"... y mientras yo me quedo sin ti
como un huracán rabioso y febril
tanta pasión tanta osadía...
Fuego de noche, nieve de día..."
Hacía años que cada uno había seguido su rumbo, yo decidí viajar buscando aventuras, aprendiendo la cultura del mundo, ávido de conocer idiomas, gentes... en fin, complacer mi espíritu siempre rebelde y aventurero. Mi hermano, por el contrario, era más tranquilo, siempre quiso estudiar en la universidad, ser un profesional, casarse con una mujer casera como él... en fin, complacer su espíritu siempre práctico y sosegado. Al cabo de unos cinco años de mi partida mi hermano me dio la noticia de su próximo matrimonio con una mujer "muy especial, hermosa e inteligente, dulce y tranquila, como siempre la había soñado", mi hermano siempre fue algo cursi, así que imaginé que dicha mujer sería de esas que no rompen un plato y con el espíritu de la perfecta ama de casa, pero mientras lo hiciera feliz, a mí me parecía perfecto.
Hice los arreglos para volver a casa lo más pronto posible, cuando me enteré del matrimonio de mi hermano faltaban apenas días a pesar de que me había mandado el correo con suficiente anticipación (imaginando ciertamente que no me enteraría sino casi a la fecha justa; accedí a tener una cuenta de correo electrónico por los reiterados ruegos de mi madre y porque mi hermano fue quien hizo todo, pero siempre odié las computadoras y apenas uso alguna muy de vez en cuando para revisar si mi familia me ha escrito algo y contarles en qué lugar del mundo me encuentro). Logré a duras penas pautar mi viaje para tres días antes de la boda, apenas lo suficiente para reencontrarme con mis espacios y actualizarme con todas las novedades que se habían ocurrido en mi ausencia, todo había cambiado bastante desde mi última visita (hacía ya dos años), mi madre ya mostraba algunas canas y mi padre ya no tenía cabello, mi casa había sufrido algunos cambios, incluso habían construido un cuarto especialmente para ser habitado por los futuros esposos, el único que no había cambiado casi nada era mi hermano, quien apenas se había dejado crecer la barba pero aún así seguíamos manteniendo un "increíble" parecido, según decían todos, antes de irme muchos hasta pensaban que éramos gemelos a pesar de que él es dos años mayor que yo, pero dos años no son nada.
El encuentro con Elías fue muy grato, a pesar de que pensábamos de manera tan distinta mi hermano y yo teníamos un afecto muy grande el uno por el otro, él siempre me tapaba mis travesuras y yo siempre intentaba (inútilmente) que las tuviera, era mi confidente y el único que me conocía como a la palma de su mano; estuvimos hablando durante horas en las que escuchó atento todas mis experiencias de caminante sin rumbo y yo escuché una a una todas las maravillas de la mujer que había escogido para acompañarlo "el resto de mi vida", a veces incluso llegaba a empalagarme tanta miel que derramaba en los mil halagos que expresaba hacia ella pero debo admitir que me sembró una gran curiosidad, no podía existir mujer tan perfecta como la describía, y en el fondo necesitaba corroborar que no era otra cosa que una muchacha recatada, tranquila y simple, como sólo podía imaginar a la mujer que compartiera con él "tantas cosas en común". Ya casi hastiado de escuchar sobre ella le pregunté que cuando conocería a la afortunada por lo cual pautamos un almuerzo al día siguiente, único espacio que tendrían libres en la ajetreada antesala al gran día.
Me levanté casi al medio día, como acostumbraba, sobresaltado porque tenía el tiempo justo para darme un baño y ponerme "presentable" para conocer a mi futura cuñada, mi madre me informó que mi hermano había salido temprano a buscar las alianzas y que no podría pasarme a buscar para ir al restaurante, así que tendría que llegar solo y debía ser rápido porque seguro su novia ya debía haber llegado.
