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Categoría: Maduras

Complaciendo a la esposa de uno de mis empleados

A mis 35 años, era gerente general de una de las empresas de mi padre, con 30 trabajadores a mi cargo.



 



Mi buena situación económica, flamante 4 x 4, soltero y buena facha, era un imán para cualquier mujer que se presentase. Por lo mismo, no era de andar mucho tiempo con una mujer y las iba rotando con frecuencia. De la misma forma, aunque suene a vanidad, las mujeres hermosas me sobraban hasta tal punto que comencé a cambiar mis gustos por mujeres normales, entraditas en carnes y madurotas. Claro que para presencia o reuniones sociales siempre me mostraba con alguna escultural y hermosa acompañante, pero para mi intimidad, me había entrado ese gusto por las mujeres mayores, sobre los 45 años, con kilitos de más. Dicen que sobre gustos, no hay nada escrito.



 



Llegó fin de año, y como todos los años, les entregaba a mis trabajadores, un paseo de fin de año, en algún balneario, como para agradecer su trabajo durante el año. Esta ocasión era un deleite para mis gustos ocultos, ya que muchas de las señoras de mis trabajadores, eran mujeres que cumplían con mis requisitos, mujeres gordas, de tetas grandes y caídas, traseros grandes y blandos, en fin, una delicia para mi morbo.





Fue ahí, haciendo vida social, cuando me fijé en una mujer de unos 48 años mas o menos, de piel completamente blanca, pelo rubio y corto, de grandes y caídas tetas, que vestía un traje de baño de una pieza, color celeste. Su vientre levemente abultado, ancha de caderas y con piernas gordas, muslos muy gordos con algo de celulitis, quizás para muchos una mujer para nada atractiva, pero para mi, un manjar. Muchos de mis empleados me presentaban a sus señoras e hijos, pero la mujer que me había llamado la atención permanecía dentro de la piscina sola.



 



Seguramente era la esposa de uno de los conductores de camión que tendría que estar haciendo un reparto fuera de la ciudad.



 



Esperé pacientemente conversando con otros empleados, hasta que vi que la mujer salió del agua y amarrándose una toalla a la cintura, se dirigió al mesón a buscar algo para beber. Hábilmente me desligue de la conversación y me acercaba a su lado, cunado un pequeño de unos cuatro años se acerca en traje de baños y se abraza de su gruesa pierna.



 



Me acerqué a su lado, ordene una bebida y comencé a conversar con la mujer. Tal como lo había pensado, era esposa de Víctor Valdez, uno de mis conductores que se encontraba viajando al sur del país. Le pregunté por su pequeño y me dijo que no era su hijo, si no su nieto. Que de su matrimonio había tenido solo dos hijos, que el varón se encontraba haciendo el servicio militar y que su hija, ya se había casado. Que aprovechando el paseo y al no tener niños pequeños para llevar, se lo había pedido a su hija.



 



La asusté diciéndole que eso iba en contra de la política de la empresa y que su marido caería en un sumario interno, al no ser el pequeñín hijo directo de el. Ella se anduvo creyendo el cuento, pero por solo unos minutos. Luego me lancé a reír y le dije que todo era broma que el paseo era para todo el que quisiera ir. Aplicando toda mi galantería, conversé mucho rato con ella y descaradamente me fijaba en sus grandes senos. Ella se sentía alagada que un joven como yo, se fijara y fuese tan amable con ella.



 



Luego me llamaron y me tuve que alejar, pero cunado la vi nuevamente en la piscina, me tire al agua y llegue a su lado, mientras ella jugaba con su nieto. Conversamos mucho rato, haciéndole que me dijera Raúl, en vez de Don Raúl. Le dije que no era su jefe, y que era menor que ella, a si que me sentía incomodo que me tratara de "Don". A ella le costaba, ya que seguramente su marido siempre que hablaba de mí, me debe haber dicho Don Raúl, pero después se acostumbró.



