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(Continúa a «Mi primo Tono»)
Mi padre y el Tío Paco me explicaron todo el negocio que se llevaban entre manos. La cosa era muy simple, aunque a la vez compleja. Habían arreglado sus cuentas y sobre todo lo referente a los beneficios. Mi padre había calculado los beneficios por el trabajo del Tío Paco y le dio unas fincas que el Tío Paco eligió. Me decía el Tío Paco:
—”Creo que vosotros no vais a dedicaros a la tierra; tu padre me ha dado a elegir y he escogido de entre las que están más cerca de lo que tengo para reunir lo propio. Las demás fincas las seguiré cuidando como hasta ahora y haré lo mismo, pondré los beneficios…, tu padre que te explique”.
Mi padre me explicó que habían hecho escrituras de todo lo que pertenecía al Tío Paco y que ya estaba en orden y de las otras fincas también; me decía que algunas son muy buenas, productivas o vendibles a buenos precios. Todas esas las había puesto bajo mi administración nominal; vamos, que iban a ser parte de mi herencia. La casa en la que estábamos iba a ser también mía, para poder venir cuando quisiera. Que el Tío Paco la administraría y mantendría en orden. Me decían que ya estaban hechas las escrituras de todo y yo tendría que ir a las doce del mediodía a firmar, si es que estaba de acuerdo.
—”¿Puedo dar mi opinión, aunque no valga mucho?
Contestaron los dos que sí, que eso esperaban. Entonces les dije:
—”¿Por qué me dais tan pronto la herencia si mi padre es joven, ¿es que estás enfermo, papá?”
—”No; no pasa nada de esto, pero tú sabes cómo están las cosas entre mamá y yo…”, me soltó de sopetón.
Como yo miraba al Tío Paco, que no parecía inmutarse, mi padre continuó:
—”El Tío Paco es el único que ha estado al corriente de esto desde el principio; el asunto es que si ocurre el divorcio quiero que mis bienes estén en manos de mis herederos, no quiero que se vayan a otros destinos o a manos de terceros”.
Me explicaron más detalles de la familia de mi madre que estaban mal avenidos y, como no eran muy dados al trabajo, estaban casi arruinados y no se llevaban bien entre ellos por razones económicas. Querían que yo comprendiera que los bienes familiares no podían perderse entre gente así que los irían a perder en sus trifulcas. Esto me explicaban con mucho cuidado sin meter mucho a mi madre en todo esto para que yo no me molestara. Entonces les dije:
—”Dejaos de historias; si alguien conoce a mi madre no es su esposo, sino su hijo que nunca se ha sentido querido. Yo soy el primero que me divorcio de ella. Estad seguros que Roxana igual se divorciaría de su madre. Por mi parte, firmo lo que queráis o lo que tenga que firmar, ese no es el problema. Pero yo quisiera, Tío Paco, que, como esta casa es muy grande, cuando Gaspar decida vivir independiente, que pueda contar con un apartamento completo aquí, también independiente. Esta es una casa enorme, aquí me pierdo, solo en la cochera cabe todo nuestro piso de la ciudad. Quizá se podría ir pensando un proyecto para que mis primos tengan su vivienda y mantener la familia unida. Hasta yo quisiera tener una para venir de vez en cuando. Fernando, Gaspar, el mismo Andrés o Tono, son los que conozco, primos míos y los nietos del Tío Paco, juntos que no revueltos; pero con un proyecto podrían tener su casa cada uno. Igual pensáis que esto son ideas mías, pero pensad en mañana, ¿tener familia yo?, es claro que no. Lo habéis dicho bien: el patrimonio familiar ha de quedar en la familia. Estoy totalmente de acuerdo”.
—”Muy bien, esos proyectos serán tuyos, -dijo mi padre- tiempo tendrás para irlos realizando. A las doce menos cuarto pasaré a recogerte para irnos a la notaría”.
—”Vale”, -dije levantando la mano, pero cuando ya se iban pregunté: ¿Mamá sabía algo de esto?
—”Nada; yo le insistí en que vinieras; el Tío Paco me lo sugirió, ¿por qué lo preguntas?”, mi padre se quedó pensativo.
—”Yo pensé que era cosa de mi madre que yo viniera al pueblo, y…”, me quedé un poco desorientado.
—”Yo le dije que vendrías conmigo; ella no quería, pero le dije que no necesitaba su permiso para llevarme conmigo a mi hijo, y accedió; entonces te hizo ver que era cosa suya, caíste en el juego de tu madre, así es ella”, fueron las palabras más aseveradas y sinceras que jamás había escuchado a mi padre sobre mi madre.
*****
Los niños tenían ganas de movimiento y propusieron salir del pueblo. Cuando hablo de los niños me refiero a Gaspar y Luis. Luis libra un día a la semana y el viernes había dejado al jardinero en su lugar. Estaba ansioso de salir y le dijo a Gaspar que podrían irse todos a un sauna y luego a tomar unas copas o cena y acabar en la discoteca. Este era el plan. Gaspar me habló y le dije que no teníamos inconveniente ni Tono ni yo, porque Tono era mi invitado y no hacía falta consultarle, aunque yo iría a decírselo de inmediato.