Tomé un taxi para llegar lo más rápido posible sin perderme ya que no recordaba bien dónde estaba ubicado el restaurante, llegué sobre la una y media de la tarde y caí en cuenta de que no sabía ningún rasgo físico de la chica y tampoco su nombre, siempre se referían a ella como "la novia de tu hermano" o "tu futura cuñada" y las características que mi hermano me había ofrecido no ayudaban mucho "es bella Alfredo, tiene los ojos más hermosos que he visto, y un cuerpo perfecto", tomando en cuenta los gustos de mi hermano eso no era realmente una buena ayuda, así que decidí sentarme solo en una mesa, confiando que ella me reconocería gracias a nuestro mentado parecido. Estuve un buen rato observando todas las mesas buscando alguna chica sola, de seguro mirando impaciente el reloj (si era perfecta para Elías, debía ser insoportablemente puntual como él), pero no vi sino a una que desde el extremo me sonreía pícaramente y fijaba su atención casi de forma descarada en mí, no podía ser ella porque era medio regordeta y dándole el beneficio de la duda a mi hermano, él no podía tomar eso como un cuerpo perfecto; asombrado me di cuenta que me saludaba y me hacía señas con la mano para que me acercara, "definitivamente mi hermano no sabe lo que es una mujer bellísima con cuerpo perfecto", pensé, así que con mi mejor sonrisa me paré y me acerqué a ella, y cuál no fue mi sorpresa al darme cuenta de que simplemente era una antigua novia que me había reconocido y me invitaba a comer con ella para "celebrar el regreso del hijo pródigo", realmente me puso en aprietos porque no tenía la más mínima intención, ni las ganas, de sentarme con ella, así que me disculpé diciéndole que me iba a encontrar con otra muchacha (sin aclarar deliberadamente que era la novia de mi hermano) pero que con mucho gusto otro día tal vez, le di un beso cortés en la mejilla y me encaminé de nuevo a mi mesa. Mientras me dirigía a mi silla riéndome de mí mismo por lo que había pensado de los gustos de mi hermano sin saber que a quien criticaba había sido mi novia reparé en una hermosa mujer que estaba sentada en la barra tomando un jugo, tenía el cabello negro, muy lacio, que le llegaba hasta la mitad de la espalda, unos ojos grandes y azabaches, piel blanca, casi marmórea, senos pequeños que se asomaban tímidos en el escote de su vestido floreado y unas piernas largas y tersas, un sol de mujer, en ese momento olvidé a la novia de mi hermano "cuando él llegue ya me dirá quién es, de seguro se retrasó en algún preparativo también", pensé, y sin dudarlo me acerqué a aquella mujer, adoptando mi siempre característica pose de casanova, me senté a su lado en la barra y le sonreí, su cara se iluminó con una espléndida sonrisa y sin creer en mi suerte le dije:
¿Por qué tan sola?, espero que no estés esperando a alguien...
De hecho sí espero a alguien...
Pues debe ser un tonto al dejar esperando a una mujer tan hermosa como tú sola en la barra de un restaurante
Sóltó una carcajada cantarina y me tendió la mano,
Mucho gusto Alfredo, soy Alise, la novia de Elías, es un placer conocer al tonto que me tiene esperando.
Se me cayó el mundo encima, no podía ocultar mi vergüenza concentrado en ocultar mi decepción, mi hermano no me había mentido, ella era realmente hermosa y por su comentario noté que también era cierto lo de su ingenio y su sentido del humor, opté por la sinceridad,
Lo siento Alise, no te imaginas la vergüenza que tengo, es que no podía imaginar... no tenía ningún dato de ti... bueno, mi hermano me había dicho que eres hermosa pero debo admitir que se quedó corto... un placer conocerte.
Por lo que veo el parecido no es sólo físico, también eres exagerado como él. Me llamó hace unos minutos a mi teléfono móvil, se retrasará una media hora más, pero yo debo comer ya porque tengo el tiempo justo para ir a buscar el vestido, así que quedamos en que él comería algo por ahí y yo comería contigo, si no te importa, claro.
