Mi esposa es una mujer muy hermosa. Es baja y delgada sin ser demasiada flaca, y aunque era super inocente y tímida cuando la conocí, ahora ha cambiado mucho. Tiene pelo negro brilloso, piel café claro, y unos pechos del tamaño de media toronja coronados con pezones de cuatro centímetros de diámetro que se ponen bien erectos cuando se excita o anda con frío, y se nota debajo de su camisa que miden más de un centímetro de largo.
Un día descubrí que a ella le encanta que me meta sus pechos enteros a mi boca. Claro que esto me resulta un poco difícil, pero si me encuentro lo suficientemente excitado siempre hallo la manera de hacerlo. Me encanta ver los tremendos orgasmos que le provoca. En una ocasión de estas me empezó a decir en pleno orgasmo que dónde había aprendido a mamar así. Al no poder contestarle, comenzó a gritar que de seguro muchos machos pingones me habían obligado a mamarles los huevos de esa manera, y que seguramente cada testículo de esos machos pingones era del tamaño de uno de sus pechos.
Desde que la conocí, le ha encantado rebotar rápidamente sobre mi verga dura de 14 centímetros mientras le jalo el pelo y le meto dedos en su anito. Aunque le encanta que lo haga, no me deja darle por el culo. Cuando alza la colita y lo hacemos estilo perrito, sus nalgas se ven aun mejor y su huequito apretado queda exhibido de la manera más tentadora. Me excitaba un montón acomodarla en el borde de la cama en la posición de perrito, apuntar su anito hacia la ventana, e inclinarme un poquito hacia el otro lado mientras le daba lo más duro que podía. Le separaba las nalgas y me imaginaba que unos hombres bien pingones alcanzaban mirarle el anito a través del espacio que había entre las cortinas. Hasta me gustaba decirle que ahí estaban mirándola y masturbándose.
Logré convencerla una vez que intentáramos el sexo anal, pero lástima que me emocioné tanto al sentir lo apretadito y calentito que era, que aunque vi que le dolía, le encajé la verga de una sola embestida. Mi verguita se hincho más que nunca al sentir tan rica sensación, y aunque empezó a llorar y a quejarse jadeando y gritando que le dolía demasiado, la empecé a follar lo más duro y rápido que podía pensando que sería la única oportunidad que tendría de darle por ahí. Pensándolo bien, hubiera parado y dejado que se acostumbrara para que se le aflojara. Me parece que por lo mismo me dijo que sería la última vez que me dejaría hacerlo, y aunque me arrepiento de no haber tenido más cuidado, a la vez me encantó tanto en el momento que no pude controlarme.
Siempre se niega a tener relaciones conmigo, pero si insisto bastante, al fin de cuentas accede mientras me recalca que lo está haciendo de mala gana y que me apure. Poco a poco se va poniendo más caliente, y bueno, en verdad siempre terminamos follando como bestias a un ritmo tan frenético, con una fuerza tan brutal que nos encanta aunque quedamos bien adoloridos. Empieza a gritar que le encanta y que le dé más duro y que por favor no pare de darle así porque está teniendo orgasmos múltiples. Luego grita que quiere una verga bien grandota que le satisfaga aun más. Grita algo parecido una y otra vez haciendo que la inunda de semen y enseguida me pregunta, “¿Eso es todo? Ay no, yo quiero más. Apenas me empezaba a calentar.” Entonces bromeo con ella diciendo algo así cómo, “Mi amor, yo solamente soy el entrenador. Nada más estoy aquí para calentarte. Cuando estés lista dejaré que te cojan los que quieras. Acuérdate que la tengo muy chiquita comparado con tantos machos pingones que hay en este mundo, pero si te hubiera tocado uno de esos desde un principio quizás te hubiera dolido demasiado. Soy un juguete, un pequeño paso hacia el mejor orgasmo que puedas tener. Aun con las veces que te he cogido, cuando te agarre un macho de verdad, te vas a sentir desvirgada. Tú sabes que yo te quiero mucho, así que quiero que disfrutes del mayor placer posible aunque a mí me provoque celos. Lo único que pido es que me dejes mirar cada vez que sea posible. Hasta puedes humillarme si quieres diciéndoles que en verdad tengo la verga bien chiquita y es por eso que soy un cornudo sumiso que quiere verte cojida por hombres bien dotados.” Después de acabar, me sentía arrepentido y le hacía recordar que no era nada más que una fantasía. Luego cuando salíamos de casa me daba cuenta por las risas, miradas y susurros de los vecinos, que eran casi todos hombres solteros por cierto, que todos escuchaban lo que gritaba mi esposa.
Un día iba llegando del trabajo, vi que ella venía llegando de la tienda y acababa de abrir la puerta. En eso se agachó para recoger las bolsas y se me puso la verga bien dura al ver que se le veía toditito por la faldita que traía. Unos tres morenos que estaban ahí le empezaron a silbar, y cuando mi esposa volteó la cabeza para ver quien silbaba, uno de ellos sacó la verga más grandota que jamás había visto y le preguntó si era igual de grande a las que le gustaban. Llegué medio corriendo, pero antes vi que le quedó mirando la vergota con la boca media entreabierta, y que le había sonreído al moreno sacando la lenguita para lamberse el labio de arriba y luego morderse el labio inferior. Me dio muchísimos celos en el momento, pero cuando anadábamos otra vez excitados, le contaba ese incidente y los dos gozábamos como nunca.
Hasta le dije una vez que lo sentía mucho pero la había apostado en una partida de naipes al quedarme sin dinero, y tendría que ser la esclava sexual de un tipo bien pingón por toda una noche. Encima le dije que había hecho una apuesta adicional tratando de recuperarla, y como perdí esa también, el hombre había ganado el derecho de compartirla con todos sus amigos, y que se la iban a coger sin parar por unas cuatro horas. Hasta le dije que aparte aposté una vez más y como perdí de nuevo, se ganó el derecho de filmarla y vender la película, pero había dicho que si le echaba muchísimas ganas y aguantaba todas las vergas enormes que le iban a meter por todos lados, le darían un porcentaje de las ganancias con tal de que regresara a satisfacerlos y hacer más películas al venir a cobrar su cheque.
La hice imaginarse estar en la cama de ese tipo pingón que tendría el derecho de hacer cualquier cosa con ella con tal de no lastimarla demasiado. Casi no pude retener la leche que se me fue acumulando al provocarle un tremendo orgasmo diciéndole “y te atarán de una manera que te obligará a estar en la posición de perrita que tanto te gusta, mientras te estiran los orificios con sus vergas grandes y punzantes.”
“Ay sí”, gemía, “uno bien pero bien grande. Parece un bate de béisbol. Tiene una punta mucho más ancha que el resto de su palo que se asoma por debajo de un prepucio brillante mientras se va saliendo al hincharse cada vez más y más. Ni siquiera cabe en mi boca así que me pongo a lamberla y a chuparla como si fuera lo más rico del mundo mientras jalo muchísimos centímetros de piel de macho hacia atrás para destaparle el capullo completamente y saborear los residuos salados y medio picosos que trae escondidos ahí. Le repito una y otra vez que me encanta su verga porque la tiene más de tres veces más grande que la de mi marido. Hasta le digo que cada vez que mi esposo me pide una mamada, le voy a decir que es una idea buenísima pero que prefiero ir a mamar la de él porque la tiene mucho más grande y sabrosa. Mientras estoy en eso veo de reojo que sus amigos entran uno por uno a mirar el espectáculo, cosa que me excita tanto que les guiño el ojo y empiezo a suplicarle que por favor también me cojan lo más duro que puedan porque llevo demasiado tiempo conformándome con la verguita de mi marido. Al principio me arrepiento de haberlo excitado tanto porque me agarra de los pelos y después de cachetearme la cara con ese tremendo pedazo de carne me lo encaja en la boca violentamente partiéndome los labios un poquito por lo grande que es. Empieza a follarme la boca con tanta fuerza que trato de gritar que me encantan las vergas grandes y que me comparte con sus amigos para que también gocen, aunque casi no me entienden por traer la boca tan llena. Tengo que relajarme lo suficiente para aguantar que me penetre la garganta, y siento la punta chocando contra mis anginas hasta que de alguna forma logra pasar metiéndose a mi esófago. Por fin la saca y lo pierdo de vista mientras se pone detrás de mí. Entran uno, dos, tres y luego otro con una cámara de video, y me doy cuenta que me han estado grabando mientras chupaba verga y decía lo mucho que me gusta. Uno se pone debajo de mí y empieza a darme bien duro por la cuquita mientras el más pingón también me va enterrando su vergota poco a poco. Grito por el dolor que esa gran verga me causa y les digo que me siento desvirgada porque solamente había tenido relaciones con mi marido que la tiene demasiada chiquita. Mientras el dolor se convierte poco a poco en el mejor placer y orgasmos que he tenido en mi vida, empiezo a gritar que ya no voy a perder el tiempo con la miniatura de verga que tiene mi esposo, y voy a pasar todos los días para que me cojan unos machos de verdad con sus vergas grandotas que me satisafacen más de lo que jamás había imaginado posible al estirar mis huequitos al máximo y al tocarme tan profundamente en lugares que mi marido jamás podrá alcanzar. Los otros dos arriman sus vergas a mi cara y empiezo a mamárselas una por una y hasta las dos a la vez. Luego entran más y van turnándose toda la noche. Cuando regreso a casa al otro día te obligo a limpiarme con tu lengua mientras me das las gracias por haberte hecho cornudo y por haberte traído tanta leche de macho pingón que te encanta tanto por putita que eres.”
