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Hay casualidades que alegran la vida. La mía ocurrió cuando tenía 18 años recién cumplidos. Estaba de viaje de casa mi mamá hacia la de mi papá cuando el vuelo de enlace se canceló y tuve que pasar la noche en casa de mis abuelos y mi tío. Al llegar me enteré que un querido amigo de mis abuelos había fallecido y el velorio sería en un lugar relativamente distante. Me tocaba pasar una noche sola con mi tío más tímido y pacato.
Él a pesar de sus 26 años tiene cuerpo de adolescente. Solo un poco más alto que yo, delgado, pero con algo de músculos. Parecía más un compañero de clase que el adulto responsable de esa noche. Era cosa de familia, yo tampoco era una modelo en ese entonces (tampoco ahora jejeje) Baja estatura, senos pequeños, delgada. Pero eso sí, delicada, siempre arreglada y bien vestida.
Tomó mi equipaje y lo llevó a la habitación donde dormiría. Me acerqué un momento a buscar un pañuelo cuando vi que registraba mi bolso y sacó una pantaleta. No dije nada y me fui sin que me viera, pensé que tal vez era la primera vez que veía una prenda íntima femenina. No le conocíamos novia y seguramente era virgen, siempre había vivido a la sombra de mis abuelos por ser el menor de sus hijos.
Me recosté en el sofá de la sala pensado en mi tío oliendo mis pantis. Me dormí y recuerdo que soñé con mi novio de ese momento. Él me estaba besando y tocando las nalgas como me gustaba. De pronto me besaba los pies y yo me reía. Allí me desperté asustada y mi tío estaba a mis pies, chupando mi pulgar. Él no sabía que decir cuando le pregunté qué hacía. Se paralizó y tartamudeó un par de monosílabos y después le dijo que nada que por favor lo disculpara y que era una tontería.
Me sentó y le dije ¿me estabas besando los pies? Volvió a tartamudear y con la mirada hacia el piso, incapaz de levantar la cara me dijo.
—Sí, soy un loco, siento. Por favor no pienses mal de mí - estaba pálido como la luna.
—Pues sí pareces un loco. Me asustaste – dije sin exaltarme.
—Perdón
—Estás perdonado, pero la próxima vez que me quieras tocar, que sea cuando yo esté despierta. – Le dije en broma aunque pensando en mi novio.
No lo procesó. Hombres, son lentos por naturaleza. Me dijo si quería comer. Calentó la comida y cenamos. Conversamos sobre su universidad, mi colegio. Fluyó mejor de lo que yo esperaba.
Al terminar me levantó y se fui a dar un baño. Mientras el agua de la ducha caía en mi cuerpo recordé a mi novio. Me excitaba recodar nuestras sesiones de sexo. De pronto se cruzó en mi mente la imagen de mi tío chupando mi dedo. Me imaginé que más pudo haber hecho si yo no me despertaba. Nunca me habían tocado dormida. Mi cuerpo se calentó un poco y mientras lavaba mi vulva me di un poco de placer sobándome el clítoris.
Salí del baño directo a mi cuarto. La calentura no se me pasaba. Busqué mis pantaletas para vestirme y me di cuenta que estaban desordenadas. Ese acto de mi tío no me pareció depravado, más bien me hizo sentirme deseada. A fin de cuentas solo es tío por parte de madre, creo que la mitad de mi sangre que no compartíamos quería ver hasta dónde era realmente inocente aquél hombre encerrado. Me puse mi piyama y salí. Él estaba en el sofá y me senté a su lado. Recosté mi cabeza en sus piernas como una pequeña.
—¿Estás bien? – le dije
—Sí, ¿por qué? – dijo casi tartamudeando
—Estás temblando. Tranquilo, no pasa nada. Mi novio también me chupa los pies.
Se quedó callado, pero se que algo maquinaba. Estaba cansada pero mientras me dormía me acarició el cabello y sentí como me arrimó hacia él y sentí su pene erecto en mi cuello. Al ratico me despertó suavemente y me dijo que descansara en el cuarto.
Las luces de la casa estaban apagadas y le pidió que la acompañara. Tenía la intención de seducirlo, pero no estaba segura. Caminé adelante y una vez en el cuarto, cuando quiso prender el bombillo lo abracé. Puso sus brazos alrededor de mi cintura delgada y sintió mi piel. Mi calentura se activó otra vez y pensé que no tenía nada que perder. Levanté la cabeza y lo miré a los ojos: “Olvídate por un momento que soy tu sobrina”. Me abrazó más fuerte y sentí su pene rozarme en la entrepierna. Mi corazón latía muy fuerte. Pensaba en que esto no estaba bien y en la fidelidad a mi novio.
