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Los hombres a las mujeres con nuestro comportamiento nos llaman, putas o ninfómanas entre otros calificativos denigrantes. Las mujeres nos dicen que somos degeneradas, quita maridos entre otros calificativos que lo único que expresan es la frustración de no tener las agallas de hacer lo que nosotras hacemos y es vivir nuestra condición de mujeres libres, simplemente eso vivir a nuestro gusto.
Yo siempre defendí mi comportamiento diciendo: Ni puta, ni ninfómana peor degenerada, sino mujer y si algún marido se separó de su mujer no fue por mi sino porque generalmente estaban insatisfechos con la compañera que tenían y yo les di lo que sus esposas no lo hacían así de simple y sencillo. Total yo vivía mi vida participando con gente de mis mismos gustos sin molestar a nadie. Me encantaba el sexo a plenitud, hasta cuando mi vida tomó otro giro por otro aspecto que me rodeaba desde niña, era la religión y sería la causa de mi modo de mí vida actual.
Siempre negué la existencia de Dios. Mi negación de su inexistencia no fue producto ni del azar ni de la moda peor del despecho de vivir en esta sociedad injusta, pacata, hipócrita, llena de odió, rencor, revancha y de tantos desórdenes humanos más. Sabía perfectamente que hay seres opuestos que se aman que son misericordiosos, se perdonan, se comprenden y tienen otras virtudes. Unos son creyentes otros ateos. Sin embargo, no dejaba de pensar en los que disfrutan en hacer lo opuesto: son egoístas, condenan, castigan y cometen un sinfín de desenfrenos a sabiendas que hacen daño sean creyentes o ateos.
Mi ateísmo estuvo bien analizado. Mis padres ateos y marxistas a carta cabal como yo lo era en ese entonces. Ellos me inculcaron su modo de pensar de una manera racional. No me impusieron su pensamiento sino que durante toda mi vida me instruyeron en todo lo que de religión se trata; no únicamente del cristianismo sino también de las otras religiones monoteístas, de las politeístas y hasta animistas.
Les decía además: Cómo no me va gustar el sexo, si siento un placer riquísimo cuando un macho me monta, me abre de piernas, ve con lujuria mi conchita que expele olores y jugos deliciosos que piden a gritos que una lengua me lama o que un falo me penetre y me dé bomba sin parar, mientras no deja de acariciar mis senos o toquetear mi clítoris hasta cuándo una electricidad sale de lo más profundo de mi útero recorre mi cuerpo y hace que llegue a la cima del éxtasis para tener los orgasmos más ricos de mi vida o cuando conociendo cómo y cuándo cómo reacciona una mujer las voy poco a poco conquistando para someterlas a mi gusto, muchas de ellas nunca fueron lesbianas pero cuando ellas me gustaban y las satisfago como ellas desean, se me entregan completamente. Yo las estudiaba para saber cómo hacerlas mías. Las adulaba, las llenaba de lisonjas, halagos, zalamerías como ningún macho lo había hecho, ya viendo destellar de sus ojos felicidad poco a poco acariciaba su rostro, cabello, besaba sus cachetes, cuello, boca mientras las decía al oído lisonjas, arrumacos, halagos, zalamerías y mimos que ellas nunca habían escuchado por macho alguno. Recorría sus cuerpos con mis manos y boca hasta llegar al punto que a las mujeres nos gusta, nuestra conchita, besuqueaba su clítoris y hacían que tengan orgasmos sin penetración, caían en la cuenta que los machos no las satisfacen plenamente.
Los putos hombres no caen en la cuenta que si bien nos gusta que nos metan su falo y nos den bomba, nos gusta más que estimulen nuestra feminidad que primero nos exciten la mente y luego el cuerpo ahí damos todo, nos entregamos completamente sin límites. Los machos deben sacar su parte femenina para satisfacernos completamente pero pocos lo hacen y creen que mientras más grande y gorda tienen sus pichas, más gusto para nosotras; a mí me gustan medianitas si gorditas ya que dé se modo me la pueden meter toda sin incomodarme o sentir dolor ya que soy muy estrecha.
Sus ojos se agrandaban por mis conocimientos bíblicos y por mi visión del sexo. No sabían que responder, ni que hacer. De blasfema, pecadora, irreverente me calificaron en más de una ocasión. Muchos calificativos me dieron pero no había modo alguno para que yo recapacitara y me convirtiera; en muchas ocasiones regresaron hasta con sus pastores y curas pero no había poder humano para que yo cambiara de actitud ya que siempre tenía una respuesta a sus preguntas.
Recuerdo una experiencia que les contaré detalladamente. Yo soy profesora universitaria de antropología una de alumna llegó a mí para que dirija su tesis de graduación, lo cual acepte sin dudar. Tenía unos veinte y tres años, casada con tres hijos, fiel esposa entregada completamente a su hogar con un esposo bueno y padre pero algo me dijo que necesitaba conocer más la vida y desde que la vi, me dije a esta me la cojo y la hice mía con la maestría de una mujer bisexual como era yo y sabiendo qué hacer, qué decir y donde poner mis manos y mi lengua.
Me di todo el tiempo para hacerla mía poco a poco me fui introduciendo en su vida personal, marital como de madre, fui descubriendo que su amoroso esposo no la satisfacía en sus deseos ya que ella le gustaba mucho recordar que cuando ella era muchachita una prima la amo muy rico pero él como buen machista se disgustaba que ella le diga lo rico que sintió pero como se llevaban bien ella nunca le dijo que eso le estimulaba. Es ahí que caí en la cuenta que sería mía y lo fue.
Un día preparé todo para hacerla mía ya que generalmente nos veíamos los sábados es así que preparé un buen almorzó con vino, puse la cubil como a nosotras las mujeres nos gusta. Trabajamos por algunas horas pero yo no sabía qué hacer para conquistarla hasta cuando ella me dice que ella sufre de dolores de cabeza y que le disculpe que sí puede dejar para otro día es ahí que me dije a mi misma: Vaya el cordero viene al matadero.
-Ven, hijita yo soy experta en masajes, eso no me habías dicho. ¿Por qué si creo somos amigas, no lo dijiste?
-No lo sé, desde que vengo aquí me siento tranquila, sin presiones de mi marido e hijas pero ahora con eso de la tesis ya no puedo más, desde niña tengo este problema.