Termino botando chorros de leche en sus pechos y luego me obliga que se la limpie toditita con mi lengua. Me excito otra vez y la vuelvo a salpicar con lechita rápidamente. Cada vez que me obliga a hacer lo mismo se me vuelve a parar y empezamos de nuevo hasta haberlo hecho unas cinco veces y haber tardado más de cuatro horas. Luego me dice que mejor me va a vestir de mujer para que yo tome su lugar ya que ella no fue la que había apostado. Lo que más me excitaba de toda la questión, era el saber que lo que gritaba se escuchaba al alrededor, y que ahí donde vivíamos como les dije, habían puros hombres solteros, ya que la mayoría era mexicanos que si estaban casados habían dejado a sus esposas e hijos en México, y por no tener buenos trabajos como yo, habían muchos viviendo en cada apartamento. También había unos negros bien grandotes que se pasaban casi todo el día sentados en una de las escaleras ahí donde vivíamos.
Un día al ver que no estaban, fui y me senté ahí y me di cuenta de que sí se alcanzaba a ver nuestra cama por el espacio que había entre las cortinas. Por lo mismo yo siempre trataba de dejar la cortina un poquita entreabierta y a la vez dejar alguna luz encendida para asegurarme de que pudieran observar el espectáculo que por seguro no los dejaba dormir de noche. Aun así seguía necia de que no podía darle por el culo. Me decía que su culito estaba reservado para hombres bien pingones. Al ver que eso también me excitaba, me decía que seguramente quería que algún macho bien pingón me culiara a mi también. En eso agarraba un cinturón y me daba cinturonazos en las nalgas mientras me hacía suplicar que algún hombre bien pingón me culiera con su verga enorme. Luego me hacía gritarlo más y más fuerte hasta gritarlo lo suficientemente fuerte para que también me oyeran. Luego sacaba un consolador negro de unos treinta centímetros de largo y con un espesor de un pepino grandote, y me lo encajaba en el culo lo más fuerte que podía mientras me hacía gritar que me encantaría que me culiaran unos machos pingones.
Cuando la acababa de conocer me decía que mi verga era la única que ella quería, y que jamás tendría sexo con nadie más que yo. Me decía “Tu dices que tu verguita es super chiquita, pero me parece bastante juguetón. Me encanta que aguante hasta seis veces al día. Cada vez que lo hacemos, quedo en las nubes y hasta me cuesta caminar. Tengo media docena de orgasmos cada vez que me lo metes.” Me explicó que la primera vez que tuvo relaciones fue con un hombre que lo tenía casi del mismo tamaño. Me dijo que la había desvirgado casi a la fuerza y que le dolió mucho ya que el hijo de puta ni siquiera se la lubricó y se la metió de un solo golpe. Después me confesó que aparte de eso había trabajado de enfermera, y por lo mismo había visto muchas vergas. Le pedí que me contara en más detalle y me puse recontra cachondo cuando empezó a contar que a veces su trabajo había consistido de afeitarle la región púbica a algún señor, o de darle un baño con trapos mojados. Dijo que casi siempre estaban dormidos así que cuando le tocaba asear a uno que lo tenía de un tamaño espectacular, muchas veces no podía resistir manosearla más de lo necesario cuando se empezaba a hinchar, al ver que se ponía super tiesa y más grandota aun. Dijo que incluso había visto algunos que se ponían más grandes que mi antebrazo, y que después de asegurarse que el paciente sí estaba bien dormido, aprovechaba para darle algunos lenguetazos y deleitarse en ver como hacia que brincara. Dijo que de vez en cuando se despertaba alguno, pero si se hacía el dormido, seguía mamándole la verga y chupándole los huevos hasta sacar toda la leche de macho pingón que venía acumulada en esas bolas que llegaban a ser hasta el tamaño de los de billard. Me dijo que cuando sabía que el paciente estaba dormido y le encantaba su verga, se subía el uniforme de enfermera y se metía dedos para gozar más. Dijo que su única regla que tenía era que jamás permitía que el paciente la tocara con las manos o que se la cogiera. Aun con lo cachondita que era a sus dieciocho años, seguía siendo virgen.
Me siguió contando que uno de las más grandotas que había visto empezó a brincar tanto que perdió el control y le dio una buena mamada aunque nada más pudo chuparle la punta del capullo y lambérsela como si fuera una paleta. Dijo que con él fue que descubrió que se ponía super, pero super cachonda al lamber y succionarle los huevos a un macho que tenía la verga del tamaño de un toro, burro, o caballo. Terminó diciéndome que mientras le chupaba y le lambía la punta, miró la cara del paciente y se asustó al ver que estaba totalmente despierto. Dijo que era un viejo todo canoso y que le daba asco por feo, pero como tenía una verga tan carnosa y dura ni siquiera se había fijado cómo era. Me contó que el viejo la agarró de los pelos y le dijo que si lo dejaba de mamar como lo estaba haciendo, la iba a reportar. Por miedo de perder su trabajo y me imagino que también por lo cachonda que estaba la siguió mamando sintiendo lo rico que era que la punta punzara y brincara en su boca mientras le agarraba de los pelos y le decía que como no había tenido relaciones en más de veinte años, le iba a tocar tragarse tanta leche que se iba a atragantar, y que más le valía que no desperdiciara ni una sola gota o la reportaría de todas maneras. Mientras tanto le subió el uniforme y le empezo a cachetearle las nalgas muy pero muy fuertemente hasta que le empezó a suplicar que ya no lo hiciera porque alguien iba a escuchar y entrarían. Dijo que no dejaba de tratar de hacer que ese pene gigantesco brotara semen lo más rápido posible ya que el viejo empezó a culearle el ano con dos dedos grandotes mientras también le bombeaba la cuquita con otros dos. Cuando le pregunté si pudo me dijo que sí, pero que piensa que no podría haberlo hecho si el viejo no la hubiera agarrado aun más fuerte encajándole la verga hasta la garganta haciendo que se tragara hasta la última gota de docenas de chorros de leche salada y muy espesa. Dijo que casi le gustó y hubiera vuelto a hacerlo las veces que pudiera si no le hubiera partido los labios por lo ancho que era.
