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03.1 Visitando Oxford

¡Ayyy! La llegada a Oxford no presagia nada bueno y me refiero al tiempo atmosférico solamente.

Debo coger un taxi, no se por donde me muevo. David ha sido el encargado de hacer las reservas y no tengo ni idea del hotel elegido, ni de como es, ni del lugar donde se encuentra.

Prácticamente no hace viento pero las nubes se mueven rápidas y oscurecen el cielo. La carrera no es muy larga y en menos de veinte minutos arrastro sobre sus ruedas mi maleta de fin de semana hasta el recibidor del hotel.

Esperaba encontrarme a Nicolás en la entrada y no está, me había comunicado su llegada y llevaba bastante tiempo en la ciudad, me ha confirmado su presencia en el hotel, me alarmo aunque sé que no hay motivo objetivo para hacerlo.

Cuando penetro en el hotel, veo la imagen, para mi inimaginable en otra persona, de David, Sus casi dos metros de estatura, su exagerada delgadez, su andar inclinado con vivaces movimientos, se me van los ojos tras de él.

Menos mal, sentados en dos butacas están Nicolás y Juan, el amigo de David, el que comparte la casa desde hace dos años con él, el amigo inseparable, el que le buscó el alojamiento la primera vez.

El primero en percatarse de mi llegada es David, o al menos, es el primero que corre a mi encuentro y luego Juan y el último Nicolás, les permite que me abracen, que David, en su abrazo, me de dos vueltas en el aire y luego me acerco a Nico. No sé qué hacer. Sí que lo sé, me lanzo en su brazos, dejo que me aprisione, que me apriete, y como loco busco su boca para tocar con ligereza sus labios con los míos, para sentir su temblor, porque tiembla cuando besa mi cabello aunque oprime con fuerza mi cintura y recuesta su barbilla en mi hombro hasta que el momento se serena.

Ya no tengo que ocuparme de nada, es David el que acarrea mi maleta, yo porto la bolsa de mi herramienta de trabajo, el ordenador, Nico me lleva enlazado de la cintura y el bueno de Juan habla sin parar recordando a David lo que debe hacer o decir en recepción y éste no le hace caso alguno.

Al final hemos llegado según estaba previsto, los cuatro, falta nuestra amiguita francesa que va camino de Paris. En un abrir y cerrar de ojos David lo ha organizado todo,  no ha sido muy complejo, las habitaciones ya estaban ocupadas por ellos, ha sido el dar cuenta del cuarto ocupante que faltaba.

David habla y habla, y miro a Nico, quiero estar un ratito, un momento a solas con él, Juan le toca con el codo repetidamente y al final se da cuenta, se pone un poco rojo y se ríe.

-¡Qué tonto soy!  -dice, y nos reímos los cuatro.

Quedamos en que nos llamaremos dentro de un rato para ir a cenar y a lo que se tercie, el ascensor nos deja en la segunda planta, su habitación está en el camino hacia la izquierda, al contrario que la nuestra.

Ahora la maleta la porta Nicolás, David ha renunciado a llevarla hasta la puerta de nuestra habitación, está tan acostumbrado a llevarla siempre, no hay que tomárselo a mal, en Derby siempre la lleva él y la porta hasta su habitación, donde yo me quedo para dormir cuando voy a verles, o iba, ahora ya no, y a estar con ellos.

Traspasamos el dintel de la puerta y Nicolás abandona la maleta, me sujeta con fuerza por la cintura, me eleva hasta su altura para que nuestras miradas se pierdan, la una embebida por la otra.

-Joder Daniel, como te deseo, te deseo, te deseo.   -me va dejando el reguero de su aliento por el rostro, su calidez que me abrasa, sus brazos que me ahogan, que me cortan la respiración de lo que aprietan mi cintura.

Qué momento tan sublime, tan fuerte de expresiones cariñosas y a la vez tan dulce, no se ha afeitado, al menos lleva varios días sin que la afeitadora le visite y su barba raspa mi rostro, mis labios que al momento están rojos, cárdenos a punto de sangre.

Me va arrastrando hasta la cama, solamente hay una y, no calibro muy bien, si es por un traspiés o por su voluntad caemos en ella, me monta como a mí me gusta montarle, a horcajadas sentado en mi vientre. Sujeta mis manos por encima de mi cabeza, acerca su boca a la mía.

-Cinco días que te pierdo y acabo loco.  –su boca tapa la mía, la abro para que me explore y se vuelve ciego, loco de amor, ansioso de sentirme, de notarme. Digo lo que siente él porque es lo que yo siento.

