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Categoría: Maduras

No se me escapó mi vecina

No se me escapó mi vecina



 



SINOPSIS: Un joven atiende la invitación de madura mujer, quien le impone el reto de llegar a la medianoche hasta su recámara, para tener una intensa sesión de sexo… La forma en que se coge a su vecina, permite que ella le proponga sorpresivo regalo al muchacho…



 



ECSagardez



Toda la tarde había estado lloviendo, sólo algunas personas deambulaban por la calle. Mientras las del vecindario se encontraban dentro de sus domicilios, viviendo sus propias historias y acompañando el momento con una taza de café caliente para superar la onda gélida que acompaña a la lluvia en Veracruz…



Eran las 8 de la noche, cuando fuertes toquidos nos sobresaltaron a todos. Mi abuelo se dirigió a la puerta y lo que vimos nos enardeció de inmediato. Era doña Mercedes, nuestra vecina, quien venía con el rostro tumefacto…



Al preguntarle mi abuelo qué le había pasado, sólo respondió:



— Llegó Manolo bien borracho y como no le calenté la comida de inmediato, me agarró a golpes y mire como me puso



Mi abuelo como buen veracruzano repuso:



Hijo de su puta madre… Ve cómo te puso… Hijo de su chingada madre… Pinche poblano culero… Pero en este momento voy a partirle su madre



Al ver mi abuela la decisión con que mi abuelo se dirigía a la casa de la señora Mercedes, quien era nuestra vecina y vivía a dos casas de la nuestra… Lo atajó y le dijo:



— Espera… No te metas en problemas… Ya ves como es de violento Manolo… ¿Por qué no esperas a mañana y ya en su juicio, arreglas este asunto?



La tranquilidad y prudencia llegó a mi abuelo, quien se devolvió de inmediato. En tanto mi prima Lupita (Ver Relatos Buenas acogidas I y II), llamaba a un médico para que atendieran a la señora Mercedes…



 



II



Los días pasaron y Manolo fue denunciado en la agencia del ministerio público. Por lo que prefirió huir de Veracruz y refugiarse en su tierra, cerca de Puebla… Quizá por algo me caía mal… Ja, ja, ja, ja, ja, ja… (Fue una broma)…



Para la señora Mercedes fue un descanso deshacerse de ese marido, quien la humillaba constantemente y muchos vecinos decían que era un hombre mantenido. Porque no trabajaba y cuando lo hacía, sólo utilizaba el dinero para emborracharse, al grado de quedar tirado en las calles…



Doña Mercedes trabajaba en la aduana de Veracruz y ganaba muy bien… Incluso la casa donde vivía era propia y la tenía bien amueblada… Sus dos hijos, Elsa y Rufino, ni sintieron la ausencia de su padre, porque ellos también estaban cansados de los malos tratos que le daba a su madre… Y se les notaba en su rostro su nueva alegría…



 



III



Mi edad en ese momento oscilaba entre los 18 y 19 años, así que me encontraba estudiando en la universidad, por lo que aproveché para hacerme buen amigo de la señora Mercedes, quien constantemente me invitaba a comer y yo me atrevía a irla a buscar a su trabajo, para caminar juntos hacia nuestros domicilios… Su edad de ella era de 39 años y aunque su cuerpo no era nada envidiable, si despertaba la sensualidad, porque tenía unos senos enormes y unas nalgas bien paradas, además de unos pies regordetes del empeine, pero con un buen arco que me provocaba algunas erecciones…



 



IV



Las semanas y los meses pasaron después del incidente y todo volvió a la calma, noi se supo más de Manolo y sus hijos pasaron a vivir con una de las hermanas de la señora, a tres cuadras de su casa… Doña Mercedes me buscaba para cualquier asunto y me pedía que le hiciera los pagos del teléfono y la luz, así como los depósitos del banco, debido a que sus horarios de trabajo eran desiguales… Así que yo cumplía mi cometido y recibía de ella buenas propinas…



