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Categoría: Confesiones

Definitivamente hay tardes lluviosas Mágicas

Quienes me conocen saben que adoro las tardes con lluvia, que soy partidaria más de ambientes templados que cálidos, claro a menos de que el tema sea: ¡playa! Pero recuerdo y muy bien la tarde de hoy, pero hace justamente un año. Acá en la Ciudad de México no se sabe el clima que tenemos, porque a decir verdad cambia el estado del tiempo cada cinco minutos, pero lo que si supo esta bella ciudad fue del maravilloso orgasmo que tuvimos Joaquín y yo que pudo bien confundirse con la lluvia en pleno de aquel día.



Joaquín era el chófer de mi jefe, bueno, ex jefe por fortuna de Dios. Es un hombre no muy alto, moreno claro, facciones finas, pelo quebrado, con una espalda hermosa y un trasero simplemente angelical y excelso, como si fuese esculpido por los mismísimos dioses del Olimpo. Sí, amo a los hombres nalgones. Nos llevábamos muy bien, nunca fuimos amigos pero si muy buenos compañeros de trabajo. Aquel día en la hora de la comida coincidimos en el comedor “comunitario” que tenía la oficina, que más bien tenía facha de casa y sí ¡lo era!, era una casona vieja y de estilo colonial, pero clásica, era del tipo de casas llenas de árboles, jardines y terrazas, en realidad nos quedaba grande para los pocos que trabajábamos en ella.



Pudimos conversar de todo un poco, temas serios y banales, pero siempre con mi baba en el suelo por él, no sé si se notaba o no, pero lo que es un hecho es que yo si noté que siempre, siempre que le hablaba él me miraba los labios y nada más, aquella vez no fue la excepción. Nos levantamos, lavamos los trastos y ¡ups! sin querer había tirado todos los cubiertos, él como todo un caballero que es, se acomidió a ayudarme y levantar uno por uno. Mientras él estaba haciendo lo correspondiente, mis pupilas estaban fijas en ese hermoso y perfecto trasero que Dios le había concedido “¡caray! tan rico y yo sin poder darle una nalgada, un pellizco o algo” pensaba yo. Salimos de la cocina y cada quien ocupo sus respectivos lugares de oficina para enfilarnos a la “recta final” laboral, el cielo para entonces ya estaba negro y relampagueaba. Yo, la verdad es que si tuve que motivar mi imaginación y crear escenarios posibles para algún día poder “tirármelo”.



-“¿Qué haces?, ¿tienes planes para este viernes frio y con lluvia? ¡Unos tragos no caerían mal!”- lo dijo en un tono hasta sensual, recargado en el marco de la puerta que en ese tiempo era paso a mi oficina. –“No, en realidad no tengo ningún plan concreto. No sé si el mejor sea irme a dormir a casa o inventar algo para divertirme un viernes de lluvia como dices”- me regaló una sonrisa, me guiñó y dio la media vuelta. Pasó poco más de una hora y todo mundo “huyó” ansiosos por esperar el fin de semana, todos menos él y lo supe por cuando me disponía a cerrar la oficina escuché un rechinido de ventana acompañado de unos pasos, así que caminé por el largo pasillo de aquel lugar hasta llegar a donde Joaquín se encontraba. –“¿Todavía aquí?, ¿estas esperando al jefe ó estás haciendo horas extras?”- me miró y después de echar una carcajada y sonreírme con esa estúpida mueca seductora que me encantaba, dijo –“¡No, nada de ambas cosas. Simplemente no tengo mucho que hacer en mi casa y tampoco tengo prisa por llegar a ella, así que decidí esperar que pase la lluvia y mientras sucede disfrutar de ella aquí, atrás de la ventana.”- la verdad es que el comentario se me hizo hasta “cursi” pero en boca de él ya era algo casi poético –“¡Qué bien Joaquín! Se ve que disfrutas de las cosas sencillas de la vida. En eso nos parecemos. ¿Puedo acompañarte en lo que baja la lluvia?”- se levantó, me arrimó la silla y me cedió el asiento.



Estuvimos charlando y nuestros murmullos era lo único que se podía escuchar en toda la casona ¡si, estábamos solos!. Mientras él seguía hablando y hablando y hablando, en mi cabeza lo único que había eran posiciones astutas para que me cogiera, pensaba en que hacer el amor una tarde lluviosa y en un lugar insospechado era un perfecto plan para poder no aburrirme en viernes, pensaba en el sabor que tendría su cuello, en el tamaño de su pene y en el jugo que podía sacarle.