Me llamó más tarde Gaspar para decirme que su hermano Fernando quería venir con nosotros, que si me parecía bien. Lógicamente a mí me parece bien todo lo que cada uno quiera mientras no me afecte directamente. Como Fernando ponía coche, podíamos elegir, me decía Gaspar, quien va con él y quien con Luis o si nos íbamos los dos con Fernando. Le propuse a Gaspar la posibilidad de invitar a Néstor. Le pareció perfecto. Le dije que iba a preguntar a Néstor si quería venir y luego le diría cómo iríamos y nos distribuiríamos en los coches.
Llamé a Néstor y me costó mucho que respondiera a mis llamadas. Ya llevaba como ocho llamadas perdidas y no me respondía. Estuve a punto de salir a la calle e ir a buscarlo a su casa, aunque no sabía con certeza en donde estaba, ya preguntaría. Pero no quería faltar a la cita que había concertado con mi padre. Fue providencial su llamada.
—”¿Sí?, ¿Néstor?
—”Dime, Jess; me has llamado muchas veces, estaba comprando con mi madre para ayudarle a llevar las cosas y me había dejado el móvil en casa”, decía Néstor algo presuroso y nervioso.
—”No es urgente, pero quiero hacerte una invitación para esta tarde”, le dije tanteando.
—”A ver esta tardeeee…; vale, bien, no tengo nada; dime, ¿de qué se trata?”, preguntó ansioso.
—”Vamos a salir todos los chicos de la familia en dos coches al sauna, a cenar y a la disco; supongo que te apetece”, respondí.
—”Apetecer, apetecer, pues sí, me apetece, y contigo más; pero, mira, veras…, es que…, ahora no estoy bien…”, dijo dubitativo.
—”¿Estás enfermo?, ¿qué te pasa?”, pregunté.
—”No, no es eso, es…”.
—”¿Es por Gaspar?
—”No, hombre, eso ya pasó; es que voy mal de dinero ahora”, confesó.
—”Néstor, Néstor; no te estoy diciendo que te apuntes a venir, te estoy invitando. Estoy casi para despedirme y os voy a invitar yo. Ellos no lo saben, pero estoy ahora tan contento que quiero que hagamos todos juntos una jornada festiva y divertida; vienes ¿verdad?”, le había explicado para animarlo.
—”No te puedo fallar, no te puedo fallar…”
—”Pero me puedes follar, me puedes follar…”
—”Vale, Jess, claro que voy, llámame; ¿cómo nos vestimos de gala o deportivos.
—”¡Qué coño de gala! ¡De putos deportivos!, vamos ligeros, frescos y con lo mínimo para no llevar peso inútil. Yo voy a ir como siempre, short y tank top; ah, y avisa que dormirás aquí, porque vendremos tarde”, respondí planificador de la vida ajena.
—”Vale, vale”.
—”Vale, ciao”.
Ya la tenía medio montada. Lo de la invitación lo dije porque lo estaba pensando cómo hacer y cuándo hacerla. Al decirme que venía Fernando, me dije que esta era la ocasión. Íbamos a estar todos y eso me ponía contento. Así que me dispuse a llamar a Gaspar de nuevo para decirle que iba a invitarlos a todos como fiesta de despedida, para que no estuvieran haciendo cálculos mezquinos, que no solía hacer, de todos modos. Estaba pasando una semana gratis de vacaciones bien empleadas y era el momento de saber ser buen amigo de los amigos. Pero se me olvidó llamar a Gaspar para decirle lo de la invitación. Estas conversaciones ocurrieron después del desayuno, yo había hablado ya con mi padre lo que a continuación contaré.
*****
En la notaría todo fue bien. El notario me informó claramente de todo y me mostró los documentos elaborados de escritura que yo debía firmar; también me mostró lo que tenía preparado para Roxana, la cual firmaría en otra ocasión propicia y en una notaría de la ciudad. El notario me dijo:
—”Todo lo que consta en estos documentos es tuyo, tu padre es el usufructuario en una mínima parte, suficiente para vivir, y tu Tío Paco es el administrador. Tú te responsabilizas de todos los gastos, impuestos y tributos…”
—”Tienes una cuenta bancaria preparada que vas a firmar ahora después para que allí carguen a tu nombre todos los recibos. Allí te pondrá el Tío Paco tus beneficios. Solo tú, el Tío Paco y yo tenemos acceso a la cuenta”, me explicó mi padre.
El notario echó en mis oídos un montón de observaciones que no entendí ni la mitad, pero eran asuntos que habían conversado entre mi padre, el Tío Paco y el notario y yo estaba seguro que era lo mejor. Así ha sido hasta ahora. Con esto, si llegaba el divorcio, que llegaría muy pronto, mi madre no podría echar mano de ningún bien inmueble heredado por mi padre, solo de una parte económica que convendrían en hacer en grueso de una vez para siempre. En presencia del notario y con las cosas que me dijo y la cantidad de documentos que vi, mi padre se quedó muy pobre, yo era el rico y a mi madre ya la imaginé —con cierto regusto por mi parte—, fuera de nuestra casa: divorcio a la vista. No erré nada como podrá verse algún día cuando quizá cuente el drama de mi madre con su divorcio.
