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LA SACERDOTISA DE ANUBIS

Khyla, hija de un humilde alfarero del Egipto Milenario y gran devoto del dios Anubis se encontraba preparándose para ser consagrada como sacerdotisa al servicio del dios protector y guardian de las almas de los muertos; dicho proceso duraba siete días, los cuales pasaría encerrada en un recinto especial sin tener contacto con nadie, sola, en oracion y ayuno, dándose baños constantes en una fuente alimentada con agua del Nilo para purificarse y al cabo de los cuales se entregaría por completo al servicio de Anubis.
Los días transcurrían, y solo de vez en cuando se veía interrumpida por los recuerdos de la amenaza que le hiciera un capitan de la guardia egipcia de Tebas, el cual se encontraba encaprichado y obsecionado con ella y que juró que no pertenecería a nadie mas que a él, osando incluso desafiar al mismo Anubis y jurar vencerlo en combate; estos pensamientos daban vueltas en la mente de Khyla, y no sin grandes esfuerzos lograba concentrarse en su preparación.
En el quinto día de su estancia en ese lugar y mientras se encontraba purificando su hermoso cuerpo en las aguas que alimentaban la fuente escuchó un murmullo que poco a poco fué aumentando hasta que derrepente un fulgor azul la rodeó, sintiéndose en ese momento aterrada, mas una voz la tranquilizó diciendo: "Khyila, la más fiel de las servidora del guardian de los muertos no temas, mañana recibirás la visita de Anubis en persona, quien te someterá a la prueba final para ver si en verdad eres digna de servirle, mantente alerta hasta entonces." La voz cesó junto con el extrño fulgor dejando sumida en la más profunda preocupacion a la hermosa joven.
Llegó así el sxto día y todo trnascurría como de costumbre; al llegar la noche, Khyla se retiró a su habitacion, la cual tenía una ventana que daba hacia el jardín y en el techo un enorme boquete por el que entraba la luz de la luna que en ese momento estaba llena, cansada se recostó, mas no hubieron transcurrido unos instantes cuando escuchó una vez más el murmullo aquel acompañado otra vez de ese resplandor azul, pero que ahora era más intenso, escuchó que la llamaban lo que le provocó mucho temor y más al distinguir entre la luz la silueta de un hombre alto y fornido, pero su asombre aumentó al descubrir que se trataba ni nada más ni nada menos que de Anubis en persona, que, efectivamente tenía cuerpo humano, pero su cabeza era la de un chacal (pariente egipcio del lobo); se acercó lentamente, al verlo, ella se postró a sus pies y él con voz grave pero suave le dijo:
"Khyla, como se te anunció he venido y te someteré a la prueba final para ver si eres digna de servirme". Se arrodilló, y con su mano la tocó en la cabeza mientras le decía: "Ponte de pie, te lo ordeno", y añadió "te concedo el que me puedas mirar al rostro", ella obedeció y, tímidamente se levantó, y, mientras lo hacía pudo verlo de abajo hacia arriba: primero las piernas que eran fuertes y musculosas, después el vientre y el pecho, igualmente fuertes y musculosos al igual que los brazos, que dejaban entrever las venas que sobresalían dándole un aspecto de gran virilidad, pudo ver además algunas cicatrices producidas por los duros combates que tuvo ante los demonios de las arenas, emisarios del malvado Seth; Khyla se retiró un poco y la luz de la luna ilumió mejor al recién llgado y ella quedó extasiada de lo que veía, Anubis era alto, delgado, mas bien esbelto, lo que dejaba ver con más claridad su gran musculatura, su piel, oscura y brillante, su cabeza de chacal bien proporcionada en relación con el resto del cuerpo, sus ojos claros mostraban severidad y nobleza al mismo tiempo; Anubis se acercó lentamente y ella retrocedía hasta que la detuvo el lecho donde descansaba, se le acercaba más y más, y entonces, ella pudo notar que Anubis respiraba más rápido conforme se acercaba y que el brillo de su piel no era otra cosa que el sudor que sus poros destilaban copiosamente, siguió acercándose, hasta que estuvo enfrente de ella y con sus fuertes manos tomó una de las de ella y le dijo: "He esperado este momento por largo tiempo, te he visto crecer y convertirte en el hermosa y bella mujer que eres ahora, tu padrete encomendó a mí desde el día de tu nacimento y siempre he estado junto a tí; en donde yo vivo he tenido como compañeras a muchas hembras, todas hijas del gran Ra, pero ninguna a logrado que mi corazón se estremezca, como lo has logrado tú...Khyla....te amo y te amraré por toda la eternidad, por eso tomé la decisión de hacerte mi esposa". Khyla contestó: "Mi señor, tú sabes que siempre he sido tu servidora, y que en mi corazón con el tiempo empezé a sentir algo extraño que al principio confudí con devoción, pero ahora que te tengo fente a mí he descubierto que no es otra cosa que....AMOR; mi señor, también te amo y jamás amaré a nadie como a tí".
Quedaron en silencio unos instantes, de pronto sus cabezas se acercaron, hasta que sus labios se tocaron, primero tímidamente, luego desatando el fuego de la pasión; ella sintió una vez más la respiración entrecortada de él mientras la despojaba de su vestimenta, poco a poco hasta dejarla completamente desnuda, a su vez ella lo despojó la vestimenta que lo cubría empezando por el paño de lino que le cubría parte de la cabeza, después los brazaletes y el pectoral de oro, para terminar con el faldin que llevaba atado a la cintura y que le cubría hasata media pierma.....CONTINUARÁ.
Datos del Relato
  • Autor: El Egipcio
  • Código: 1943
  • Fecha: 04-04-2003
  • Categoría: Varios
  • Media: 5.51
  • Votos: 37
  • Envios: 1
  • Lecturas: 4162
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