Sergio se despierta, está desnudo bajo la sábana. A su lado duerme María. Aparta la sábana, le baja la braga y se recrea con la visión de su bonito culo. Le estruja las nalgas, se las separa con ambas manos, le mete la lengua en el ano, luego en el coño, haciéndole suspirar de placer. Pero María no abre los ojos, quiere imaginar que se trata de otro hombre, pero tiene que decidir quién. Como si le adivinara el pensamiento, Sergio le dice que no abra los ojos, que imagine que le está sobando otro hombre, un vecino que siempre la ha deseado y que se ha introducido en su casa aprovechando que ella duerme. "Es el vecino de enfrente, un día le dejé la llave porque me iba de viaje y le pedí que me regara las plantas. Se hizo entonces una copia y cuando no estoy en casa entra, busca mi ropa de interior sucia y se excita oliéndola", dice. Sergio le separa las piernas, se pone sobre ella y mete su polla en la vagina de María. "Ahora te folla y tú no consigues despertar, ya te da igual quién te folla", dice él "Me gustaría follar con otro hombre y que tú mirases", dice ella cuando se siente más excitada. "Eres una puta", le dice él sabiendo que le gusta que le insulte cuando la folla.
Después. mientras descansan abrazados, Sergio le pregunta si en verdad le gustaría ser follada por otro hombre en su presencia. "Me gustaría mucho, pero no querría saber quién", reconoce ella. "Eso se puede arreglar", dice Sergio mientras lo piensa. "¿Prefieres un tipo concreto de hombre?, ya sabes que tengo muchos amigos". "Prefiero que sea un desconocido, si no siempre que viera a un amigo tuyo pensaría que él me folló. Cualquier hombre que pase por la calle y quiera vivir esa experiencia me sirve, no me importa edad ni nada, sólo que tenga una buena polla".
El día señalado, Sergio ató de manos y pies a la cama a María desnuda y le colocó un pañuelo sobre los ojos con el que nada veía. "¿Cómo te sientes, no te arrepientes?", le preguntó. "Estoy deseando, ¿y tú?", interrogó ella.
"Vuelvo en cuanto cace a un tío por la calle que quiera subir", le dijo él.
Regresó a los quince minutos, pero no con un desconocido sino con un amigo. Ella no le vería ni le oiría, y Sergio se fiaba más de un amigo que de un desconocido. Ambos jóvenes se desnudaron frente a María, que abrió las piernas muy excitada. "Miradme el coño", pidió. "El hombre desconocido y yo te lo miramos muy de cerca, nos encanta", le susurró Sergio. Su amigo se arrodilló en la cama, acarició el sexo de María, le metió dos dedos y luego se lo chupó hasta que ella gritó de placer. "Este cabrón, ¿cómo es?", preguntó. "Alto, calvo, fuerte", le dijo Sergio. "Que me folle ya", exigió. Sergio le hizo un gesto a su amigo invitándolo a hacerlo, pero él se negó y fue Sergio quien se la folló de manera distinta para que ella no lo descubriera, lenta y delicadamente en lugar de brusco y casi violento, mientras su amigo suspiraba y emitía gemidos junto al oído de ella. Como estaba muy excitado, eyaculó sobre el rostro de la joven, que recibió el semen sobre sus labios y el pañuelo con agradable sorpresa. "¿Has sido tú, Sergio?", preguntó, pero Sergio no respondió, concentrado en follarla.
Después, el amigo se vistió y se marchó. Sergio quitó el pañuelo que cubría los ojos de María y le preguntó qué tal la experiencia. "Para repetir", dijo ella.