Fuimos al banco, el director me mostró todos los papeles que iba a firmar y uno con la cantidad a depositar tras la firma de un cheque nominal, que tenía siete cifras, siendo el primer número un 8. No hice alarde ni miré a nadie sorprendido ni vanidoso, porque ese dinero era de mi padre, correspondía a una cuenta que cambiaba de titular. Intenté olvidar mi nueva condición al salir del Banco, pero en un momento que Tío Paco se entretuvo para conversar con un empleado del banco, le dije a mi padre que esa tarde íbamos a ir a otro pueblo los cinco primos y un amigo y me gustaría invitar yo a todos para hacer fiesta de despedida. Le pareció interesante, me preguntó quiénes iban, se lo dije, y me preguntó:
—”¿Tienes dinero?”.
—”Algo tengo, creo que suficiente, te lo digo para que lo sepas; es que como en todo lo que hemos hecho he sido siempre invitado, me parece…”, dije esto y no me dejó acabar la frase.
—”Me parece muy bien, se han portado con nosotros mejor de lo que esperaba; toma esto”, echó mano de la billetera y me dio un fajo de billetes, más de lo que yo tenía, quería decir algo, pero mi padre me dejó sin habla, tapándome la boca.
Antes de entrar en casa le dije a solas:
—”Papá, ¿somos ricos?”.
—”¿Tú qué crees?, a las preguntas comprometidas o de mal gusto siempre respondía con otra pregunta.
—”Yo creo que sí; ahora opino que sí, sé que eres rico”, le dije.
—”¿No te parece que ahora el rico eres tú?”, contestó muy serio.
—”No, papá, sé que todo es tuyo y por tuyo mío, pero es tuyo, tú lo has hecho, lo has guardado y lo mereces; creo que si las cosas hubieran ido de otra manera en la familia, no hubiéramos llegado a esto”, respondí con la misma seriedad que él.
—”Has madurado mucho, hijo; gracias por lo que dices y gracias por ser como eres”, y me pasó la mano por la cabeza como cuando yo era un niño.
Pasó el tiempo y en algún momento me había parecido que yo había actuado como un traidor; me pareció que había cometido contra mi madre una traición filial. Me curé cuando un día mi propia hermana me dijo que no me sintiera mal ni como un traidor, porque la traidora había sido mi madre, porque cometió traición maternal contra nosotros. Es la cosa más seria, aguda y acertada que jamás había oído decir a Roxana. Roxana se quedó con la vivienda actual, trabajó en el negocio de mi padre que era ya de ella, y le correspondió otro inmueble urbano. A mí me correspondió firmar para apropiarme de la casa en la playa, a sugerencia de Roxana.
*****
Nos reunimos los primos en mi casa. Allí vino Néstor, tal como le dije. Vestía una camiseta negra de tirantes y un short blanco, menudo contraste, zapatillas planas blancas; se había puesto su pulsera y llevaba en el bolsillo un collar muy peculiar, por eso lo llevaba en el bolsillo. Un collar de falsas perlas ambarinas, bonito; me lo mostró y me dijo si se lo ponía; como me pareció bonito y que le daba gusto, se lo pedí y se lo coloqué yo mismo. Al momento bajó Tono de la habitación y los presenté. Nos pusimos a hablar. Tono había bajado ya vestido, se puso un short amarillo mío y uno de mis tank top rojo y verde. Pensé que le gustaría una pulsera pero se la iba a comprar en donde fuéramos. Yo subí a vestirme y me puse mi short jean y un tank top rojo muy abierto por los costados, estrecho por delante y más estrecho por detrás, lo puse al hombro para vestírmelo cuando llegáramos donde quiera que vayamos. En una billetera pequeña que cabía en uno de los bolsillos del short llevaba la documentación y el dinero. Llegaron los dos coches con los demás. Entró Gaspar para avisarnos y salimos todos. Fuera les propuse que Tono fuera con Luis y Gaspar y Néstor y yo con Fernando. Les pareció bien. Entonces Gaspar dijo el plan: Como eran las cinco y queríamos estar en la discoteca a las diez de la noche o a las 11 lo más tardar. Antes iríamos un par de horas al sauna que está a la otra parte de la población y luego entraríamos al centro de la ciudad para cenar y de regreso a la discoteca. Por la cara que puso Nestor me pareció que algo ocurría que yo ignoraba.
Entonces les dije a todos que esto iba a ser una fiesta por mi despedida y que iba a pagar yo; como protestaron, les dije:
—”Es por mandato de mi padre, así que quien invita es mi padre. No hay más remedio, porque si llego y le devuelvo el dinero sin gastar, se va a enfadar conmigo; o lo gastamos o lo he de quemar”.
Entonces me dijeron que si yo era un bruto, que como iba a quemar el dinero y todas esas cosas para acabar aceptando. Entonces Fernando dijo con la cara muy grave:
—”Yo os pido otra cosa —todos se pusieron muy atentos— y es que podemos tener sexo, quien quiera; podemos fumar donde esté permitido, beber lo que queráis todos excepto los conductores, pero droga de ninguna manera la aceptaremos ninguno del grupo.
