LAS TROMPAS DE FALOPIO.
Julia gimió por la sorpresa y él inmediatamente alivió el abrazo, besando sus labios ágilmente con su lengua deslizándose más profundamente antes de colocarla en el suelo. Él lamió la boca y deslizó su lengua encima y a los lados de la suya, llenándole la boca del sabor exótico de la suya. Chupó su lengua amablemente y ella devolvió sus caricias con algunas propias, haciendo un reconocimiento de él a fondo como él lo hacía con ella. Pablo gruñó en su boca, desesperado y hambriento, luego la separó para arrastrar su lengua caliente de la boca hasta su mandíbula.
En un movimiento que le recordó a ella su primer encuentro, en esta ocasión él lamió un camino largo abajo de su mandíbula y garganta para concluir sobre el pulso que palpitó frenéticamente en su cuello. Se amamantó allí, sus manos deambularon abajo de sus brazos, en sus caderas y amasándolos sus pechos. La cabeza de Julia cayó débilmente hacia atrás cuando la acarició y sus rodillas se convirtieron en agua. Cayó contra él débilmente y él acomodó su cuerpo al de ella, manteniéndola cerca.
— Te sientes tan bien— gimió en su garganta.
— También tú lo haces— murmuró ella roncamente, poniendo sus brazos alrededor de su cuello.
— Puedo oler cuanto me deseas, saboreo cuánto me necesitas. Estoy tratando de ir lento pero… me haces olvidarme de mi mismo.
Su boca regresaba hacia arriba a fin de poder lamer su oído con su lengua. Julia sólo pudo gemir y presionar abruptos y desesperados besos en cualquier parte de él que ella pudiera alcanzar, su sien, su cabello, su mandíbula. Estaba enloquecida de lujuria, más estimulada de lo que alguna vez lo había estado y desesperada por tenerle dentro suyo. Su cuerpo entero vibraba de la cabeza a los pies.
Sus muslos temblaban, sus pezones estaban duros, las puntas le hormigueaban y su vagina se sentía inflamada y dolorida. Se pegó a él, anclando sus brazos a su alrededor, y se arrastró
hacia arriba por su cuerpo como si fuese un árbol. Pablo la estabilizó con sus manos bajo su trasero y ella cerró sus tobillos alrededor de su cintura, meciéndose contra él desvergonzadamente.
— Cálmate, dulce, por favor. No puedo refrenarme cuando me montas así — dijo respirando en su oreja, antes de lanzar su lengua contra ella nuevamente.
— No puedo calmarme. Te necesito, realmente — alzó la voz.
No se entendía a sí misma, nunca había sabido que podría ser tan salvaje, tan licenciosa. Pero se sentía tan bien estar allí en sus brazos que no podía haberse calmado aunque lo intentase. Y no quería intentarlo. Solamente quería estar con él. En todos los aspectos. Arqueando sus caderas contra él otra vez, abrazó con suavidad la dura columna de su erección con los muslos de su vagina, frotó su clítoris contra él hasta que eso le provocó deliciosas cosquillas.
Él empujó contra de ella, luego gimió y se calmó. Agachó su cabeza hasta la suya, respirando de forma agitada en su boca, a fin de que cada respiración que ella tomaba dependiera de su exhalación. Ella gimió y se movió agitadamente en su abrazo, desesperada por encontrar liberación.
— Shh, está bien.— Pablo la acomodó en sus brazos a fin de que su centro estuviera en contacto completamente con su dureza, extendiendo sus piernas aún más ampliamente.
— Balancéate contra mí así… así, así, mi amor. Encuentra tu liberación, mi vida. Habrá tiempo para la lentitud después.
-- Sí, ya está— él respiró cuando ella empezó un rítmico balanceo contra él.
— Móntame. Móntame duro — Él ayudó a sus movimientos, subiéndola y bajándola con manos firmes ahuecando la carne de sus nalgas.
