Habían pasado cuarenta y siete días desde que te conocí, cuarenta y siete días para invitarte a salir, ahora estabas ebria sobre mi cama con tu pantalón de mezclilla verde; yo lleno de indecisión no podía, no me atrevía a tocarte.
Al tomar mi copa con vino me preguntaba si te habían gustado los canelones, a ti al parecer te interesaba mas comerte con la mirada al rubio de la mesa de al lado, de todas maneras yo solo pensaba en llevarte a mi cama y ahora que te tenia ahí, etílica, no me atrevía ha acometer tras mi objetivo, sin embargo me moría por conocer los secretos de tu, quien sabe, inmaculada geografía, todo escondido bajo esa porción de mezclilla; sentado en un rincón de la cama mirando la puerta del baño, al fondo aquel inmenso espejo en el que nos reflejamos, tu respiración cada vez mas fuerte cercenaba mis oídos, golpeaba mi conciencia y yo te anhelaba mas que a nada.
Con la cabeza entre mis manos apretando, estrujando mis cabellos; entre mis dos extremidades, aquel pensamiento, de pronto miro al espejo y tus ojos están allí abiertos observándome.
Divisando tu sonrisa después de mi estúpido chiste, me pregunto si tratas de agradarme, yo que ansió tener tu pubis sobre mi abdomen, tu boca mordiendo mi hombro y tu quien sabe en que pensarías, talvez en la misma basura que yo, pero con el güero que nos flanqueaba.
Percibiéndote sobre mi lecho me preguntaba si seria como en la canción de Arjona y si no habría mejor diseño que el de tu piel ajustada a tu figura, o como en el poema de Neruda y desnuda serias como una de tus manos, o si después de esto te amaría mas que antes; también estaba el 308 del Código Penal, aunque cualquier cosa valdría la pena con tal de tenerte.
De aquella melodía
que siempre me recuerda a ti
solo puedo remembrar
la porción que profiere:
me muero por conocerte;
porque es evidente
que mi ser se extingue
por advertir los secretos
que se esconden bajo
tus hermosos pero
insignificantes ojos,
o bajo tu actitud de niña mimada;
situación en la cual surge
una pregunta
¿alcanzara lo que he sentido
para complacerte?
Cuarenta y siete días y todavía no te había seducido era muy diferente de la ultima que solo tardo cuarenta y cinco minutos y duro sesenta y nueve orgasmos en dieciséis días.
pero lamentablemente
me pierdo en la reflexión
con esta pluma en mi mano,
la mitad de mi cuerpo
en la tina, bajo el agua y
mi cerebro quien sabe donde,
aun no he podido
encontrar la respuesta.
Ahora bien, cuando tiendo a libar
el alcohol entre mis labios y
miro el estúpido anillo,
señal de aquel oscuro compromiso
que solo un idiota como yo
osa rememorar y
coronar entre sus dedos,
se le ocurre a mi adormilado
encéfalo volver al absurdo
que mentiría si dijera
que me atormenta,
pero reconoceré que si
me quita el sueño y
a la vez me llena de profundo gozo;
Tu tratando de avizorar que había cinco centímetros atrás de los cristales de mis anteojos y yo que me deshacía por poner mis labios tres centímetros bajo tu escote, pero en este preciso instante habría de conformarme con mojarlos con el San Bernardo de la Frontera en el filo de mi copa; mirar el borde de tu pezón y lo que de tus albos senos deja al descubierto el encaje de tu ropa interior; cuanto disfrutaría teniéndolos entre mis labios.
discurro nuevamente
¿acaso habré sentido algo?
o me habré anonadado con
el fulgor de tu diáfana personalidad
y vuelvo a interpelarme
es esta otra cavilación oligofrénica
que raya en lo irracional,
o será el puntal de una nueva
debacle existencial dentro de mi ser
creo que al final la refutación
solo la tienes tú y
que ha de corresponderme
la difícil sino utópica labor
de robártela,
solo espero que si eso sucede
esa replica no tienda
a generar un nuevo caos
existencial en mi interior.