-Bueno, ahora mismo se te terminan. Te lo prometo. Desnúdate. Recuéstate en la alfombra mientras preparo todo ya verás que no arrepentirás ya verás que tu mal desaparece completamente.
No dudo por un momento luego frente a mí se despojó de sus vestiduras ya que veía en mi absoluta sinceridad, lo que ella no sabía que la malicia y el deseo de poseerla se apoderaban de mi ser pero no lo demostraba. Nunca la había visto tan deliciosa ya que siempre se vestía con trajes que ocultaba su cuerpo. Ella escondía su cuerpo como su ser interior. No era una de esas mujeres que te quitan la respiración pero si bien formada de cuerpo estilizado, busto mediano, cónico, vientre plano sin vestigios de haber parido tres hijos, amplias caderas, abultado pubis con parado trasero y esculturales piernas, con piel marrón, cabellos cortos negros y ojos más negros que su cabello.
Ambienté mi cubil para el masaje y para hacerla mía.
-Recuéstate boca abajo-dije- Lo hizo sin dudar. Veía en ella a una madre y esposa mujer supuestamente experimentada pero sumamente ingenua y de ello me aproveche. Mientras gustaba de su cuerpo y me excita unté su cuerpo con aceites poco a poco fui amasando con firmeza sus hombros, espalda, brazos, nalgas, a ellas las di un buen masaje con ímpetu sabiendo que es el punto débil de toda mujer. Toque su entrepierna y su conchita sentí que ella se distendía que poco a poco todo su estrés se diluía por lo que no me tuve acariciando todas las partes de su cuerpo mientras le decía: Tranquila déjate llevar por lo sientes y ella lo hacía. Su cuerpo era fuego vivo. Todo dispuesto a mi acción. Sentía su respiración entre cortada, cadenciosa que me decía que le gustaba. Olí su cuerpo excitado y vi sus jugos salir de su madre. Hice que se torne. Contemplé su busto que me pedía que me haga de él y lo hice dándole masajes muy delicados, toque sus pezones y les di besitos continué mi tarea con su vientre con mis manos y boca. Llegué al punto crítico su pubis lo besé delicadamente que estaba poblado de abundante bello. No me impidió, se dejó AMAR. Se entregó toda a mi acción. Mi Boca llegó a su cofre que me decía: más, no te detengas, lamí sus labios, chupe su clítoris que se irguió cuan falo. No me detuve hasta cuando ella empezó un frenético movimiento de sus caderas cómo pidiendo más y más le di. Su cuerpo hervía de excitación. Yo esperaba los típicos gritos contradictorios de que, pare, o el contradictorio de que continué pero no lo hizo, silenciosamente tuvo el mejor orgasmo de su vida, realizado por otra mujer sin necesidad que un falo la introduzca. Nos amamos muchas veces con la pasión que dos hembras saben hacerlo. Yo siempre fui quien la excitó e hizo lo que yo deseaba. Yo siempre hice el papel de macho dominador. Ella mi objeto sexual. Se graduó con las mejores calificaciones hasta cuando una mañana de sábado ella viene sin esperarlo, me cuenta que se ha divorciado de su marido ya él no se compara con los momentos de intimidad que vivió desde cuando fue mía que quiere vivir conmigo que quiere ser mi hembra que yo le doy lo que ningún hombre le ha dado. Me asusté cuando me lo dijo, le conteste que me gustan las hembras como los machos y que no deseo atarme a nadie reaccionó mal, se puso a llorar mucho que pensó que yo sentía lo mismo, la tranquilicé como sé hacerlo, diciéndole que venga a pasar lindos momentos juntas que estaré siempre dispuesta a estar con ella por lo que terminamos en una copula lesbiana cargada de erotismo, vino para amarnos como buenas hembras pero poco a poco dejó de venir por las malas lenguas que nunca faltan supe que vivía con otra mujer.
Un día viernes fui a un bar en búsqueda de un buen macho con quien copular ya que había estaba abstemia de falo por largo tiempo; luego de varios tragos ya media ebria conquiste a un par de jovencitos. Esos incansables machos que copulan y copulan sin cansarse y que bien manejados te satisfacen totalmente. Los invité a mí cubil para estar más tranquilos ellos aceptaron mi proposición sin dudar ya que se dirían: Culo gratis. Tomamos un taxi, nos sentamos juntos en el asiento trasero, durante el trayecto a mi cubil no dejaron de manosearme toda al mismo tiempo, tanto que poco falto para tirar ahí mismo por lo que en más de una vez debí frenar su ímpetu ya que es muy posible que era la primera vez que tenían a una mujer mucho mayor a ellos con exquisito cuerpo, lo suficientemente arrecha para que sea toda de ellos y lo fui.
Cuando llegamos a mi cubil ya habíamos ingerido algo de alcohol en el bar por lo que ya estaban frenéticos por lo que ya no pude impedir que se lancen sobre mi como “perros de caza” no les impedí, los deje que hagan de mi todo lo que querían pero lo que más me gusto es cuando hice que me penetren los dos al mismo tiempo que pesé a mi experiencia sexual nunca lo había hecho. Uno por delante y otro por detrás ambos dándome bomba al mismo tiempo, mientras yo me estimulaba el clítoris para excitarme, más y más. Yo siempre fui de esas mujeres rápidas en excitarme y más rápidas en tener mis orgasmos por lo que tuve muchos de ellos, si quedé mal trecha por lo que nunca más lo hice.