 



En la entrega de regalos a los niños, como siempre era yo el que me disfrazaba de viejo pascuero, sentándome en las piernas a los niños pequeños, mientras les tomaban fotos etc. Me fijaba que Elena, como así se llamaba la mujer de Víctor, se había vestido y cada vez que la miraba, ella me devolvía una calurosa sonrisa. Sabia muy bien que ya la había conquistado, pero la situación para estar solo con ella, era muy difícil, por no decir imposible.



 



Pasó como una semana, cuando en el patio, me encontré con Víctor. El me saludó muy amable y me dijo que su señora me mandaba muchos saludos, que había sido muy cortes con ella. Yo me hice el desentendido y le pregunté como era su señora, ya que ese día había conversado con todas y la verdad tenía mala memoria. El empezó a describírmela y le dije que si me acordaba., que también había conocido a su nieto. También le devolví los saludos y seguí mi recorrido.



 



Ya llegaba fin de mes, cuando salió un viaje al sur del país. Me fijé en la planilla de conductores, y me di cuenta que Víctor estaba disponible, a si que ordené que el tomara ese despacho.



 



Mi idea era que el no alcanzara a volver, cosa que tuviera que mandar a su señora a cobrar sus honorarios. Tal como lo planee, mi secretaria me dice que tenía una llamada de Víctor Valdez. Luego de saludarme me pidió si por favor podía depositarle el dinero a su señora, ya que el no alcanzaría a volver para cobrar y estaba necesitando el dinero urgente para cancelar una cuenta que vencía el viernes.. Le dije que no había ningún problema, que le digiera a su señora que me llamara y que me diera el número de cuenta para depositarle, me dio las gracias y cortó. Mis planes habían fallado, ya que la idea mía era verla a ella en persona. A si que tomando la carpeta de los trabajadores, busqué la dirección de Víctor y me di cuenta que quedaba camino a mi casa, solo tenía que desviarme un par de cuadras.



 



A la mañana del día siguiente la secretaria me dice que una Elena Sepúlveda necesitaba hablar conmigo. Le dije que me pasara la llamada.



 



Alo



Alo, ¿Don Raúl?



Si con el



Hola Don Raúl, no se si se acuerda de mi, soy la señora de Víctor Valdez



Lo siento , no me acuerdo de usted … de la que si me acuerdo es de Elena, que usaba un taje de baño celeste y que me decía Raúl y no don Raúl



Ja ja ja .. disculpa, pero me dio un poco de vergüenza tratarte de "tu" por teléfono



No te preocupes , dime en que te puedo servir



Mi marido me llamó y me dijo que le tenía que dar el número de mi cuenta, para que me depositara su sueldo, ya que el no podía cobrarlo



Claro, ni un problema tratándose de ti



Oh, que amoroso, muchas gracias



Me comentó que tenían que pagar una cuenta….



 



Hablamos largo rato, sobre el paseo, de los viajes de su marido etc. hasta que a las finales quedé en depositarle el dinero en la cuenta que me daba, pero solicitándole el teléfono, por cualquier cosa que pasase.



 



Obviamente no le deposité el dinero y al volver del almuerzo pasé por la dirección que indicaba su hoja de vida, y encontré el número de la casa, con el viejo auto que Víctor tenía y que más de una vez lo había visto llegar al trabajo.



 



La llame y le dije que había tenido problemas con la cuenta, que quizás había anotado un número mal y que no alcancé a llamarla antes. La noté que se angustiaba, ya que seguramente después tendría que pagar con intereses.



 



 



Mira, se que te complico con el depósito, pero hagamos algo. ¿Me parece que tu vives en población "XXX" , una casa azul?



Si, ¿Cómo lo sabes?