Decidí averiguar qué tan lejos podría llegar. Fue entonces que le dije: “Pero imagínate, si mi verguita de juguete puede ocasionarte tanto placer, cómo sentirías que te cogieran una multitud de hombres que la tuvieran como lo tenía ese viejo. Unos machos bien machos, peludos, huevudos que llevan tiempo sin coger te causarían más placer de lo que has sentido en tu vida al tocarte en lugares donde yo jamás podré alcanzar con la verguita que tengo. Imagínate nada más que te seducieras a un grupo de hombres de esos, bien pingones con un montón de leche acumulada, y que se turnaran dándote bien duro mientras te estiraran la cuquita como nunca antes mientras te doy las gracias por hacerme cornudo y uso mi lengua para lubricarte los huequitos, y limpiarte cuando hallan terminado. Es más, eso va a ser el regalo de cumpleaños que te voy a dar este año. Voy a poner un anuncio en el internet, y contrataré a por lo menos tres de los hombres más pingones que encuentre para que te cojan por un mínimo de dos horas. ”
Ana, que así se llama mi esposa, respondió que tres no serían suficientes, y que quería unos veinte por lo menos. Yo le dije que no había problema, que yo la seguiría amando y adorándola como buen cornudo sumiso y hasta le pediría a cualquier macho que se quisiera coger personalmente que lo hiciera. Le dije que hasta les preguntaría si tenían verga grande ya que yo la tenía tan chiquitita que no podía satisfacer a mi mujer, y que les pediría que por favor la satisfacieran ellos ya que yo no era lo suficientemente hombre para hacerlo.
Jamás me olvidaré de la vez que estabamos acampando a orillas de un río. Después de tener una sesión increible de sexo dentro de nuestra carpa, bajamos al río a tomar sol y bañarnos. Lo único que llevaba puesto yo era un shorcito gris que no alcanzaba a tapar mis nalgas que a pesar de los treinta y algo de años que llevo, parecen que fueran de una muchachita de dieciocho, redonditas, paraditas, blancas y sin pelo. Ya que éramos las únicas personas ahí, le dije a mi mujer que se pusiera una tanguita rosa que traía. Ella accedió, aunque me advirtió que si llegaba alguien que la viera así, me daría una tremenda paliza y además tendría que ponerme la tanguita y llevarla puesta el resto del día.
Me puse a tomar sol con los pies hacia el río y la cabeza hacia el caminito por si llegara alguien. Me encontraba boca abajo y me había metido el short hasta el punto en el que también parecía tanga para así aprovechar la oportunidad de broncearme las nalgas. Después de un buen rato tuve el presentimiento de que alguien nos estaba mirando. Al levantar la cabeza y no ver a nadie alrededor, decidí que me lo había imaginado y me puse a echar más aceite en las piernas. Al rociarme la colita con el aceite que ya estaba bastante caliente, me empecé a excitar y pasé un buen rato masageándome las nalgas y hasta dejando que un par de dedos “resbalaran” y me extiraran el anito un poquito. Como me provocaba una ola de placer cada vez que lo hacía, levantaba la colita más. De repente Ana me pidió que le echara más aceite también y con gusto cumplí, y claro que me pasé varios minutos sobándole las nalgas. Ya que ella tenía la cara volteada hacia el otro lado, volteé la cabeza y empecé a mirar mi colita mientras metía mis dedos lo más energéticamente que podía. De repente mi vista se extravió un poquito más hacia el río y pegué un pequeño salto al ver que se había acercado una lancha de uno que andaba de pesca, y vi que traía una tremenda caña en las manos pero no era de pesca.
Era un señor moreno bastante alto, que por lo visto había llegado muy cerca de nosotros sin que nos diéramos cuenta ya que traía el motor apagado, y seguramente al ver el culazo de mi mujer y el show que le había estado haciendo yo, se había olvidado del todo de la pesca. Mi primer reacción fue de salir corriendo, pero luego decidí relajarme y hacer de cuenta que no lo había visto. Como traía unos lentes plateados que servían de espejo, hice de cuentas que los estaba limpiando y luego los acomodé para que pudiera observar que tanto interés tenía en nosotros. El señor traía la verga bien parada y se estaba masturbando frenéticamente con las dos manos. Pude notar que aun agarrándola con las dos manos sobraba casi la mitad y aparte era obvio que era una verga super gruesa. Vi que mientras se pajeaba, miraba al culo de ella y se lambía los labios, pero creo que me excité más al ver que miraba más al mío. Alcé la colita lo más que pude para ofrecerle mejor vista de la parte interior de las nalgas. De pronto se me ocurrió una idea. Al untar esos hermosos montes carnosos de mi esposa, empecé a darle un buen masage, asegurándome de correr el hilito a un costado para el hermoso anito de mi mujer a plena vista. Su lancha se había acercado hasta estar a menos de diez metros. Empecé a concentrar todas mis atenciones en el anito de ella con el hilito hecho a un lado al saber que el moreno que se andaba masturbando cerquita de nosotros teniendo el mayor cuidado de no hacer ruido para no ser descubierto. Bajé la cabeza hasta el culazo de ella, y separándole las nalgas con las manos comencé a lamberle el ano. Hasta curveé mi espalda lo más que pude tratando de posar de la manera más vulnerable y sugestiva posible.
“Basta pinche marrano. No tengo ganas ahorita. Déjame dormir cabrón que tengo mucho sueño.” En eso se me ocurrió una idea. Pensé que si de repente yo me iba y lo dejaba al moreno en mi lugar, me podría masturbar viendo como le metía mano a ella, y que de repente al sentir el tremendo palo que traía, no se iba a poder contener. Pero gran sorpresa me llevé cuando al pararme vi que el moreno ya se había bajado de la lancha y estaba parado en la playa a apenas unos pasos de nosotros. No pude evitar mirarle el enorme pedazo de carne negra y muy venosa que traía. Me quedé mirando por unos treinta segundos con la boca entreabieta hasta que me puso medio nervioso mirándome a la cara y luego a su herramienta colosal.
No sé cómo encontré el valor, pero le hice señas de que se acostara en mi toalla y le empezara a meter mano a mi mujer. Al ver que se quedó ahí parado, y bien parado por cierto, pensé que quería que me retirara más. Gran sorpresa me llevé cuando en vez de acostarse donde le había indicado, me siguió a mí. Mientras nos fuimos alejando del río, sentía que se venía acercando ya que sus pasos se escuchaban cada vez más cerca. Cuando pensaba que me había alejado lo suficiente me detuve, y agarrando mi shorcito por detrás con ambas manos, lo jalé hacia arriba con toda mi fuerza para que viera que estaba bien excitado y totalmente a su disposición.
Me paré de puntitas y brinqué al sentir su pene carnoso rozar contra mis nalguitas descubiertas. Jadeé en voz baja que pensaba que nada más me iba a tocar masturbarme mientras lo miraba cogerse a mi mujer con esa verga gigantesca. No tuve tiempo ni de pensar cuando ya me había respondido que quizá más tarde sí lo haría, pero que por el momento mi culito parecía estar más necesitado, y mientras me lo estaba diciendo, me bajó el short hasta los tobillos de un solo jalón. Sentí mucha presión en mi ano hasta que entró la punta de su enorme falo de golpe provocándome un intenso dolor. Me empezó a follar lo más duro y rápido que podía, metiéndome cada vez más y más verga hasta que sentí cómo se le doblaba al tocar fondo y no poder meterla más. Aunque sí se me había antojado bastante, no podía aguantar el dolor que me causó al darme tan duro desde un principio y solté un grito que seguramente sonó como de putita en celo. Sentí también que mientras más fuerte apretaba el ano para protegerme de sus violentas embestidas, más se le hinchaba la verga y más se emocionaba. Logré escaparme después de varios intentos, pero al caer sentado sentí esa vergota punzando contra mi cara. Me agarró de los pelos y casi gritando me dijo que le diera la mejor mamada de su vida o iba a seguir partiéndome el culo en dos. Así que lo hice con muchas ganas y lo mejor que pude mientras me hacía decirle que me encantaba y que por favor cogiera a mi mujer con su verga gigantesca, hasta que en pocos minutos me chorrió toda la cara de leche. Luego se fue, diciendo que tenía que ir a dejar su lancha y que probablemente regresaría más tarde. Le pedí que sí, que hiciera todo lo posible en regresar, y me quedé tan ansioso de que regresara que casi no dormí, pero me quedé con las ganas ya que no vino.