Tengo el privilegio de ser multiorgásmica que no tiene miedo de sentir como esa energía erótica poco a poco se va incrementando, más y más. Te va llevando a lugares poco conocidos que muchas mujeres temen –confesión de muchas amigas mías– se va apoderando de mi cuerpo y mente hasta que el rico “Flash orgásmico” que de lo profundo de mi útero sale raudo, recorre todo mi cuerpo que responde con sus típicos movimientos cadenciosos con mi pecho que asesa de gusto, con mis ojos entreabiertos por la lujuria que ve el orgasmo llegar y con mi vagina que expele abundante fluido alegre de lo que está experimentando por algo se dice: “Privilegio femenino”
Recuerdo que lo que más me gustó es que no les impedí su desenfreno –Cosa rara en mí ya que me gusta someterlos a mi gusto y escuchar sus palabras de ya no puedo más– Les dejé hacer de mi lo que querían, nunca les dije: No más, paren, ya basta, no por favor, duele y otras frases que muchas mujeres dicen ya sea por susto de lo que les introducen o por miedo al placer que nunca han tenido en todo caso copulamos y copulamos toda la noche para mí sería la despedida de esta fase de mi vida y seguramente para ellos una experiencia que nunca olvidarían pero lo más me gustó es hacer que me laman y chupen mi ano que despedía sus olores típicos a mierda mezclados con los ricos vaginales, si bien dudaron en hacerlo cuando les dije: Putos cobardes, poco hombres ¿Qué nunca han lamido un culo? Ahora lo harán siempre hay una vez, ya lamen el culo, ya, dudaron pero luego de un rato lo hicieron sin detenerse tanto que me dije: ¡Sí que bien es tener a dos jovencitos incansables para que satisfagan completamente! Tuvimos sexo frenético sin parar toda la noche, recorrieron mi cuerpo totalmente, depositaron su semen en mi boca, tetas, vientre, espalda y culo; muy temprano al rayar el alba ellos se fueron dejándome completamente satisfecha y también adolorida.
El sábado pasé reponiéndome de la orgía que había tenido con esos jovencitos desconocidos que conquisté en el bar cuando yo había salido en búsqueda de alguien que me calme la sed de sexo que tenía y como toda mujer sabe cuándo algo queremos no hay hombre que lo impida, ese el poder femenino. Los traje a mi cubil para entregarnos al sexo sin límites y ellos como buenos machos incansables muy rápidamente luego de expeler su semen están dispuestos a nueva acción. Les hice di todo lo que un macho quiere de una hembra arrecha sin miedos y limites ya que soy insaciable, tengo como dicen los expertos: “El útero caliente”. Yo les dijo: ¡No caliente sino a punto de hervir!
En el barrio no teníamos energía eléctrica por un daño grave en un transformador que duraría todo el fin de semana, la oscuridad era completa, no encendí ninguna vela ya deseaba estar a oscuras, así estaba muy bien. Tranquila, llena de paz. Allí estaba a oscuras cuando de pronto sentí una fuerza que me envolvía y una luz que de lo alto del cielo se me acercaba poco a poco. Esa luz y la energía se apoderaron de mi cuerpo y alma, no sabía qué hacer estaba paralizada, atajada, inmovilizada por ese algo todo poderoso. De pronto, dentro de mi cerebro escuche unas palabras que decían:
-Te amo, ven a mí, eres mía, estas predestinada para ser mía desde el día que naciste. No lo puedes evitar, eso lo decidí antes de tu nacimiento. Entrégate a MÍ.
Trate de moverme, de salir corriendo al prado para despejar mi mente pero no pude, estaba atada a mi sillón con cadenas invisibles.
-¡Te amo, ven a mí! ¡Eres mía estas predestinada para ser mía! me repetía esa fuerza. Mientras no lo desees allí te quedarás inmóvil. Yo controlo todas las fuerzas del universo, nada se mueve sin mi orden.
-¿Qué eres? ¿Qué quieres de mí? Déjame en paz, decía mentalmente a esa fuerza invisible que me ataba al sillón.
-Soy Él que niegas. Soy Yahvé, Jehová, Elohin, Adonai, Alah y otros nombres más que los que creen en mí me han dado desde hace milenios. Y ¿Qué de ti deseo? Todo de ti, amor mío. Tu cuerpo y tu alma, ya no te dejaré en paz hasta que me tomes como tú Señor, tu amante fiel, amor de mis amores conmigo conocerás el amor perfecto que no daña, es fiel y eterno.
-¡Ha! ¿Eres el Dios en el que nunca he creído?
-Sí. El mismo y Tú lo has dicho no YO.
-Puta madre, maldito seas, déjame tranquila, no existes, eres simple creación humana para explicarse lo inexplicable, nada más. No eres nada, nada, nadaaa.
-No maldigas, calla, tienes una lengua larga y viperina. No me provoques, no hagas que monte en cólera y te desaparezca como a muchos otros que me han maldecido, pero tú eres especial amorcito, tranquila te amo mucho como para castigarte, no lo haré, nada de eso; soy Dios de amor no de castigo; Soy Dios que pregona la verdad, no la mentira; soy Dios de justicia, no de la injusticia. Amor, soy verídico y justo. Busco que ustedes, mi creación hagan lo hago.
-Mierda, déjame paz. ¿Qué quieres de mí?, inquirí nuevamente en mi mente.
-Amorcito, cariño mío tranquilízate. No te exaltes, eres parte mía entrégate a mí, ya te lo dije quiero todo, tu cuerpo y tu alma. Tu vida ya no será la misma de hoy en adelante. He venido a ti para darte una prueba de que ¡soy el que soy! En más de una ocasión dijiste a los que envié a ti para que te convirtieras que el sexo, según tus lecturas de mi palabra, es creación divina para que el ser humano exprese su amor a su pareja. No te equivocas, cariñito mío, pocos han caído en la cuenta de lo que has afirmado. Por eso, traje conmigo a tu ángel guardián, “Sabah” para que se amen. Sexo divino bendecido por mí tendrás con él. Luego serás mía, dedicarás todo tu tiempo a mí. No tienes alternativa. Tu camino ya estuvo trazado desde el día en que naciste.
-¿Qué dices? ¿Voy a copular con mi ángel guardián? ¿Cómo es él? ¿Qué hará de mí? ¿Qué haré de él? ¿Qué haremos? ¿Qué trazaste mi rumbo antes de que nazca? No te creo que putas eres, déjame en paz…
-Tranquila, amorcito, no te inquietes ya viene a ti, está por llegar. Ya lo conocerás íntimamente. Él es como tú deseas que lo sea, ya lo sentirás. No hará contigo nada que no desees y que no sea bendito por mí. Yo parto y él llega, ya lo conocerás físicamente pronto se materializará y llegará a ti. Él ha estado junto a ti en espíritu desde el día en que naciste. Te ha protegido en más de una ocasión ahora se materializa para demostrarte cuanto te amo es el privilegio que tienes por el AMOR que te tengo. Él te conoce bien, ha estado junto a ti en todas tus vivencias te repito. Él sabe cómo actúas y como respondes a la acción de tus congéneres. Él sabe responder a tus deseos más íntimos. Él se satisface con tu satisfacción porque está amoldado a ti, está hecho a tu medida. Ya sabes su nombre. No copularas con él como has hecho con otros humanos con él será muy diferente ya que conocerás el verdadero sexo creado por MÍ. Yacerás junto a él y se amarán con erotismo. La cópula es la unión carnal simple sin bendición divina. Carne yuxtapuesta nada más; con él vas a tener una relación erótica y divina que es la máxima expresión del amor sensual que estoy bendiciendo esta noche. Tangay amor de mis amores. Te amo.