− ¿Por qué me miras así?
− Salud.
− Ah si, salud, delicioso ¿no?
Tu perfume me invade, tus pies apretan, presionan mi espalda, mis manos acariciando tus rodillas y tu cuello, el sabor repulsivo del alcohol en tu boca contrarresta con lo bella y perdida de tu mirada; tus dedos acariciando el cabello en mi nuca, mi boca recorriendo tu escote, mis pies oprimiendo tus glúteos, mi mano halando tus cabellos, tus dientes carcomiendo mi oreja, nuestros cuerpos contoneándose sin cesar, tu lengua en mi garganta.
Y ahora, noctámbulo
ya seco, con los pies en mi alfombra
y la cabeza en mi almohada
medito en que tal vez tú
podrías dar continuidad
a mi cordura
que tal vez tú podrías
atrincherarme en tu sosegada
personalidad y protegerme
de los monstruum que me miran
con sus ojos pálidos
a través de la ventana,
con la clara intención de destazarme,
tal vez si tuviera tu cariño
podría dormir nuevamente
sin dar la vuelta a llave
de mi puerta.
− ¿En que piensas?
− Um, nada en especial, solo en lo que podríamos hacer mas tarde.
− Demos unas vueltas por ahí.
− Si, claro.
Y si te besara en este momento, talvez te levantarías y te irías, quizás me golpearías, o quien sabe y me besarías.
− ¿Vienes a menudo aquí?
− No, solo cuando estoy con alguien especial.
− Nos salió lo don Juan.
− No, nada de eso.
Creo que esto no esta funcionando, pero si fuera el blondo de al lado.
Tendido en el piso
miro el teléfono negro
que dicho sea de paso
me encantaría fuese rojo
pero no un rojo cualquiera,
sino, un rojo intenso
como en un incendio
el cual imagino ha de ser
el color de tus besos,
miro también el fondo azul
de aquel cuadro en que
destaca la virgen
aquel azul que esta
en el esencia de tus ojos
y así me paso la noche
y parte de la madrugada
mezclando agua y fuego
amalgamando azul y rojo
ligando en mis desvaríos
mi ser rojo, loco y sediento
contigo azul, caprichosa y pacifica
sublime creación de algún
artífice insensato
que no supo atisbar todo
el enmarañado de dudas al que
vas a llevar a mi alma.
Veamos te tengo aquí en mi tálamo uno setenta y tantos metros de carne de primera cubierta con mezclilla y seda, tus brazos abarcando mi almohada; respiro suavemente sobre ti y de la misma manera suelto el botón de tu pantalón, deslizando lo mas imperceptible que me es posible tu sierre y al tocarte te encuentro toda mojada, tu respiración se hace mas lenta y profunda, tus uñas se escurren apaciblemente sobre mi espalda erizando la piel bajo mi camisa, con mis colmillos corro tu blusa hasta revelar tus hombros, tus níveos senos; con mis manos remuevo tus bragas hasta dejarte semidesnuda.
amasijo humo y sueños
verdades a medias
con realidades perplejas
que no me permiten avizorarte
tal cual eres
indolente pero tan bella,
acaso siendo tu esclavo
no puedo abstraerme
de mi desdicha.
− La cuenta por favor.
− ¿a dónde nos vamos?
− No se, tu decides a bailar, al cine.
− Yo creo que a bolichear, tengo ganas de embriagarme.
− Sus deseos son ordenes.
Y tus nacarados dientes emergiendo entre tus labios.
− Me encanta tu sonrisa, cuando cierras y abres tus párpados me deslumbras con tu mirada y siento que me desmayo.
− Eso te salió de adentro o ya surtió efecto el vino.
− No, en serio te amo.
− ¿ y que hacemos con eso?
− Porque no dejamos que termine la noche y ya vemos.
