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Desde niños fuimos muy parejitos en todo. Yo, un chico tremendamente positivo, y ella... igual.
Siempre competimos de una manera ansiosa y apasionada, aunque siempre, en un clima de la mejor onda y humor, sin odios ni cosa parecida.
La adolescencia fue llegando, y tanto yo como ella, seguimos en esa competitividad cada vez más creciente, y era una desesperación por superarnos uno a otro y demostrar una superioridad que no era visible en ninguno.
Mi hermana comenzó a crecer físicamente de una manera asombrosamente hermosa, adquiriendo un cuerpazo verdaderamente imponente. Yo, estacionado en un cuerpecito delgadito, aunque fuerte sí y muy viril, no podía superar mis kiilitos y estatura, y mi hermana comenzaba a torturarme haciéndome notar su superioridad física.
Yo, defendiéndome en que en inteligencia seguíamos parejos, así contra ella me defendía. Pero mi hermana, sabiendo aprovechar esa diferencia... comenzó a excitarme astutamente con las exuberancias de su cuerpo... me mostraba las piernotas gordas y hermosas... me hacía sutiles morisquetitas provocativamente excitantes que yo entendía y me defendía insultándola para mayor felicidad en ella, y ahora, entraban a jugar en nosotros, cosas que no ocurrían.
Y una tarde jugamos a un juego en la compu, y... como nunca había ocurrido, mi hermana me da la más soberana paliza venciéndome de la manera más grotescamente escandalosa que pudiera imaginarse. Sus festejos y carcajadas eran cosa estruendosa, y todo mi ser quedó desde ese momento, como encendido en una rarísima calentura erótica latente que quería yo reprimir, y no dejar aflorar.
Para contrarrestar tal cosa mi deseo comenzó a ser el de tratar de vengarme derrotándola luego en lo que fuera, y nuestras competencias... ¡aumentaron!
Entonces, fue cuando comenzó a suceder aquello que me empezó a caer como sorprendente "calamidad":
Mi hermana, comenzó a vencerme de una manera cada vez más gorda y desproporcionada, y sus sornas y maneras de burlarse, eran ya cosa por demás insólitas. Yo... iba quedando como una bomba a punto de estallar.
Súbitamente un despampanante deseo de entregarme a mi hermana por completo y ser de ella su juguetito y esclavo, me tomó por completo, y sin confesárselo, seguí mi juego de hacerme el resistente y no rendirme por nada a ella.
Pero sus repetidos y de pronto constantes triunfos sobre mí que ya no podía en absolutamente en nada contra ella, me provocaban unas calenturas de intensidad tan notorias, que en mi rostro se dibujaban mis felicidades eróticas y ella lo notaba largándose las más sarcásticas carcajadas.
Y una calurosa tarde mientras estábamos meta jugar y jugar y ella meta ganarme y ganarme y yo meta perder y perder y yo era ya un ser poseído por una excitación bestial, mi hermana me dice:
-"¡¡¡Hermanito... esto ya no tiene sentido: entregate de una buena vez a mí, ¡que estás que reventás porque te agarre y te haga saltar la leche por la pija a pajas y mamadas y todas las maneras que se me ocurran de hacerte acabar!!!"
-"Cerda inmunda!!!" -Le respondí entre riéndome y llorando, mientras me quitaba lo único que tenía yo puesto, que era un shortcito, quedando con mi tremendo chorizo completamente empalmado y vibrando al aire, ahí delante de ella como esperando que me capturara, cosa que hizo largándose las carcajadas, comenzando ahí mismo a manosearme entero haciéndome las más enloquecedoras cosquillas, mientras yo gritaba desesperado, pero dejándome hacer completamente sumiso y feliz.
Mi hermosa y robusta hermana se revolcaba encima mío pajeándome y manoseándome enterito, y yo gritaba desesperado sacudiendo mi cabeza en medio de cosquillas por demás atroces que ella me hacía sin piedad.
Montándose sobre mi pecho conmigo tendido de espaldas en el pasto ahí donde nos encontrábamos, me pajeaba a dos manos y me zampaba besazos en la punta del chorizo empinado y duro como un fierro, mientras yo brincaba y pataleaba y gritaba como un loco, hasta que sentí las avalanchas orgásmicas invadirme el cuerpo entero, y por mi gruesa y empinada verga los chorros más despampanantes de leche empezaron a saltarme verga afuera, regándole la cara a mi hermana que se largaba las carcajadas refregándose la punta de mi chorizo por la nariz, boca, y toda la cara mientras la leche saltaba y yo estallaba en esos orgasmos que me hacían hasta aullar y patalear debajo de mi hermana así comenzando aquella cosa que estaba resultando el bautismo de lo que iría a ser en adelante, nuestra relación calientemente incestuosa con ella.
Riéndose mi hermana exhibía su cara y pelo y brazos y pecho y vientre regados con los gruesos chorretes de mi leche como si se hubiera enchastrado todita con crema blanquísima, y me miraba riéndose burlona mostrándome lo que me había hecho.
Así fue mi manera de caer a los pies de mi hermana, que fue de ahí en adelante mi dueña absoluta, y yo su caliente esclavo.
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