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Llegaba el momento de una importante reunión con mis principales clientes, era una posibilidad de enderezar mi vida económica, tenía nuevos proyectos y si lograba engancharlos todo iría viento en popa.
Llamé a Silvia, la puse al tanto de todo y le encargué en especial el aspecto visual, la oficina debía lucir como un palacio, todo en orden, todo pulcro, un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar, y en este paquete de perfección entraba ella, le sugerí que se arreglara bien, la imagen de una secretaria puede ser la llave para abrir las puertas del éxito, o par acerrarlas definitivamente.
Para la reunión me afeité al ras, me puse punta en blanco y elegí un traje color habano, uno de mis favoritos, me bañé en loción importada y podía reflejar mi rostro en el lustre de los zapatos, llegué temprano, abrí la oficina y lucía espectacular, Silvia nunca fallaba, se había quedado después de hora ultimando detalles.
Ella llegó minutos más tarde, tremenda sorpresa, había tomado muy a pecho lo de estar presentable, su cabello corto lucía un sexi engominado no habitual en ella, maquillada, ojos pintados y labios carmesí, con unos largos pendientes en cuero que hacían juego con la gargantilla que yo le había colocado, parecía otra mujer, preparada para una gala.
Pero eso no era nada comparado con su falda, había cortado la pollera del uniforme que originalmente casi llegaba a sus rodillas, haciéndola una mini que tapaba lo justo y necesario, ya dije que Silvia tenía anchas caderas, y la imagen se hacía irresistible de mirar, sus gruesos y macizos muslos desnudos hasta parecían grotescos.
Ella no dijo nada, nunca decía nada, solo un tibio ‘buenos días señor Heller’ y se dirigió a su escritorio a repasar todo por última vez, me quedé como hipnotizado con mis ojos clavados en ese enorme culo, terrible y obsceno culo se cargaba, y mientras observaba llegaron a mi mente los reglazos y los dildos, lo que dio lugar a una incipiente erección contenida entre mis piernas, que solo fue interrumpida por el sonido del portero eléctrico, los clientes habían llegado.
Silvia los hizo pasar, los saludó uno a uno y les dijo que yo lo estaba esperando, pude notar como ellos la miraron de arriba abajo, como yo lo había hecho, me reí para mis adentros, y me concentré en la carpeta roja que estaba sobre el escritorio, donde estaba todo el material que debía presentar, material que por supuesto mi secretaria había preparado como acostumbraba a hacerlo.
Saludé cortésmente uno a uno y los invité a sentarse, cerré la puerta del despacho y Silvia quedó al otro lado, puede ver a través de los vidrios que se había dirigido a la cocinita a preparar unos ricos cafés.
Nos sentamos y nos hicimos chistes típicos para romper el hielo, para descontracturarnos, incluso insinuando que yo, un tipo divorciado, de cierto dinero, me ‘tiraba’ a mi secretaria, cosa que negué rotundamente, minutos más tarde ella irrumpió delicadamente trayendo entre sus manos una bandeja de plata, tetera y pocillos, se hizo un silencio en el lugar, solo se escuchaba le líquido llenando la porcelana, el aire se cortaba con un hilo y en ese momento mi secretaria parecía un tierno corderito rodeado por unos lobos hambrientos, ellos la comían con la mirada, hasta el límite ya de lo inescrupuloso.
Ella era dueña de la situación, antes de retirarse y cerrar la puerta, tomó nuestros sacos y los acomodó en el perchero.
En una reunión de amigos en un bar hubiéramos hablado del culo de mi secretaria, pero acá no era el lugar, no era el momento.
Fuimos al punto, los negocios, tomé la carpeta, primera página, busqué mis lentes de aumento y primer problema, había extraviado mis lentes, busqué en varios lados y nada, llamé a Silvia por el intercomunicador, nada, ni idea, y así no podía leer…
Jorge, que estaba a mi derecha y que es mucho más joven que yo sin dejar el sarcasmo de lado se me ofreció gentilmente a leer en mi lugar
Así fue como leyó la primera hoja de mi propuesta, la segunda, todo parecía ir de maravillas, pero de repente el dejó de leer en voz alta y empezó a reírse, los demás miramos sin entender nada hasta que dijo en voz alta
Ah! mierda… esto sique está muy bueno ‘señor Heller’
Nos pidió prestar atención y se dispuso a leer en voz alta
Señor Heller, espero que le guste como me queda la falda y mi culo le ayude a conquistar a esos tontos empresarios, quiero que sepa que como me pidió he tomado algunas iniciativas.