-¿Qué dices? ¿Qué me amas? Peero… no me llamo Tangay, soy Miriam.
-Calla. Te amo como amo a todos los seres del mundo, antes tenías un lindo nombre no lo niego. Miriam como la madre física de Yéshoua, el redentor de la humanidad por mi enviado, mi expresión misma pero de hoy en adelante serás Tangay. Así te llamarás únicamente para mí.
En mi mente retumbaba el nombre por primera vez escuchado:
¡Tangay! ¡Tangay! ¡Tangay! …
Me gustó mucho que me llame así: Tangay, eso me tranquilizó.
Poco a poco el poder que me sujetaba se fue esfumando, empecé a sentir que ya podía moverme al mismo tiempo sentí que una gran tranquilidad suprema, sublime, excelsa, noble, prodigiosa que cundía por doquier, me embelesaba y se apoderaba de mí y de todo lo que me rodeaba. Nunca me había sentido así de tranquila. Tenía una completa PAZ. Seguramente DIVINA pero todavía no la aceptaba como real sino como un simple sueño.
No puedo decir que tiempo pasó, me parecía que el tiempo terrenal no contaba para mí. Ya libre de mis ataduras. Reviví la experiencia que tuve, trate de darle una explicación científica pero no pude hacerlo, era demasiado grande lo vivido y sentido para darle una explicación que se amoldase a mis requerimientos científicos.
Yo, escogida por él Dios que no creo y en quien nunca creí, porque es la creación del humano para explicarse lo que no se puede razonar, para tratar de entender lo que no se puede entender. Dios no creó al hombre, lo contrario es lo correcto me repetía a mí misma como para convencerme de que no había nada de especial en la experiencia que había vivido. No puede ser. Todo es mental, me decía. No es verdad. Todo es fruto de mi mente. No puede ser, continuaba repitiéndome. Conocía y había leído mucha literatura religiosa, como historias de seres que amaron con una fuerza no explicable expresando su gran convicción de ser siervos de Dios en él que ellos creían pero yo no; sin embargo algo hizo que en mi mente comenzaran a circular las biografías de grandes místicos que tuvieron éxtasis divinos por su amor a Yahvé. San Agustín de Hipona, Teresa de Ávila, Fray Luís de León, Juan de la Cruzm Hidelgarda von Wigen y tantos otros más que pasaron por mi mente, pero en eso de aceptar sus experiencias místicas y tomarlas como verídicas, no y no; en esas circunstancias, recordé el poema de una monja de claustro que allá por 1930, escribió su vivencia con Yahvé.
Cristina de Arteaga es su nombre. Su poema se quedó grabado en mi mente por lo grande de su convicción, en mi búsqueda de explicarme y de comprender ¿Cómo hay gentes qué aceptan a un ser intangible?
Hasta ahora lo recuerdo perfectamente, decía:
Me preguntan los hombres: “¿No has dudado?”
¡Cómo pude dudar, pues te sentí!
¡Si fuiste mi tormento exasperado!
¡Si con hierro candente me has sellado para ti!
Te combatí las noches y los días,
Quise olvidar tu amor: ¡no lo logré!
Después de cada crisis resurgías.
Inexorablemente me decías:
“Sígueme”.
Concluía ese maravilloso poema que tanto me calzó al dedillo, tanto que hasta ahora lo creo escrito para mí con la siguiente estrofa:
Nadie sospechará lo que he sufrido.
¡Tú lo sabes, señor!
Nunca quieras echar en el olvido
que todo el drama de mi vida ha sido
la lucha del amor contra el amor.
Me acomodé en el sofá con un profundo deseo de recogerme que me llevó a dormir profundamente. No sé cuánto tiempo dormí, solo sé que medio dormida fui a mi lecho para tratar de aprovechar la gran tranquilidad que sentía. Ya mañana será otro día me dije. Me despojé de mis ropas y desnuda me adentré en mi catre, procuré continuar el sueño dejado en el sofá cerré los ojos para llamar a Morfeo. Él acudió a mí muy solícito; y caí en un profundo sueño.
¿Verdad o ficción? Luego lo comprobaría. Únicamente puedo decir que cuando la duda viene a mí, veo y palpo mis intimidades. Siento en mi cuerpo la huella que dejó en mi Sabah, mi ángel guardián y amante divino que me demostraría que Yahvé vino a mí, que me hizo suya como otros grandes que lo fueron y seguramente lo serán y que ahora yacen y yacerán junto a Él en el paraíso. Creo que ellos también tendrán una huella como la mía.
Soy suya por qué me tomó y me marcó con huellas indelebles por medio de Sabah.
Ahora que escribo este relato que detalla mi experiencia mística que será dado a conocer al mundo luego de que parta al seno del Señor. Retumban en mi mente esas maravillosas palabras:
-Te amo, ven a mí, eres mía estas predestinada para ser mía. Te dejé vivir lo que quería pero serás mía por mi decisión. El sexo es bueno si no faltas a mis reglas. Cúmplelas y serás eternamente feliz. La abstinencia también es buena cúmplela a carta cabal sin que sea para ti carga y serás igualmente eternamente feliz. La una y la otra son buenas pero sin ser cargas, sin que sean peso para ti. Deben ser apoyo para llegar a mí. Cariñito te amo.
En mi época de atea goce del sexo a plenitud, cualquier tipo o cosa que me gustaba fue presa de mi lujuria, hombres, mujeres, objetos o autosatisfacciones.
