Me excitó el lamer mi pezón mientras mezclaba su lengua con la mía, se quitó la camisa y vertí el champán por su pecho depilado y fornido, nos besábamos como locos queriendo devorarnos el uno al otro, me arrancó la falda y al ver lo que llevaba debajo pude notar como se empalmaba, estaba muy excitado:
- Vamos a la habitación, pero ... llévate la gelatina.
Ahora entendí porque se había reído antes en la cocina. Fuimos a la habitación, mi cama era pequeña, pero la de mis padres no, así que le llevé a esa habitación.
- Esto me gusta - dijo
-Es la habitación de mis padres, no rompas nada que me matan y si se ensucian las sábanas no importa, las he cambiado antes por unas mías - dije mientras dejaba la gelatina en la mesita de noche.
- Estás en todo ¿eh?, pero seguro que hay algo que se te ha olvidado ....
- ¿El qué? - pregunté, realmente no lo sabía.
- ¿Jugamos? - no le contesté, pero supongo que entendió que sí por mi forma de mirarle.
Fui a mi habitación y cogí una fusta trenzada de látex de 8 puntas, un collar de perro con la cadena, unas cuerdas y mi vibrador. Cuando me vio aparecer con todo eso enmudeció ...., pero le gustaba, lo sabía porque él mismo me lo había confesado en una de nuestras muchas charlas telefónicas y yo quería hacer uno de sus sueños realidad.
- Desnúdate - le dije, se quitó la poca ropa que le quedaba, le puse el collar - a cuatro patas - le ordené, era muy obediente, me senté en una silla y empecé a acariciarle la cabeza, él estaba sentado como si fuera un perro, estuvimos así un rato largo, no quería saber lo que se sentía pues ya se iba haciendo una idea - ¿quieres dar una vuelta, perro? - le pregunté
- Sí - y le di con la cadena en la cara - los perros no hablan - girté - ¿qué hacen los perros? ladran ¿y tú qué eres? un perro - Ahora ¿quieres dar una vuelta? - y él empezó a ladrar, lo había entendido.
- Quédate aquí quietecito - le ordené, fui a la cocina, cogí un cuenco y eché una lata de comida para perros, volví a la habitación estaba quieto exactamente donde le había dicho - toma come - le dije, me miró extrañado - ¿qué miras? come - le grité, se agachó, sacó la lengua temeroso y empezó a lamer aquella especie de carne picada. Se alejó del cuenco, me miró, ya no quería más - cometelo todo, no seas un mal perro sino tendré que castigarte - le amenacé.
Se quedó quieto como esperando a ver mi reacción, y sin pensarmelo dos veces le di una patada en los testículos - ¿No te lo vas a comer? y para eso te lo preparo, eres un perro malo - y le di otra patada, se retorcía de dolor, pero en ningún momento se le ocurrió decir ni una palabra, estaba aprendiendo deprisa este perro.
- ¿Te lo vas a comer ahora? - esperé una respuesta , ladró y se agachó de nuevo, empezó a comer mientras yo sentada en el sillón le acariciaba la espalda - ¿A qué no te esperabas esto? - terminó de comer, se sentó en el suelo y lamió mi mano.
- ¿Te ha gustado? - ladró - muy bien, pues ahora vamos a salir a dar un paseo. - se quedó helado, reaccionó muy bruscamente.
- Me parece que ya te estás pasando ¿no? pasa que me ates, pasa que me hagas comer comida de perros, pero salir a la calle así no, eso no, ahora te vas a enterar - me amenazó, era un hombre bastante más alto que yo y con mucha fuerza, no me resistí, no hubiese servido de nada.
- Me desnudó, me tiró en la cama boca abajo, me ató de manos y pies, y me vendó los ojos.
- ¿Qué estás pensando hacer? - le pregunté
- Cállate y disfruta, te va a gustar - sonó un poco sarcástico, pero no me importó, prometía mucho.
Encendió un cigarrillo, se sentó a mi lado y empezó a acercármelo despacio, notaba el calor quemándome la piel, tenía un poco de miedo, no quería que me quemara.
- Tranquila - dijo - no te muevas - podía oír su acelerada respiración - quieta.
Sentí como me abrasada, me quejé un poco y lo separó de mi, me puso un cojín debajo de la cintura haciéndome subir las nalgas, me separó las piernas y se puso a comerme el coño ...