Una vez pasé por ahí y vi a Víctor sacando su auto



Que buena memoria



Bueno, eso queda camino a mi casa, me desvió un par de cuadras y te lo paso a dejar en efectivo



Pero no es molestia, si quieres yo voy a la empresa a buscar el dinero



No para que vas a venir , quédate tranquila que hoy como a las 8 paso por tu casa



De verdad me sorprendes … muchas gracias , la verdad no se como agradecértelo



Yo si



Ehhh .. ¿si?



Claro, me invitas un café y quedamos a mano . ¿te parece?



Me parece excelente , te espero entonces



 



 



Me confirmo su dirección aunque yo sabia bien donde quedaba. A si que llegada la hora, me desvié con el dinero hasta su casa. Llegué puntual y ella apenas toque la puerta me abrió la puerta y me hizo pasar.



 



Se notaba que se había arreglado para mi llegada, su pelo aun se notaba algo húmedo, se había perfumado y vestía una blusa negra, muy escotada con unos jeans ajustados. Su casa pequeña comparada con la mía, se notaba que había estado haciendo aseo, ya que todo estaba en perfecto orden.



 



La saludé con un beso en la mejilla y me senté en el sillón. Ella entró a la cocina y preparó dos tazas de café que bebimos en el living, mientras conversábamos de muchas cosas. Le pregunte si le molestaba que fumara y me dijo que no, que ella no fumaba, pero le encantaba el olor a cigarro. Le confesé que yo no podía tomarme una taza de café sin prender un cigarro, que era como un ritual para mí.



 



Ella me miraba y muy coqueta me preguntaba cosas de mí. Me fijaba en sus grandes muslos, me imaginaba lo que contenía dentro ese pantalón, en sus grandes tetas blancas que se mostraban a través de ese generoso escote.



 



También dentro del tema del cigarro, le dije que el otro cigarro que no perdonaba, era el de después de hacer el amor. Ella se rió y me preguntaba más del tema. Me ofreció una segunda taza de café la cual también acepté, prendiendo un nuevo cigarro.



 



Veo que lo del cigarro es verdad



Por supuesto que es verdad



Y el de después de hacer el amor, ¿también es verdad?



No se .. quieres comprobarlo



 



Ella solo sonrió y miró hacia abajo, a sus piernas. Me acerqué a ella y pasando mi brazo por su hombro la atraje hacía mí y la besé. Ella correspondió mi beso.



 



Seguimos besándonos, mientras mi cigarro en el cenicero se quemaba y mi taza de café se enfriaba.



 



Mis manos comenzaron a acariciarle los muslos, apretándoselos, mientras aumentaba la intensidad de mis besos. En un respiro mi boca buscó su cuello y comencé a atacar ese punto causándole grandes sensaciones.



 



Ya entregada a la pasión, no me fue difícil meterle la mano bajo la blusa y comenzar a manosearles sus grandes pechos.



 



¡Oh Raúl!



Estas muy rica Helena



Me haces sentir mucho placer …



Y tu a mi … te quiero entera



Para … creo que vamos muy rápido … ahhh



No lo creo … somos adultos , y ambos lo deseamos



Si pero ..



 



La callé con un beso y continué tocándole las tetas. Su pezón se agrandó y mis dedos lo masajeaban suavemente.



 



Vamos a tu cuarto



 



 



Ella acalorada, me tomo de la mano y me guió a través de un pasillo hasta que llegamos a su habitación. De pié nos continuamos besando, apretando mas y mas nuestros cuerpos.



 



Le saqué la blusa por sobre su cabeza, dejándola con un sensual sostén de color negro, llenos de encajes. Ella debe haber imaginado que terminaríamos ahí, por algo su conjuntó tan sensual. Sus grandes tetas blancas se veían preciosas con el contraste del negro. Ella desabrochó mi camisa y también me la sacó. Mis manos le agarraban el culo depravadamente le desabroché el pantalón y traté de bajárselo, pero sus anchas caderas y gruesos muslos me impidieron bajárselos.



