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Categoría: Confesiones

SEDUCCIÓN

Esa tarde, después de una corta siesta, Alejandra llegó al departamento de Daniel, estaba nerviosa. Desde la entrada sintió un suave aroma que la cautivó. No sabía lo que era exactamente, pero alertó a cada uno de sus sentidos y los dispuso para aquel encuentro que deseaba desde hace ya algún tiempo. Parecía una visita sin ningún objetivo especial, sólo una cena entre amigos, un buen vino, cerveza y una agradable conversación juvenil.
Era raro que Daniel tuviese estos gustos de grandes, pero a Alejandra, lejos de incomodarle le gustaba sentirse admirada y, por sobre todo, deseada por aquel joven. Para ella, Daniel era más que una simple amistad, sentía por él una atracción especial y tenía claro que aquella tarde lo conquistaría definitivamente.
Sus recién cumplidos 15 años no eran una dificultad, Alejandra era una joven muy despierta y amigable. Sabía perfectamente que entre un hombre y una mujer, especialmente a esa edad, muchas cosas podrían pasar si ambos lo querían, sin embargo aunque su corazón palpitaba aceleradamente, en una actitud muy femenina decidió esperar que la iniciativa la tomará, Daniel.
Entró al departamento mientras él se quedaba atrás, cerrando la pesada puerta de roble. ¿Cómo empezaría todo?, ¿Qué diría primero?, ¿Le pediría un beso?. Ella notó la agitada y nerviosa respiración de joven seductor justo detrás de su pelo, cerca del cuello, al parecer su cercanía era obvia…casi la rozaba…ella se estremeció mientras un pequeño y cálido escalofrío avanzó lentamente por su espalda, rodeo sus senos, bajó por su contorneada cintura y se detuvo exactamente entre su diminuta ropa interior.
Tomaron asiento en al amplio sofá blanco. Frente a ellos una mesita con algunas pequeñas muestras de la cocina italiana: Pastas y Vino…Vino y Pastas…era un pequeño detalle que hablaba muy bien de Daniel, quien acercó unos exquisitos pastelillos a la boca de Alejandra. Ella lo miró con sus enormes ojos cafés y (con una maliciosa sonrisa) abrió suavemente sus labios para dejar entrar parte de aquel dulce que saboreó con un extraño placer mientras él la miraba con deleite. Aquella escena llena de juvenil erotismo provocó en el joven una eléctrica excitación que no pudo disimular frente a Alejandra. Ella…comprendiendo la situación…sonrió.
Daniel apresuró su estrategia acercándose para tratar de besarla, sin embargo, Alejandra, demostrando una vez más su maravillosa capacidad de seductor coqueteo, se levantó sorpresivamente y caminó hacia la pintura que colgaba en la pared, frente al sillón. Daniel contempló en detalle todo el cuerpo de la joven que avanzaba hacia aquel hermoso óleo con los retratos de sus abuelos: sus contorneadas formas, aquel bikini (tipo hilo dental) claramente dibujado sobre su vestido y la provocativa manera de caminar, terminaron por provocarle una violenta erección que ni siquiera intentó disimular.
Ella se veía espléndida. Era una hermosa morena de aproximadamente 1 metro 60 centímetros de estatura. Esa tarde vestía una mini ajustada azul con finas rayas rojas, su ropa interior claramente marcada, denunciaba un diminuto bikini que bajaba por las caderas y hacia delante sostenido sólo por dos pequeños tirantes que (al final de ellas) terminaban por cubrir un naciente y casi virginal vello púbico. Por la espalda resaltaban dos hermosas y excitantes nalgas que, sobre aquel delgado vestido, se veían simplemente electrizantes.
Sus pechos se agitaban suavemente en cada respiración. Eran redondos, más bien medianos, bien formados y firmes, no usaba sostén, bajo el vestido, sus pezones parecían 2 puntas de lanza. Los deseos de apoderarse de ellos tenían a Daniel al borde de la locura. El juego y la Seducción habían comenzado y ambos sabían perfectamente cómo terminaría.
Daniel se levantó del cómodo sofá y acercándose a ella la giro hasta quedar ambos cuerpos rozándose de frente y mirándose a los ojos. Sus manos se posaron sobre su cuello, bajo la hermosa cabellera castaña. Era suave, y perfumado. Acercó sus labios a los de ellas y plasmó un suave beso que terminó por vencer cualquier resistencia que ella quisiera iniciar.
Sus manos recorrieron sus delicadas orejas, pasaron por su firme pero excitante espalda y terminaron adueñándose de aquellos hermosos y majestuosos glúteos. Como Alejandra no reclamó, los apretó fuertemente y de un empujón atrajo sus caderas hacia él, presionándolas contra lo que hasta ahora era un enorme bulto que crecía cada vez más dentro de su delgado y elegante pantalón beige. Ella, sintiéndose casi empalada por el excitante miembro de Daniel, cerró los ojos, hechó su cabeza hacia atrás y se quejó dulcemente.