Todos estaban de acuerdo con las normas. Creo que Fernando lo dijo porque no sabía bien las costumbres de nosotros tres, Néstor, Tono y yo, porque sabía que Gaspar y Luis no toman nunca droga. Luego, ya en carretera conversamos a gusto porque no teníamos tanta prisa, y le dije a Fernando que ninguno teníamos costumbre de tomar droga, por lo que íbamos a estar todos sanos al respecto. Néstor añadió que él no era de mucho alcohol tampoco porque le sienta mal y se ofreció como mecánico. Le agradecimos el aviso que dio porque él debía saber algo y nos dijo que sí, que en esa discoteca te insisten a que compres canutos y de ahí a otra cosa hasta que te clavas, por eso fue el aviso.
Me gustaba Fernando porque, sin ser gay, se venía con nosotros y hablaba de sexo con facilidad y se refería a nosotros, porque luego supe que se hizo un par de pajas en un rincón, pero no le gusta el sexo con hombres, lo que yo entiendo tanto como él entendía lo nuestro. Solo que le gasté una broma al decirle que se iba a convertir en un bicho raro, porque solo entre homosexuales toda la tarde, cualquiera cae en la trampa. Me aseguró que él no cae en la trampa, porque ya está acostumbrado a acompañar a Gaspar primero y luego a Gaspar y a Luis y que ellos bailan siempre, se divierten juntos, se quedan en calzoncillos y que no hay quien le pueda sacar sus jeans largos. Yo lo creía, porque el temple de Fernando es muy firme, y Gaspar me aseguraba que de su hermano ni la mínima insinuación. Gaspar siempre que hablaba de su hermano Fernando, acababa diciendo: “y ya me hubiera gustado follar con Fernando”, pero Fernando nunca le dio la mínima oportunidad. Todo lo comentábamos con Fernando y él decía de vez en cuando: “opciones son opciones y lo mejor es ser claro y consecuente”, con lo que todo quedaba en su sitio.
—”Entonces…, tú no bailas, solo miras”, le dije.
—”No, yo bailo; a veces hay alguna chica, aunque sea lesbiana, si lo desea, bailo con ella; cuando no ha habido, si me apetecía mover el esqueleto he bailado con Gaspar y con Luis, pero con ellos no hay nada más; y solo bailo si ponen Electro House”, contestó.
—”Solo esa música lo habrás dicho por decir algo, porque tampoco es lo mejor de lo mejor…”, le protesté a modo de queja.
—”Bueno sí, en efecto, solo si me apetece; yo paso la noche escuchando música, viendo lo que los demás hacen, si hay espectáculo como hoy, me divierto un rato viendo lo que hacen y tomo dos o tres gyn tonics, pero sin gyn", contestó.
—”Vamos, lo que tú tomas es agua tónica”, dijo Néstor.
—”Eso, eso mismo”, le dijo Fernando.
—”Entonces hoy somos dos los que vamos a tomar gyn tonic sin gyn”, añadió Néstor.
—”Bueno, ya no estáis solos; ya no vas a ser tan raro, Fernando; está bueno el panorama; qué bueno sería que no hubiera nada de heteros y nada de gays, nada de hombres, nada de mujeres, nada de lesbianas y nada de transexuales y que todo fuese para que pudieran estar todos”, dije jocoso.
—”Eso he pensado siempre, porque en mi casa todo es apto para todos y en la sociedad debiera ser lo mismo; las personas somos como somos, nos unimos en sociedad porque no somos islas, pero todas las islas no son iguales y juntas forman un archipiélago bello; las personas somos diferentes, cada una en solitario puede ser bella u horrible, pero todas las personas juntas y respetándonos podemos ser una sociedad feliz. Si mi hermano y yo hemos podido ser felices ha sido porque nos hemos podido comprender y amar en nuestra diversidad, ¿cómo no podemos entendernos todos en un país o en el mundo si nos respetamos y admitimos unos a otros? La belleza no está en el color rojo porque es vistoso, de rojo y amarillo se pinta el fuego destructor, no es bello el azul porque con azul se pinta el cielo y el mar, no es bello el verde porque la naturaleza se pinta de verde. De noche el cielo se pinta de negro y con estrellas y resulta bello. La belleza es cuando los colores no desdicen unos de otros en una composición, cuando no se pelean, cuando cada uno está en el lugar que le corresponde de un lienzo. La vida de mi hermano y la mía ha sido bella porque mis padres y mi hermano Andrés han entendido que no éramos tan iguales como parecíamos, pero uno al lado del otro vamos mostrando la complejidad de la existencia humana”, así discurseó Fernando y nos hizo pensar.
Pasamos por donde estaba la discoteca, había algunos coches en el aparcamiento, el otro coche disminuyó la velocidad para que pasáramos nosotros delante.
—”Es que ellos no saben exactamente qué dirección tomar para ir a la sauna”, explicó Fernando.