− Me parece coherente.
este juego de materialidades
como un manojo de naipes
con tantas opciones
con variadas salidas
aun problema inexistente,
juegos de palabras
que no me llevan a ninguna parte
y tú como al principio
petulante y misteriosa
conoces por demás tu valor,
cándida flor exótica
me fascinas y en ti
comienza y termina
esta insulsa meditación.
Cuarenta y siete días y apenas puedo rememorar el primero, yo con los efectos de una terrible borrachera, sin peinar, con los ojos partidos, mi polera roja y la cabeza como un tambor, retumbando, no pude evitar el tratar de seducirte lamentablemente no sucedió, evidenciando mi decadencia como conquistador, o acentuando el que seas una chica con cerebro, pero eso no cambio el hecho que te haya apetecido desde el primer momento y aunque me hubiera complacido solo en tu ausencia, no hubiera extinguido este deseo y mucho menos el que con el paso de los días me haya enamorado de ti y no pueda sacarte de mi testa.
Porque no vienes conmigo y te sumerges en el rió de mi existir, tengo tantas emociones nuevas separadas para ti, porque no dejas que te queme con mis manos heladas y te cubra de rosas la piel, porque no te acercas a mi corazón para que con la brisa te lleve sobre la copa de los árboles.
− ¿Por qué lloras?
− Te sorprende ver a un hombre llorar como a un niño.
− No, no es eso, me intriga el porque.
− Es solo que pensé que este momento no llegaría nunca.
− ¿te parece que valga algo?
− No se, estoy confundido, cien mil cosas cruzan por mi mente en este momento, mañana podré valorarlo mejor.
Al percatar que me mirabas a través del espejo no pude mas que hundirme en ese rincón, fue como si en ese momento se hubiese hecho un hoyo en el universo y precisamente en esa parte de la habitación. Me preguntaba en que pensarías- ¿ que hago aquí?, ¿qué pretende este pendejo?; me sentí desnudo en medio de la calle y tu simplemente cerraste los ojos. ¿Qué significaba aquello?, de cualquier forma solo había algo por hacer.
− ¿Nos vamos?.
− Por supuesto, después de usted
− No necesito que me recorras la silla puedo hacerlo sola, me molesta que seas tan amable.
− Lo siento.
− ¿empezamos de nuevo?
− No volverá a ocurrir.
− Eso espero.
Mi lengua nadando en tus intimidades, tus uñas clavadas desgarrando las sabanas, los gritos que brotan de tu garganta y cortan el aire, esa pesada atmósfera producto de la simbiosis entre tu perfume, el sudor de nuestros cuerpos y el aroma del vino; tu clavándome cada vez mas dentro de tu ser. Mi cabeza subiendo por tu ombligo, sacudo tu cuerpo moviendo mi lengua entre tus pezones, apretándolos entre mis dientes y uno de mis labios, tu transpiras frió, mi corazón se congestiona, lo siento latir en mi garganta y no puedo respirar, creo que te amo. Tu cuerpo se retuerce y me envuelve, mis manos estrujan tus glúteos, tus piernas prensan mi vientre, mis dedos surcan en tu espalda, bombardeo tu cuerpo con mis besos y no dejo en pie nada de ti.
Cuando parece que hemos muerto renacemos partiendo la tierra como tallo fresco, bésame, mátame, voy a llevarte a un viaje ad infinitum; no hay nada mas bello que tu cuerpo desnudo, rosado, sobre las sabanas rojas, tu boca abierta al borde del éxtasis, tus senos turgentes presionados contra el colchón, tus extremidades rendidas, apretadas contra tu espalda, tu contorneada silueta cubierta de sudor rozando los tallos de las flores, el viento alborotando tus cabellos, tus gemidos invadiendo mis oídos y una vez mas consumidos caemos a las profundidades del rió que corre entre las piedras mojando la grama, tus ojos llenos de lagrimas se mezclan con la niebla y se me pierden en el horizonte, lleno de ti, impregnado de tu ser cierro los ojos para unirme a tu sueño, no puedo ser mas feliz que hoy.