-“Oye Joaquín, esta tarde esta como para hacer el amor hasta el amanecer. Esta como para cambiar un chocolate espumoso por leche caliente y miranos, aquí aburridos esperando a que cese la lluvia, bueno, al menos en mi caso”- me acerqué a la ventana y veía afuera el balcón y como caía de los arboles agua y más agua, se veía que estaba helando afuera. –“¿Tan aburrido te parezco?, perdón.”- me reí y cuando di la vuelta para dar replica al comentario, él estaba justo detrás de mí a menos de diez centímetros mirándome de forma retadora y una vez más tenía pegada esa sonrisa estúpida que me enloquecía; sentí como escalofrió cuando note su presencia tan cerca de mí. –“¡Vamos a echar a andar ese plan que mencionaste, cambiemos el chocolate por un buen sorbo de leche caliente!”- me tomó por la cintura, me hizo hacia él y con fuerza me beso súper apasionadamente, parecía que me quería comer, cuando menos supe en ese mismo beso una de sus manos estaba a punto de subirme la blusa. Mientras caminábamos hacia el sofá el me volteó y estando detrás de mí me acomodo el cabello de lado contrario al que me besaba el hombro. ¡Claro que sentí su erección!



Me deje caer en el pequeño sofá que adornaba su oficina. Él sobre mí, se desabotonó la camisa y procedió a descubrirme los senos, los toco, los beso y le dio bastante placer a mis pezones que en ese momento estaban totalmente rendidos a sus labios y a sus perversiones. –“¡Me encantas!, me encantan sus senos. ¡Uy estas mojadísima!”- vaya que sabía trabajar con sus manos, porque aún por encima del pantalón pudo sentir y motivar mi punto “G”. De inmediato bajo mis pantalones, esos que volaron hasta la ventana que daba al balcón. Bajo mi bóxer y comenzó a “dedearme” dos de sus dedos entraban y salían, motivaban mi clítoris, mientras él intoxicaba mi cuello con su saliva. Sabía que podría terminar rápido, así que quitó sus dedos, bajo el pantalón y descubrió ese maravilloso tesoro que la verdad se miraba riquísimo. Era un pene tamaño promedio, con una erección apuntando al cielo y con una gotita de “maple” en la punta, misma que procedí a chupar y probar. Él no quiso que le hiciera sexo oral, él era aún más imaginativo. -¡”Ven, vamos a coger en el balcón”!-.



-“¡Estás loco Joaquín, está lloviendo aún!”- me jaló y nos dirigimos al balcón. Mientras corría la ventana él me mordía por detrás el cuello, me masajeaba las tetas y me arrimaba su rico pene. Una vez ahí, me recargó en el barandal, abrió mis piernas y empezó a cogerme, me cogía de una manera desesperada, pero por ratos pausado, parecía que estábamos bajo una regadera, el frío estaba ahí, pero nunca lo sentimos, éramos cuerpos hirviendo de placer. Me volteó, cara a cara, me besó, mi cabello era un hilo de agua, me besó, levantó mi pierna y de nuevo me cogía con desesperación, él sabía que la leche caliente iba a ser servida ya, así que viéndome a los ojos dijo: –“¡Agáchate!”- lo hice de forma obediente, él metió aún sin mi consentimiento todo su pene hasta el fondo de mi garganta y… ¡la leche llegó! Inundó mi garganta de su semen que escurría por la comisura de mi boca.



Me tomó de los hombros, me incorporo y caminamos de vuelta a la oficina. –“¿No sé de qué calidad sea la leche que te ofrecí, pero lo que sí sé es que te cumplí tu deseo bella”- yo me sacudía el cabello mojado, me reí y le dije –“Pues no era ni deseo ni fue un favor, simplemente cumplí una de tus fantasías y tú lo hiciste conmigo de igual manera. Ambos ya sabemos que se siente coger en una tarde de lluvia y ambos sabemos que la gripe que tengamos mañana será bien merecida”- le guiñe el ojo y empezamos a vestirnos.



-“Ya paro la lluvia Joaquín, creo que me voy antes de que se haga tarde. Porque lo único que me urge ahora es un baño y una rica siesta”- mientras recogía mis cosas.



-“Lo que te urge bella es en realidad vaselina para las rozaduras que esta cogida nos ocasionó”- se echó a reír mientras cogía su saco.



Actualmente ya no trabajo en aquel lugar. Sin embargo, le guardo enorme cariño por esos extraordinarios recuerdos que me trae. Hoy, justo hace un año el cielo vuelve a estar nublado y el pronóstico del tiempo anuncia lluvias torrenciales por la tarde noche. ¿Será buena idea llamar a Joaquín y pretextar un “re - encuentro”?...



¡Les juró que lo estoy pensando! 


Datos del Relato
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