Yo le pedí también a mi mujer en varias ocasiones que me dejara cogerla otra vez por el culo. y aunque le frotaba el anito de vez en cuando y veía que se ponía más cachonda que nunca, siempre se rehusaba. Algunas veces hasta traté de hacerlo por la fuerza, pero ella pudo más que yo. Luego agarraba un consolador enorme y me lo enterraba en mi ano lo más duro que podía. Encima me decía que lo más probable sería que ella jamás me dejaría volver a cogerla por el culo, pero que si cualquier otro hombre se lo pidiera, se lo daría con mucho gusto. Si dijeran que no querían que yo mirase, les diría que lo principal para ella era humillarme a mí, y por lo tanto quería que ellos la acompañaran para que vieran cómo me hacía limpiar toda la leche que tiraran, con mi lenguita. Aunque una vez me dejó follarle el culo con un pepino enorme mientras yo le daba por la cuca, me prohibió que metiera mi verga ahí, diciéndome que estaba reservado para machos que lo tenían del tamaño de ese pepino grandote, y que mientras le daban yo iba a tener que confesarles que a mí no me lo permitía, y que a pesar de que fuera mi esposa, yo para ella no era nada más que un cornudo sumiso con una verguita que no le servía para nada.
Me empezó a gustar calentarla más y más agarrándole las nalgas cuando ella decidía montarme, y decirle que le estaba abriendo las nalgas para que el hombre pingón que estaba detrás de ella pudiera darle por el culo con una verga legendaria. Poco a poco nuestras fantasías fueron convirtiéndose más y más en descripciones de orgias donde ella era la única mujer y todos los hombres tenían vergas gigantescas. Me decía que lo que yo quería era que sí me hiciera un cornudo sumiso y que me humillara mientras me obligaba a ver cuanto hacía gozar a otros hombres. Le dije que a mí honestamente me encantaría y comencé a pedirle que se pusiera ropa cada vez más sexi cuando saliera, para ver como los hombres se excitaban viéndola, pero después de terminar volvíamos a decir que era nada más que una fantasía.
A veces noto que me excita ver cuantos hombres le miran las nalgotas perfectas rebotando ligeramente al caminar, y sus labios carnosos que parecen pedir verga constantemente. Ella seguramente se habrá fijado en eso también, pensé un día al observar la reacción que provocaba haciendo que creciera el bulto de casi todos sus admiradores. Vi que algunos no podían ocultar lo bien dotados que eran al traer algún pantalón o short de material liviano o flexible al quedarla viendo un rato. Llegamos al punto en que al hacer el amor le pedía que me contara las aventuras que había tenido al salir vestida tan provocativamente. Los cuentos que me contaba hacían que tuviéramos mejor sexo cada vez que lo hacíamos. Sus aventuras siempre se trataban de más de diez hombres pingones que le daban verga para mamar mientras la cogían bien duro por el ano y la cuca. Eso a mí me hacía acabar rápidamente, y después de hacerlo me preguntaba si era todo, diciéndome que todavía quería más. A pesar de todo me aseguraba que nuestras fantasías eran eso y nada más, y se rehusaba a hacerlas realidad cada vez que yo lo sugiriera.
Cómo no hablaba el inglés muy bien, un día me pidió que empezara a darle clases. Dije que claro que sí, y ella respondió “cómo se dice: mi marido es un inútil y para castigarlo quiero que todos ustedes me cojan bien duro.” Lo tomé en broma pero le dije cómo decirlo para seguirle el juego. Luego me pidió que le enseñara otras frases como: “Perdón, por acaso no tienen penes grandes porque mi marido lo tiene bien chiquito, y a mí me encantan los penes grandes.”, “cójanme también por el ano porque a mi marido no lo dejo y se lo voy a contar.” y “quiero que me embarren de leche porque me encanta obligarlo a limpiarme la leche de machos pingones con su lengua cornuda. Si quieren haré que lo haga enfrente de ustedes.”
Un día al llegar del trabajo, vi que no había nadie en casa. Me sentí mal ya que habíamos estado discutiendo mucho últimamente. Empecé a pensar que posiblemente estuviera con otro, complaciéndolo en todo. Se me subió la calentura y decidí masturbarme. Al ver una miniatura de minifaldita blanca, una blusita y medias del mismo color, y una tanguita negra tiradas en la cama, me excité bastante imaginando a mi mujer haciendo compras vestida así. Me imaginé que la veía agachada para agarrar alguna cosa mientras que varios hombres pingones se la quedaban viendo. Tuve un imagen mental bastante claro de ella agachándose mientras cinco hombres se echaban un taco de ojo haciendo que esos palos carnosos y venosos que traían punzando debajo de sus braguetas se pusieran cada vez más grandes y tiesos. Me empecé a tocar al hacerme la película de que ella se daba vuelta y veía unos catorce centímetros de verga gruesa asomándose por arriba de los cintos de cada uno. Luego me la imaginaba incapaz de controlar su calentura y pidiéndoles que fueran a algún lado para probar cómo se sentiría tener unos hombres tan viriles para satisfacerla.
Se me ocurrió ponerme esa ropa y masturbarme enfrente del espejo para tener un imagen visual de lo que me estaba imaginando. Me puse más y más cachondo al abrir mis nalgas y mirar cómo se contraía mi ano por la calentura que tenía. Así que agarré crema y seguí el juego metiéndome un dedo y luego dos mientras gemía como putita en celo. Al excitarme demasiado, mi verga empezó a soltar montones de leche, y después de expulsar los últimos chorros, me limpié las manos en las nalgas. Quedé rendido y hincado sobre el borde de la cama sintiendo como se me iba achicando el pene mientras sentía la leche escurriéndose por mis hermosas nalgas lampiñas. Al traerlo flácido medía apenas unos cuatro centímetros, y al jalar la piel hacia delante como si no fuera circuncisado y empujando el resto para dentro, podía ocultarlo casi completamente. Escuché un ruido y salté al ver que había gente parada detrás de mí. Fue entonces que oí a mi mujer decir “ya ven que sí es una putita sumisa de verguita chiquita.”
“Ya veo” dijo uno que era muchísimo más alto y musculoso que yo. En total habían cinco y me dio miedo al ver que todititos eran negros. No es que sea racista sino que los reconocí ya que eran unos malandros que se pasaban el día parados en la esquina o sentados en la escalera de los apartamentos donde vivíamos.
“Siéntate allá en la esquina cabrón. Te voy a cumplir la fantasía a ver si se te quita.” No podía creer lo que estaba pasando. Mi mujer se acostó en la cama y enseguida los hombres que venían con ella sacaron unas vergas que aun flácidas eran dos veces más grandes que el tamaño máximo de la mía. Medían entre veinticinco y cuarenta centímetros de largo, y de grueso, bueno, al del más delgado no pudiera ni haberla agarrado con la mano y haber hecho que mi pulgar tocara alguno de mis otros dedos. Ni hablar del más grueso que tenía la anchura de una lata de cerveza y un par de huevos hinchados que se juntaban por tanta leche que traían. Cuando mi mujer los vio, dijo: “¡Ay diós mío, parecen naranjas! ¿Me deja lambérselos, por favor? Es que nunca había visto nada así. Me imagino cómo voy a sentir cuando me los empiece a rebotar contra mi cuquita o mi anito… ¡Uy yu yui… pero si la cabeza de su pene es hasta más ancha que mi brazo! Me encanta lo morado y brilloso que se ve cuando las venas se le hinchan así y empiezan a punzar. Siempre le sale la punta cuando pasa eso, ¿verdad? Ay, tengo que lambérsela, ¿me permite? Ay que rico sabe, lástima que no cabe en mi boquita… bueno, pero si me la estira podré saborear cada gotita que brota cada vez que punza.”
“¿Pero qué haces mi amor?” le pregunté asombrado y a la vez más excitado que nunca.
“Cállate la boca pendejo que fue tu idea. Y no te olvides que también querías que te humillara.”
“Sí pero eso era una fantasía, tú misma lo dijiste.”
“Bien dicho cornudito” y al agarrar dos vergas gigantescas que iban acercándose a su cara añadió, “era una fantasía, era…”
Y al decir eso, metió la cabeza de uno de los penes dentro de su boca, aunque apenas cabía, y luego se puso a lamber y chupar los huevos que traía en la otra mano. Se concentraba tanto como si se estuviera totalmente olvidando de cualquier otra cosa que no fuera el adorar esos testículos que parecían bolas de billard. Y así se fue alternando de uno a otro mientras los hombres me decían que mi mujer era una experta mamando verga y que iban a pasar todos los días para que yo viera a mi mujer disfrutar de vergas mucho mejores que la mía. Me recalcaban que los machos no tienen verguita de bebé, jamás se vestirían en ropa de mujer, ni tampoco permitirían que su mujer tuviera sexo con otro hombre. Al ver que me estaba excitando me dijeron que seguramente me gustaba ver lo que era una verga de verdad y lo feliz que se ponía mi mujer al tener una en cada mano.