Me pareció perfecto y compartimos una estupenda velada, Alise era muy extrovertida, me estuvo contando anécdotas de mi hermano en la universidad (estudiaban juntos) y yo por mi parte le contaba de nuestra infancia y algunas infidencias que nos hicieron reír mucho, su sonrisa era contagiosa, sus movimientos gráciles, como una mariposa y sus preciosos ojos negros centelleaban, me encontré de repente viéndola como mujer y me sacudí internamente, no podía hacer eso, era la futura mujer de mi hermano.
Llegada la hora de irnos le ofrecí acompañarla a buscar el vestido ya que yo no tenía más nada que hacer, a lo que aceptó gustosa "total, no es mala suerte que el hermano vea el vestido antes de la boda" me respondió con su excelente sentido del humor, así que nos fuimos caminando y hablando naderías, buscamos el vestido y aún nos quedó un tiempito para tomar un café, la estábamos pasando de maravillas hasta que sonó su teléfono móvil, era mi hermano que ya había terminado de hacer las diligencias y preguntaba donde estábamos para alcanzarnos y estar un rato juntos, ella se negó, "tengo el vestido y no debes verlo, además, es tarde ya y tranquilo que tu hermano me está cuidando bien y me llevará hasta la casa", no había planeado llevarla pero no me desagradaba la idea, así que pagamos los cafés y nos pusimos en marcha, la dejé en la puerta de su casa y me regresé a la mía con una sensación extraña de envidia a mi hermano, encontrada con la alegría que sentía por él.
Al fin llegó el gran día, en casa todo mundo estaba acelerado, inclusive yo que a pesar de no tener que hacer otra cosa que vestir mi traje, tenía el corazón a millón, como si el novio fuera yo, "ojalá...", me encontré de nuevo pensando en Alise como mujer "deja la cosa Alfredo, esa mujer no es para ti", me reprendí, pero sin mayor convicción.
Nos fuimos todos a la iglesia, Elías era un manojo de nervios y yo no podía servirle mucho de ayuda, menos cuando me enteré de que Alise era huérfana de padre y a pesar de que habían convenido que fuera el mío quien la entregara en el altar decidieron darme ese "honor" a mí, así que tuve que esperarla afuera para entrar con ella siendo con eso el primero en ver su inmaculada belleza enfundada en un entallado vestido blanco y una sonrisa que se tornó algo nostálgica al verme esperándola, "son ideas mías, de seguro está sorprendida al verme a mí y no a mi padre esperándola para entregarla a mi hermano", pensé y le tendí la mano.
Entramos al son de la marcha nupcial, los pasos lentos hacia el altar se me hicieron eternos pero al mismo tiempo muy cortos para soltar su pequeña mano de la mía y dársela a Elías quien orgulloso y sonriente la esperaba. La ceremonia fue corta, cosa que agradecí porque realmente tengo poca paciencia para esos actos, ya en la fiesta disfrutaron todos de la gran comilona que tenían preparada para los invitados y entre bailes y brindis transcurrió gran parte del día hasta bien entrada la noche, cuando siguiendo la tradición, los novios desaparecieron y decidimos todos regresar a nuestras casas.
No pude dormir esa noche, la recordaba en su vestido blanco, su hermosura y su gracia, imaginando que mi hermano ahora estaría haciendo el amor con ella, disfrutando de su cuerpo, besando sus senos, tocando su piel desnuda, recorriendo sus espacios, penetrando donde yo desearía entrar y sentía una sorda rabia por ello, me recriminé mil veces, no paraba de pensar en ella y de sentir envidia y celos de Elías, no me podía engañar más, en tan sólo dos días me había enamorado de Alise.
También recordé su frialdad durante la fiesta, en todo el día no me había dicho una sola palabra, estaba distante, incluso cuando bailamos parte del vals la sentí tensa, rígida, me pregunté una y otra vez las razones de su actitud, ¿sería que no le gustó que yo la hubiera entregado en el altar?, en un momento me pareció escuchar que le reclamaba a mi hermano, pero no me parecía suficiente razón, sentía, o quería sentir tal vez, que había algo más.