Se pasa un rato besándome y yo le beso, acariciándome y yo le acaricio y noto su terrible dureza en mi vientre. Yo también tengo ganas de él pero no es el momento. 

¿Y por qué no? ¿Qué hay de malo en que nos amemos? Le miro, sabe lo que quiero, lo que deseo, y es que coincidimos, se eleva para sentarse sobe mi vientre y me pesa, se quita la camisa por encima de su cabeza y afloja su cinturón, en dos minutos estamos desnudos, como vinimos al mundo, deleitándonos de lo que vemos y nos revolcamos abrazados, jubilosos de sentir nuestras cálidas pieles pegadas la una a la otra y jugamos hasta enfrentar nuestros sexos, con nuestras bocas.

Me sabe delicioso y nunca me canso de él, mamo de su verga glotón,  la tiene para reventar y cuando consigo meter su glande en mi boca esta de color morado, deslizo mi lengua por él y chupo el precum que no deja de brotar.

Sus testículos están calientes y el escroto un poco caído, lo lamo con dedicación y le escucho gemir espero que sea de placer y no porque le haya causado dolor, voy pasando de uno al otro lamiendo y chupando hasta que vuelvo a su polla que reclama mi presencia y está chorreando pre semen, parece una fuente por la cantidad que expulsa sin parar, gota a gota.

Suspiro cuando noto como acaricia mi ano y chupa mis bolas, me vuelve loco cuando mueve sus dedos haciendo círculos en la entrada de mi culo, muevo mi cadera y la meto más profundo en su boca, empuja de mi pelvis para sacarla ha sido un acto reflejo al meter su dedo en mi ano.

Mojo mis dedos para acariciarle y noto como sus pliegues se mueven deseosos de atraparme, abro más sus piernas y acaricio su perineo volviendo a llevar mis dedos a su ano.

-Nico, Nico, ya es bastante métela ya.  –le doy un último beso en el glande y chupo de él furioso para quitarle el liquido que no deja de salir.

Me coloca de espaldas y se tumba encima de mí, abro mis piernas para acogerle entre ellas, me mira sonriente y luego baja su cabeza para comerse mi cara a besos.

-Ha merecido la pena esperar estos cinco días sin tenerte, ahora te cogeré con más ganas.  –le callo cerrando su boca con mis labios, sintiendo el escalofrío que sus palabras me producen, le acaricio el cabello y río frotando mis piernas en sus costados, sus vellos me hacen cosquillas en la parte interna de mis muslos y me da un gusto tremendo sentir así su cuerpo desnudo.

-¿Cómo quieres que te la meta?  -me lo pregunta con una mirada pícara que me altera y rodeo su cintura con mis piernas, es delicioso no me canso de sentirle, ahora muerde mis orejas y las chupa causándome cosquillas.

-Como tú quieras, pero por favor métela ya, necesito tenerla dentro. –se coloca de rodillas y sujeta mis caderas, las eleva y me da vuelta, quedo de rodillas en la cama como si fuera un perrito y muevo mi culo para abrirme separando las piernas.

Sujeta mi culo con sus manos y lo abre, acerca su rostro y recoge mi olor, le escucho aspirar de mí.

-¡Woow!, que culito más sabroso, te lo voy a comer.  –deja de hablar y entierra su cara en el, al contacto con sus labios grito de placer y muevo mi culo encogiéndolo, le escucho reír y pasa su lengua por él, esta unos minutos lamiendo y dilatándolo hasta que introduce un dedo, me quejo aunque me gusta y juega con él ensanchando mi entrada, unos minutos más tarde juega con tres dedos dentro de mí, tengo que estar muy abierto, cuando los saca siento que mi ano tarda en cerrarse.

-Estás preparado, ya no te puedo hacer más.  –se echa saliva en la mano y la distribuye por su polla.

Estoy deseoso de tenerla dentro aunque me haga daño, bajo un poco mi culo para colocarlo a la altura de su verga y la apoya en mi entrada, me estremezco al notar su glande  apretando y emito un quejido de dolor cuando lo mete.

-¿Te hago daño?  -sujeta mi cintura con sus manos y deja de empujar.

-No importa, puedes seguir.  –muevo un poco mis caderas para que su glande se sitúe bien y empieza de nuevo a empujar, resisto sin protestar hasta que llega a la parte gruesa de su miembro.

-Para un momento.  –tomo aire y aspiro antes de pedirle que continúe.

Es lo que más cuesta meter, esa parte central que la tiene más gorda que el resto, empujamos los dos para ayudarle a meterla y después de un tremendo dolor pasa esa parte, el resto se desliza sin dificultad hasta tener sentir sus testículos que golpean mis nalgas, mi vientre se convulsiona para respirar.