Atravesamos la población por una calle ancha, luego se fue por un desvío y en un sitio que había una plazuela, dimos un par de vueltas para aparcar. Bajamos del coche, me puse la tank top y nos dirigimos a la sauna, estaba aislada. Le di la billetera a Fernando y le dije:
—”Paga tú y la guardas que tienes más espacios en tu pantalón”. Llegamos a la puerta, pagó los tickets de los seis, repartió un ticket a cada uno y entramos a la zona de taquillas. Un chico se nos acercó y nos dio una toalla blanca, un par de chanclas a cada uno y unos preservativos. Cuando abrí la taquilla para guardar mi ropa había en el interior dos preservativos más y unos sobres con lubricante. Puse la llave atada a mi muñeca. Todos hicieron lo mismo y el chico nos indicó cómo bajar al jacuzzi y a la piscina, y nos dijo que allí descubriríamos lo demás. Como todos, excepto Néstor y yo, se habían envuelto en la toalla, pregunté al chico si había que envolverse con ella y dijo:
—”Solo cuando vayáis al bar es obligatoria la toalla, a los demás sitios podéis ir como queráis y de aquí abajo son solo estos ocho escalones.
Néstor y yo nos pusimos la toalla al hombro y nos bajamos los seis a la piscina. Primero queríamos nadar un poco. Luego, como nos fuimos cansando ya pasamos a conversar al jacuzzi. A la entrada, una vez bajo de las escaleras había unos carteles con avisos, en uno estaban unas pocas normas referentes al respeto hacia los demás, que nadie podría ser obligado a participar en los juegos de otros y había una norma que decía literalmente “No está permitido el escat”. Néstor me preguntó qué era eso del escat, y cuando yo le contestaba explicando que era el sexo con mierda y que eso debía estar para que no ensuciaran las salas, Tono dijo:
—”Vaya, hombre, eso es lo que más me gusta a mí”.
Todos lo miraron detenidamente, extrañados y yo aseguré que de verdad le gustaba y lo hacía muy bien, pero que ciertamente eso se hace en casa pero no allí, por eso mejor sería que pasáramos antes por la ducha y nos limpiáramos bien el trasero y un poco por dentro. Lo que ocurrió es que las duchas eran todas con los aspersores fijos. Entonces entendí que el sexo anal había que hacerlo con preservativo, para que no se escapara después de eyacular por el culo arrastrando porquerías. El preservativo tiene varias funciones, una de seguridad y otra de higiene, por lo menos. Dijo entonces Fernando:
—”Si necesitáis más preservativos, podéis pedir en el bar y que los anoten en el 471, luego ya los pagamos todos de una vez”.
—”¿Tantos condones vamos a necesitar?, preguntó Néstor.
—”Cada uno, excepto Fernando, por lo menos va a reservar uno para follarme a mí porque es mi despedida y eso no os lo perdono. Y luego habría que comprar en algún lugar para llevarnos”, dije dando énfasis a mis palabras para divertirlos y señalando a cada uno con el dedo.
Gaspar dijo que ya teníamos en el coche bastantes para más tarde. Así que entramos a la piscina, dejamos las toallas en unas sillas que había dispuestas para las diversas necesidades y yo me metí en la ducha. Lo mío con la ducha es de vicio. La ducha me sirve para despertar, para lavarme, para limpiarme el colon, para excitarme, para masturbarme, para refrescar, para hidratarme, para relajarme sentado mientras cae el agua sobre mi abdomen, para tantas y tantas cosas, que tenía que comenzar por ahí. Había cuatro duchas en ese lado de la piscina y Néstor se metió en la mía y Luis con Gaspar se metió en otra. No hice nada más que dejar que el agua me empapara totalmente y decidimos salir directamente a la piscina. Yo siempre entro por la escalerilla como la mayor parte de la gente, a fin de no salpicar o molestar a los demás. Nadé, hice ocho largos porque no era grande la piscina y luego me fui a sentar en una de las sillas. Poco a poco salieron los demás y nos fuimos todos al jacuzzi. Agua cálida, más que en la piscina; mucha hidroterapia y otras cosas que era puro atractivo fantasioso. Había dos osos conversando y respetamos su conversación no hablando entre nosotros, cuando se fueron, comenzamos a hablar y contar chistes morbosos.
Estuvimos contando todos los chistes que sabíamos y al cabo de un rato todos los chistes eran de sexo, chistes verdes, de maricones o de tíos follando mujeres. Eso me puso y comencé a cascarme la polla dentro del agua. Se acercó Néstor y se agacho dentro del agua para mamármela. Entonces me senté en el borde del jacuzzi para que no tuviera la cabeza dentro del agua. Tono se puso un poco celoso y se acercó para alternar con Néstor, amarró la polla y los huevos e iban alternando y se daban besos entre sí. Mirando yo hacia ellos, descubrí a través del agua, que se estaban tocando sus pollas con intención de masturbarse, pero prestaban más atención a mi polla. Aquello parecía una competición entre los dos. Luego me di cuenta que Luis y Gaspar se estaban besando desesperadamente casi a mi lado porque Fernando se había ido al frente para ver lo que hacíamos. Descubrí que Fernando, no obstante, sentía cierto morbo viendo a los gays haciendo el amor. pienso que lo estaba disfrutando tanto como nosotros, y se apartó quizá para que no viéramos que también estaba empalmado.