Anoche pensé como sorprenderlo, y me depilé por completo, no pude resistirlo, me metí el dildo en el culito y me masturbé mucho.
Si todo sale como lo planifiqué cuando usted esté leyendo esta nota yo estaré sin ropa interior, espero que esto no lo distraiga y lo perturbe en su objetivo de hoy… mi plan es colgar los sacos en el perchero y dejarle mi tanga empapada en jugos en unos de sus bolsillos.
Si todo sale bien, ponga un pretexto ante sus clientes y revise los bolsillos de su saco…
Espero haberme ganado un rico castico, Silvia, su esclava
Jorge no podía contener la risa al borde de la carcajada, y los demás clientes se acoplaron a la situación, me sentí explotar en ese momento, las cosas no podían estar peor.
Era indudable que todo se había arruinado, mi reputación se fue al infierno y tuve que tragarme las jocosas bromas de mis clientes, no pude decir palabra, solo me sentí morir en vergüenza, insinuaron sobre mi situación con mi secretaria, sobre lo tonto del juego de amo y esclava, sobre lo poco serio que se había transformado mi persona en un abrir y cerrar de ojos, incluso me apuraron para que revisara los bolsillos de mi saco, a ver qué tal la ropa interior de Silvia…
Fue imposible retomar la reunión, uno a uno, se levantaron y se fueron despidiendo, entre burlas y humillaciones, me quedé solo…
Me senté abatido, mi secretaria afuera del despacho sabía que todo había salido mal pero no imaginaba el motivo.
Tomé la carpeta, pasé las páginas y llegué a su nota, un manuscrito con tinta negra, lo releí una y otra vez meditando que hacer, que debía hacer?
Medité, la regla de madera estaba sobre el escritorio, la acaricié un y otra vez, como un acto reflejo, inconsciente, porque en mi cabeza daba vueltas una y otra vez la situación, porque ella sin saberlo acababa de arruinar mi vida, pero era cierto que los dos jugábamos, y también que era yo quien había olvidado los lentes…
Me paré y fui hasta el perchero donde ya solo colgaba mi saco, metí mi mano en un bolsillo, luego en otro, y ahí encontré su obsequio, lo saqué y lo observé, su ropa interior, una bombacha rosa de medianas dimensiones, que seguramente luciría pequeña en su cuerpo, en algodón, con una leyenda por el frente que decía ‘kiss me’, con unos corazones dibujados, volví a mi asiento…
La olí, una y otra vez mientras pensaba que hacer, la dejé sobre el escritorio y la llamé por el intercomunicador, Silvia vino casi sin respirar y se paró al frente como de costumbre.
La miré sin decir palabra, y denoté confusión en ella, miraba su ropa interior sobre el escritorio y eso se suponía bueno, pero también sabía que mis clientes se fueron antes de lo previsto y que todo había salido mal.
Empecé a narrarle pausadamente todo lo sucedido, con el mismo detalle con el que se los he contado a ustedes, ella no decía palabra, solo escuchaba, solo se refregaba los nudillos transpirados, en esa forma tan nerviosa y tan propia, así que tomé aire y traté de jugar mis mejores cartas, le dije
Silvia, comprenderás que esto es un desastre, me hundiste en el fango… pero acepto que la idea fue brillante y que no tienes la culpa que yo olvidara mis lentes de aumento, ni siquiera estabas al tanto que le dejé leer la carpeta a uno de mis clientes…
Ella asintió tímidamente con su cabeza, por lo que proseguí
En fin, a pesar de todo fuiste la que iniciaste este juego, y yo perdí, y si yo pierdo vos perdes… entiendes?
Si señor Heller…
Y mereces un castigo que no olvides fácilmente… entiendes?
Si señor Heller…
Pero por qué diablos era así… ‘si señor Heller’ ‘si señor Heller’, si hasta parecía estúpida… acaso no sabía decir otra cosa?
Tomé la nota que ella mismo había escrito, se la alcancé y le pedí que leyera en voz alta, Silvia acomodó sus lentes de aumento y empezó
Señor Heller, espero que le guste como me queda la falda y mi culo le ayude a conquistar a esos tontos empresarios, quiero que sepa que como me pidió he tomado algunas iniciativas.
Anoche pensé como sorprenderlo, y me depilé por completo, no pud…
Alto!
Levanté mi voz para interrumpirla y retomar la iniciativa, entonces dije
Así que estas toda depilada para mi… y si no has mentido y por tu bien espero que no lo hayas hecho, estás sin ropa interior, así que te levantas esa minifalda de puta que te trajiste hoy hasta la cintura, quiero ver…
Silvia solo me hizo caso una vez más, a medio metro de donde estaba sentado tenía ante mis ojos la concha de mi secretaria, toda depilada, en una situación tan perversa como excitante, se veía apetecible, excitante, y mientras fijaba la mirada en su sexo desnudo apretaba entre mis puños su exquisita bombacha.