Julia clavó sus uñas en los músculos de su espalada bajo su camisa. Sus tobillos descansaron sobre sus firmes y apretados glúteos mientras se movía sobre él. Su respiración llegó en desesperados gemidos jadeantes. Ella sintió su cuerpo apretarse, tensarse en preparación para la liberación… pero eso no fue suficiente.
— Por favor, por favor— imploró ella, insegura de lo que rogaba.
Pero Pablo no necesitaba ninguna explicación. Él sabía lo que ella quería, lo que necesitaba y deseaba ardientemente. En un veloz movimiento que sobresaltó a Julia, él giró y la bajó al suelo. Subió su vestido y desgarró sus bragas de satén, limpiamente rompiendo de parte a parte la tela. Entonces, oh bendito alivio, sus dedos estuvieron en ella finalmente. Él dividió los resbaladizos pliegues de su vagina, extendiéndolos ampliamente, y sumergiendo sus dedos en su mojado calor. Julia gritó y se arqueo contra de su mano, extendiendo sus piernas hasta donde podían llegar permitiéndole libre acceso a su sumamente sensitivo punto.
Su pulgar avanzó presionando y masajeando el duro capullo de su clítoris y él empujó un dedo largo, firme en sus profundidades. Julia llegó desecha. Un salvaje, y caliente torrente explotó sobre ella, llevándola por debajo de un océano de maravillosas sensaciones, sintiendo las paredes de su canal rítmicamente agarrando al dedo que la penetró, sintió un rubor extendiéndosele desde los pies a la cabeza. Sus pezones hinchándose aún más y apuntando hacia los cielos y el dotado pulgar de Pablo continuó manipulando su clítoris hasta que ella se movió salvajemente contra él, repetidas veces, sin nada de cuidado del decoro. Su espalda se doblo hacia arriba despegándose del suelo, correctamente alojando su dedo aún más profundamente en ella hasta que su placer se entremezcló con el dolor y ella gritó.
Transcurrieron varios minutos antes que Julia pudiera pensar claramente otra vez. Estaba mareada, confusa, y llena de una profunda satisfacción que era diferente a cualquier cosa que alguna vez había experimentado antes.
— Eres tan bella cuando te vienes— exhaló Pablo, cambiando la posición de su cuerpo y antes de que ella supiese qué ocurría la había despojado de los últimos restos de su ropa.
— Necesito saborearte, Julia. Necesito beber de tu fuente y saber que llora sólo por mí.
Su espeso acento floto sobre ella y las líricas palabras hicieron a su cuerpo estremecerse nuevamente con el deseo. Amó la forma que él le habló, como si fuera maravillosa y admirada por él. Pablo se movió hacia abajo entre sus piernas y fue entonces que ella se dio cuenta exactamente de lo que él quería probar. Él sujetó sus manos entre sus muslos, amablemente manteniendo sus piernas abiertas lo más posible para él. Su caliente respiración cosquilleaba sobre su temblorosa vagina, pero antes de que él bajase sus labios a ella él levantó la vista y capturó con sus ojos los de ella.
— Mírame mientras te saboreo, Julia. Quiero que me veas así como también me sientas. Quiero que no haya ninguna duda en tu mente que soy yo, Pablo, el que esta aquí dándose un banquete entre sus bellas piernas.
Los ojos de Julia se ensancharon por sus palabras y luego se cerraron mientras él colocaba su boca en la de ella Sus labios estaban calientes como una llama. Ella le sintió amamantarse de ella, bebiéndola, y vio su cabeza moviéndose de atrás a delante mientras él saboreaba cada milímetro suyo. Sus bellos ojos cerrados y sus largas negras pestañas hicieron oscuras sombras en sus pómulos, pero ella no apartó la mirada, él le había ordenado que lo mirara, ella tenía que mirarlo. Le vio retroceder ligeramente, vio su lengua salir hasta que se vio indecentemente larga, llegándole hasta las trompas de Falopio para luego sentir sus lametazos llevándose sus jugos.
