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Hola, soy More y mi historia continúa.
Habían pasado unos años desde que mi primo y yo habíamos tenido nuestras primeras experiencias sexuales. Al parecer, los dos lo habíamos dejado atrás sin ningún problema y estábamos cómodos con la relación de primos y cómplices que hemos tenido siempre. Pero nuestras hormonas tenían otros planes.
Un sábado cualquiera, cuando mi primo ya tenía 12 años y yo 11, estábamos como siempre en la finca de los abuelos. Era el cumpleaños de la abuela y el plan era quedarnos todo el fin de semana, por lo que los “niños” fueron acomodados todos en una pieza, con algunas camas y colchones tirados en el piso. Nosotros felices ante la perspectiva de la pijamada.
Resulta que alguno de nosotros tuvo la idea de ver una peli de terror así que nos acomodamos todos y apagamos la luz para verla. Después de unos minutos, el miedo nos hizo taparnos con las frazadas y pegarnos mucho. Yo me encontraba en uno de los colchones entre mi primo José y mi primo Miguel, quien al igual que José tenía 12 años, pero a pesar de que su edad era similar a la nuestra, hasta ese entonces no se nos había ocurrido invitarlo a nuestros juegos.
En algún momento y amparado por la oscuridad, José se atrevió a rozarme una nalga. Al principio me sorprendió lo que había hecho y pensé que era casualidad o sólo imaginaciones mías, pero un instante después se volvió a repetir el roce, esta vez más prolongado y que culminó con un ligero apretón. En ese momento todo lo vivido anteriormente con mi primo volvió a mi memoria y la excitación se apoderó de mí. Mi silencio fue la luz verde que necesitó mi primo y esta vez introdujo su mano debajo de mí para rozarme la conchita. Comenzó a moverse y apretar lentamente, se pegó más a mí y sentía su respiración acelerada en mi cuello, yo ya no podía más de las ganas, me sentía muy mojada. Si no hubiera sido porque mi primo Miguel estaba al otro lado, me habría volteado y habría tocado también el pene de José.
Estas caricias duraron bastante tiempo, o al menos eso me pareció a mí. Hasta que el sonido de la puerta nos sacó de nuestra burbuja. Era una de mis tías diciéndonos que ya era hora de dormir, que apagásemos la tele y nos acomodemos. Mis primos se fueron cada uno a su cama o colchón y yo pensé que las caricias de esa noche acababan ahí pero estaba equivocada. Pasaron los minutos pero la calentura no me dejaba dormir, de pronto sentí a José levantarse y con mucho cuidado para no despertar a los primos se metió debajo de la cama. Se pegó a mi colchón y nos tapó a los dos con la frazada. Yo estaba de cara a la puerta, para ver si alguien entraba y dándole la espalda a José. Sus manos me tomaron las nalgas y las amasaron con ganas mientras sentía su aliento caliente en mi nuca. Me tuve que contener para no soltar un gemido cuando me apoyó su pene que estaba como roca. Ya no era el pene de niño que había conocido antes, era el pene de un adolescente, aún pequeño pero en desarrollo. Despacio para no hacer ruido, fue bajando el pantalón de pijama y la ropa interior de ambos y me volvió a apoyar el pene en el trasero. No intentó meterla, sólo la frotaba contra mí mientras me mordía suavemente el cuello y sus manos me tomaban de la cadera y me apretaba contra él. La excitación de los dos estaba llegando al máximo y entonces José metió sus manos dentro de la camiseta de mi pijama y comenzó a acariciar mis senos incipientes. No lo había hecho antes, bueno, antes no se me notaban los senos, pero la experiencia mejoraba cada vez más.
“Quiero metértela” me dijo José al oído y mojó sus dedos con saliva y comenzó a acariciarme la conchita desde adelante. Yo ya no podía más, estaba chorreando de lo mojada que estaba, pero iba a ser mi primera vez y si algo sabía era que la primera vez dolía, así que me retiré un poco, asustada. Mi primo se dio cuenta de mi reacción y a pesar que él también estaba excitado no forzó nada. “Entonces sólo déjame sobarla por favor, estás tan rica y mojadita, por favor no seas mala”, me suplicó entre susurros. La verdad era que yo también estaba demasiado caliente y no me negué. Me acomodé otra vez y lo dejé poner su pene entre mis piernas. En esa posición, la cabecita de su pene me rozaba el clítoris haciéndome sentir como si una corriente eléctrica me recorriera por todas partes y explotara en mi conchita. Era una sensación tan rica que estuve a punto de gemir y sólo atiné a morder la almohada. Mi primo aumentaba el ritmo cada vez más, estábamos a punto de llegar al orgasmo, eso lo sé ahora, pero el destino tenía una idea diferente. Mi hermano Jorge no encontró mejor momento para levantarse al baño, asustándonos tanto que casi me hago pis de miedo. Encendió la luz antes de salir del cuarto pero gracias a Dios no se dio cuenta de que mi primo no estaba en su cama, si no detrás de mí ensartándome con su rico pene. Puta suerte que teníamos. “Vete a tu cama, se van a dar cuenta” le dije a mi primo, dándome vuelta y acomodándome el pijama. “Nooooo, por favor, no seas mala” me suplicaba pero el miedo en mí era mayor, no quería que nos vuelvan a descubrir. Fui inflexible, le quité la frazada y me envolví en ella. Se fue a su cama con una cara muy triste y el pantalón del pijama haciendo una carpa más grande que la de un circo. Mi hermano regresó del baño, apagó la luz y se metió en su cama. Al poco rato ya se escuchaba su respiración acompasada.
