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Tendemos a pensar que somos un caso aislado, que nos sucede solo a nosotros, pero me parece que no es tan así, que no somos una isla.
Esta historia, tal vez sea la de otros muchos, pero cómo saberlo si no lo cuento, por ello me decidí a relatarlo y es posible que con la lectura de mi testimonio tenga rebote en otros que transiten por algo similar y poder compartir esto que me ha sucedido. Seré tan objetivo como pueda, contarlo es revivir los sucesos y las emociones muchas veces nos traicionan, también influye que los hechos aún están latiendo en carne viva de quienes hemos transitado este delicioso momento de pecado y lujuria, del que no me arrepiento y más aún quiero volver a sentir las llamas del ese infierno erótico y sensual.
Los hechos se desarrollaron en el seno de una familia clase media, tranqui, mi esposa y yo andamos por los cincuenta, mucho tiempo de matrimonio hacen que la sexualidad marital pase de rutina a una circunstancia más espaciada y anodina, de tal modo que la satisfacción es necesario buscarla fuera del lecho conyugal. Me gusta el sexo y cuando el matrimonio se prolonga tanto no es el mejor ámbito para el disfrute, no me faltan recursos para conseguirlo ni ganas para disfrutarlo, soy cazador nato, que sin proponérselo está como al acecho donde se puede conseguir una buena presa para compartir el disfrute de la carne, cuanto más joven, cuanto mejor, como dice un compinche de andanzas “tigre viejo carne tierna”.
Más de treinta años de casado son muchos, nuestro sobrino, casi un hijo apenas supera los treinta, Amalia veintitrés vibrantes años, su pareja actual.
Somos abiertos y “agiornados”, “open mind” que le dicen, Luis trabaja en informática, Amalia estudia arte y teatro. He sabido por mi esposa que la pareja está en una “impasse”, seguramente problemas de adaptación de pareja o cosas por el estilo, la convivencia no es algo fácil, sabemos que luego de un noviazgo fugaz y casamiento hasta sorpresivo que me hizo sospechar “motivos de apuro”, que luego fueron nada.
Poco tiempo más tarde sabría que Amalia, Ella está enterada de las andanzas de Luis (de tal palo tal sobrino), en una relación infiel con la ex, según le confidenció a mi mujer.
Suelen venir a compartir el asado dominguero, usual en Argentina, bueno como decía luego de un sabroso almuerzo regado con buen y abundante vino deviene la sobremesa de esas que requieren tenderse en las reposeras para una reparadora siesta.
Había transcurrido un buen tiempo cuando noté que estábamos solos en la casa con Amalia, me levanté para preparar mate (infusión típica, volví con los elementos y comencé a cebar mate para los dos. Esta costumbre produce el acercamiento de las personas, máxime cuando son solo dos, se produce ese acercamiento casi intimista de compartir el pase de mano del “mate” y también de comentarios o confidencias que exceden la cotidianeidad, como se dio en esta situación, que sin buscarlo, o tal vez inconscientemente buscado, no internamos en la intimidad de la convivencia de ella.
Amalia comentó, sin dramatismos, pero con el dolor de sentirse “corneada”, cómo es su vida, el desamor, la infidelidad y todo eso que estaba minando la relación, exhibía una faceta nada superficial, claros conceptos y muchas ganas de “buscar un pecho fraterno” para asilo a sus carencias y contención afectiva.
La forma, los modos y la gestualidad de esta exultante muchacha excedía el marco de la relación familiar, en algún momento me permitía entrar en el mundo de la fantasía mientras escuchaba sus cuitas y pensaba en lo bueno que debe ser en la cama, pero luego, la realidad me volvía a poner los pies sobre la tierra, esa imagen mental se trastorna en la realidad, su confidencia de indefensión y necesidad de afecto va esmerilando todas mis prevenciones, derriba las restricciones y condicionantes morales, el deseo asciende por el ascensor y la moral se quedó en el primer descanso de la escalera, todo se sucede, rápido y furioso, las llamas internas se ponen al máximo, la pasión consumió a la razón…
Un placer visual de hermosas formas; rostro tierno hecho para la caricia, ojos que miran con toda la ternura del alma; boca ávida, labios donde florece el trémulo clavel del beso; pechos, fruta madura que induce a la rapiña; vientre plano y talle estrecho donde inicia el paisaje de glúteos que invita al pellizco atrevido; piernas largas, perfectas que sostienen esta Venus todo músculo y fibra, carne joven plena y vital: Sensualidad en movimiento.