“Mira mariquita” me dijo uno que se me quedaba mirando, “se está divirtiendo como nunca.”
Al mirar a mi mujer mamándole la verga a uno y luego lambiéndole los huevos al otro, mientras un hombre le chupaba cada teta y otro le lambía el clítoris y el anito, mi verga se puso más tiesa que nunca.
“Ya sabía que te encantaría cabrón.” me dijo agarrando una verga en cada mano. “Pero te advierto que no te he dado permiso de masturbarte todavía. Saca ese consolador negro que tanto te gusta y muéstrales la clase de putita que eres. Y más te vale que mantengas tu verguita metida. Ni quiero verlo. Jalate la piel hacia delante y pellíscate la punta, y empújala hacia adentro hasta que se vea de un solo centímetro.
“¿De qué consolador me hablas?” dije yo tratando de hacerme el inocente.
“No te hagas menso pendejo que ya les conté todo.”
Cuando saqué el consolador del closet y vieron lo grande que era, uno de ellos dijo entre risas, “Y yo pensé que no tenía una verga como la de nosotros.”
Empezaron a reirse más apuntando a mi verguita y hablando de lo chiquita que es. Aunque a mi mujer le costaba hablar con la boca llena de verga agregó “y cuando le empiezo a dar bien duro, gime como perrita y pide más, aunque ya lo traiga enterrada hasta el fondo.”
“Aguanta más que tú entonces, porque cada vez que te damos por el culo gritas como loca con solo meterte la punta.”
“Ay, pero aún así me gustó… ¡pero ya métetelo cabrón!” me ordenó mi mujer jadeando y con la cara mojada de sudor. “¡Encájatelo! ¡Encájatelo cada vez que me dan una embestida a mí.”
“Deja eso” respondió uno de ellos. “Yo se lo voy a encajar mientras espero mi turno. Y más vale que diga que le encanta. Y con eso me jaló del brazo obligándome a ponerme en cuatro mientras me arrebató ese consolador gigantesco de la mano. “¡Levanta el culo putita!” Y me dio una nalgada que me hizo gritar. Así que hice como me pedía, y al mirar hacia atrás, vi que le estaba echando lubricante a ese enorme juguete, y sentí con anticipación la tremenda estirada de ano que me iba a dar. “¡Date vuelta hacia allá para que veas como goza tu mujer!” y al decirlo me jaló del pelo obligándome a voltearme y ver como mi esposa se estaba metiendo un pene venoso y punzante en su cuquita mientras seguía mamando verga como estrella de porno. Otro le estaba echando lubricante a su verga enorme con la cabeza apoyada a lado del ano de ella. En el momento que le empezó a dar por el culo, el que traía el consolador me empezó a follar con él al mismo ritmo.
“¡Ay pinche cornudo sumiso!” gritó mi mujer, “¡nunca podrás hacerme sentir algo tan rico!”
“Que sientes, mariquita, ¿te gusta?” me preguntó el que venía dándome por el culo. Yo cerraba los ojos y me mordía el labio tratando de echarme más hacia delante para evitar que me lo encajara completamente. Al no contestarle me lo encajó con toda su fuerza, cosa que me hizo gritar que sí, que me gustaba muchísimo, con la intención de que no me diera tan duro. Lo malo fue que tuvo el efecto opuesto y me metía y me sacaba el juguete entero con toda su fuerza. De repente esos palos carnosos que venía mamando mi mujer empezaron a brotar grandes cantidades de leche espesa mientras ella sacaba la lengua y trataba de agarrar lo más que podía en su boca. Ya poco podría sorprenderme, pero me pareció algo insólito ya que ella siempre me decía que le daba asco que terminara en su boquita, así que nunca me había dejado hacerlo. La única vez que lo hice, después de haberle dicho que le avisaría a tiempo, me juró que sería la última vez que me haría un felatio y que de ese momento en adelante llegaría a casa con cualquier hombre cuando ella quisiera para que yo la viera en acción a menudo y recordara lo rico que se sentía su boquita calientita y jugosa. En ese momento me acordé de sus palabras y me daba tanta envidia ver el placer que le provocaba a esos hombres. Lo que más envidia me daba era que con otros lo hacía con muchísimas más ganas de lo que jamás lo había hecho conmigo.
“¡Qué rico! ¡Me encanta tomarme la leche de un verdadero macho! ¡Dame más! ¡Quiero más! ¡Me encantan estas vergas gigantescas!” gritaba como alocada mientras rebotaba entre los cuerpos musculosos de los hombres que la estaban cogiendo a un ritmo frenético.
A mí también me sacudía violentamente el hombre que me estaba follando con ese consolador gigante. De vez en cuando me daba fuertes nalgadas mientras me ordenaba que dijiera algo humillante o que me moviera más para meter y sacar ese gran juguete por mi propia cuenta.
“¡Di que te encantan las vergas grandes!”
“¡Ay sí me encantan! ¡Me encantan!” gritaba yo.
“Di que eres una putita sumisa porque tienes una verga chiquita.”
“¡Soy una putita sumisa con una verga bien chiquita!”
“Danos las gracias por hacerla gozar a tu mujer como tu jamás podrás.”
“¡Gracias! ¡Gracias por hacerla gozar tan rico!”
“Pídenos que lo hagamos todos los días.”
“Por favor, ¡háganla gozar todos los días!”
“¿Cómo quieres que la hagamos gozar?”
“¡Dejándola mamar esas vergotas que tienen mientras se turnan cogiéndola como están haciendo ahorita!”
“¿Y por qué?”
“¡Porque nos encanta, y yo jamás podré hacerla gozar así con la verguita que tengo!”
De repente el que le estaba dando por detrás sacó su palo venoso y me lo encajó en la boca provocándome arcadas al soltar chorros de leche caliente. “Danos las gracias putita.” ordenó el que afortunadamente había dejado de embestirme con el consolador.
“¡Gracias! ¡Gracias!” yo trataba de pronunciar las palabras pero no se entendía bien por traer la boca tan llena de verga erguida.
“Pídeme que me coja a tu mujer por el culo.”
“No, por el culo no que no está acostumbrada.”
“Cállate cabrón” dijo mi mujer entre gritos de placer “ya te he dicho que me encanta que cualquiera me coja por el culo menos tú.”
Y mientras mi mujer seguía cabalgando sobre el mismo hombre pingón que seguía debajo de ella, el que me había estado dando con el consolador empezó a follarle el culo. Enseguida sentí que otro me empezaba a dar con el juguete mientras los otros dos pusieron sus vergas en mi cara. Mi mujer gemía y me miraba con cara de felicidad aunque le brotaban lágrimas, y dijo que desde que le había metido ese pepino enorme no paraba de buscar vergas del mismo tamaño.
“A ver, ¿quieres que te dejemos mamar nuestras vergas para que se pongan bien duras para poder darle a tu mujer otra vez?” dijo mientras me golpeó en la cara con la suya, cosa que sintió como si hubiera sido con un bastón.
“¡O sí! Por favor.” Gemí y empecé a mamar con gusto mientras mi mujer me miraba y me echaba burla.
“¡Ay putita! Putita mía! ¡Me están llenando los dos huecos de leche caliente con esas pingas de macho que tienen y tú tan encantada que ni te importa!”
“Es que usted es una putita en celo señora. ¿Acaso no se da cuenta que con esa miniatura de verga su marido no puede hacer otra cosa que mamar y exprimir vergas con su boquita y culito femenil? Mira nada más como goza. Aparte con ese culito precioso que tiene… ay, éste sí nos va a hacer mucho dinero. Y encima se va a divertir. Se la va a pasar en éxtasis dándonos las gracias. ¿No es cierto maricón?”
