Tarde de invierno, lluvia tormentosa nublando la vista de un empañado espejo retrovisor, los truenos provocan el respingar de Manuela en su asiento. Un tráfico desbordante junto al relampagueo del cielo, acomodan un paisaje nefasto cual fachada de barata película de horror.
El reloj conspira contra la conductora del pequeño auto verde quien no logra sintonizar melodía alguna en su radio como tampoco cerrar el vidrio de la ventana entreabierta del asiento compañero.
Manuela aprovecha un pequeño hueco en la fila motorizada y arremete furiosa por una callejuela que parece dibujar un atajo ideal, conspirando con su buena suerte y atragantando la pedante aguja del tanque de gasolina que comienza a sucumbir.
Quince minutos mas tarde, el auto verde se encuentra atrapado en un oscuro callejón,
Con el tanque totalmente vacío, entre la desagradable sensación de encontrarse extraviada y sola, Manuela comienza a añorar el trafico insolente de la Rambla y se dispara insultos contra su empañado espejo.
Que explicación le dará a su esposo, el que siempre la alienta a llenar el tanque todas las semanas, que le ha dicho mas de una vez de llevar el auto a la mecánica para hacer arreglar el vidrio atorado de la ventana, que recargue su celular antes de salir de la oficina, que nunca tome atajos que ningún otro auto toma primero, y bla, bla, bla, la voz de Mauricio resopla en las desesperadas lagrimas de Manuela que rebusca en su cartera y enciende un cigarrillo, mientras consigue calmarse poco a poco y comienza a mirar y rebuscar en su entorno por alguna mano piadosa que la ayude.
Aunque la tormenta ha cesado, el agua le llega a los tobillos vestidos de medias de nylon. Igualmente decide cruzar la inundada y empedrada calle hacia la única casa que parece decente, de donde emana la luz y la melodía de un disco de jazz. Manuela toca tímidamente el timbre y espera.
El hombre que la invita a pasar explicándole que no tiene teléfono ni celular en su casa, esta incongruentemente vestido de pantalones de gabardina cortos de color beige veraniego, una camiseta polo azul marino de manga corta, chancletas, con el pelo castaño largo y lacio anudado en una cola de caballo y no parece tener mas de 27 o 30 años, o sea unos 10 años menores que ella. Manuela, a pesar de las circunstancias nada favorables, sin teléfono, sin auto, sin una ayuda aparente, decide entrar en la casa de todas maneras y aceptar el baño para secarse y la copita de vino que el muchacho tan servilmente le ofreció.
Una vez dentro de un baño espacioso y antiguo, se acomoda el cabello en el espejo y se quita la gabardina empapada, las medias, los zapatos de tacón alto nuevos y tan molestos, el buzo de lana húmedo, e intenta secarse con un toallon las piernas, el cuello, la cara agradeciendo que lleva puesto una polera de algodón debajo de todo su abrigo, la cual se ha mantenido seca y coloca sus ropas bien tendidas sobre el mármol caliente para que se sequen mientras engulle su copa de vino y escucha los pasos de su anfitrión en el segundo piso de la casa.
Cuando sale descubre que las luces del piso han sido apagadas, y solo parece haber una tenue luz subiendo las escaleras, donde la espera su joven amigo de quien no sabe su nombre, pero que le prometió ayudarla a llegar a su casa sana y salva.
Una sala pequeña con una chimenea ardiendo, velas pequeñas y velones, única luz además del fuego que expande la leña, almohadones de vivos colores supliendo sillones o sillas, un pequeño baúl haciendo de mesa, donde reposa el muchacho de cabello largo y ojos grises, el cual bajo la luz de las velas parece un adonis, dos platos de quesos y jamón y una botella de vino tinto. Manuela sonríe nerviosa, le agradece la comida, deja que le llene la copa de vino y sentándose junto a el le recuerda que tiene que regresar a su casa. Él con unas breves palabras la despreocupa y sube un tono el volumen del disco, esta vez de música instrumental muy suave.
Ella le pregunta por el conjunto o banda de música que escuchan como para entablar un tema de conversación, mientras él depositando la caja del CD en las manos frías de Manuela, comienza a acariciar sus rodillas huesudas, introduciendo con audacia y destreza sus dedos por el espacio cerrado de los muslos obligándole a separar sus piernas. Para su propia gran sorpresa, Manuela no solo no se resiste sino que sin mirarlo siquiera le responde levantando torpemente su corta falda.