Una y otra vez él la lamió, hasta que ella estuvo empapada con los fluidos que él había estimulado fuera de ella. Él parecía disfrutar de su sabor, porque él bebía hasta la última gota que tenía para dar y todavía agarraba por más. Entonces su lengua, su larga, aterciopelada lengua, la introdujo como un falo. Él alcanzó profundidades que nunca antes habían sido alcanzadas, pareciendo saborear su mismo útero y las trompas de Falopio. Él gimió contra ella, haciéndola vibrar, y ella se balanceó impotentemente contra él mientras la follaba con su boca. Su lengua empujaba dentro y fuera de ella, llenando todo sus espacios vacíos pero haciéndola anhelar por una penetración más llena aun más apretada.
Las manos de ella se lanzaron dentro de su dorado cabello, deleitándose en la sedosa textura, y sus movimientos aumentaron en velocidad y violencia contra de ella. Su boca hizo húmedos, absorbentes ruidos contra ella, y los sonidos la volvieron loca de deseo. Ella se movió hacía arriba contra él, acercando su cara más profundamente en su mojado calor, y gritó cuando su lengua la empaló en un nuevo y enteramente delicioso ángulo.
Pablo retrocedió entonces, apretó los cachetes de su culo delicadamente, y ella vio un largo, plateado rastro de saliva escapar de su boca. Ella le sintió chapotear en la arrugada carne de su ano un poco antes de que él bajara su boca de regreso sobre su vagina. Pero esta vez cuando, su lengua la atravesó como una lanza profundamente dentro de ella, ella sintió otra, deliciosa penetración consumiéndola a continuación.
Pablo tiernamente resbaló su dedo en el apretado anillo de su ano, despertando a Julia a nuevos placeres nunca antes imaginados. Mientras él chupaba y empujaba en su vagina, su dedo lentamente empujaba y se retiraba en su trasero, haciendo que su cuerpo se estremeciera con ese delicioso tormento. Increíblemente su cuerpo se tensó otra vez, preparándose para otro explosivo clímax.
Julia se movió agitadamente en el suelo, una, dos veces, esperando por un hilo… y entonces el labio superior de él rozó contra su clítoris y ella se perdió en su orgasmo. Taladrada por la lengua y el dedo que la empalaban, sentía las pulsaciones de la liberación destruyendo su cuerpo hasta que incluso su pericráneo zumbó con el placer que adormecía su mente.
—¡ Dios mío, Sí! ¡Oooooh, siiiiiiiii!— gritó ella.
Cuando Julia volvió en sí misma otra vez, Pablo perezosamente estaba bebiendo a lengüetadas sus últimos jugos. Su lengua la lavó por todas partes, no dejando ninguna parte suya sin explorar. Donde antes su miembro la había enloquecido por la lujuria, ahora servían para confortar sus temblorosos, agotados tejidos. Ella le dejó hacer su camino, desplegada débilmente sobre el suelo bajo él con sus piernas abiertas ampliamente. Parecía que nunca se cansaría de lamerla. Él se amamanto de los pliegues de sus labios vaginales, lamiendo profundamente dentro de su canal con su increíblemente larga lengua y con sus labios, delicadamente besaba cada milímetro de su vagina.
Después de que lo que pareció horas Pablo presionó un último beso en la cúspide de su sexo entonces lentamente gateado hacia arriba por su cuerpo como un depredador hasta que quedó con la mirada fija en su cara. Él se relamió los labios lentamente, sensualmente, y enviándole una caliente mirada con sus brillantes ojos.
-- Más dulce que la miel, más embriagadora que el vino. Me has emborrachando… pero quiero más. Quiero todo de ti.
Julia sintió un escalofrío de anticipación. La mirada en sus ojos prometiendo que la noche todavía no había terminaba para los dos. Y si esta era el principio de lo que le aguardaba entre sus brazos, entonces la noche sería inolvidable.
núnca imaginé que un hombre te hiciera sentirte el centro del universo, mira que los hay egoistas....pero este relato me hizo desear tenerlo aquí cerca de mi en carne y hueso....si con solo leerlo me sentí la mujer más felíz del mundo, caliente y satisfecha, caliente por como lo describe y satisfecha porque tuve que masturbarme y fué increíblemente satisfactorio