“Mmm, ¡gracias! ¡Gracias!” gemí ya verdaderamente extasiado por tanta sensación que sentía al estar a su merced y al escuchar como gritaba mi esposa totalmente alocada de placer. La miré para verla gozar y me di cuenta que los hombres estaban terminando dentro de sus dos orificios y me quedé medio hipnotizado viendo tanta leche que lograba escaparse a pesar de que todavía traía los huecos tapados con las vergas más anchas que había visto en toda mi vida. Eran tan gruesas que la que traía en su cuca resbalaba contra la que traía en su ano al estar empapada con los jugos de los tres. Al sacarlas, los orificios de mi querida quedaron abiertos y chorreando un montón de jugos que presentía que pronto tendría que saborear. Las dos que me estaba mamando ya estaban bien tiesas de nuevo, se arrimaron a mi esposa y poniéndola en cuatro me decían que mirara cuanta leche salía.
“¿Cómo nos vas a dar a tu mujer así toda sucia? Límpiala bien con tu lengua si quieres que la hagamos gozar más.”
“No, ya no por favor que ya estoy satisfecha. Quedé adolorida por tanta verga que me acaban de meter.”
“Aparte por la cogida que te dimos hace rato. Pero bien que te gustó. Lo que más me gustó a mí fue cuando sentiste esos primeros orgasmos fuertes que te hicieron temblar como si te hubiera dado un ataque epiléptico.”
“¿Cómo que la cogida que te dieron hace rato? Te dije que si lo hacías yo tenía que estar ahí.”
“Ya cállate pendejo inútil, ya no me vas a dar órdenes. Tú estuviste tratando de convencerme que lo hiciera con un macho bien pingón por más de seis años y aun así te fui fiel.”
“Pero yo…”
“Ay, ¿me harían el favor de taparle la boca con una de esas vergas que tanto le fascinan para que deje de hablar? Gracias, así será más fácil explicarle todo. Te aguanté tantas cosas y hice todo lo que pude para complacerte. Hasta te dije un par de veces que dejáramos de hablar de esa fantasía mientras hacíamos el amor porque por tanto que me insistías y que me dijeras lo mucho que me encantaría sentir unos verdaderos orgasmos, terminé pensando que quizás lo probaría algún día. Después quedé super sorprendida al preguntarte que por qué hablabas tanto de vergas grandes y te exitabas cuando te humillara de una manera tan horrible y… son tantas cosas…”
El pene que traía yo en la boca se paró de nuevo y vi que los penes de los otros también empezaron a hincharse otra vez, y yo también me puse cachondo al sentir esa verga creciendo dentro de mi boca hasta tocarme la campanita aunque me había metido menos de la mitad. Así que comencé a mamarle la verga con ganas y al darse cuenta interrumpió su explicación para exigir que la mirara a ella mientras me hablaba. Al mirarle a los ojos vi que le habían arrimado esos tremendos pedazos de carne negra otra vez, y mientras siguió hablando le golpeaban la cara eróticamente con ellos. Cuando ponían la punta cerca de su boca, dejaba de hablar por unos momentos mientras les daba lenguetazos y se las chupaba gemiendo que yo tenía toda la razón.
“…tantas cosas que pasaron… la imaginación… los deseos… lo mucho que me encanta mamar la verga de un verdadero macho… macho bien macho… peludo y super pingón… con unos huevos tan pero tan grandotes como los de estos señores que sí merecen que les saque toda su deliciosa leche espesa con esta boquita que alguna vez estuvo reservada exclusivamente para tus miserables huevitos de codorniz, pero como no la supiste valorar, voy a dedicarla a ordeñar huevos que sean del tamaño de los de avestruz para que los tuyos parezcan absurdamente pequeños y ridículos en comparación. Unos huevos tan viriles que son capaces de acumular hasta diez veces más leche que los tuyos y que después de darles la atención necesaria son capaces de vaciarse completamente después con unos diez chorros de leche super caliente y tan resbalosa que ya me mojé el calzón pensando en lo rico que voy a sentir y lo rápido que se les va a parar de nuevo cuando te vean juntándola toda con tu boca afeminada mientras te digo que en vez de tragártela quiero que la pongas dentro de mi anito y mi cuquita con tu lengua mientras me das las gracias por ya traer tanta leche de hombre pingón ahí… y por cierto, te voy a dar las gracias por convencerme que tus huevos son los más feos, pelados y chiquitos que he visto y pensándolo bien, te voy a capar si me das el menor pretexto… o mejor te los dejo por ahora ya que son tan sensibles que puedo hacer que te rindas incondicionalmente con sólo apretártelos suavemente… es más, te voy a agradecer por ayudarme a comprender que sí disfruto mucho más con hombres bien dotados que contigo, y que eres un pinche cornudo tan sumiso y cachondo que nunca se te olvida suplicar que por favor te de permiso de besarle los huevos a los hombres machos porque no aguantas las ganas de chuparte unos huevos grandotes que estén cubiertos con semen de primera calidad mezclada con mis jugos mientras nos reímos y te echamos burla de que por lo menos sirves para limpiarle la verga y las bolas de los hombres que me han enseñado lo que son los orgasmos que parecen terremotos. Y nos reímos una y otra vez al verte así después de haber pensado que eras lo suficientemente hombre para hacerme feliz y llevarme a las nubes sin tener que explicarme que te falta mucho para ser hombre y que mejor vas a dejar que los que sí son hombres me hagan gozar, porque mira lo feliz que me pongo a lamberles, chuparles y besarles esos penes y testículos que me ensenãste a desear tanto por ser más del doble del tamaño de lo que creía posible. Claro que eso no significa que no aprecio que trabajes y cumples con tus responsabilidades como esposo para satisfacer cada uno de mis antojos. Simplemente te quiero hacer recordar que a mí nunca se me hubiera ocurrido esa idea por mi propia cuenta. Acuérdate que yo te dije que lo tenías bien grande, y tú me dijiste que no, que en verdad se te hacía demasiado chiquito y que esperabas que algún día tuviera la oportunidad de disfrutar de uno verdaderamente grande. Mientras más trataba de convencerte que el tuyo era ideal para mí, más necio te ponías insistiendo que el tuyo no me haría gozar al máximo. Luego cuando me mostraste ese consolador negro y venoso de treinta centímetros y me trataste de convencer que te dejara darme por la cuquita con él mientras me dieras por el culo con lo que en aquel entonces consideraba tu verga aunque ahora la trate como verguita, me asusté, y luego me enojé y te dije que mejor te iba a dar a ti por el culo con él. Me enojé aun más cuando te diste vuelta como putita cachonda y alzaste tus nalguitas blanquitas y lampiñas. Pensé que no aguantarías ni la punta, pero vi que te encantó y que aguantabas unos veintisiete centímetros de verga más de tres veces en espesor que la tuya. Después de que me hayas forzado a tener relaciones contigo aquella vez que te insistí que no, decidí castigarte con tu propia fantasía al saber que al cumplirla más allá de lo que te habías imaginado, por más que te dolería seguirías conmigo como cornudo sumiso que me mantendría y a la vez estaría feliz y super cachondo a vivir la fantasía que te inventaste más allá de lo que te habías imaginado. Luego se me ocurrió otra idea para llevarla mucho más allá. Me mojo completamente cuando me acuerdo… tanto así que ya ni falta me haces aunque sí me encanta que me veas tragándome su leche con tantas, pero tantas ganas… y testículos como esos contienen tanta leche que dos hombres podrían embarrarme todo mi hermoso cuerpo… y se me hace tan deliciosa… cuando probé la tuya pensé que nunca dejaría que alguien eyaculara dentro de mi boca otra vez… como nada más había probado ese líquido asqueroso tuyo que me supo a rayos… sabor maricón… sabor cornudo sumiso… pero ésta sí me gusta muchísimo… me la voy a tomar a diario aunque estés conmigo o no… pero no te preocupes que también voy a compartirla contigo que sé que también te encanta… con tal de que hagas toditito pero toditito lo que te pido… cuando te conocí me enamoré de ti y de tu verguita jugetón… pensé que era más que suficiente para mí, pero me convenciste que solamente me gustaba porque no había probado la verga de un verdadero hombre… me confesaste que sí te habías mamado varias vergas y que te habían dado bien duro por el culo… y encima me dijiste que te gustó porque ya tenías traumas de abuso sexual desde niño… y no sé, me dio