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Al acabar la clase

~~Me pidió que me pasara por su casa aquella tarde. Le dije si era para que termináramos de una vez por todas el chantaje. No me quiso decir nada, que ya lo vería.
 Aquella tarde, al parecer su madre tuvo que salir a hacer unas gestiones y no volvería hasta bien entrada la noche. No podía esperar a la hora acordada, así que comí en un restaurante cercano a la casa y a las cuatro de la tarde estaba lista para ir.
 Llamé a la puerta, estaban las persianas entornadas, me extrañó.
 Pero qué pronto, ¿es que no nos podemos echar la siesta ni siquiera? Loli, te dije que vinieras a las siete.
 Juan, quiero acabar con esto de una vez por todas. ¿Es que estabas acostado?
 Salió a abrir solo con una toalla pequeña cubriendo sus partes. Instintivamente mi vista se perdió al fondo, por el pasillo de la entrada y me pareció ver corriendo desnuda a una mujer morena, un poco más alta que Juan.
 Estás solo? ¿Puedo pasar?
 Está bien, pasa. Claro que estoy solo.
 Siéntate en el sofá, me voy a poner un pantalón corto.
 Encima del sofá había un cubre cama, desordenado, revuelto. Conociendo a Juan ya me imaginaba que no había estado solo momentos antes de mi llegada.
 ¿La señora quiere tomar un café? me dijo una joven morena con la falda negra cortita y un mandil pequeño blanco. La cofia un poco descolocada, como puesta deprisa.
 Aquella era Laura.
 Ah, ya os conocéis, es Laura, la nueva sirvienta. Mi madre se empeñó en contratarla para que nos hiciera las cosas de la casa. Es una chica que vive a dos manzanas de aquí y se ha quedado sin trabajo. ¿Pero por qué te pones la cofia? A mí me gusta que seas uno más de la familia, sin distinciones en la forma de vestir.
 Perdón, señorito. Creo que como empleada de la casa debo guardar las distancias.
 La situación me parecía patética, aquella chica no tenía ninguna costumbre de llevar la cofia, y por lo que había acertado a ver a mi llegada, no acostumbraba a llevar mucha ropa en esa casa. Estaba guardando las apariencias delante de mí.
 Yo creo que es mejor que rápidamente nos pongamos todo en antecedentes.
 Laura, Loli es mi profesora del insti, también es mi tutora, supongo que sabes lo que eso quiere decir, en tu país Ecuador será igual. Loli me tiene que ayudar a lograr que con mis habitos y entretenimientos logre encauzarme en llegar a ser un hombrecito de provecho.
 Juan, no sé si a la señorita le puede interesar detallas sobre quien soy y lo que quiero.
 Claro que sí. Pues bien, parte de esa educación, se dirige a mi entrepierna, imagínate que me hago un hombre y no sé follar o mamarle a una mujer el coño. De ahí que tengo que hacer prácticas, no solo contigo, sino lo más importante, ella me puede dar las clases teóricas y los ejercicios que te contaba antes que tenemos que practicar que para eso eres una empleada mía y me tienes que obedecer, por el dinero no te preocupes, mi padre pagará lo que se le diga.
 Pero ¿qué clase de mentiras estás contando a la chica?
 Bueno, si quieres le cuento que tengo fotos tuyas violándome y de la directora del colegio follando como loca en la mesa de tu clase contigo en el mejor sesenta y nueve que he visto.
 Eres un cerdo! ¿Para esto me has traído a tu casa? ¿No piensas darme las fotos? Yo empezaba a lloriquear desesperada, pensando en que tal vez aquello tuviera buen resultado.
 Laura, ¿por qué no consuelas a Loli, como tú sabes? Ella también es bisexual como tú.
 La verdad es que la chica estaba de muy buen ver, alta, con curvas, pechos grandes y buen culito respingón. Vestida de criada no podía estar más sexy, con sus medias negras, ligueros y ropa ajustada, pechos que se veían parcialmente por el escote amplio y pezones que se le marcaban con claridad. Una sonrisa muy agradable y labios jugosos.
 Se me acercó y me acarició el hombro, se sentó a mi lado y me seguía acariciando mientras me susurraba al oido.
 Calmate, mi niña. No pasa nada, yo sé lo duro que es a veces tratar con estos hombrecitos. Pero tiene sus recompensas, ¿sí?
 La verdad es que aquellas caricias me estaban logrando excitar, y esa voz en mi oído me ponía los vellos de punto.
 Siguió acariciándome, ahora el cuello, dando besitos, lamiendo de un modo muy excitante. Bajaba por mi escote, llevó las manos atrás para desabrochar mis botones y el sujetador. Muy habil lo logró en un pis pas. Seguía con su boca y con sus manos masajeando y besando, me estaba poniendo a mil.
 De reojo vi a Juan que se desnudaba junto a nosotras y con una mano trataba de subir el tamaño de su pene de un modo casi violento, arriba y abajo con una mano y con la otra se pellizcaba los testículos y otras veces nos daba nalgaditas.
 Laura era súper habil y muy experta pues no sólo me desnudó a mí muy rápido y sin dejar de excitarme sino que se desnudaba a sí misma, logrando que en pocos minutos estuvieramos besando nuestros cuerpos desnudos y nos tumbáramos en el sofá para continuar con el rito del placer sexual. Juan, que no perdía detalle, tenía ya su pene enrojecido y a punto de estallar a la vista de la película gratis que le estábamos proporcionando, mejores que los de los canales que a menudo visionaba.
 Vamos, zorritas, ahora una de vosotras me la va a chupar.
 Como un resorte, Laura dejó mi coñito encharcado y se amorró al pene de Juan, con una chupada digna de un helado en verano.
 A mí no me dejaron descansar sino que mientras le hacían la mejor mamada de su vida, Juan, me metía dos y hasta tres dedos en mi vagina, buscando el clítoris que ya me asomaba queriendo guerra.
 Aquella larga tarde dimos una completo repaso a las posturas del Kamasutra, quedando todos muy satisfechos y cansados de tanto sexo.
 Juan no me quiso dar las fotos, dijo que no sabía bien donde estaban y que la verdadera razón de mi visita había sido que quería que conociera a la caliente sirvienta que tenían y que como era tan zorrita como yo, seguro que nos haríamos amigas.
 Así fue, desde luego.

Datos del Relato
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