Él la recuesta cerca del fuego y la despoja rápidamente de su polera, su falda, su ropa interior húmeda y se queda unos segundos que parecen eternos admirando su desnudez.
Luego se quita su camiseta dejando al descubierto un pecho velludo, del mismo color castaño de su cabello suelto y despojado de ataduras. Con su mano suavemente le cierra los párpados y continua su recorrido por sus labios, su mentón, su cuello, sus pechos ansiosos. Luego comienza a explorar con ambas manos su vientre, sus muslos, sus pies fríos, una y otra vez suavemente hasta que Manuela expira un quejido entre un gemido sustancioso y sonoro mientras abre y estira sus piernas obligándolo a detener su mano en su sexo húmedo y anhelante.
A lo cual él comienza con una gran destreza a explorar con sus finos dedos, provocando el estremecimiento y contorneo del cuerpo de Manuela en sorpresivo espasmos de placer y orgasmos.
Cuando ella abre sus ojos grandes, e intenta arrodillarse para poder besarlo en los labios y estrujar su cuerpo, acariciar su miembro incitándolo a penetrarla, lo encuentra con asombro de pie y vestido con toda su ropa, incluyendo su gabardina ya seca en sus manos invitándola a vestirse.
Manuela se incorpora en incomodo silencio, y algo avergonzada se viste rápidamente para luego seguirlo escaleras abajo, hacia la calle y su autito verde.
Él le pide las llaves del mismo, a lo cual ella le repite la historia de su tanque de gasolina vacío. El no desiste y ella le entrega las llaves, el se sube en el lugar del conductor y enciende el motor supuestamente muerto. Luego la invita a acomodarse en el asiento contiguo y la lleva nuevamente a la Rambla con el trafico ya bastante mas calmado. Ella apenas puede decir palabra, no logra explicarse porque la aguja del tanque marca lleno, ni en que momento él lo llenara, quizás mientras estaba en el baño, o...su mente viaja rápido y se encuentra algo frustrada y enojada, siente haber sido usada, aunque no logra entenderlo tampoco, ya que el dedico su tiempo a causarle placer a ella, y solo a ella, como si el hacerlo le causara infinito placer a el también.
De un momento a otro, el se baja del auto, ella pasa al asiento de conductor y enciende nuevamente el motor, cuando baja su ventanilla mientras el se acerca, ella decidida a darle su nombre, preguntarle el suyo, agradecerle, darle su numero telefónico del celular u oficina, el la detiene colocándole un dedo en sus labios, besándola suavemente, y sonriendo le entrega un sobre para luego desaparecer entre la oscuridad de la noche.
Manuela se encamina a su casa, mientras se va abriendo la reja del garaje del edificio, piensa rápidamente en la explicación que le va a dar a su esposo, mira el sobre y cuando va a abrirlo se da cuenta que el reloj de su auto marca la hora en la que quedo atrapada en la tormenta y el trafico, mira su reloj de pulsera y descubre que coinciden las agujas con el otro reloj, entonces le pregunta al portero del edificio que la saluda y el le repite la misma hora. Manuela queda congelada en el silencio y con mano temblorosa abre el sobre....
“ Gracias hermosa Manuela por haber tomado el atajo hacia mis caricias, con amor...tu muchacho.”
Epilogo: Manuela nunca supo con certeza que sucedió esa noche, jamás volvió a encontrar aquel atajo misterioso hacia la casa de aquel muchacho hermoso, por mas que lo busco y rebusco hasta que se dio por vencida de la inexistencia del mismo, muchas veces pensó que se había quedado dormida en algún lugar entre la oficina y su casa, y todo había sido producto de un sueño, pero el sobre le hizo deshacerse de esa idea.
Pero desde aquella noche cada vez que queda atrapada por una tormenta de invierno entre el trafico de la rambla, sonríe y se sacude con un suspiro espasmódico, disfrutando de cada relámpago y trueno que el cielo refleja con todo su esplendor....
excelente,amiga,muy buen cuento,buenas descripciones detalladas que hacen sumergirse al lector al mundo creado por ti. Mi 10 y un abrazo desde Chile. Aury