Ella misma se los bajó, no sin gran esfuerzo para que pasaran por sus gruesas piernas.



 



Yo por mi parte también me saqué los míos. Nuevamente nos besamos los dos en ropa interior. Tal como imaginé su calzón era parte del conjunto, una prenda negra, también nueva, llena de encajes, muy sensual.



 



Caímos a la cama, y recostado a su lado, le metí la mano entre sus piernas, acariciándole su sexo por sobre la tela. Ella por su parte bajó su mano y me la metió dentro de mi bóxer, encontrándose con mi duro miembro listo para el combate.



 



Me di cuenta que era una mujer muy jugosa, como me encantan a mí. Su calzón, tan solo con mis masajes ya estaba muy mojado. Me incorporé y se lo saqué. Ella quizás con algo de vergüenza, se cubrió el rostro con sus manos. Me quedé unos segundo viendo como esa prenda iba bajando y apareciendo sus concha, muy poblada de pelos. Le abrí las piernas, comencé a besar sus gruesos y blandos muslos, subiendo cada vez más hasta que estuve muy cerca de su sexo.



 



Como todo un experto no me fui directo a su coño, comencé a besar el interior de sus piernas, a jugar con sus pelos en mis labios, haciendo que ella delirara de placer. Su olor a hembra me tenía enfermo de caliente, y mi lengua a ella también.



 



Con mis dedos le separe su sexo, grande, rosado, con labios oscuros que hacían gran contraste con su piel blanca. Muy lentamente le fui metiendo la lengua, con suaves besos que la hacían temblar de placer.



 



Mi gran experiencia y gusto en practicar el sexo oral, me hacen un experto en esa materia, sabiendo exactamente como encontrar el mayor punto de placer en cada mujer, y Elena estaba recibiendo el tratamiento completo. Poco a poco la lujuria la fue abordando completamente, levantando sus muslos en el aire y frotándome su sexo contra mi cara mientras mi lengua no paraba de acariciar su clítoris.



 



Ella misma liberó sus tetas sin sacarse el sostén, y se las tocaba fuertemente, acariciando sus pezones. Sus tetas eran tan grandes y largas que ella misma se las tomaba y se las llevaba a la boca, para chuparse sus pezones.



 



Me pidió entre gemidos que parará, por que de seguir la iba hacer acabar. Pero no existe mayor placer para mí que hacer acabar a una mujer en mi boca, a si que no hice caso de sus peticiones y continué entre sus piernas. Ella se retorcía tratando de no acabar, pero su éxtasis pudo mas y con una gran grito comenzó a llenarme la boca de sus fluidos vaginales, los que deguste con gran placer.



 



Quedando completamente satisfecha, me hizo acostarme y me devolvió el favor oralmente. No la mamaba muy bien, pero con sus tetas me hacía un masaje en la verga de miedo.



 



Luego la coloque en cuatro patas y sin contemplación se la metí hasta el fondo. Aferrado a sus grandes caderas la penetré una y otra vez, viendo como sus carnes se movían al compás de cada embestida.



 



En comparación con su marido, yo era un potro. Víctor tenía mas de 55 años, delgado, chico de porte, con algunos dientes menos.



 



Luego cambié posición y me coloque bajo ella. Ella se montó sobre mí y colocándome sus grandes y blancas tetas en mi boca se movía de arriba abajo enterrándose en mi pene. Mis manos la tomaban de las caderas y la guiaban en sus movimientos.



 



Sus tetas eran fantásticas, me encantaban. Su textura, su olor su sabor, sus grande y rosados pezones eran fuertemente chupados por mi, a veces, metiendo completamente la cabeza dentro de esas hermosas tetas, mientras no dejaba de follarla.



 



Luego la coloqué de lado, y yo detrás de ella. Mientras la penetraba, mis manos no dejaban de manosearle ni un segundo esas gloriosas tetas. Ella pasaba una de sus piernas por sobre la mía y con su mano me agarraba del culo y me atraía mas hacia ella.



