Terminaba de leer los versos de tío James “Reten tus besos Delante de mi Su cuerpo es mi verso Y me hacen sufrir” y la emoción vino a humedecer mi rostro. Me sentí sucia, sin embargo, me pareció no tener salida fácil a mi nuevo letargo de novia en espera. Es verdad, el nuevo Hugo que se presentó ante mí, con su ternura y en su amor, me envolvió facilmente en su juego, con una delizadeza digna del mejor de los hidalgos. Y allí me quedé como atada a un delicioso sueño. Traté de olvidar y no pude y mi historia apasionada con Hugo no pudo durar más allá que los ocho meses, fecha con la cual, di por terminada semejante atadura. Tuve placeres inmensos, pero no fueron más que eso, que placeres. No sentía la presencia armoniosa, respondía efusivamente a sus deliberadas pasiones, pero siempre faltaba ese algo, ese misterio oculto con que me impregnó el alma y mi cuerpo, tío James. Agradecí el haber sido precavida en nuestras relaciones, pues presumí casi desde el comienzo que esto no duraría y que no estaba en mis planes pertenecerle a nadie como un objeto que se compra, sobre todo con un título, que obsesionaba a mis padres pero que no correspondía a mi estilo de vida.
Con el poema en mis manos y con mucha tristeza, me propuse inmediatamente ir al encuentro de mi tío James. Tendría que sorprenderlo maravillosamente. No podía actuar ya como esa chica regalona, debía reconquistarlo, rehacer nuestra aventura amorosa y actuar como una mujer y como su amante. De repente me sentí felíz, una maravillosa idea empezó a circular en mi adorable sensualidad e imaginando sus gustos y sus caricias últimas, me dije, me volverá sin reproches, al tiempo que suspiraba de emoción y repetía su nombre, tío James.
Me vestí sin apariencias de nada, sin embargo escondí en mi bolso una mini, unos tacones altos y una blusa. Llevaba jeans y una polera sin atractivo. Me apresuré hasta su departamento, había guardado las llaves y ese día estaba de vuelta. Sabía que detendría sus pasos en la que fuera nuestra habitación, antes de volver a casa.
Subí corriendo las escaleras, giré la llave y abrí sigilosamente la puerta. El corazón quería salirse del pecho. Me dirigí directamente al baño y me dí una rica ducha. Un poco más relajada, frente al espejo completamente desnuda, me sentí dichosa. Arreglé mi pelo, saqué del bolso mis prendas y me vestí de forma muy femenina. Mi blusa, simplemente adornaba la parte superior de mi envergadura, y los pezones rozaban con cierta malicia la seda, la mini era la justa y necesaria para la ocasión. Decidí, sacar la blusa de entre la falda y abrocharla en punta para dejar al descubierto mi apasionado ombliguito. Los tacones altos completaban magníficamente el regalo que me aprestaba a ofrecer a mi tío James.
Me dirigí de inmediato a la cocina y preparé unos traguitos, era todo lo que pude encontrar.
Luego me fui a esperarlo al salón. La impaciencia me alborotaba y instintivamente me remiraba en el espejo. Siempre me encontré perfecta. Estaba en ese ir y venir de pronto siento más pasos de los necesarios acercarse a la puerta, me quedo con el alma retenida en un suspiro al tiempo que siento la llave dar vueltas en la cerradura. Me quedé helada, de una pieza, mirando fijo a esa puerta que se abría misteriosamente delante mío. ¿Dios mío, quén acompaña a tío James? Otras de sus sobrinas, reí nerviosamente para mis adentros.... luego, escuché a mi tío dar las gracias y mencionar el nombre del conserje del edificio. el alma me volvió al cuerpo.
—gracias don Efraín, no entiendo donde pude olvidar mis llaves
—que descanse señor James— respondió don Efraín
La puerta terminó por abrirse de par en par, mi tío quedó atónito ante mi presencia. Me lancé a sus brazos como ya tenía costumbre hacerlo y me puse a llorar de emoción. Sentí sus brazos circundarme, busqué su boca desesperadamente el me tomó en sus brazos y mis piernas al sentir su roce humedecieron de inmediato mi agitada naturaleza, él sin medida subió sus manos y comprobó que su chicuela volvia a él. Sin compromisos, con la libertad de un amor prohibido y todos sus encantos. Le besé su oreja y le susurré al oído, mi tío James, vengo a ofrecerte con toda mi pasión la última virginidad que me queda.
En sus brazos fui subida hasta la alcoba, como la novia que va ser desflorada y así tenía la intención de recuperarlo.
Tío James adivinó mis intenciones y besando mis lóbulos murmuró a mi oído, mi bebi, mi guagui, mi Ellita..... Con toda su dulzura, me besó cada poro de mi piel, hasta llegar al tesoro que había guardado para él. En toda su erección me rogó que en signo de mi entera voluntad, le besara su miembro erecto antes de poseerme por ese pequeño tesoro con el que tanto había soñado
El beso que recibió al principio de su masculinidad fue lleno de todas mis ternuras. Dulcemente y sin prisa, con la suavidad de un cuento de hadas estaba pronunciando su dulce nombre, tío James......
mientras él volvía a mi como un niño.