Todo me daba igual, trate de no fornicar pero lo hice, más de algún matrimonio se rompió fue porque los seres con quien copule me dijeron que eran libres, que nada los ataba, que eran libres como el viento. Yo no estaba para dudar de ellos y como siempre fui clara en mí actuar, jamás mentí y nunca les prometí nada más que la satisfacción de copular, de encontrarnos y rebuscarnos carnalmente, nada más, siempre pensé que ellos me dirían la verdad como lo hice yo, sí ellos mintieron siempre me dije: es asunto de ellos no mío. Siempre busqué el sexo por el sexo, nada de amor, nada de ataduras, nada de hijos. Sexo puro sexo, satisfacción carnal, nada más y como yo era atea sabía perfectamente que el asunto del infierno es una invención más de las muchas que hay en la vida, además como conocía perfectamente lo que la biblia dice sabía que eso del infierno es una PUTA invención para hacernos someternos a los mandatos de los humanos que tienen sed de poder y riquezas. Yo a nadie falté, a todos amé únicamente viví la vida como me gustaba y si hay Dios y me manda al infierno allá voy con gusto. Copularé con los diablos como Lilith lo hace.
¡Hijos nunca jamás! Cuando algún amante me proponía matrimonio, vivir juntos, ser su amante o tener hijos siempre respondí con las mismas palabras: ¡No! nada de ataduras, nada de cadenas que me liguen a nadie. Soy libre como el viento. Cuando me quieras o yo te quiera nos encontraremos, copulamos como nos guste. Te doy lo que quieras de mí y yo tomo lo que guste de tu cuerpo y punto final y hasta próxima vez, peor hijos son una carga, una limitación para mí eso no, jamás. Cuando me proponían cortaba mi unión con ellos al instante. Ayudada por una amiguita cómplice en esto del sexo, me sometí a una operación que me daba tranquilidad de acción.
¿Qué me arrepiento de mis acciones pasadas como otros místicos lo hicieron que laceraron su cuerpo para lograr borrar las huellas de su pasada acción? No, me arrepiento de nada, eso fue parte de mi convivencia carnal anterior a mi conversión y lo que hice fue a conciencia plena de lo que hacía. No lo puedo ni deseo olvidar ya que fue parte de mi vida. Lo grave sería que ahora guste de eso o que trate de lacerar mi cuerpo para limpiar mis pecados o extasiarme y tener orgasmos con el dolor físico. Los pecados que cometí los hice a sabiendas de lo que hacía y cuando vine a este claustro y pedí a la priora que me acepte en su monasterio para entregar mi vida a Yahvé sabía perfectamente a lo que me estaba sometiendo.
Ahora en esta celda ya entregada a Mi Señor cumplo fielmente con mi celibato, no como carga, ni pesadez sino con el gozo de vivir una vida entregada al Señor.
Llegar al sitio que he llegado no fue fácil. Fue difícil, muy difícil; en más de una ocasión trate de salir corriendo de aquí para juntarme sexualmente con el primer transeúnte de la calle que esté dispuesto a copular conmigo; en más de una ocasión sentí que mis partes íntimas húmedas, apetitosas que destilaban lujuria se abrían y cerraban buscando algo que las penetrara. En más de una vez mis partes destilaban sus fluidos recorriendo mi ser buscando un Príapo jugoso y portentoso que me dé satisfacción carnal; muchas veces me desperté sudando por la falta de un macho a quien lograr que su falo se introduzca en mi boca glotona su miembro, mamársela y mamársela hasta que me embuta todo su ser en mi boca, vagina o culo; tantas veces fui tentada por la lujuria para que empotrara mis dedos hasta el fondo de mí, que acaricie mi clítoris y calme mi sed de copula pensando en los seres con quien me junte o conquistar a alguna mujer insatisfecha hasta hacerla llorar de lujuria pero no lo hice. Mujeres disponibles para copularlas, las tenía a plenitud en el monasterio bien lo sabía. Fruta fresca y no conocida por ser humano alguno tenía a mi alcance. Mujercitas ingenuas a quien tentar me sobraban, bien lo sabía pero no lo hice.
Las relaciones con ellas me habían sido tanto o más satisfactorias como con los hombres, es más mis mejores experiencias sexuales fueron con mujeres no con machos. Entre mujeres nos conocemos muy bien y sabemos cómo complacer a su compañera y donde estimular para extasiarnos completamente. Conquistar una hermana ingenua sería fácil para mí. Por el hecho de ser mujer sabía muy bien como conquistarlas, pero no nunca lo hice.
Mis mejores ejemplares eróticos desfilaban en mi mente, hombres, mujeres, falos, vulvas, lenguas, dedos, instrumentos eróticos y los múltiples orgasmos que dejaban plenamente satisfecha. ¡Cómo me hacían falta! Pero mi entrega y lo que YAHVÉ me daba y la promesa de tener amor y sexo eterno y fiel superaba esos deseos.
Los orgasmos fueron mis íntimos amigos. Siempre me dije a mi misma ¿cómo habrá mujeres que no los conozcan? ¿Cómo será posible que una mujer no haya sentido esos “flashes orgásmicos” como salen ellos disparados de lo más profundo de nosotras mismas cuando un grosor, una lengua, unos dedos o un cuerpo ayudan a que broten de su ser mismo? o ¿Qué los recorridos físicos de otra mujer estimulen para que cuan saetas se disparen por allende el espacio?
La solución vino sola. Perdón no vino solo. Sabah mi ángel guardián me apoyaría en liberarme de mis ataduras lujuriosas en más de una vez.
Sabah, me susurraba muy quedo al oído:
-Tangay, Tangay tranquila. Respira profundo. Recuerda Nuestro Señor Yahvé te ama lo sabes, ten paciencia ya llegará el día que te entregues a ÉL. Recuerdas cuando Él te decía: amorcito mío, cariño mío Te amo ven a mí, eres mía estas predestinada para ser mía y tantos arrumacos divinos más. Recuerda, no lo hacía por hacerlo. Él sabe y lo hace cabalmente, es perfecto en acción y dicción. Revive la experiencia de amor cuando me materialice para marcarte para nuestro Señor. Ve su marca, palpala y recuerda que Él te ama es su impronta divina. Tangay, ora, medita su amor, cántale loas de júbilo y el ardor de sexo transmutará en orgasmo divino dado por Yahvé bendito que es más exquisito que el físico.