Comienza a salir de mi hasta esa pare más gruesa, como unos ocho centímetros que saca y mete, al principio lentamente y luego acelera el ritmo, entra y sale.

-Está delicioso, Nico, dame, dame más.  –aumenta la velocidad y a veces saca la parte más gruesa y es un dolor-placer que enloquece.

Respiro con el pecho postrado en la sábana, el culo elevado, abierto y entregado a él. Suspiros de placer salen de mi boca aguados por la saliva que me corre por la barbilla y cae en la sábana dejando una mancha de humedad.

Sus dedos se hunden en mis caderas tirando y alejándome de él, sonidos roncos de macho en celo salen de su boca, sus manos están húmedas y se resbalan a veces teniendo que sujetar más fuerte.

Llevo una mano a mi polla que está tiesa, la masturbo y siento que me voy a correr.

-Nico, me voy a correr, quiero que sea a la vez.  –giro mi cabeza y elevo la mirada para mirarle, tiene los ojos cerrados y muerde fuerte su labio, el sudor corre y cae de su frente.

-Aguanta un poco, yo también me voy.  –no lo puedo soportar y he dejado de tocar mi verga pero siento como avanza la ola de placer que me arrastra a la locura.

Grito y cierro mi culo con fuerza atrapando su polla, se impulsa con fuerza y comienza a descargar su esperma, cada disparo que tira es un estremecimiento de su cuerpo y un apretón de sus manos en mis caderas, después de varios eyaculaciones las contracciones son más suaves, hasta la final que es un temblor de su cuerpo que me hace gritar a mi del place que siento.

Permanece de rodillas detrás de mí haciendo pequeños movimientos mientras se recupera, sus huevos me golpean produciendo un ruido curioso al chocar con mis nalgas por las que escurre el semen que sale de mi ano.

Acaricia mi cintura y caderas y se echa para atrás, para salir de mi interior, siento una pena terrible que me abandone tan pronto, querría tenerla dentro hasta que saliera al aflojarse por sí sola, me encanta sentirla como se hincha en mi boca o en mi mano y luego como se desinfla en mi recto y sale por mi ano deslizándose con tanta suavidad, como si fuera una culebra que se mueve por la tierra.

Caemos los dos sobre la cama mirándonos con ternura.

-A veces me da miedo, me parece que voy a romperte, tienes un cuerpo tan suave y tan delicado.  –pasa su mano por mi pecho acariciándolo hasta llegar a mi pezón.

-Soy más fuerte de lo que aparento y tengo músculos.  –tenso el pecho para demostrarle mi fuerza y mis abdominales se perfilan más.

Me vuelvo hacia él, le sonrío y acaricio su cara y su barba que me raspa.

-Tú no puedes hacerme daño nunca, todo tú eres también suave y tu polla es la gloria, me gustas, me encanta tu verga, y tus testículos tan gordos que no caben en mi mano, y el vello que te cubre y todo tu. Nunca pensé que pudiera tener algo semejante en mi interior y ahora la deseo siempre.

-Pequeño, vas a conseguir que me sonroje.  –me acero a él y beso sus rojos labios.

-Gracias Nico, gracias.  –mi mano acaricias su pecho y tiro de los pelos que rodean sus tetillas.

-¿Por qué? No hay motivo para darme las gracias.  –me miro en sus ojos.

-Gracias por insistir, por no cansarte, por perseguirme hasta tenerme y así poderte tener a ti yo también, ¿te parecen pocos motivos?  -voy acariciando sus labios con mis dedos, los besa y los quiere atrapar con su boca, los retiro para llevar mi mano a su vientre y pasarla notando sus abdominales tan marcados y fuertes.

-Mereces la pena Daniel, tú mereces mucho más.  –guardamos silencio, se está tan a gusto así que empezaría de nuevo a chupar su polla, pero intento levantarme para ir al baño.

-Tenemos que darnos una ducha rápida y llamar a David, estarán pensando en que estaremos haciendo para tardar tanto.

Nicolás, desnudo en la cama, suelta una carcajada.

- Daniel, ¿qué va a estar pensando David? Estará imaginando que está pasando más de lo que realmente ha sucedido, ven aquí tontito.  –me pongo intensamente colorado al pensar que David pueda estar imaginando lo que ha sucedido.

Me lleva hacía él, sus caricias me electrizan, sus besos me vuelven loco y encima me hace cosquillas en el ombligo, será, será… Me pongo a reír como un loco, retorciéndome para escapar de él, de sus manos que me persiguen hasta que caigo de la cama y aprovecho para correr hasta la puerta del baño.

