Hola, me llamo Erika, y vivo en un pueblito llamado Los Olivos, en Lima. Quería contarles de una experiencia que me gustó tanto, que hasta ahora me mojo de recordarla.
Con mi novio de aquel entonces, solíamos tener relaciones una vez a la semana, y durante esos encuentros, entre polvo y polvo, se ponía a preguntarme por mis experiencias anteriores. Uno de mis ex-novios lo intrigaba, y me preguntaba una y otra vez por él, ¿por qué?, porque era mucho mayor que yo, me llevaba unos 16 años (yo tenía 24 y el 40), un poco feíto, y nada elegante, ni mucho menos. Siempre me insistía en “¿Qué cosa podías haberle visto a ese tipo?”, un día me pico tanto (y además ya venía un poco enojada por algún otro tema), que le contesté: “porque tiene una vergaza, y porque no se corre a los 5 minuto como tú… comprenderás”… pensé que con eso se callaría, y me dejaría de preguntar, pero me sorprendió con un “Eso me gustaría verlo”, entonces de los nervios, solo atiné a reírme, pero él me insistió: “¿Crees que lo puedas arreglar?”, entonces le dije: “Lo pensaré, pero no te prometo nada”.
Mi ex-novio se llama Héctor, no me había contactado con él en mucho tiempo, y yo ya sabía que él ni siquiera vivía en Lima hace varios años, además que estaba casado, y tenía una hijita. Sin embargo, le empecé a dar vueltas a la idea. Le mandé un mensaje al Facebook, aunque no lo agregué, para que no me vea su familia, y esperé a que me conteste, al rato me pasó su nuevo número, y empezamos a chatear amigablemente, le dije que me había acordado de él, y que me avise cuando venga a la ciudad.
Mientras tanto, en las folladas semanales de los sábados con mi novio, el tema surgía de cuando en cuando, y le dije que ya lo había pensado, que ya estaba casi decidido… pero que no le había dicho nada a Héctor. Sin embargo, confiaba en que mi persuasión iba a ser efectiva.
Nos encontramos en un centro comercial llamado Mega Plaza, y le dije que quería que conversemos un rato sentados tomando un cafecito Cuando llegó, eran las 4pm, le dije que si en vez de un café, por qué no íbamos a otro lado a tomar un vinito, Héctor estaba feliz de verme, y se notaba que me miraba con deseo. Había ido con una minifalda de jean, y un top negro que dejaba ver mi ombliguito.
Luego de conversar, y volver a entrar en confianza, le dije que había querido ver por un motivo en específico, y que necesitaba su ayuda. Él me contestó serio: “lo que sea que necesites, recuerda que siempre te pueda dar una mano”. A eso le respondí: “No necesito una mano, necesito tu verga”, a lo cual se puso rojo, y pude ver como se le “armaba la carpa”, lo que significa que él estaba de acuerdo… aunque no lo dijera. Y aún antes de que me diga nada, le agregué: “Ansío hacerte el amor, aunque ahora tengo novio, y solo tengo una solicitud especial: quiero que él te mire follarme. Yo quiero follarte, y él quiere vernos. Por favor amorcito, ¿crees que me puedas hacer este favor?”. A esto último el solo atino a contestar: “dale, ¿Cuándo?”, y mi respuesta fue: “Ahora mismo, vamos a mi casa”.
Yo vivo con mis papis, pero ese día ellos habían salido a una reunión, y no volverían hasta muy tarde, por lo que podíamos actuar, sin preocuparnos, ni apurarnos. Otra razón por la que les dije que vayan a mi casa era que… me daba vergüenza que me vean entrar a un hostal con dos hombres… ni que fuera puta, bueno, tal vez sí, pero no tienen por qué saberlo.
Cuando llegué con Héctor a mi casa, mi novio ya nos esperaba en la puerta, Héctor y él se saludaron, y a pesar de la sonrisa de mi novio, Héctor se notó que estaba un poco cohibido. Sin embargo, pasamos. Apenas entramos, mi novio se sentó un sofá, y Héctor y yo fuimos a un sillón al lado, miré a mi novio, le sonreí, y él asintió. Héctor no decía nada, pero su polla hablaba por él, se notaba que ya estaba poniendo duro por debajo del pantalón. Sin mediar besos, ni abrazos, ni cariñitos, empecé a acariciarse el pena por encima del pantalón hasta que sentí que ya estaba agarrando cuerpo, me arrodillé a los pies del sillón, y le quité el pantalón, se la empecé a chupar… y el vergón de Héctor empezó a cobrar vida, mi novio solo atinó a soltar un “wow!” mientras yo se la chupaba a Héctor. En ese momento reaccioné, y me di cuenta que ni me había sacado la ropa, me levanté, poniendo el culo en dirección a mi novio, me bajé la faldita, dejando ver un hilo dental que me había puesto, el cual luego también me bajé, y me quité el top y el brasier, se la iba a empezar a chupar de nuevo a Héctor, arrodillada en el piso, pero este decidió desvestirse por completo, sentarse bien en el sillón, y acomodarme para cabalgarlo mirándolo a los ojos (dándole la espalda a mi novio), Héctor me metió su monstruo de 22 cms, y yo grité, ya estaba desacostumbrada a ese pollón, pero esto es como montar bicicleta, nunca te olvidas, y al poco rato ya estaba saltando arriba y abajo en su pingaza, en menos de tres minutos, tuve mi primer orgasmo.