asco al imaginarte incapaz de controlar tu calentura al ver una verga del doble del tamaño de la tuya… toda venosa y punzante… y bien pero bien peluda porque así lo tienen los hombres… y encima que no fuera circuncisada para que tuviera más sabor a macho… y tú mamándosela como la puta más experta… y yo te decía que no y me insistías y me insistías diciéndome que nada más te decía que no porque no habías probado una y no tenía ni la más mínima idea del placer que me provocaría aunque sí me dolería al principio… y te decía que me encantaba la tuya y jamás quería probar otra… que era la única que quería yo… y se me hacía tan pero tan deliciosa… y quería pasarme el resto de mi vida mamándotela un par de veces al día… me gustaba tanto meter tus dos huevitos a mi boca a la misma vez y lambertelos por horas aunque te afeitabas tanto los huevos como toda la región púbica diciendo que se veía mejor así ya que parecía la de un niño, que por su tamaño no merecía tener vello púbico … te decía que no te lo afeitaras y luego te depilaste las piernas y hasta el ano… me di cuenta que aunque me pareciera raro, sí me excitaba, o sea que en eso tuviste razón… hasta me gustaba lamberte el anito y vi que gemías de una manera tan pero tan femeníl cada vez que te lo hacía que hasta botabas más leche que nunca… aunque jamás haz podido eyacular ni la mitad de la leche que eyaculan esos hombres bien hombres… y te avisé y te avisé que no me mandaras a hacer mandados en shorcitos o minifaldita que dejara que se viera la cuarta parte de mis nalgas, o que por lo menos dejaras que me lavara para no andar toda olorienta a sexo y con tu lechita deslizándose por mis muslos descubiertos… hasta sé que te diste cuenta que una vez que me mandaste a la tienda por cerveza después de haberte mamado la verga, traía todo un costado de mi pelo embarrado de leche tuya y ni cuenta me di hasta regresar… con razón hacían tantos comentarios y piropos los hombres que venían en la fila detrás de mí, seguramente fue por eso, bueno, tambien porque traía una minifaldita con la cual se veía la parte inferior de mis nalgas redonditas y probablemente vieron que traía tu lechita deslizándose por mi entrepierna. Me preguntaron si no quería más leche y al darme vuelta vi que dos de ellos me estaban enseñando las vergas. No supe qué decir ya que ahí estaba yo haciendo fila en el supermercado y habían dos hombres con penes como las de que me hablabas y quizás por lo acostumbrada que me tenías de ver películas pornográficas mientras me decías que me imaginara lo rico que sería mamar vergas como esas, y también por haberme estado pidiendo que me inventara aventuras como esas para contártelas luego mientras hacíamos el amor, me agaché haciendo de cuenta que iba a agarrar unos dulces y antes de pensar en lo que estaba haciendo, ya le había dado una chupadita a cada una de esas vergas grandotas y peludas, y enseguida logré controlarme y me di vuelta porque ya me tocaba pagar, y al hacerlo sentí que el hombre detrás de mí me empezó a meter mano, y seguramente lo dejé con la mano llena de tu leche cuando al terminar de pagar salí corriendo… aparte las cosas que me decían… me gritaron desde el otro lado de la tienda que esperara que me iban a dar más leche en el carro… que eran cinco en total, y al voltear la cabeza a sonreirles nerviosamente por última vez escuché a otro muchacho gritar “seis”, luego otro dijo “siete” y se anotaron cinco más rapidamente mientras una viejita me miró con cara de asco y un niño apuntó su dedo hacia mi trasero y se echó a reir a carcajadas… casi me muero a mirar hacia atrás y hacia abajo y ver que traía toda la minifalda levantada de atrás por la manoseada, y ni siquiera traía calzones… no estaba acostumbrada a eso en aquel tiempo, pero nos volvimos locos al hacer el amor y a revivir esa aventura de una manera fantasiosa… te avisé que poco a poco estabas convirtiéndome en una ninfomániaca y que yo ya no pensaba en otra cosa más que vergas gigantes y las cosas que haríamos con ellas… ni quería la tuya ya… es más, cuando te de permiso de estar presente, vas a ver como hago gozar a uno tras otro mientras describo las muchas razones que prefiero cada verga lambiendo, chupando y besando cada detalle que menciono… y cada vez que le saco la leche a uno cuando ya no aguante tanto placer, dejaré que la eche donde quiera mientras grito que me encantan las vergas grandes mientras quizás te pregunte si te acordabas de lo mucho que gozabas cuando te sacaba la leche así… y que pensaba jamás volver a tener relaciones ni ningún tipo de contacto sexual contigo ya que te volviste tan afeminado… pero la verdad es que seguía sintiendo algún tipo de atracción hacia ti, aunque la atracción era de un tipo totalmente diferente que antes. Los primeros seis años que vivimos juntos te consideraba mi esposo y el hombre de mi vida, mi macho preferido. Todo eso cambió a causa de las cosas que decíamos al tener relaciones sexuales, y en particular en el momento que decidí probar lo que se sentiría tener relaciones con alguien que tuviera una verga bien grandota, y al fin y al cabo tuve que darte la razón que con una bien pero bien grandota, aunque uno sienta bastante dolor al principio, especialmente si te lo meten en el culo, pero ya después empieza a sentir más placer que nunca hasta llegar a tener unos orgasmos tan pero tan fuertes que parecen terremotos por hacer que uno tiemble tanto del placer que puede llegar hasta a sacudir una casa o romper muebles y camas. Pero si uno consigue relajarse lo suficiente, empieza a apreciar esos tremendos pedazos de carne y se puede hasta hacerse adicto a ellos. Luego tuve que darte la razón en cuanto a lo que dijiste de que lo más probable es que si probara lo que era tener relaciones con alguien bien pingón, no iba a querer volver a tener relacoines contigo. Nuestra relación también fue afectada por el hecho de que para humillarte como tú me lo pedías, te estabas volviendo más y más femenil, y a la misma vez, más y más cachondo. A veces te preguntaba si te acuerdabas de la vez que te sorprendí con el aparato que compraste para aumentar el tamaño de tu pene… y me reí preguntándote que si lo tenías muy chiquito o qué y me dijiste que sí… y al ver que se puso más tiesa al hablar de lo chiquito que era… y que se achicó al decirte que me encantaba tal como lo tenías y que era de tamaño promedio… y me dijiste que habían algunos tan pero tan grandes que no lo creiría si los viera… y te dije que no… que me dolería mucho que me dieran con uno más grande que el tuyo… y me dijiste que al principio sí pero luego me iba a gustar muchísimo más que el tuyo y que por favor te hiciera cornudo sumiso… que querías ver lo rico que me harían gozar… y te insistía que eso era algo que nunca podría hacer… pero gracias por convencerme que tenías razón… y sé que eres tan poco hombre que esta es la única manera de hacerte feliz… bueno, puede ser que te vayas a arrepentir tanto y te pongas celozo… pero por otro lado te va a gustar… tendrás que obedecer cada orden que te de o te dejaré enseguida y si no te castigaré de la manera más desagradable que se me ocurra en el momento mientras te recuerdo que antes te obedecía a ti hasta descubrir lo poco hombre que eres… y que me hacías gozar tanto, pero tanto que no creí que sería posible gozar más o tener orgasmos más fuertes… y te agradezco tanto que hayas querido verme tan feliz que no te importaba compartirme con otros… y no te olvides que te pregunté que qué pasaría si me gustara tanto que ya no quisiera tener más relaciones contigo, y me respondiste de que serías feliz con tal de que te dejara mirar y te humillara… y ahora te has vuelto tan cornudo y sumiso que tienes que aguantar que te deje mirar o no… hasta te hago hablarles a los hombres que se me antojan y pedirles que por favor vengan a cogerme… y luego insisto que no te olvides de que tienes que decirles que es porque prácticamente no tienes verga y jamás podrás satisfacerme como ellos… y si se hacen de rogar tendrás que suplicarles y humillarte hasta que cambien de parecer… o tendré que castigarte… y si te dejamos mirar y veo que no la traes metida hacia dentro y se te nota más de un par de centímetros de verga tendrás que sacarla toda y enseñarles como alcanza su tamaño máximo que no puede comparar al de ellos… luego tendrás que mostrarles