Hola, me llamo Tanya y siempre creí que era una chica normal. Soy rubia de nacimiento y tengo ojos azules, bella nariz respingada y labios rojos. Sin embargo, había sido un poco gordita y eso mantuvo mi autoestima muy baja. Desde que cumplí quince años, medía un metro setenta y pesaba casi ochenta kilos. Sentía que no merecía tener novio.
No obstante, mis compañeros del bachillerato no pensaban igual. Les emcantaban mis grandes tetas y me decían cosas como "te quiero hacer el amor porque eres una guera de los mas apetitosa".
Por alguna razón, cuando comenzé a utilizar brassieres 34 D, mis amigos dejaron de querer hacer el amor y sólo me pedían que les mamara la verga. Como yo no quería perder la atención de los chicos siempre accedía a sus deseos y empecé a sentir un desprecio por mi misma y una indiferencia por los hombres, quienes siempre me pedían pasar su pene por entre mis enormes tetas y venirse en ellas y en mi cara. Pero ya no gustaban de penetrarme.
Cuando terminé la prepa y llegó la hora de escoger profesión me dí cuenta que no me gustaba la escuela y dejé los estudios. Me metí de lleno a clases de spinning, taebo y baile. Encontré mi verdadera profesión. Toda mi calentura halló cause en el ejercicio y a los pocos meses me convertí en una rubia de uno setenta de estatura y setenta kilos de peso.
Seguía siendo voluptuosa, pero con un trasero grande y firme. Los hombres se morían por mí y ahora gozaba con verlos rogar. Hasta que ella apareció. Era una joven abogada, morena, de pelo corto a la altura de los hombros. Tomaba clases de spinning desde hace años y se notaba, pues era una chica delgada con un trasero duro y levantado. Para llamar su atención, me corté el pelo como ella y al día siguiente me las arreglé para colocar yohimbina en su bebida mientras ella se ejercitaba y no se daba cuenta. La seguí al vapor cuando estaba sola y cerré por dentro. Cuando la ví a través de la suave nube de agua noté que la droga había dado resultado. Jessica estaba desnuda, con las mejillas enrojecidas y jadeando profusamente. Me dijo: "hola guapa, no sé si sea el calor o algo pero me siento muy humeda, siento que escurro a chorros". Yo le conteste "hola preciosa, de donde viene tu humedad?". Ella le contestó "de aquí, toca" y me llevó la mano hacía sus labios vaginales, estaban rosados e hirviendo así que no pude controlarme e introduje mi dedo cordial en su rayita y pude sentir todos sus fluidos bajando por mi mano hasta mi muñeca.
Ella gimió de placer y nos besamos hasta casi reventarnos los labios, ella chupaba mi lengua con fuerza y yo respondía con satisfacción. Yo sentía cada vez más agua en su sexo así que cerré el puño y lo introduje de golpe. "Me estas violando como a una perra", ella alcanzó a contestar pero al mismo tiempo se puso a mamar mis tetas, tomó un recipiente cilíndrico de gel para el cuerpo y me lo metió directamente en la vagina. Entró fácilmente gracias a la humedad y así estuvimos penetrándonos por unos diez minutos hasta que nos venimos como locas unas dos o tres veces.
Nos corrimos, nos dimos una ducha fría y salimos de prisa hacia su departamento a seguir cogiéndonos por toda la noche. Al día siguiente, Jessica, la morena, despertó y me dijo. "Siempre creí que era una chica normal, pero ahora veo que amo a las rubias". Desde ese entonces amo a una morena y me doy cuenta que soy especial.