalmente:
- ¡Qué me corro cabrón!¡Vas a conseguir que me corra!¡Fóllame que me corro!¡Fóllam... fóll... fóllame!¡Ahhhhhhhhhhh! - el macizorro de Pedro mirándome con la boca y los ojos abiertos empezó a soltar trallazos de lefa en su pecho macizo y duro que yo golpeaba con palmadas y apretaba su pezón.
- Córrete guapo, córrete... cabronazo que bueno que estás y que dura me pones la polla. La tengo durísima dentro de tu culo y me voy a correr en él ¡Me voy a corr... me voy a correr en tu magnif... tu magnífico culaz... culazooooo!¡Ohhhhhhhhhhhhhhhhhh! - Todo el semen que poseía mi rabo fue a parar dentro del culo virgen de mi amigo y lo impregnaba todo con mi ser. Era el mejor orgasmo que había tenido hasta entonces - ¡Oh!¡Oh!¡Oh! - no podía parar de gemir de placer con la boca abierta y mirando cómo el cabrón de mi amigo todavía tenía espasmos postcorrida.
- ¡Cabrón, qué bueno estás! - dijo Pedro agarrándome las manos y poniéndomelas encima de sus pectorales chorreados de esperma y haciendo que los apretara - cómeme la boca, soy tuyo.
Obedecí a Predro y le metí mi lengua en la boca besando a aquel cabrón que tan cachondo me ponía ¡Había conseguido ponerle el rabo duro y hacer que se corriera a base de pollazos rompiéndole el culo, y lo mejor de todo era que le había encantado!
- ¿Sabes que te ha gustado, verdad? - dije yo con mis labios pegados a los suyos.
- ¡No sabemos cuánto, mamoncete!¡Me ha encantado! Me has hecho sentir una sensación que no había sentido nunca. Y créeme cuando te digo que no me he cortado un pelo a la hora de gemir... como tú me has ordenado. Creo que vamos a tener que repetir en este bar, ¿no crees?
- Sabes de sobra que si repetimos me terminarás taladrando el culo, ¿no? - dije yo deseoso de que o ocurriera.
- Ya lo sé... es lo que deseo - me decía Pedro abrazándome y pasando las manos por detrás de mi cuello - y esto quedará entre nosotros, ¡te follaré tantas veces como me salga del rabo! No sé ni por qué no te he follado antes...
- Bueno... entre nosotros... y todos los maromos que se han pajeado mirándo cómo me follaba a un tío buenorro y guapísimo - dije sonriendo pícaramente.
Pedro sonrió con aquella sonrisa que tanto me encandilaba negando con la cabeza y diciendo para terminar:
- Espero que se hayan corrido a gusto viendo como un macho como tú hacía gemir a un tío como yo... - Bésame machote - le dije yo.
Y nos fundimos en uno.
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