Las dos semanas que habían destinado para su luna de miel estuve igual, pensaba en ella casi todo el tiempo, ya totalmente entregado a su recuerdo pero con la vaga esperanza de que se fuera atenuando mi sentimiento y de que al verla de nuevo pudiera aceptar más tranquilamente que era la esposa de mi hermano, pero las cosas empeoraron desde el mismo día que regresaron, todos los recibimos con alegría (aunque en mi caso la alegría era de verla a ella) pero ella se mostraba totalmente distante y fría, mi hermano se dedicó a mostrar las fotos el viaje, contaba lo que habían hecho y lo bien que la habían pasado pero ella no decía palabra, de vez en cuando sonreía, su actitud disfrazaba para los demás su lejanía pero a mí no me era indiferente, definitivamente esa no era la misma Alise que había conocido en aquella ahora terrible tarde, supuse que me había enamorado de una ilusión así que decidí dejarme de tonterías y comencé a planificar mi partida, mi tiempo allí ya se había cumplido.
Estuve dos semanas planificando mi viaje y aguantando los ruegos de todos para que no me fuera, menos de ella que seguía en su lejanía inexplicable conmigo, pero no hice caso a nadie y marqué fecha para la semana siguiente, ahí cambiaron las cosas.
Tres días antes de mi partida Alise estuvo sombría todo el día, esta vez nada disfrazaba su estado de ánimo, estaba malhumorada, callada, pero igual de lejana, incluso mi padre le preguntó si se sentía mal a lo que ella respondió que se encontraba algo indispuesta y poco antes de la cena se fue a su cuarto acompañada de mi hermano que de seguro estaba tan preocupado por ella como yo.
Me fui a dormir temprano contrario a mis costumbres, alegando un poco de cansancio y estuve dando vueltas en la cama pensando en ella, en la tristeza en sus ojos, prohibiéndome a mí mismo pensar que tal comportamiento se debiera a mi partida, cuando sentí que la puerta de mi cuarto se abría lentamente, me hice el dormido pensando que sería mi madre que venía a darme una vuelta como siempre lo hacía desde que era niño y de repente sentí una suave caricia en mi rostro, la caricia de una mano que no era la de mi madre, una caricia que se deslizaba por mi cuello y seguía hasta mi pecho, abrí los ojos y en la penumbra sólo pude distinguir el brillo de dos grandes ojos que me observaban, era Alise.
Intenté decir algo pero ella posó su dedo índice sobre mis labios obligándome a callar, vi el dolor en su mirada pero al mismo tiempo sentí el deseo en sus manos que empezaban a recorrerme, en silencio dejó caer su bata al suelo mostrándome su cuerpo desnudo, mis ojos, acostumbrados ya a la oscuridad, pudieron entonces observar la perfección de su cuerpo, la redondez de sus senos pequeños, la leve curva de sus caderas, la firmeza de sus largas piernas... me incorporé sin saber bien qué hacer pero ella me ahorró todo el trabajo, no me dejó pararme de la cama, me empujó suavemente y corrió las sábanas que me cubrían acompañando el deslizamiento de la tela con la caricia de sus manos en mi abdomen, mis muslos, mis rodillas, hasta llegar a mis pies, desde donde subió con movimientos felinos, totalmente seductora, clavando sus ojos, entre penetrantes y tristes, sobre los míos, mientras deshacía de nuevo el camino bajando mi slip dejándome vulnerable, desnudo y entregado a ella.
Era una mujer distinta a la que había visto en los últimos días, besaba mis piernas, mi pecho, mi cuello, casi con descaro, provocándome, seduciéndome, volviéndome loco y embargándome de un deseo doblemente doloroso de ella, se puso a horcajadas sobre mí y comenzó a rozar su sexo húmedo contra mi miembro que se encontraba ya en el punto mayor de su erección, finalmente no aguanté más y la abracé casi con furia, la apreté a mí intentando saciar una sed terriblemente atrasada de su boca, jugué con sus labios, disfruté de su lengua enlazada con la mía, toqué su piel palmo a palmo desesperadamente, nos fundimos en un arranque de pasión compartida, así supe la razón de su actitud, ella había sufrido el mismo impacto y se había negado tanto como yo a él, estábamos cumpliendo nuestro ansiado pecado y estábamos felices de hacerlo, me perdí en sus senos, lamiendo y chupando sus pezones rígidos, besé su ombligo mojándolo con mi lengua que jugueteaba traviesa, bajé hasta su sexo tantas veces soñado y por fin lo sentí dispuesto a mí, observé sus pliegues rosados, olí su humedad, lamí en su hendidura como gato tomando la más dulce leche, chupé su clítoris como intentando hacerlo mío para siempre mientras ella se contorsionaba al compás del primer orgasmo que me ofrecía.