Jamás había pensado en ella como mujer ni tenía interés en cogérmela… Hasta que…



Una tarde se encontraba ella sola en la cocina y mi abuela me había mandado a pedirle un guisante (especia), así que me introduje y estaba agachada mirando hacia el horno de la estufa, donde había colocado unos panecillos y al verle con las nalgas hacia arriba, no me aguanté las ganas y me acerqué para arrimarle mi paquete…



Fue algo incluso sorpresivo para ella, quien me dijo:



— ¡Orale!... Por ahí no se despacha



Pero su comentario lo acompañó de una risa sardónica… Así que me preguntó:



— Román, a poco una mujer gorda como yo te produce que se te pare el pito



— Mercedes (le hablé de tu)… Tu no está gorda, tienes algo que a mi siempre me produce excitación y quisiera venir en las noches para acompañarte en tu soledad



Doña Mercedes, sonrió y me dijo:



— Quiero ver si me dices la verdad… Hoy cerca de la medianoche te espero… Así que no quiero pretextos, si no vienes es señal de que me estás mintiendo



Le pedí los guisantes que me había encargado mi abuela y me dirigí a mi casa… Pero no pude aguantarme más y me metí a mi cuarto, donde cerré con seguro y me tendí en la cama para hacerme una pajuela a su salud…



Toda la tarde estuve pensando en ella… Fue en ese momento cuando reparé en muchas cosas, sobre todo en que me gustaba la señora Mercedes y que ya deseaba que fuera la medianoche para saltar la barda y llegar a su casa para cogérmela…



 



V



El plan ya estaba urdido y no se me escaparía mi vecina. Cerca de las 23:45 horas, comencé a bajar por la escalera de mis vecinos y salté la barda que delimitaba su terreno con el de la señora Mercedes… No hubo necesidad de tocar la puerta, la había dejado abierta y me introduje hasta llegar a su habitación…



Ella traía puesto un baby doll blanco transparente y al ser corto sus calzones se veían con el reflejo de la luz que se introducía por la ventana…



Solo el verla me empalmó enseguida, así que me dispuse a desvestirme y quitarme todo, un short, una truza, mi playera y unos tenis sin calcetas…



Desnudo totalmente, me acosté junto a ella y comencé a tocarle sus nalgas, al tiempo que le olía y besaba sus pies… Ella sintió de inmediato mis escarceos e hizo como que había despertado, para decirme:



— Román, ¿ya estás aquí? ¿Pensé que no vendrías?



Yo le contesté:



— Pero… cómo iba a desperdiciar tu invitación



Así que nos comenzamos a besar y me metía su lengua como si quisiera arrancarme la campanilla, eran sus ósculos el signo del salvajismo, como si quisiera arrancarme la lengua y desprenderme el paladar…



Pero esa forma de besar me estaba gustando y me tenía con la verga bien erecta… Poco a poco fue bajando la mano y tras pasarlas por mi pecho y jalarme las tetillas, las dirigió a mi miembro y lo agarró con manifiesta desesperación…



Sus manos trabajaron intensamente sobre mi verga, porque las meneaba muy bien, al subir y bajar la piel de mi miembro, incluso me apretaba los testículos y eso me estaba gustando mucho…



De pronto cambió sus manos por su boca y se la introdujo poco a poco, para sacarla de nuevo y métersela, una y otra vez, chupandola con fuerza e imprimiéndole movimiento a su mamada y el apretón de huevos…



Doña Mercedes era una experta en mamar la verga y apretar los testículos… Así que no pude más y le aventé mi esperma que ella tragó del todo y lo que quedó en la comisura de sus labios se lo embarró en el rostro…



— Por aquello de la belleza –me dijo-.