Estoy sofocado cuando él llega para abrazarme otra vez.

-Que bien estoy contigo Daniel, haces que me lo pase genial.

Vuelve a abrazarme con pasión, masajea las colinas de mi culo llevándome hacía él y está poniéndose otra vez que… Hay que darse una ducha fría y salir corriendo de la habitación porque de lo contrario, nos quedaríamos allí las cuarenta y ocho horas.

Al fin quedamos llamándoles por teléfono, a la salida del hotel pero están en recepción hablando cuando bajamos. Vamos como dos pinceles, recién duchados, peinados, con nuestra colonia que es la misma, ahora cuando estoy con Nicolás me pongo la que usa él, me encanta.

Mientras hablan con un empleado del hotel, para preguntarle los lugares a los que podríamos ir, voy analizándoles un poco, cuando llegué no tenía ojos más que para Nicolás.

Nicolás lleva la barba larga, como de varios días, no la tiene muy poblada y se ha recortado el pelo, esa preciosa melena que a veces le cubre la parte alta de las orejas y a veces desaparecen cubiertas por su melena. De una u otra forma está guapísimo.

David, ya lo he reseñado, es altísimo, casi dos metros y parece un ser quebradizo, le conozco desde el curso de iniciación en la Universidad, antes de que empezáramos la carrera, él se decidió por ingeniería industrial, como Carlos y otros compañeros del colegio, a él le encantan los motores.

Hubiera deseado haber ingresado en Roll Royce, no pudo ser y se conforma, ¿o no?, con algo de menor rango. Juan tiene su misma carrera, es peruano, un chico muy guapo con facciones propias de su tierra pero muy atractivo.

Llaman la atención cuando andan juntos, uno con sus casi dos metros y el otro con sus 160 centímetros, pero se aprecian, se quieren y lo comparten todo, o casi todo.

No conozco mucho sobre la vida de Juan, algo más de la de David. A pesar de su delgadez, es fuerte, muy fuerte porque hace mucho deporte, su cuerpo es como el acero, de rostro alargado fino, no guapo, si interesante y atractivo y estaría mejor con unos kilos de más.

Simpatizamos ya en aquel cursillo de preparación para la universidad, daban créditos que a nadie le iban mal, A mi me eran indiferentes, fui por la curiosidad de saber qué era eso de la universidad. Con los créditos que me daban por los títulos de idiomas  sobrepasaba los que exigían en toda la carrera, y sin embargo, realicé una asignatura optativa, también por curiosidad y por acompañar a los que precisaban aprobarla.

Nos separamos, no coincidíamos en las clases que eran diferentes pero si en la cantina, y a la salida y estábamos muy bien juntos, cualquiera que nos hubiera observado en detalle, podría haber pensado mal, ¿o bien?

No, David no es gay, ni por asomo, él sabe que yo lo soy, antes de establecer una relación cercana, lo dejo siempre muy claro, para que después no haya interpretaciones equívocas. Lo aceptó, como acepta él las cosas, como con indiferencia, como diciendo, “¿y a mí que me importa?” La costumbre que adoptó de pasarme su brazo por el hombro y hasta por la cintura, la siguió utilizando cuando íbamos a la cantina a tomar algo, o a comer cuando había clases a la tarde y no podíamos ir a nuestras casas.

Es un chico de familia humilde, de simples trabajadores, se le nota en el vestir. En tercero de carrera, dejó cinco asignaturas, discutimos y nos enfadamos por ese motivo, no podía entenderlo, él es tirando a brillante y yo estaba dolido por lo que consideraba una estupidez. Me prometió que no iba a volver a pasar, estudió todo el verano y, ¡cómo debió estudiar! En septiembre aprobó las cinco y no volvió a fallar en los años siguientes. En quinto le animé para que se pusiera a estudiar inglés, el problema era el dinero, dichoso dinero que no permite que el que tiene capacidad estudie y al revés. Aprobó el firts y el advanced, en un año, increíble.

Ahora hacía eso mismo, no le importaba que estuviera Nicolás a nuestro lado, su delgado brazo de acero, agarraba con fuerza mi cintura para llevarme hacia él.

¿Podríamos decir que me trataba como a un hermano? ¡No! Más bien como a un amigo y eso que no hemos tenido mucho roce. Él tiene una hermana mayor que él,  le van a hacer tío en poco tiempo y está loco, demasiado, por su familia y por su novia también.