 



Por último la coloque de boca en la cama, y luego de darle unos buenos besos en sus nalgas me monté sobre ella y la penetré rápidamente, besándole el cuello.



 



Le avisé que me estaba a punto de correr y ella se movía más rápidamente. Como sabía que a su edad no corría ningún riego de que quedase embarazada, me descargue completamente en el interior de su sexo, metiéndole las manos por debajo de su vientre y apretándole fuertemente su clítoris.



 



Pero mi verga no dejaba de estar dura y Elena gozaba como una loca, a si que seguí dándole por mucho rato mas, en esa posición, hasta que logré que ambos acabáramos nuevamente.



 



Quedamos exhausto desnudos sobre la cama. Su cuerpo desnudo, con sus grandes nalgas manchadas de semen, fueron acariciadas por mi, esparciendo mi leche por todo su generoso culo.



 



Me preguntó si me quería fumar el cigarro y le dije que si. Sin ninguna vergüenza, se levanto de la cama y fue hasta el living, para volver con el cenicero.



 



Me encantó verla caminar así desnuda por la habitación, con ese cuerpo que me había llamado tanto la atención mientras se bañaba ahora ahí, completamente desnudo, paseándose ante mí.



 



Ambos desnudos sobre la cama, yo fumándome mi cigarro y ella acariciándome el vientre, jugando con los pelos de mi sexo y con mi verga ya sin fuerzas. Me decía que hace muchos años que no sentía tanto placer, que le sorprendía que yo siendo tan buen mozo se hubiese fijado en ella y cosas por el estilo. Que su marido solo a veces la hacía acabar, que siempre sus relaciones eran muy cortas, siempre con la luz apagada, muy tradicionales.



 



Sus caricias sobre mi verga, comenzaron hacer efecto y ella lo notó, comenzando a masturbarme suavemente, riéndose, analizando cada pliegue de mi verga.



 



Cuando esta estuvo semi dura, se la llevó a la boca y me la comenzó a chupar. Mientras yo suavemente me deleitaba jugando con sus nalgas, apretándoselas. Su mamada esta vez mas pausada, fue mucho mejor que la anterior. Comencé a sentir gran placer con la boca de mi compañera y siendo todo un caballero, le hice ponerse sobre mi y también me comencé a comer su sexo.



 



En un suave 69 ambos lamiendo nuestros sexos, le abría sus nalgas, basando el interior de sus muslos, hasta que me dedique a besar la entrada de su ano. Esto se notó que le causo placer, ya que aumentó su succión, masturbándomela con la mano y gimiendo de placer.



 



Estuvimos así un largo rato, entregándonos placer oral, yo prácticamente follándola por el culo con mi lengua, alternando con su peluda concha. Sus gemidos se hicieron cada vez más fuerte y con mis manos abriéndole las nalgas, chupándole sus dos entradas, jugaba con uno de mis dedos en su ano. Ella también comenzó a besarme el ano, mientras su mano no me soltaba la verga. Me di cuenta que su nuevo orgasmo era inminente. Y pidiéndole que me la chupara de nuevo, cosa que hizo, me trague su clítoris, dándole grandes succiones que la hicieron estremecer. Por sus gemidos me di cuneta que su orgasmo no tardaba en llegar y aumentando más la intensidad de mis lamidas, logre que nuevamente mi boca se llenara de sus fluidos, al mismo tiempo que yo descargaba los míos en su boca.



 



Tragándonos ambos nuestros fluidos y dejando completamente limpios el sexo del otro con nuestras lenguas, terminamos nuevamente descansando sobre la cama. Mientras recibía nuevamente sus halagos, cosa que yo también hice , me fumé mi último cigarro, me vestí y dejándole el dinero de su marido sobre el velador, me marché, dándole la última mirada y último beso a esa madura , casada e infiel mujer.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 10
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