Aún temblorosa me acostó en la cama y comenzó de nuevo el recorrido con sus manos maestras, arañó dulcemente mi pecho y bajó hasta mi pene sin titubeos, como evitando prolongar más mi tortura, lo tomó firmemente y con suavidad masajeó hacia arriba y hacia abajo repetidas veces mientras su boca se unía a sus caricias, primero con suaves besos que fueron dando paso a su lengua que dejaba danzar libre por mi erección hasta que por fin me dio el regalo de su calidez probando mi deseo, estaba a punto de explotar pero quería prolongar más el momento así que la separé suavemente y esta vez fue mi boca quien se unió a la suya besándola con lentitud, disfrutando como quería de ella, la posé sobre mí sin penetrarla y acaricié su espalda bajando hasta su trasero para luego subir hasta sus pechos que se me mostraban en toda su hermosura, ella cerró los ojos y dejó caer su cabeza hacia atrás conteniendo los gemidos que indiscretos escapaban de su interior ante mis caricias, se levantó sólo un poco invitándome con su gesto a penetrarla pero yo quería sentirla aún más, así que tomé mi pene y comencé a acariciar entre sus labios mayores de arriba abajo, por momentos penetrando tan sólo un poco para volver a sacarlo hasta que ella misma, ya invadida por el deseo se dejó caer sobre él haciendo que entrara de una vez y sin problemas a causa de su gran excitación y empezando los dos, acto seguido, con un baile maravillosamente acompasado y esta vez sin la frialdad de aquél triste vals, en segundos sentí las contracciones de su sexo en el mío, señal inequívoca de su segundo orgasmo provocando con ello mi propia explosión en sus adentros.
Estuvo aún unos minutos sobre mí acariciándome y besándome al tiempo que yo hacía lo mismo, hasta que notamos que empezaba a amanecer, ella se incorporó, se puso su bata y me cubrió con las sábanas, me dio un dulce beso y se dirigió hacia la puerta para marcharse, débilmente la llamé por su nombre pero ella se giró y me hizo un gesto para que me mantuviera callado, esta vez no le hice caso y le dije "Te amo...", ella sonrió con tristeza y sólo dijo: "es ya de día mi amor, sólo en las noches y silente puedo yo amarte" y se marchó.
Durante el día se comportó como si nada, esta vez ya no era distante, pero no era mía, no como la noche anterior, yo me sentía terrible por un lado al ver el amor que mi hermano le profesaba pero feliz por otro porque sabía que parte de ella era sólo para mí ahora, anuncié mi inesperada decisión de quedarme por tiempo indefinido provocando júbilo en mi familia y en ella una maravillosa y complacida sonrisa.
Al pasar de los días dejé de sentirme culpable, Alise sabía cómo amar a mi hermano y amarme a mí, a él con su risa cantarina, la conversación cotidiana y durante la luz del día, a mí con sus ojos de fuego, en las noches y silente, siempre silente.
La verdad es que nunca había leido nada tuyo. Este relato rezuma caricias y ternura por todos lados. A veces es muy curioso como la atracción puede desbordar la mente y el cuerpo sin comprender qué está sucediendo. Lo importante en toda relación es la franqueza de gestos, sean cuales sean y seas quien seas si son transparentes acaban encontrando su sitio en la vida, su sentido de producirse y vivirse, porque son sinceros. Me encantó tu descripción de ese encuentro, con mucha sensibilidad. Te felicito. Saludos