Nicolás no le conocía más que de lo que yo le he hablado y de fotografías, nunca habían estado juntos y ahora yo le miraba para ver sus reacciones, al ver que el que parecía mi pareja era David y no él.

Pues estaba más frío que un témpano, sin inmutarse y eso que sus ojos veían que la mano de David acariciaba de vez en cuando al moverla mi cintura. Le sonreí haciéndole una mueca con los ojos para que apreciara el recio abrazo, él me sonrió también, tranquilo, sin asomo de celos, tomé nota como ejemplo, igual algún día, cuando yo conociera a sus amigos, podría estar en la misma situación.

David era mi amigo y yo me sentía a gusto de que me quisiera, como yo le quería también, como amigo, sin más, aunque alguna vez pude haber fantaseado con él, cuando le veía desnudo y dormíamos juntos en mi residencia o en su casa de Derby.

A veces necesitaba que me hicieran mimos y me quisieran, sentirlos físicamente, pero sus abrazos y sus besos nunca me demostraron que quisiera ir más allá, y estaba el asunto de su novia de quien hablaba a veces sin parar.

No hubo nada, pero no fue porque yo no lo necesitara, pudo haberlo habido si aquel día no lo hubiera tomado a broma, llegó del baño a la habitación y llegaba secándose y desnudo con una erección tremenda, su polla es muy larga pero delgada, con el capullo en forma de hongo y más grueso que el tallo de la verga, me hizo gracia y comencé a reír señalándoselo, parecía un champiñón pero con el rabo muy largo, los pelos abundantes y largos de la base que imitaban el césped del prado como si naciera después de un día de lluvia, se acercó divertido, estábamos a centímetros de distancia y podía sentir el calor que despedía su miembro y toda su virilidad, estaba sentado en la cama, alargue mi mano y se la agarré, con suavidad pasé mis dedos por su tallo, él me miraba sin decir nada pero su polla vibraba y una gota de precum apareció expulsada por su uretra, se puso tremendamente colorado, se la sujeto con su  mano e hizo como se si se masturbara luego entre risas se alejó y hay terminó todo.

Ese incidente no cambió para nada nuestra  forma de comportándonos en nuestro trato, creo que pare él resultó como una broma de amigos o compañeros, a mi no me hubiera importado haberle masturbado, y tuve la tentación de llevarla a mis labios para besar aquel capullo tan bonito con la gota de agua brillante en su punta.

No me enteré mucho de lo que habían hablado con el empleado del hotel y acabamos en un restaurante italiano, me gusta la comida italiana y decidí, que como en Agosto no podríamos estar juntos y ese mes cumplía años, mi 26 aniversario, les iba a invitar a cenar ese día.

Cuando habían pedido la cena hice una seña al camarero y le pedí que nos sacara vino italiano, un rosado que tiene algo de gas y a mi padre le gusta un montón, “Lambrusco” se llama. La cena me iba a costar un montón pero no me importaba, gastar el dinero con los amigos de verdad, es la mejor inversión, -que mirado y egoísta soy-.

La cena transcurrió que ni en una película pueden ser más felices, solo bebí dos copas y me achispé, claro, no bebo casi nunca. En el restaurante una vez pagada religiosamente la cena y dejado una propina acorde con el importe, lo digo porque, por lo general, no me gusta dejar propinas, preguntaron por una disco donde pudiéramos estar.

A la salida de la cena hacía fresco, frío casi, yo soy friolero y ahora fue Nicolás, en lugar de David, el que pasó su brazo por mis hombros y calmar así el incipiente frío de la noche.

Recalamos en un pub, estaban a punto de cerrar pero nos acogieron, pidieron cerveza para beber, yo pedí una infusión, un poleo-menta.

Empezaron a contar, David y Juan, que se cambiaban de casa, habían localizado una mejor, más cara, pero que merecía la pena. Era mayor, más diáfana, cada habitación tenía su cuarto de baño y así, la francesita, cuando volviera en Septiembre, no estaría violenta al tener que compartir baño con dos machotes como sucedía hasta ahora.

Y paso el tiempo, y estábamos muy bien, charlando, diciendo tonterías a veces, y poniendo de vuelta y media a los políticos, españoles sobre todos, pero había que ir a dormir, si mañana queríamos ver algo de la maravillosa ciudad de Oxford, “la ciudad de las agujas de ensueño”, con la universidad más antigua de UK.

 

-Creo que es mejor que vayáis vosotros al hotel, nosotros vamos a dar otra vuelta, a ver lo que se ve de noche.  –David me guiñó un ojo mientras hablaba, Juan estuvo de acuerdo y paseamos hasta encontrar un taxi que nos llevó  al hotel.

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