El trabajo en la comunidad también apoyaba mucho, siempre buscaba el trabajo más duro y que más energía sea necesaria. La madre priora y mi confesor fueron de sumo apoyo que no decir de mis hermanas de claustro. Todas me apoyaban en superar mis obstáculos y poco a poco los superé. Tanto que poco a poco fui escalando posiciones y obstáculos que la vida terrestre se nos presenta, algo de mi otra vida pasada ayudaba, mi formación de antropóloga, mi intelectualidad, mis conocimientos bíblicos, la historia del cristianismo, el hecho de saber cantar y conocer mucho sobre música sacra. Mi padre fue músico me inculcó desde niña el amor a la música erudita, de él aprendí y escuché hermosos cánticos. Lo sacro y lo profano se me juntaban.
Nunca busque la posición que ahora tengo, nunca quise ser la gran maestra mística, ejemplo de tantas muchachas que se acogen a este claustro para amar a Yahvé pero sin desearlo logré, Creo que Dios estaba detrás.
Ahora que tengo setenta años y sé que en algún momento he de acogerme a los designios de mi Amo para yacer junto a Él en la eternidad y he pasado muchos años dedicada al Señor, recuerdo las santas palabras dadas por mi Amo divino:
-Amorcito mío, cariño mío Te amo ven a mí, eres mía estas predestinada para ser mía.
-Soy tuya, mi ser divino mí amo. Mí todo, deseo perfecto, realización máxima. En fin eres mi sueño realizado. Mi Señor; yo tú sierva, soy tuya cuando desees. Poséeme.
Ahora escribiendo este relato, me percato que los orgasmos que salían de mi matriz antes de mi conversión eran físicos y que ahora tengo otros más sublimes, excelsos, prodigiosos. Estos son orgasmos divinos, gloriosos y mucho más gustosos que salen de lo profundo de mi alma, avivan mi caliente útero, poco a poco recorren mi cuerpo, llevándome a la cima de la excitación tanto que es como sí Yahveh mismo recorrería mi alma y mi cuerpo sabiendo donde pone sus manos divinas e incrustarme su falo amoldado a mis estrecheces…
Dios mío soy toda tuya, no dejes, hazme tuya cuando quieras. Mi cuerpo y alma están dispuestos para ser de ti cuando desees. ÉL nunca me falló siempre vino a mí cuando le pedí que me haga de ÉL, en otras veces era ÉL que venía sin haberlo llamado; luego de la jornada de trabajo y oración y recostada en mí camastro sentía sus divinas manos recorrerme toda mientras me decía: TE AMO. ME GUSTAS MUCHO CONMIGO TENDRÁS ORGASMOS DIVINOS, NO CORPORALES QUE SE DESVANECEN RÁPIDAMENTE. Sentía sus manos recorrer mi cuerpo completamente. Sentía amasar mis pechos, mordisquear mis pezones y mamarlos tanto que parecía que me sacaba de ellos la leche materna que nunca tuve pero no se detenía sino que continuaba su recorrido de mi cuerpo cuando llegaba a mi conchita que toda jugosa se entregaba a ÉL que sabiendo que hacer yo perdía el sentido, no sabía dónde me encontraba si en el camastro del convento o en el paraíso a cada lamida de mi conchita y mordisqueada de mi clítoris e introducida de sus divinos dedos yo sentía un gran placer orgásmico que no salía de caliente útero sino de mi alma misma pero sabía que mi Señor no pararía ahí que debía introducirme su divino falo. No tarde en sentir como poco a poco me lo iba metiendo primero sentí su glande luego el resto entrando y saliendo divinamente dándome bomba sin detenerse. Me lo introducía hasta el fondo, lo iba retirando lentamente y luego me lo volvía a meter hasta el fondo sin parar. Sacada y metida sin detenerse. Yo me excitaba más y más. Tuve tantos orgasmos que perdí el sentido de lo que hacía. Subía y subía buscando la cima del orgasmo a cada paso los flashes orgásmicos salían no me di útero sino de mi alma tanto que le dije: “Dios mío, no pares dame más. Si te amo soy tuya. Tu sierva pero hazme tuyaaaaa, muchos orgasmo divinos tuve, tantos que pronto me olvidé de los carnales.
Yo esperaba que termine como los putos machos lo hicieron en mi carnal vida pero no lo hacía, mientras una de sus manos estimulaba mi clítoris, ÉL me decía: ¡Te gusta! Tangay mi hembra preferida. Sabes que tengo muchas a mi disposición pero tú eres la única a quien la satisfago. Únicamente contigo hago esto, ninguna mujer ha sentido mi falo en su vulva. Dime. ¿Te gusta?
Silencio
No pude responder sino abrazar a mi Dios y decirle que soy su sierva que haga de mi lo que quiera. Él no me respondió verbalmente sino que continuó dándome bomba sin parar hasta cuando sentí que ÉL terminaba dentro de mí ser, cuando lo hizo sentí como su semen divino llegó hasta lo profundo de mí ser y le dije:
-Yahvéh, Deseo yacer junto a ti. Ámame como únicamente tú sabes hacerlo para tener los mejores orgasmos que todo ser humano busca, esos son los que me haces tener cuando me AMAS. Deseo únicamente yacer junto a ti. Son orgasmos divinos que tengo y que no pararán nunca jamás. Ámame, penetra tu divinidad en mí en mi vida misma. Yahvé amo mío penétrate en mi ser. Mi Señor me dijo muy quedo al oído: Llámame y vendré a ti cuando desees y se fue como vino.
Nunca me falló siempre vino a mí cuando lo necesitaba.
Luego de tanto cavilar me dormí profundamente muy tranquila como pocas veces hasta que…
Me encontraba sola en lo profundo de un espeso bosque miraba alrededor y solo tenía como únicos acompañantes árboles milenarios, grandes, esbeltos, frondosos, exuberantes como el cantar de un sinfín de pajarillos que me placía mucho al oído escucharlos, era la mejor sinfonía jamás percibida. El sonido del agua correr rauda que constante acudían hacía su madre, la mar que era también sublime. Todos ellos daban un cierre mágico a lo que estaba viviendo.
Camine hacia los sonidos del agua para saciar la sed que me agobiaba, poco a poco se me hacían más cercanos, no sabía que estaba a punto de saciar otra sed. La interna que me hizo de pronto recordar las palabras de Yéshoua, el mago de Nazareth cuando prometía a sus seguidores que luego de saciar su sed con el agua que él les daría nunca más la padecerían. Él les prometía satisfacción eterna.