Luego de eso me giró, y empecé a cabalgar a Héctor mirando en dirección a mi novio, me calentaba tanto la situación, que bastándome con el mete y saca de Héctor, yo empecé a moverme en círculos, y luego también a estimularme el clítoris yo misma, mientras un pene enorme me perforaba una y otra vez. En esto Héctor empezó a acariciarme los senos, por lo que yo lo tuve que ayudar un poco con el movimiento de arriba y abajo, y de derecha a izquierda, quería regalarle un rápido orgasmo como el que él me había regalado a mí… pero no había manera, en ese momento recordé que no solo la tenía grande y dura, sino que también aguantaba mucho, a diferencia del prematuro al que llamaba mi novio.
Luego de eso, Héctor me echo de espalda en el sillón, y me puso patas al hombro, a mí me gustó esa posición porque era muy descansado para mí, y él hacía todo el trabajo, sin embargo, seguía dándome placer yo misma.
Lo siguiente que probó, ya no sé si porque quería lucirse frente a mi novio, o porque quería aprovechar la oportunidad que yo le había dado, fue hacer una especie de misionero, pero yo tenía mis piernas pegadas hacia mía, por lo que mis piernas daban contra su pecho.
Quise darle un descansito a mi hoyito chupándosela por unos minutos, pero al poco rato de empezar a chupársela y a ordeñarlo con mi mano, me volvió a echar en el sillón, y me hizo un misionero con un ritmo frenético, para esto me había dado cuenta que mi novio se había acercado, y estaba mirándonos pegadito a nosotros.
Luego me acomodé para que me perfore de perrito, e hicimos algo así, aunque me hizo una variante en la que me levantaba una pierna, luego de eso ya me hizo un perrito normal, este señor no se cansaba de querer mostrar que se sabía un montón de poses. Pensé que de perrito no iba a durar mucho… porque, en mi modesta opinión, mi culito es super apetecible, y normalmente se corren muy rápido cuando me tienen en esa posición. Sin embargo, luego de un par de minutos, aún no se corría, y en un tono de voz bien autoritario me dijo: “chúpamela”, y se pasó junto al sillón. Entonces yo me arrodillé en el piso, empecé a masajear su pena, y a chupar su cabecita, para poco a poco ir tragándome más, solo pude meterme hasta la mitad del pene en la boca, ya he perdido la práctica de ser tragasables. Como al parecer esa mamada no se termino de satisfacer, me echó de costado en el sillón, se puso atrás, y me la empezó a meter desde atrás (desde atrás pero vaginal, que esa vergaza nunca me penetró el culito, no quisiera que me rompan toda con ese monstruo). Estuvo metiéndomela así, mientras tenía una mano en cada teta, y yo me acariciaba la chuchita, hasta que dijo: “de rodillas”, esa era nuestra vieja señal de cuando iba a terminar, me arrodillé, y empecé a pajearlo y a chuparlo, para recibir su lechita en mi boquita… pero me engañó… no se vino todavía, me levantó, me echó boca arriba en el piso y volvió a penetrarme, le susurré: “¿papito todavía no vas a terminar, no?”, a lo que me respondió con un “ahí te va”, mientras me penetraba y se abrazaba fuerte a mí. Yo empecé a notar un chorro enorme de líquido caliente dentro de mí, y empecé a gozarlo… hasta que me di cuenta que se había quitado el condón en no se qué momento, y se había venido dentro mío.
Después de eso le dije a Héctor: “Creo que ya te tienes que ir, ¿no?”, a lo que me respondió: “Sí, tengo que ir a ver a unas personas del trabajo.”, se vistió rápido, y se fue.
¿Y mi novio? Pues no dijo nada, le hizo adiós con un gesto con la mano, y me dijo: “Mañana solucionamos lo de la venida dentro… pero ahora vamos a tirar, que estoy durísimo por tu culpa, perrita infiel”.
A eso solo le pude contestar: “woof, woof”, mientras sacaba la lengua y me ponía en 4.