De una parte a la otra nos mirábamos y sonreíamos hasta que yo comencé a sufrir el delirio del deleite de tener dos tíos que estaban dispuestos a acabar conmigo y tragarse mi leche, para no ensuciar el agua, porque ahora uno, ahora otro no dejaban mi polla en paz. Gaspar y Luis estaban en su suyo, amarrados y besándose, pero tenían sus cuerpos muy unidos por delante, de modo que se estaban deleitando. A poco tiempo entró un oso y se acercó a Fernando. Hablo con él y no escuché lo que le dijo, pero sí pude adivinar la respuesta de Fernando: “No, no, déjame, que estoy esperando mi turno”. Así es como Fernando esquivó a todos los que se le acercaron. Ya no entró nadie más como si se hubieran pasado la voz indicando que estaba muy ocupado el jacuzzi. Al rato yo suspiraba de placer y sentía que me iba a correr de un momento a otro, y así fue. Pero mi sorpresa fue grande: como si se hubieran puesto de acuerdo, los dos se turnaron durante los trallazos, solo un par de grumos saltaron al agua al cambiar de boca, pero el goloso de Tono se los bebía desde el agua. Jamás sentí tanto deleite con los pies dentro del agua.
Cuando acabaron les dije que se sentaran los dos sobre el borde del jacuzzi, me metí dentro frente a ellos y comencé a masturbar a los dos a la vez, alternando con la boca ora uno ora el otro y conseguí deleitarlos, pero, al haber estado ellos tocándose las pollas dentro del agua y tenerlas ya empalmadas, se vinieron pronto, primero Néstor y pude soportar sus chorrones de leche en mi boca y me los tragué. No me di cuenta si algo saltó al agua, pero si fue así desapareció pronto. Luego se vino Tono y Néstor saltó al agua para ayudarme a mamar aquella descomunal polla. Entre los dos nos hicimos con su agridulce esperma. Los dos sabores se mezclaron en mi boca. Saltó Tono al agua y justos los tres nos tocamos, acariciamos y besamos todo lo que estaba fuera del agua. Al concluir nos sentamos al borde del jacuzzi con nuestras pollas caídas, entonces vino a decirnos Fernando que quería nadar un poco en el agua. Tono también lo deseaba y dejamos a los novios dentro del jacuzzi.
Néstor y yo sentimos curiosidad por recorrer toda la sauna. Vimos la sala oscura, el glory hole, cabinas de sexo con videos, y nos entretuvimos en una sala que había pantalla de televisión donde habían puesto una peli de porno gay. No nos gustaba ver cómo había algunos que nos miraban como deseando respuestas positivas y decidimos irnos al bar. Nos pusimos la toalla y las chanclas y entramos en el bar, se podía escuchar música del tipo de progresive House. Pedí un whisky bourbon y Néstor una tónica. Néstor me insinuó que comenzaba pronto, yo me excusé diciendo que me sienta bien el whisky, y que si me emborracho que él y Tono se preocuparan de mí. Néstor lo juró, sin yo pedírselo. El camarero había preguntado a qué número y le dijimos al 471. Tomó nota. Cuando ya estábamos acabando llegaron los cuatro envueltos en su toalla, solo querían agua tomaron cada uno una tónica. Ya habíamos empezado los gin tonics sin gyn. Fernando sugirió que ya podríamos irnos a cenar y, como todos estábamos de acuerdo, nos fuimos a las taquillas, y antes de pasar la puerta, Fernando pidió la cuenta del 471. Pagó y salimos.
De allí regresamos al pueblo y Luis nos guió hasta una famosa pizzería. Comimos pizza hasta reventar porque eran más grandes de lo que imaginábamos, pero como no hubo ni uno que pidiera la misma, cuando las sirvieron cortadas en ocho porciones, pasamos los platos para que cada uno se sirviera un trozo, y las probamos todas. Tomamos cerveza. Yo poca cerveza porque me hincha mucho, pero los demás se llenaron el buche de cerveza, jarra tras jarra. Pero nos sentíamos felices.
Al acabar la cena nos dirigimos por la carretera hacia la discoteca. Eran las diez y cuarenta de la noche. Cuando llegamos aparcamos el coche y nos dirigimos a la puerta. Fernando compró los tickets para el ingreso con una consumición y entramos. Fuimos a unas taquillas, porque había que desnudarse. Gaspar se llevó un bolso donde tenía preservativos y el dinero que le dio Fernando para que lo pusiera dentro y el que yo le había dado. Había comenzado el Naked Party. No estaba muy lleno y nos fuimos buscando una mesa. Un chico nos indicó donde podríamos sentarnos. Nos correspondió una mesa que había en una esquina. Luego vino otro chico para que pidiéramos la consumición. Fernando, Luis y Néstor pidieron un refresco con no sé qué nombre raro que resultó ser un vaso largo y ancho con muchos colores. Yo pedí otro whisky bourbon que no entraba en la consumición y le dije que lo pusiera en cuenta y sin hielo, y Gaspar y Tono un gyntonic cada uno. Los camareros se distinguían porque llevaban chaquetilla y corbata michi. Todo el mundo estaba desnudo y aunque la música era de DJ en una especie de escenario había algunos danzantes desnudos o casi desnudos, pero siempre transparentes. Gaspar y Luis se hablaban uno al otro y miraban una mesa donde había dos chicos. Por los gestos adiviné que hablaban de follárselos. Es lo que hicieron al cabo de un rato. Gaspar le dio el bolso a Fernando, se levantó, se levantó también Luis, se acercaron a ellos, los sacaron de la mesa y se metieron al centro a bailar. De pronto los perdí de vista. Tardaron en aparecer de nuevo en la pista de baile, a los otros chicos ya no los vi o no los pude ver.