Me levanté, tomé nuevamente la regla jugando para que ella viera, sabía cómo seguiríamos, fui a su lado, pero esta vez la tomé por el brazo y la llevé a la parte externa de mi despacho, cerca de su escritorio, cerca de un espejo de pared que decoraba el ambiente.
Como de costumbre, la hice inclinar hacia adelante, dejando su amplio y exagerado trasero hacia mi lado, pero esta vez me aseguré de poder ver su rostro reflejado en el espejo, le pregunté
Sabes contar hasta diez? cierto?, bueno… quiere sentirte contar en voz alta
Apoyé mi mano izquierda en su espalda, casi a la altura donde empezaba la raya de su trasero, y con la derecha, empuñando la regla le asesté un golpe terrible, con toda mi fuerza, con toda mi furia, como nunca lo había hecho, ella reaccionó con un incontrolado corcoveo, y no pudo evitar un agudo ‘aaaa’, por el castigo infligido…
Miré al espejo, estaba con los ojos cerrados, y los labios temblando, apenas audible dejó escapar
…. uno…
No te escuché… como dijiste?
…. UNO!...
Por alguna extraña razón me sentí excitado como nunca, mi verga estaba dura bajo el pantalón, era una mezcla de sensaciones, su completa sumisión, sentir el poder del castigo en mi mano, la gruesa raya roja al borde del sangrado que se había hinchado en su blanca piel, la idea que aún me quedaban nueve disparos por ejecutar, tantas cosas que se mezclaban en ese momento en mi cabeza…
Le di el segundo golpe y volvió a corcovear, incluso perdió la postura sobre sus tacos, haciendo que uno de sus pies se ladeara peligrosamente, ella apretó los puños con vehemencia y dijo ya en tono fuerte
…. DOS!...
Al tercer golpe de castigo empecé a mirar su rostro reflejado en el espejo, verlo fue espectacular, ella disfrutaba tanto como yo con ese castigo, las lágrimas corrían por sus mejillas, pero una sonrisa se pintaba en sus labios, era como después del dolor venía el placer.
Cuando al final dijo DIEZ supe que todo había terminado, ella permaneció inmóvil esperando mis órdenes, pero yo solo fui al baño por una toalla, la mojé bajo la canilla y se la acomodé dulcemente en sus nalgas, las marcas enrojecidas estaban demasiado inflamadas, incluso algunos delgados hilos de sangre habían corrido por su piel.
Silvia se contrajo como reacción al dolor, estuvimos unos minutos más en silencio, sin decir palabra, refrescándola, mientras su rostro no dejaba de regalarme esa sensación de placer por el castigo, sequé con mis dedos sus mejillas embebidas en lágrimas y luego probé su sabor salino…
Solo volví a mi despacho, sin palabras, y me senté en mi silla solo para observarla a través del ventanal que nos separaba, ella solo acomodó como pudo su corta falda y trató de sentarse de la mejor manera posible, es que evidentemente a ella le dolía cada milímetro de su trasero, sin embargo, lo hizo, prendió su pc, y se puso a trabajar…
Estaba en mi clímax, solo mirándola, desabroché mi cinturón, abrí la bragueta y saque mi pija dura que se encontraba presa bajo el bóxer, agarré con una mano su bombacha que había quedado sobre mi escritorio, y empecé a olerla, a refregarla en mi rostro, a probar su sabor, y al mismo tiempo empecé a masturbarme con fuerza, no iba a demorar demasiado, solo cuando estaba por llegar envolví mi glande con su ropa interior, y me sentí acabar como nunca, incluso esa prenda no fue suficiente y la sentí desbordar, manchando mi propio cuerpo…
Como pude me limpié, incluso mis dedos quedaron pegajosos, me acomodé y recobré la compostura, entonces la llamé por el intercomunicador.
Vino tan pronto como le fue posible, adivinando en sus torpes movimientos el dolor de sus nalgas, llegó y como de costumbre, parada a mi frente solo esperó mi pedido, así que le dije indicando con la vista por sobre el escritorio
Silvia, tu ropa interior… no quiero que te la olvides…
Ella la tomó entre sus dedos, estaba llena de semen, y seguro lo sintió, pero no dijo nada, nunca diría nada, solo la apretó bienes su puño, dio media vuelta y se retiró…
CONTINUARA
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