Él estaba temblando cuando me quitó la blusa. Tuve que quitarme yo misma el sostén porque él no sabía cómo quitármelo. Eso me pareció tierno y me convencí de que su inexperiencia era cierta y no solo rumores familiares. Lo besé y le dije que me besara los senos. Me dio besitos en los pezones y en el seno. Su boca temblaba. Me preguntó si así lo hacía mi novio y mi lado más cruel salió cuando le dije que mi novio le ponía más pasión.
No pude ver su expresión por la poca luz del cuarto. Bajó hasta mi vientre y me quitó el short junto con la pantaleta con rapidez. Pensé: Ojalá que tenga condones, porque si no le toca una cita con su mano en el baño. Miró mi vulva un instante. Estaba fascinado y se lanzó hacia ella lamiendo y besando. Mi vagina estaba perfectamente afeitada, labios carnosos, pequeña. Pasó su lengua por allí y gemí. No reconocía ese gemido. Aumentó su intensidad de lamidas y mi excitación creció. Esto empezaba a ser nuevo para mí y mi respiración se aceleró. Mi novato tío me estaba llevando más allá del placer que mi novio.
Se desvistió. Mostró su pene casi con vergüenza, pero él ya no pensaba. La verdad era normal. Iba directo a penetrarme cuando se lo agarré. ¿Tienes condón?, le pregunté. Bajó los hombros y sus ojos me dijeron que no. Eso me pareció tan tierno que lo besé y su pene comenzó a rozarme el clítoris. Estaba muy excitada. Puse mi mano sobre su hombro y él entendió. Cambio los labios de mi boca por los de la vulva. Abrí más las piernas y extendió sus lamidas hasta mi culo. Era más delicado que mi novio. Le dio vueltas a ese hoyito arrugado con su lengua y yo gemía como nunca. Ya no pensaba en mi novio.
Quería el pene de mi tío dentro de mí, pero mi cuenta me decía que estaba fértil. No quiero salir embarazada ¿entiendes?, le dije. Me respondió asintiendo forzando su mejor expresión de comprensión mientras veía mis senos desde mi monte de Venus.
Lo volví a besar y le pedí que se levantara. Había que parar para no ocasionar un caos familiar. Cerré las piernas. Su erección seguía intacta y eso activó una fantasía que había rechazado hace tiempo. No hubo filtro. Me puse de espaldas y abrí las piernas y le dije: “por detrás”. Sentí sus piernas temblando. ¿Estás segura? me preguntó. Me hice la misma pregunta y me respondí que sí. ¿Así lo haces con tu novio? Agregó de inmediato. Ahora dudaba, él me lo había pedido, pero no con esta ternura. “Él siempre tiene condones”, fue lo que salió por mi boca sin pasar por mi mente.
Me lamió el culo varias veces. Me pareció que se mezclaba su saliva con sus líquidos vaginales que no paraban de brotar. Ahora yo temblaba un poco. Puso la cabeza del pene en el centro de aquel círculo virgen que pedía ser penetrado. “Poco a poco”, lo dirigí para calmarlo. Lo hizo con sumo cuidado. “Así está bien”, dije cuando sentí que entró algo más que la cabeza. Empezó a moverse con suavidad. Me apretó los senos y empujó más fuerte. Sentí un ligero dolor, pero el placer era único. Yo jadeaba fuerte y me movía poco. Él se movió más y rápido y de pronto, me estremecí como nunca y aproveché la soledad de la casa para gritar mi orgasmo. Sentí su pene eyacular dentro de mí. Lo sacó y se acostó a mi lado. Lo abracé y nos quedamos dormidos.
Se despertó primero que yo en la mañana. Fui a ducharme y me encontré con un interior suyo. Lo olí y recordé la noche. Me dolía un poco mi culito, pero nunca había tenido un orgasmo así. Me froté mi clítoris mientras me caía agua encima. Sentía que tenía que lavar mi culpa, pero necesitaba más placer, me froté hasta acabar.
Me sentía muy mal. Era una presión rara en el pecho que confundía culpa con satisfacción. Mi sexto sentido me decía que él se sentía peor. Decidí escribirle una carta y dejarla en su cuarto mientras preparaba el desayuno:
Querido tío
Lo de anoche fue un error. Lo sabemos los dos. Que se quede así, un error del que nadie sepa nunca. Cuentas con mi silencio para siempre. No estoy enamorada de ti. Pero tu cuerpo me gritaba anoche que todo era nuevo para ti y eso me excitó mucho. No soy una p…, pero tampoco la niña de papá que tu hermano piensa.
Chao
Cuando vino a buscarme para ir al aeropuerto ya estaba vestida. No lo pude mirar a la cara cuando dijo buenos días. El camino al aeropuerto fue un recital de monosílabos de parte y parte. Nos despedimos con un abrazo.
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