Vino el chico con las cosas que habíamos pedido y mi vaso de whisky estaba casi lleno y sin hielo, pensé que sería un garrafón y quise probarlo de inmediato.
—”La puta madre que lo parió, esto es supremo, pero no es ni doble, sino triple”, estaba todavía el chico cuando dije esto y me disculpé.
—”He sido yo el que he pedido el mejor bourbon y triple para que no te emborraches”, dijo Fernando.
—”¡Es que esto es un Pappy de 23 años!, dije.
—”En efecto, eres buen bourbonnier, es un Pappy Van Winkle 23 años, recién abierta la botella para ti y, además, obsequio, porque aquí nadie pide un bourbon; los chicos te invitamos y a la madrugada nos la acabamos nosotros, si vienes, estás de nuevo invitado”, dijo el camarero.
—”¿A qué viene tanta generosidad?, pregunté.
—”Explícale tú, Fernando”, dijo el chico y se fue.
—”Es amigo mío y está preparando la oposición conmigo; le avisé que veníamos y por eso nos habían reservado esta mesa. Y ahora, dime ¿cómo sabes tanto de whiskys para adivinar la marca?”, con estas palabras de Fernando entendí todo.
—”No, Fernando, no he adivinado la marca; yo no adivino, yo conozco la marca, no tomo casi nunca otra cosa que bourbon, solo cuando no hay bourbon tomo otra cosa; si no conociera los sabores, ya no tendría paladar, ¿distinguirías el jamón del queso con los ojos cerrados?, pregunté.
—”Claro que sí”, respondió Fernando.
—”El Pappy es uno de los cinco o seis mejores whiskys, y el de 23 años es supremo, quizá el mejor, su olor y su sabor se conocen a la legua y si lo has catado más de dos veces, es inolvidable.”
Llegaron los bailarines porque a la distancia habían visto que ya había algo sobre la mesa. Gaspar contó todo, que se habían ido detrás donde hay un pasillo y cuartos oscuros y en el pasillo les dieron una buena tunda de sexo. Decía:
—”Al mío lo hice eyacular dos veces en el suelo, y yo lo follé hasta que se me cayó a los pies. Luis ha tenido peor suerte, porque se ha puesto a follarlo y el chaval gritaba como una puta en celo, porque se la ha metido de una vez, total que rabiaba y cuando ya estaba para eyacular, el chaval se ha escapado y, llorando, se fue corriendo; yo, al verlo, he amarrado el mío para que no se me fuera y Luis ha acabado en su boca para que callara. Estos putitos no pueden venir a sitios como estos, un dedo les duele y lloran, atajo de maricones.”
—”Es que lo que habéis hecho es como una violación”, dijo Fernando.
—”No; ellos querían; nosotros solo pedimos bailar y ellos tocaban nuestra polla pidiendo follar; lo hicimos, y esto que ha dicho Gaspar es del todo cierto”, dijo escuetamente Luis.
—”A ti te hubiera pasado lo mismo, Jess, follas fuerte y estos te huirían”, dijo Gaspar.
Me puse colorado, porque parecía que yo era el único que follaba fuerte. Pero a mí me constaba que éramos cinco de cuidado. Por eso protesté, y con mi protesta había declarado que yo ya había follado con todos los cuatro y todavía me avergoncé más, porque todos me miraban. Entonces Fernando dice:
—”Menos mal que yo me libro, de lo contrario saldría escapado como esos muñecos. Y ojo, ya sé que sois fogosos, a mí no me tiente nadie si no quiere que le dé calabaza”, dijo Fernando.
—”Pues yo no he perdido la esperanza”, dije riéndome.
Ahí sí que giraron todos, incluso Fernando, la cara alargando el cuello en dirección a mí, como preguntándome “¿De verdad tienes alguna esperanza?” Mi cabeza iba de uno a otro asegurando que sí y me fijé en Fernando con cara de súplica. Fernando levantó el brazo y doblando la mano de arriba abajo indicaba que estaba pensando o una tontería o un imposible. En mi interior prefería una tontería porque imposible no era. Después de reírnos y comentar más cosas, nos apeteció bailar a todos, excepto a Fernando y a Tono que se quedó para acompañarle, luego fue sustituido por Néstor, y nos íbamos relevando. Así que le íbamos dando a los bailes uno tras otro a la estruendosa música del DJ, pero el tío animaba bien y nos daba ganas. Eran las cuatro cuando acabó todo el Naked Party. Nos fuimos a vestirnos y aquello era un lío de gente, todo el mundo apelotonado para recoger sus ropas y la gente aprovechaba para ir tocando culos y pollas. Se me acercó un tío y me habló muy simpático. Incluso me preguntó si yo era Jess el primo de Tono; se había atrevido a decir los nombre y no podía negarme. Retrocedí porque no acababa de fiarme de lo que quería decirme y quise salir de donde estaba toda la gente. El tío, que no tenía mucha polla ni bonitos pectorales porque estaba hinchado y me pareció que estaba medio colocado o que siempre lo está y solo le dije cosas comunes. Intentaba tocarme y no se lo permití, pero el tío insistió y de palabra me decía que le gustaría tener algo conmigo; yo le decía varias veces que no me interesaba. Llegaron todos donde yo estaba siendo acosado y Tono dijo:
—”Deja a mi primo, pendejo de mierda, todavía no me he olvidado de aquello, cabrón; ahora la tomas con mi primo; ahora somos seis y tú estás solo, vete y déjanos”.