Aprovechando aquel movimiento femenino comenzó a besarle el cuello y los firmes y redondos senos, sobre el ajustado traje azul. Ella sin perder la conciencia de lo que hacía, comenzó a desabotonar uno a uno los broches de la camisa de Daniel. Su boca se había secado levemente pero Alejandra ya había concebido una placentera manera de humedecerlos.
Una vez más Daniel la atrajo fuertemente hacia él pegándola de inmediato a su sexo que ya estaba muy aumentado. Ella, sin abrir sus ojos, respondió a aquel desafío clavándole sus caderas en sus entrepiernas. Allí sintió que la boca de Daniel se unía apasionadamente a la suya, mientras sus casi expertas manos femeninas acariciaban con fuerza la dureza que Daniel presentaba bajo sus boxees. La temperatura de ambos subía frenéticamente con cada caricia que ambos se prodigaban.
El vestido azul cayó lentamente al alfombrado piso colonial, resbalándose dócilmente a través del cuerpo de Alejandra. Él dio un paso atrás para verla completamente. Allí pudorosamente parada frente a él estaba la jovencita vestida sólo con sus zapatillas, sus polainas y un diminuto Colaless negro que hacían perfecto juego con sus sostenes sin tirantes. El espectáculo era fascinante, el cuerpo de la bella jóvencita era perfecto, cautivador y muy elegante.
Ella sintió algo de vergüenza frente a los ojos de su amor de niñez, pero en una reacción de mujer experimentada, se acercó rápidamente hacia él y en un dos por tres, bajó los boxees de Daniel dejando desnudo el cuerpo del hombre de su vida. Ahora era ella la que quería contemplar “el menú” que, desde hacia mucho tiempo, deseaba probar.
El se mostraba impaciente, algo confundido pero tomando la iniciativa, acercó sus masculinos labios a los de ella y la besó largamente mientras apretaba suavemente sus hermosos glúteos. Le fascinaban desde el primer día que la conoció. Eras firmes, redondos y muy suaves.
Jugó con su diminuto bikini, deslizó uno de sus dedos por la mitad de ellos de arriba hasta abajo, los tomo y los abrió ligeramente, mientras instalaba su miembro completamente erecto entre los muslos de la joven. Cada cierto tiempo el duro nervio masculino subía y, al igual que los dedos en sus nalgas, lo pasaba por aquella fina separación llena de hermosos y suaves bellos pubianos.
Ella se estremecía al tiempo de inclinar su cabeza hacia atrás cada vez que aquel adorable intruso luchaba para violentar la pequeña entrada de “Venus”.
“Tómame” – murmuró ella con la voz más ardiente que se pueda imaginar. Aquella provocativa invitación reflejaba la evidente intención que tenía Alejandra de sentir aquel maravilloso miembro absolutamente "clavado" en su pequeño sexo.
En este seductor juego erótico, Daniel la había llevado, entre beso y beso, al borde de la hermosa cama matrimonial de dos plazas, blanca. Estaba en el dormitorio casi sin darse cuenta. Ella, cayó sobre ella y se acomodó para recibir el resto de las caricias de Daniel. Aquel movimiento la obligo a abrir levemente sus blancos muslos, dejando entrever su hermosa hendidura. Eran dos labios sensuales, pequeños, deseosos.
Daniel, dejando claro que además del macho dominante era experto en estos temas, comenzó el suave juego de besar desde el cuello hasta los firmes, redondos y erectos senos de Alejandra. Ella, con los ojos cerrados por el pudor y por el placer, sentía los labios de su amado por toda la piel. Una corriente eléctrica la azotó cuando la boca del joven se posó sobre ambos labios pubianos y la lengua comenzó a separarlos de lado a lado. Alejandra pensó allí que moriría de placer.
En menos de un minuto ella estaba arrodillada mamándole con rapidez y frenesí. Bastó con acariciar la verga de su amado para lograr una tremenda y violenta erección. Apenas vio que la espada estaba lista y sin perder tiempo se recostó sobre su suave espalda y abrió pudorosamente ambas piernas esperando la embestida de su amado Daniel. Él colocó su verga como punta de lanza en dirección a aquella pequeña abertura e introdujo sólo la cabeza. Ella gimió…él esperó.
Una vez pasado el dolor y después de escuchar alguna invitación especial que la joven le susurró al oído, Daniel, aun alojado entre sus bellos muslos, dio un grueso golpe e introdujo violentamente todo el vital y largo miembro dentro de ella. Alejandra abrió sus grandes ojos cafés y resistiendo cada embestida como una fiera leona, comenzó a sentir que la fricción de aquel macho sobre su frágil sexo la volvía loca.