que aun así eras tan cachonda que tienes que conformarte metiéndote tu verga a tu ano por no saber apreciarme y tratarme bien y tener el cerebro tan cochambroso… haré que me supliques que por favor te de permiso de llenar tu propio culito de leche que antes vaciabas en mí hasta convencerme que no eras gran cosa… y mientras me suplicas que es demasiada humillación, diré que no es nada y sacaré un consolador aun más grande que la verga del más pingón y diré que es tuyo y si hay algún voluntario que quiera darte lo más duro que pueda por el culo que te encantan las vergas grandes… si ninguno quiere o si alguien dice que ya es suficiente que pobrecito…, te preguntaré si ha sido suficiente o no pero que no te olvides que por ser mi cornudo sumiso si no cumples con todo lo que te pido jamás me volverás a ver… si no provocas suficiente lástima, te castigaré más todavía, mientras recalco lo estirado que se ve tu ano explicándo los detalles de cada aventura sexual anal que has tenido… y aunque sepas que es mentira tendrás que decir que sí y que harías cualquier cosa para complacer a tu ama y señora, aunque en verdad te sientas totalmente avergonzado al escucharme recitarles la lista de cosas que has tenido que meterte al ano para complacerme a mí… y no te olvides de que luego preguntaré que si por casualidad no se les ocurre algún otro objeto que quizás quepa sin causarte demasiado daño… haré que confieses que la culpa la tienes tú mientras les explico que:
antes me obligabas a ir de compras llevando ropa super provocativa después de haberme cogido tan duro que se escuchaban tus huevitos chocando contra mi ano y la cama que hacía un montón de ruido a más de media cuadra mientras me obligabas a gritar que me encantan las vergas grandes y que quería que me cojieran muchísimos hombres pingones porque tienes una verga miniatura que no me satisface y que me encanta la leche de machos bien pingones tanto que dejarías que me cojieran por el culo con tal de que me embarraran con leche de macho para que te obligara a limpiármelo con la lengua cuando regresara a casa, y que hasta dejabas las cortinas entreabiertas para que cualquiera que se asomara a la ventana pudiera mirar el espectáculo si quisiera, y que ni siquiera dejabas que me pusiera calzón, ni tampoco dejabas que me lavara para que los hombres cachondos que se habían acercado para ver de qué se trataba tanto escándalo sexual me vieran salir en minifalda con las piernas mojadas de tu leche y con tanto olor a sexo que me terminaban siguiendo una multitud de hombres que me mostraban vergas del tipo que me hiciste imaginar a diario, después de haber mirado por la ventana y haberme visto con la cola parada y apuntanda hacia ellos. Luego les diré que a veces hasta me quitabas las llaves y me decías en voz suficientemente alta como para que los de afuera escucharan que no te iba a dejar entrar hasta que estuvieras totalmente embarrada de leche de macho para que al llegar te vengarías forzándome a limpiartela toda con mi lengua mientras te diera las gracias.
Si me preguntaban si todo eso era verdad, yo les decía que sí sabiendo que si les dijera que no lo era, tú me dejarías, aunque sabía que al decir que sí empezarías a pedirles de que por favor me enseñaran a respetarla humillándome con el peor castigo sexual que se les ocurriera con tal de que no fuera necesario llevarme al hospital después que terminaran. Mientras me atormentaban sexualmente lo más que podían, ella me preguntaba qué sentía. Sabía que por más que me dolía tenía que siempre contestar que me encataba y pedirles que me dieran más duro, aunque me estuviera desmayando por causa de tanto dolor. Aun si eso ocurriera, seguía casi siempre excitado y con la verguita parada, y al saber esto siempre les decía que mi verguita seguía parada y que me dieran más duro dando a veces sugerencias como que los dos más pingones me dieran por el culo a la misma vez, y que me gustaba tanto que algún día me iba a obligar a hacerme una cirugía en la que me pondrían unos pechos enormes y meterían todo mi sexo masculino dentro de mí haciendo que pareciera una cuquita de verdad. Decía que esa era la única razón que aguantaba mi mente cochina y aunque se deleitaba viendo cuantos hombres pingones habían que estaban dispuestos a darme bien duro por lindo, afeminado, afeitado, y por llevar la ropa más provocativa de ella puesta, decía que algún día me obligaría a hacerme esa cirugía y cuando me recuperara iba a organizar un concurso para encontrar los mil hombres más pingones del mundo y después de que ellos me cogieran las veces que quisieran, me perdonaría por el dolor y humillación que le había causado alguna vez.
Así que le limpié el ano, la cuca, la cara y los pechos con mi lengua como perrita sedienta mientras me seguían embestitiendo con ese juguete enorme y humillándome constantemente con los comentarios que hacían.
La acción duró unas cuatro horas más y quizás le cuente todos los detalles algún día, pero ya para qué porque al final de cuentas me mostraron que habían grabado toda la acción con una cámara de video para que pudieran chantajearnos y así no podría negarles permiso de regresar las veces que quisieran. Es más, de hecho nos empezaron a prostituir.
Al siguiente día nos tocaron la puerta y después de mostrarnos parte de una copia del video que habían grabado, dijeron que cada vez que algugien nos tocaba la puerta teníamos que hacer absolutamente todo lo que nos pedían. Bueno, supongo que pudiera haberle hablado a la policía, pero me daba demasiada pena ya que me habían dicho que si no hiciera todo lo que me ordenaban mandarían una copia del video a todos nuestros familiares y a mi trabajo. Pensé que sería imposible pero enseguida me mostraron que ya habían encontrado nuestra libreta de direcciones. Ahora viene un sin fin de gente con cada exigencia de lo más humillante. Lo peor es que la mayoría de las personas son poco atractivas, malolientes, degeneradas, sadísticas y tienen cada exigencia que ya nada me extraña. Algunos me obligan a mamarles la verga enfrente de mi esposa, o le exigen a ella mamárselas en frente de mí. Casi todos quieren sexo anal, y aveces llegan dos que me dan por el culo a la misma vez. Hay uno que hasta llega con un perro gran danés y tengo que dejar que me coja hasta que acaba y se le hincha una bola en la base de su pene que hace que nos quedemos pegados mientras me jala de aquí para allá con una correa. A veces me toca aguantar que varias mujeres se turnen dándome con consoladores cada vez más grandes mientras las demás se ríen, me dan latigazos o me y me orinan o me ponen diferente ropa de mujer mientras comentan con mi mujer lo poco hombre que soy y las cosas humillantes que me van a obligar a hacer por ser una perrita tan sexi. Lo curioso es que aunque sí siento celos y las humiliaciones son constantes y difíciles de aguantar, me excito tanto que cuando por fin me dan permiso de masturbarme, termino como nunca lo había hecho antes. Creo que el hecho de que al hacerlo me hacen dejar la punta de mi pene cubierto por la piel, y ya que de esta manera mi verga parece tan chiquita, me excito más cada vez mientras me humillan y me recalcan lo lindo que es mi culito y lo que significa tener una verga de verdad.
Un día llegaron a tocarnos la puerta y al abrirla vi a tres de ellos y un camarógrafo.
“Te venimos a hacer una propuesta. Si quieres que te entreguemos el video, harás lo que te pidamos.”
“Sí por su puesto, haré lo que ustedes me ordenen.”
“Bueno, como verás trajimos a este camarógrafo porque le mencionamos este arreglo que tenemos a un amigo que hace películas porno y él tuvo una gran idea. Ustedes van a trabajar gratis en una película porno, y a cambio les regresaremos la cinta y los dejaremos en paz.
“¿Y de que se trata la película?”
“Es como un show de realidad, pero más erótico. Habrán tres desafios que tendrán que pasar, y si lo logran ganarán su libertad.”
“¿Tipo Fear Factor?”
“Ándale, pero en vez de terror los desafios serán sexuales. Tendrán que enfrentarse a los desafios solos, y para que tengan en cuenta lo que está haciendo su pareja, serán los mismos desafíos para los dos.”
“¿Empezamos?”
“¿Por qué no? Yo sólo quiero que todo regrese a la normalidad, que los últimos dos meses han sido tremendos con las barbaridades que nos han,”
“Pronto verás. Ven conmigo que