El río con que me encontré era hermoso, serpenteaba por aquí y acullá, resguardado por hermosos árboles de cuando en cuando. Él había creado hermosos vados donde se puede tomar un baño placentero.
Sin dudarlo me despojé de las vestiduras. Mi cuerpo todo desnudo se entregó todo a la naturaleza que también se me presentaba desnuda como yo estaba. El agua me cubriría completamente. Así pase largo rato llana de felicidad luego camine así desnuda hacia un vado que se encontraba próximo de donde me había desnudado. Divise una roca llegue a ella, era de unos cinco metros de altura la escalé sin prisa pero sin detenerme hacia su cima, de allí se podía apreciar la grandeza y carencia humana. Después del gusto por lo hermoso del lugar vino el susto por lo sola que estaba. Era la primera vez en mi vida que estaba así de sola.
Desesperada grite:
¡Puta madre! ¡Puta madre! ¡Puta madreeeee! ¿Dónde estoyyy? ¿Qué hago aquí? ¿Qué pasa? Mierda estoy sola en el mundo. El miedo y temor de no saber dónde estaba se apoderó de mí ser. Busque con mi vista una casa, un ser humano a quien preguntar las mil y una preguntas que circulaban una a una en mi cerebro y hacían que el sentido de ser humano se pierda y llegué a mí el ser divino que raudo me contestaría con la única respuesta posible que podía tener:
-El Edén. El paraíso terrenal. Tangay. Es en el Edén donde te encuentras, Tangay. ÉL me llevó en cuerpo, no puede ser, me repetía una y otra vez, pero nada pasó, nadie me dio respuesta alguna sin embargo me fui tranquilizando, no tenía otra alternativa. Nuevamente vino a mí el gusto por lo que estaba viviendo.
El agua del río me llamaba:
-Ven, sé mía, aquí estoy para recibirte en mis brazos. Ven a mí. Anda no dudes en lanzarte hacía mí. ¡Ya! Lánzate. Me lance sin meditar peor dudar. Mientras caía sentí que alguien me estaba abarcando, envolviendo, encerrando, incluyendo, circundando, haciéndome de él.
¡Zas! caí en el agua. El río me abrió sus brazos y me hizo suya. Alguien a más del río rápidamente me abrigó toda, me abarcó, me incluyó en él, al instante comprendió mis necesidades más íntimas y me brindó al ser que Yahvé me habría prometido:
¡Sabah! ¿Mi ángel guardián?
Sabah. Mi ángel guardián. El ser que me había protegido toda mi vida era la personificación del humano que siempre me saboreó. De cuerpo perfecto con músculos firmes no muy exuberantes. Piel color canela tersa. Cabello completamente rapado. Ojos profundos y completamente negros. Sabah estaba todo él hecho a la medida de mis gustos, y necesidades. Sus manos eran maravillosas. Su miembro, justito para mí. Hecho a medida de mi feminidad.
¡Sabah! ¡Sabah! ¡Sabah!...
Sabah empezó a hacerme suya como nadie lo había hecho en la vida en lo profundo del río. Rodeados de agua y cientos de pececillos que ahí vivían. Todo me hizo. Todo le hice. Correspondí a su acción al instante al caer en cuenta de quién era. Me besó toda hasta el alma misma, su boca tenía el sabor miel. Con sus tersas y delicadas manos me acarició toda. No dejó de hurgar nada de mí hasta el sitio más recóndito de mi intimidad llegó. Lo más sublime fue cuando sentí como su Príapo angelical tocó mi intimidad y poco a poco lentamente con una exquisitez sublime nunca vivida fue penetrando hasta llegar a lo más profundo de mi cofre, lo acarició, lo abrió con delicadeza sus tapas y lo hizo completamente suyo. Tomo de él mis gustos, apetencias, satisfacciones que como joyas de oro que las tenían guardadas y a nadie entregadas. Nos quedamos así fuertemente abrazados, unidos, fusionados divinamente. Nos besamos completamente todo nuestros cuerpos. Nos recorrimos de principio a fin. Él penetrándome. Yo siendo penetrada. Sabah amándome yo siendo amada. Tangay amando y Sabah siendo amado; luego vino la acción de entrar y salir, de apretar y soltar. La acción de dar y recibir mutua fue la constancia. Mi excitación crecía más y más ya sentía llegar a mi ser los orgasmos que tendría. Entendí que serían únicos divinos, sublimes, excelsos, extraordinarios prodigiosos e impresionantes. Nunca sentí un ser tan eróticamente entregado a mí y justo a mis necesidades de hembra. Él se satisfacía con mi satisfacción. Él gozaba con mi gozo. Supe que Sabah se orgasmaría con mi orgasmo. Mientras esto acontecía rememoré todas las experiencias eróticas que había tenido. Machos, hembras, objetos, dedos, lenguas, autosatisfacciones, sexo oral, anal, tríos, cuartetos, orgías sin fin pero nada de lo vivido se comparaba a la acción de mi ángel guardián.
Tuvimos el mejor orgasmo compartido que había tenido en mi larga carrera erótica. Cuando sentí su culminación y regar su fluido en mi ser, sentí como si un río de lava ardiente se introducía en mí y me anduviera toda, era la sensación más deliciosa que había tenido. Fue tan hermosa que no pude evitar explosionar de gusto, asirme a él, ajustar su miembro lo más que pude para no dejarlo ir. Él no dejaba de regarme con sus fluidos y no dejaba de introducir y retirar su miembro mientras teníamos nuestros orgasmos. El agua del río hirvió por nuestro ardor. El mío de hembra poseída, abarcada, constatada, tomada, rodeada, implicada y satisfecha y de un ángel que dado, tomo por complacer a su hembra siendo también poseído, abarcado, constado, tomado, rodeado, implicado y satisfecho.