Daniel, casi desbocado galopaba frenéticamente sobre ella sacando e introduciendo desde la punta hasta la raíz su tremendo miembro que se perdía por completo entre las elásticas carnes de Alejandra.
La cama se estremecía con inusitada violencia. Los gemidos de ambos se mezclaban con extremada pasión. Las frases incoherentes salían de sus bocas no sólo con las embestida de Daniel, sino que cada vez que las caderas y el sexo de la Ale empujaban (hacia arriba) para insertarse aquella deliciosa masa de carne dentro de su juvenil matriz.
“No te detengas, es muy grande, empuja, dame, dame fuerte mi amor, dame, dame". – eran las casi incoherentes frases que gritaba la pequeña cada vez que sentía las bolas de Daniel golpeándole su dilatada vagina.
“Mi amor, recíbela toda, es sólo para ti…te amo” - contestaba Daniel, mientras sentía el delicioso cosquilleo que el ajustado sexo de Alejandra le provocaba a lo largo de todo su vaporoso miembro.
La excitación provocada por ambos tuvo sus frutos, al verla gemir tanto Daniel no aguantó más y con una gran explosión expulsó toda su virilidad dentro de su amada al mismo tiempo que el cuerpo de Alejandra se doblaba en medio de gritos y movimientos de cabeza, rindiéndose ante su enamorado violador, derramando una gran cantidad de su femenina esencia sobre el miembro de su amor de siempre…Ambos cayeron (casi desvanecidos) uno sobre el otro.
Alejandra despertó sobre la cama de su habitación sin entender nada, aun con su uniforme puesto se levantó de un golpe. La televisión estaba encendida y la luz apagada. Miró por la ventana las luces de la ciudad. Sobre su velador la foto de Daniel… eran las 11 de la noche… lo entendió todo…sólo sonrió…

Mañana finalmente se entregaría a él.

FIN
Datos del Relato
  • Autor: Kronnosxxi
  • Código: 4752
  • Fecha: 11-10-2003
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 5.81
  • Votos: 69
  • Envios: 10
  • Lecturas: 1820
  • Valoración:
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