Tan indefensa me motiva a levantarme, tomarla de los hombros desde atrás, se dejó, mansa, recostada contra mí pecho fraterno, como pollito mojado buscando el ala protectora.
Estuvimos así un buen tiempo, cada segundo se hacía interminable, ninguno de los dos decía palabra para no despertar de ese momento
Giró, rostros próximos, mi boca apuntando a la suya... en el último instante ella desvió la suya, beso inevitable sobre la comisura de sus labios. Quedamos mirándonos, indecisión y temor, sin palabras, silencio cargado de intención no asumida, temiendo avanzar en el proceloso sendero del deseo. Nos gustamos, nos deseamos, nos asustamos.
Evitarnos era el objetivo, temía encontrarla a solas y no poder comportarme a la altura de la relación familiar, resistía admitir el sentimiento subyacente desde siempre, cerrar los ojos no borra la realidad, negué aceptar el creciente sentimiento de afecto nuevo.
No puede evitarla todo el tiempo, encuentro a solas, ambiente cargado de tensión, nos miramos buscando respuestas, los brazos suplen las palabras, respiración agitada y latir de corazones al diálogo, labios que tocan, piquito breve, cargado de sentimiento. Nos soltamos, separamos sin volver el rostro, silencio cómplice. Aún siento en mi mano el calor ausente de la suya.
Corrió mucha agua bajo el puente, nos topamos otra vez, cruzamos en la estrechez de la cocina, cuerpo contra cuerpo, pegado a su espalda. Tomé de los hombros, tembló al sentirse apretada contra mi pecho, acurrucada buscando afecto, inquietud. Posé los labios sobre el cuello de Analía, estremecida, deja abrazar, tomar por la cintura, apretar sus glúteos contra mi agresiva masculinidad.
Beso en el cuello, sus gemidos ponen música al abrazo y a las audaces manos que buscan sus carnes bajo la falda, más allá del límite de la tanga, suave vello, labios vaginales abultados y jugosos al tacto, los dedos inician la conquista del sexo.
Ahogado gemido, muslos abiertos facilitan el acceso a caricias más profundas, cuerpo vibrante en cada roce, el clítoris captó las mejores sensaciones, empuja las nalgas contra el miembro duro, justo en la zanja. Giró la cabeza, ofreció la boca para recibirme en urgido lenguaje de la pasión, mi mano hacía delicias en la vagina, la otra se llena de tetas y pezón.
Amalia, excitada a la enésima potencia, contenía los gemidos, en el éxtasis muerde su mano para acallar el grito del orgasmo contenido desde quién sabe cuánto, desarticulada como marioneta y boqueando como pez fuera del agua, se dejó, rendida en mis brazos, al goce.
La deposité en el sillón, sellé sus labios con mis besos, gozando en la humedad de Amalia. Excitación a pleno, soldados en un beso, su mano buscó bajo el pantalón la agresiva dureza, hasta sacarla a la luz. Recostado disfrutaba del diestro masaje sobre la carne dura y caliente.
Agitando la manito, hábil en la masturbación, tamaña calentura no necesitó demasiada actividad, me acerco al momento liberador, se lo anuncio, la otra mano haciendo “techito” para evitar que el chorro seminal llegue al espacio sideral. Fluido espeso y caliente colmó la palma del “techito”, siguió sacudiendo lento hasta vaciarme toda la calentura. Antes de buscar con que limpiar la crema me besó agradecida de llenarle las manos con mi esencia.