Un fuego vivo quemaba mi sexo desde mi matriz hasta mi conchita que exudaba olores, sabores y fluidos que raudos se mezclaban con el agua del río. Fuego intenso, urgente, frecuente así como agudo penetrante, apasionado y ardiente tan ardiente que sentía como que me si hubiesen puesto un sello en mis interioridades. Mientras terminábamos nuestra relación poco a poco fuimos ascendiendo. Nadamos hacia la orilla y salimos del agua dados de la mano, nos quedamos recostados en la orilla del río por largos momentos, abrazados para reponernos de lo vivido y de lo sentido, pero Sabah quería tenerme más mucho más es así que muy pronto estuvo nuevamente tomando mi cuerpo a la orilla del río. Haciéndome suya una y otra vez como él deseó y por donde quiso. Me hizo suya a su gusto. Yo me entregué a placer. Me hizo sentir ese calorcito recorrer mi cuerpo una y otra vez. Cada vez que lo sentía dentro mío no podía evitar tener orgasmos tan fuertes que perdía la razón por lo que empezaba a convulsionar y tener miles de orgasmos. No podía gritar palabras soeces como a mí gustaba ya que eso implicaba romper con lo maravilloso, sublime y divino del acto. Es más no podía articular palabra. Hicimos el amor cientos, miles de veces y lo más raro es que ya estaba muy cansada, adolorida de tanto sexo ya que me hizo suya por donde quiso, estaba marcándome como para nunca lo olvidara por eso no podía rechazarle. ¿Cómo rechazar algo tan lindo? Jamás. No recuerdo bien cuando se detuvo. Únicamente puedo recordar que tuve una cadena larga de orgasmos que me hicieron perder el sentido. Cuando desperté estaba sola nuevamente, sola en medio de la exuberancia selvática que me rodeaba. Mi ángel guardián se había desmaterializado, había regresado a su estado propio pero lo sentía muy junto a mí.
No sé cuánto tiempo estuve ahí recostada tratando de explicar lo inexplicable, dentro de mí había una gran lucha. No sabía sí era real o fantasía lo que había hecho con Sabah, mi ángel guardián.
Todo mi cuerpo me dolía por mi encuentro con mi protector, especialmente mis partes íntimas. Me ardían, me quemaban y me dolían mucho. Era un ardor que desde lo más profundo de mi ser salía hacía mi monte de Venus y mis posaderas. Era un ardor divino, sublime. Pensé que sería por las numerosas veces que hice el amor con Sabah. Ningún ser humano tendría la capacidad, la manera y las veces de hacer como él lo había hecho. Recostada como estaba abrí mis piernas todo cuanto pude. Me incorporé para ver mis partes íntimas y tratar de descubrir porque tenía ese ardor cuando pude ver:
Un triángulo estaba marcado en mí ser íntimo.
Al día siguiente me desperté adolorida, cansada como si hubiese vivido el sueño que tuve, empecé a repasar todo lo sucedido. Si bien me gustó mucho lo que había soñado especialmente todo el sexo que tuve con ese ser llamado Sabah. Qué bueno hubiese sido tenerlo aquí junto a mí para darle las gracias por lo que había hecho conmigo, por lo que me había hecho sentir pero no había nadie. Me dije: son simples sueños eróticos, nada más que eso por mi falta de sexo ya no había tenido ningún encuentro así de satisfactorio desde hace por lo menos hace tres o cuatro meses. Mi mente fría y racionalista eso me explicaba, son sueños nada más simples sueños hasta cuando sentí un calorcito triangular en mis partes íntimas que se adentraba hasta lo más profundo de mí ser. Al sentirlo empecé a sudar frío de pronto mi cuerpo ardía y estaba bañado de sudor. Mi mente no me decía nada, no me aclaraba nada. No podía aclararme nada. Tenía miedo de abrir mis piernas y mirar mis partes íntimas. Como estaba recostada de lado sentí detrás de mí a Sabah mi ángel guardián que me susurraba al oído: No fue fantasía, ni sueño erótico y empezó nuevamente a recorrer mi cuerpo con sus deliciosas, tersas, limpias y perfectas manos. Empezó a darme besos en la nuca que me hicieron estremecer mucho. Excitándome como había estado en mí sueño. Puso su virilidad entre mis piernas tocando y retirando muy sutilmente de mi centro erótico por lo que rápidamente tuve un delicioso orgasmo igual a los muchos que tuve en mi sueño.
Me dijo:
-¿Te gusta, quieres más?
-Sí, quiero mucho más que en mi sueño.
No me respondió nada sino que se puso nuevamente en acción. Nuevamente vinieron a mí los espasmos, sacudidas de mi cuerpo que se arqueaba cada vez que me tocaba e invadía con furia mi feminidad. Nuevamente tuve una cadena de orgasmos. Tantos que ya no podía más, sentía que me iba a morir de placer.
-Ya basta, le dije. No puedo más. Para te suplico.
Sabah no me sometió más. Se recostó a mi costado. Tomó una de mis manos y la dirigió a mi pubis. Hizo que lo recorriera ahí pude sentir un triángulo que circundaba mi sexo por lo que abrí mis piernas completamente. Vi claramente el sello que tenía bien marcado.
¡No! No puede ser. No fue sueño, es la marca de Mi Señor, me dije a mí misma.
Sabah y yo estábamos completamente desnudos. Tomó mi mano y nos arrodillamos. Quería gritar con furia: Soy tuya en cuerpo y alma. Soy tuya toda tuya. Hazme tuya ahora mismo. Sabah hizo que me tranquilice. Me costó mucho hacerlo pero cuando pasó mi ansiedad escuche claramente las palabras de Yahvé diciéndome:
-Te amo ven a mí, eres mía, estas predestinada para ser mía. Te he marcado con mi sello divino, ya eres mía por siempre. Tangay.
-¡Sí! Mi amor divino soy tuya, le respondí.
-Tangay, amorcito mío he cumplido. Te he marcado para mí como lo he hecho con otros; ahora deja tus bienes terrestres a los menesterosos y parte con Sabah tu ángel guardián, él te guiará a tu morada final. Síguelo.
Hice todo cuanto Mi Señor y Amo eterno me había sugerido. Sabah me susurró al oído:
-Sígueme. Lo hice sin protestar, ni dudar un instante. Lo seguí y aquí estoy en este claustro dedicando mi vida al Ser divino que me dijo:
No puedo olvidar sus palabras divinas que vuelven a mi mente día a día: “Te amo ven a mí, eres mía, estas predestinada para ser mía. Te he marcado con mi sello divino, ya eres mía por siempre Tangay”.
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