 



VI



No fueron necesarias muchas palabras ni declaraciones de amor, los dos sabíamos porque estábamos ahí en la soledad de su habitación… Así que me dispuse a besarle su cuerpo y me entretuve en su espalda y sus nalgas, hasta llegar a las plantas de sus pies, cuyo aroma me embriagaban…



A cada paso de mi lengua por varios sectores de su cuerpo, ella lanzaba ligeron suspiros… Y se estremecía… Así que comencé por abrirle sus nalgas para que me dejara a la vista el círculo negro de su ano…



Así que le di el beso negro y la lengua estuvo entrando y saliendo… Mientras una de mis manos viajó hacia su vagina para incrustarle uno y dos dedos, hasta que hubo contacto con su clítoris, el cual estuve manipulando y la excitación que esto le causó fue enorme, porque primero lanzó un resoplido, para culminar con un gran gemido y estiró las piernas, abrió los dedos de sus pies y arqueó su espalda… Mis manos se llenaron de fluido agridulce… Había tenido su primer orgasmo…



 



VII



Cuando se recuperó, doña Mercedes me pedía con insistencia:



— Méteme tu pito, cógeme… Lo necesito Román… Dámelo ya, por favor… Tu tienes la solución para quitarme este calor que está abrasando mi cuerpo



Yo sólo sonreía, porque mi ego como amante estaba siendo adulado, me dispuse a abrirle las piernas y no hubo necesidad de más preámbulo…



El pito, como ella decía, se resbaló de inmediato, porque estaba totalmente lubricada, la embestí con gran fuerza y le introduje mis 18 centímetros, los cuales aceptó con cierto resquemor, porque hacía gestos de dolor, al tiempo que emitía algunos grititos que eran más de placer que de ardor…



Poco a poco su semblante fue cambiando y dio lugar a un rostro que denotaba felicidad y cuya vagina se había acostumbrado a la longitud y grosor de mi pene… Verle la cara, me dio más seguridad y ánimo para seguirmela cogiendo…



Ella colaboró en este palo, porque acomodó su pelvis a mis embestidas y como si fuéramos una sola persona nos enfrascamos en un movimiento que no perdía velocidad y que se estaba incrementando con el paso de los minutos…



Era algo tan maravilloso que llegó el momento en que los dos nos transportamos de esta dimensión al cerrar nuestros ojos y dejarnos llevar por la emoción de la metida y sacada de verga que ella acompañaba en forma coordinada… Quien nos hubiera visto coger, pensaría que teníamos muchos años de conocernos, por la coordinación de nuestros movimientos…



Con los ojos cerrados no pude evitar sentir un ligero cosquilleo desde mi cabeza que se transportó por toda mi espina dorsal para llegar a mi pene y lanzar varios chisguetazos de sémen…



En tanto ella se pegó más a mi pelvis y pareció que su carne se había fundido con la mía, cuando de pronto abrió sus ojos en forma desmesurada y los volvió a cerrar con marcada ternura, pero aflojó todo el cuerpo, porque estaba teniendo su segundo orgasmo…



Así nos quedamos por varios minutos, hasta que mi verga se puso flácida y el guante, representado por la vagina de doña Mercedes, aflojó su amarre muscular para soltarlo definitivamente… Esa acción fue algo increíble…



 



VIII



El reloj de la habitación de doña Mercedes marcaba la 1:15 horas y era lógico que ambos nos habíamos quedado dormidos por unos treinta minutos… Así que me disponía a levantarme para dirigirme a mi casa, cuando me dijo:



— Román… No quiero que te vayas… Nunca había cogido así… Tu sabes como era Manolo, mi marido. El cabrón sólo me usaba para satisfacerse y me dejaba a medias… Pero a ti quiero darte algo especial, porque me has hecho muy feliz y has provocado que me venga… Esta cogida para mi, ha sido algo estupendo



Yo me sentía emocionado, las enseñanzas de doña Remedios (Ver Relatos "Comemos o qué" y "Duerme pequeño mío"), habían producido un gran impacto en la señora Mercedes, quien estaba contenta y se le veía emocionada de haber tenido en esa madrugada un juvenil y erecto pito a su disposición. Me la había cogido con esmerada pasión… Intrigado por su propuesta, le pregunté:



— Bueno y cuál es esa sorpresa



Primero sonrió, pero su sonrisa era nerviosa, y cuando pudo articular palabra, me dijo:



— Román… Quiero darte la única virginidad que tengo… Hace rato anduviste explorando por ahí con tu lengua y sentí un bonito cosquilleo… Quiero que me rompas el culo



(CONTINUARA…)


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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