Se fue; como me habían traído mi ropa, allí mismo me vestí y nos salimos de la discoteca. La noche fue buena, ya eran las cuatro y media y al salir notamos fresco el clima, no porque hiciera frío, sino porque en la discoteca hacía mucho calor. Le dije a Fernando que me gustaría saludar a su compañero. Los demás quedaron en esperarnos y Fernando, pensó que estarían recogiendo, y me llevó adentro y enseguida encontramos a su compañero. En efecto, estaba vestido y recogiendo las cosas, para comer todos ellos y celebrarlo. Se le notaba cansado.
—”Rosendo, te presento a mi primo Jess, que quiere agradecerte y saludarte”, dijo Fernando.
—”Hola, Rosendo, gracias por todo, por reservar mesa, por el bourbon, y por ti, eres muy guapo, te lo digo de verdad”.
—”Tú también eres guapo, Jess, ¿te gusta estar en nuestro pueblo?, dijo Rosendo.
—”Ah, pero ¿tú también eres de allí?, pregunté.
—”Sí; aquí vengo viernes y sábado. Hoy acabamos antes porque hay Neked Party, pero mañana sábado acaba todo esto hacia las seis y luego a recoger hasta las ocho, pero en la vida hacen falta los dineros, y aquí se paga bien, ¿verdad, Fernando?
—”Si; en efecto, se paga bien, —y dirigiéndose a mí, dijo—: estuve aquí el año pasado dos meses porque necesitaban a uno y Rosendo me capturó. Pero yo no puedo con esto”.
Vinieron unos cuantos preguntando si yo era el del bourbon y me daban las gracias porque iban a probar un bourbon. Al parecer se había corrido la voz entre todos ellos. Nos dimos un abrazo con Rosendo y, tras saludar a los demás, salimos a la calle donde estaban esperándonos.
Nos apartamos un poco de la discoteca porque había mucha gente y los cinco se preguntaban qué íbamos a hacer si tomábamos en algún lugar una “agüita” o nos íbamos a casa. Como descubrí que tenían ganas de plan y no sabían qué, les dije:
—”¿No hay una churrería por aquí que ya esté abierta?”
—”Aquí no, pero en La Perca sí; en La Perca está el “Rincón del Más”, no sé si ahora está abierto, pero a las cinco o cinco y media lo está, y tenemos de aquí hasta La Perca como media hora”, dijo Fernando.
—”Vamos a La Perca esa; y sigue la invitación”, dije sin dudar.
Todos de acuerdo, nos fuimos a La Perca a desayunar y después de comernos una fritada de churros con chocolate, nos fuimos a casa con la barriga llena. Así a las siete llegábamos a casa. Tras saludar al Tío Paco que me parece que no había dormido ni se había acostado esperando que llegáramos, mientras subíamos a la habitación, pensábamos que ya era sábado, hacia mediodía teníamos que ir a casa de Tono después de dejar a Néstor en su casa. Acompañaríamos a Néstor en el coche de Gaspar a la hora de irnos. Entonces Tono dijo que no, que Néstor se venía con nosotros a su casa. Néstor movía la cabeza a ambos lados como una balanza, sin decir ni sí ni no, pero con ganas de ir. Tono lo agarró de los hombros y le dijo que tenía que ir con ellos necesariamente. Accedió. Nos tumbamos en la cama y les dije que como habíamos sudado tanto, yo iba a ducharme. Se vinieron los dos. Dejamos la ropa en el suelo y nos metimos en la ducha. Teníamos sueño los tres, pero también teníamos ganas y nos pusimos en cadena, primero fue Néstor y detrás yo y luego Tono; después Nestor pasó detrás de Tono y así lo hicimos los tres. Cuando Tono iba a eyacular, avisó y nos pusimos los tres de frente, y comenzamos a cascárnosla deprisa para eyacular a la vez. No pudo ser a la vez, sino inmediatamente uno tras otro, y nos llenamos de la leche de cada uno que inmisericorde limpió el agua de la ducha en un instante. Un poco de gel que cada uno puso al otro y a enjuagarnos. Nos secamos y nos metimos los tres en la cama, con la sábana a media nalga. Poco a poco, a pesar del calor, nos fuimos uniendo en posición fetal. Tono nos despertó a las once y hacía mucha pereza de levantarnos, pero no había más remedio. Otra vez a la ducha y otra vez a lo mismo. Nestor llamó a su casa y no hubo problemas, porque le dije:
—”Avisa a tu mamá que no irás mañana y que irás el domingo por la tarde, porque yo me voy el lunes”.
Lo hizo. Ahora estaba seguro que yo no dormiría solo la noche del sábado, ¿se preparaba una nueva lección? No es necesario adelantar acontecimientos.
Continuará en: La solución para Tono.
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