Pocas palabras, mucho silencio y una copa ocuparon el tiempo hasta la llegada salvadora de mi esposa, evitó las obligadas justificaciones entre nos.
Paso otro buen lapso hasta que el destino nos regaló otro momento de intimidad, situación totalmente fortuita, sin buscarlo, deseado tanto que cuando nos tuvimos nos volcamos en abrazos y besos desesperados. El sillón acogió nuestra pasión, ella recibió mi mano entre las piernas en frenética búsqueda del sexo urgente, alivio al afiebrado deseo. Después ella calmaba el mío, llena sus manos con mi esperma, frota entre sus dedos para nutrir su piel con el mejor producto ecológico.
Por las noches siento sus manos tomándome, y en mis yemas el húmedo sabor de ella. Ambos tenemos un conflicto ético, entre el control y el deseo, entre la moral y la inconducta, lo recto y el pecado, la vida continúa.
Ella forzó un nuevo acercamiento, vulnerable, indefensa, buscaba contención, el remanso gratificante del afecto ante la falta de atenciones de su marido.
En la quinta se dormía la siesta, pesado sueño estival, tomados de la mano nos escondimos en la casa de huéspedes, la penumbra recibió ocultaba nuestra culpa. Las bocas se encontraron para saciarse, las sombras facilitan la desnudez, de cuerpos y de almas, besos y lamidas por doquier, una relación con una estética diferente.
Recibí en mi boca el gusto de Amalia, busqué en los labios vaginales el húmedo latido de la calentura, el sensitivo clítoris prisionero de mis labios fue el disparador de nuevas sensaciones, encendió la dinamita interior, detonó en mi boca pletórica de goces, varias explosiones más en cadena, cuando la sentí saciada y jadeando, solté el gatillo sexual.
Mi carne enhiesta recibe las atenciones de sus manos, no basta, con suave toque en su cabeza marco el camino hacía mi cabeza, sin escalas, sobre el glande afiebrado, lamida fugaz y tímida chupada, prologan una mamada enloquecida, coito bucal con toda la pimienta.
Cerca del momento sublime, emerge el deseo incontrolado de estar dentro de ella por otro acceso. Salí de su boca, froto el miembro contra la vagina, apremiante se vuelca, de bruces, ofreciendo el ano como alternativa.
- Por atrás, por favor, Luis nunca entró en él, lo tengo virgen. –sonó a ruego.
Con lubricación vaginal suavizo el camino anal, instantes cargados de tensión erotismo y lujuria, entro en ella, gime, cede el esfínter. Este acto de sexo con una joven a la que doblo en edad reafirma mis valores esenciales de macho, ambos disfrutamos este instante de sometimiento consentido, se deja llevar por mi pasión. Todo en el recto, movidos a ritmo de coito, la mano en su vagina pretende distraer el dolor de la penetración extrema, me acepta sin grito ni quejido, sufre y goza conmigo hasta el momento culminante del deseo contenido que busca el refugio tan soñado, acelero hasta terminar en frenética acabada, largada en gruesos chorros de semen presuroso en la intimidad rectal. Como reflejo de la eyaculación se produce un nuevo orgasmo de Amalia, acompaña mis últimas vibraciones.
Permanecí en ella, prolongando el placer mi carne en su ser. Salido de ella, abrazados sin mirarnos, ocultando la realidad, en silencioso contacto, aire perfumado de despedida en esa tarde estival de entendimiento y paz.
Con los ojos arrasados de lágrimas confesó que solo yo entré ahí, y sería solo mío por siempre. Este contacto sexual era la única forma de tenerme sin traicionarlo. No se repitieron los encuentros, quizás solo permitimos que ocurriera algo que nunca debió ocurrir. No tengo respuestas, tan solo pensar en no tenerla más siento que el aire se me escapa del cuerpo
Relatar esto es hacerme amigo del dolor, en silencio, inconfesable, impropio, el recuerdo constante de ella es una herida de amor que sangra cada vez que la veo, doloroso amor sin futuro.
Gracias por prestarme la oreja, espero comentarios.
Nazareno Cruz
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