Yo quería dormir pero seguía caliente, cuando sentí que mi primo había bajado de su cama y se acostaba a mi lado. Me abrazó y se pegó mucho a mí. Trató de besarme, yo lo esquivaba y lo empujaba, la verdad estaba excitada pero tenía miedo. Entonces él comenzó a besarme el cuello y se apretaba contra mí. “Por favor, por favor” me decía y yo “No podemos, nos van a descubrir”. Entonces él se pegó a mi oído y me dijo: “Te espero en el baño del fondo”, se levantó y salió del cuarto sin encender la luz y sin cerrar la puerta. Yo me quedé acostada y pensando por un rato, no sé cómo pero me encontré siguiendo los pasos de mi primo en plena oscuridad.
Fui hasta el baño del fondo del pasillo, que por su lejanía era muy poco usado, sobretodo en la noche. Mi primo me estaba esperando sentado en el borde de la bañera. Estaba oscuro, pero con la poca luz que se colaba por una ventana pude ver su sonrisa. Se puso de pie y se me acercó. Puso sus manos en mis mejillas e intentó besarme. “No lo hagas, no está bien, somos primos, es pecado” le dije. “No es pecado, es sólo otra forma de quererse” me dijo y me dio besos suaves en el cuello y los hombros. No me besó, es más, muy pocas veces nos hemos besado en la boca, lo cual es muy gracioso porque con los años hemos hecho de todo y cuando digo de todo, me refiero a totalmente de todo. Pero me estoy adelantando.
Allí estábamos, dos niños calientes, tocándose, explorándose, metí la mano dentro de pijama y tomé su pene duro. Él me sacó el pijama y comenzó a besarme y chuparme los pechitos que apenas habían nacido. Yo le bajé el pantalón y le saqué la camiseta sin soltarle el pene, al cual ya le había empezado a dar tímidas sacudidas. Mi primo me dijo entonces que me acostara en el piso y se puso encima de mí. “Abre las piernas” me dijo. Las abrí lo más que pude y él comenzó a sobar su pene a lo largo de mi conchita mientras con sus dedos me sobaba el clítoris de una manera torpe, lo debe haber visto en alguna peli porno. “Qué rico, estás mojadita ¿Estás lista?” me dijo. Yo no pude responder así que sólo lo tomé de las nalgas y lo empujé contra mí. Con una mano tomó su pene y lo puso en la entrada de mi vagina. Su cabeza fue entrando lentamente, un dolorcito leve, como un pellizco, fue la señal de que mi virginidad ya era historia. Me quejé, más de miedo que de dolor, pero mi primo no se detuvo. Se retiraba un poco y volvía a entrar. Era un sensación tan rica que en algún momento envolví sus caderas con mis piernas y era yo quien subía las caderas para ir a su encuentro. Su pene lubricado por mis jugos entraba y salía con mayor velocidad y mi primo comenzó a morderme los senitos. No duramos mucho, tal vez un minuto, yo fui la primera en experimentar un orgasmo. De repente todo el placer que sentía se concentró en mi clítoris y explotó con un relámpago recorriendo mi cuerpo y dejando mi cerebro en un estallido de luces de colores. Me quedé sin aliento. Mi primo acabó también enterrando su cara en mi hombro y gimiendo despacito. Nos quedamos abrazados ahí en el piso de ese cuarto de baño, mirándonos y sonriendo por lo loco de la situación, alucinados por lo que acabábamos de hacer. De repente la cordura regresó a nosotros, nos limpiamos y regresamos al cuarto por separado. Yo fui la primera en llegar, me acomodé en mi cama y me dispuse a dormir. Mi primo entró y yo pensé que iría directo a su cama. Pero vino hasta donde estaba yo, se acostó a mi lado despacio. “Gracias” me dijo “Prométeme que siempre nos vamos a querer así, aunque seamos grandes y estemos casados con otros, siempre voy a ser tu hombre”. La verdad me causó gracia y ternura su cuasi declaración y le dije “Sí, te prometo que siempre vamos a hacerlo”. Me dio un beso en la frente y se fue a su cama. Yo me dormí suspirando y sonriendo. Éramos un par de niños aún.
Así fue que perdimos nuestra virginidad y recomenzamos nuestras aventuras juntos. Pero una cosa si debo decir y es que ambos hemos cumplido siempre nuestra promesa. Esta es mi historia.
Continuará.
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