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La semana pasada conocí a un amigo de mi esposo llamado Gustavo. Un hombre de 50 años, apuesto, varonil y de tez bastante morena, ojos claros… Esos que con tan solo mirarlo himnotizan.
Vivo una relación aburrida; entre la pandemia y el encierro estoy que me trepó por las paredes, y mi marido ya no me da como me gusta, generando en mi una necesidad de conocer amigos y mostrar lo alegre y divertida que soy. Quiero que me vean, salir, bailar, sentirme deseada y mostrar los enormes atributos que tengo como hembra.
Cuando conocí a Gustavo me quedé prendada de deseo, y creo que el lo noto.
Al día siguiente me escribió con el pretexto de saludar a mi marido y comenzamos a firtear por Whatsapp, tonteando al principio pero calentando la cosa después. Me dijo que era muy hermosa y que envidiaba a mi marido por la perfecta escogencía de su pareja… Ummmm un macho al asecho.
Quedamos en tomarnos un café en un sitio muy bonito en la zona y así fue.
Al ver a Gustavo despertó en mi cuerpo una especie de estremecimiento que me generó una puntadita en el interior de mi vagina que no puedo explicar, un palpito de que esto terminaría sabroso para ambos, y es que la mirada de ese macho me desnudo totalmente.
Después de hablar algunas tonterias, y alabar mi figura me habló de cuánto estimaba a mi marido y que lo respetaba cómo a pocos, pero que aún asi, sentía que me tenía un poco descuidada. Sabía que trabajaba horas extras todos los días y no entendía en qué momento disfrutaba de su extraordinaria mujer.
Eso fue música para mis oídos porque era exactamente lo que están viviendo.
Comence a mirarlo con ganas de pasar a otro tema y de pronto roce mi mano con la suya. El me atrapó y sin darnos cuenta nos estábamos acariciando las manos, los brazos, los hombros y nos dimos cuenta que ya no podíamos estar allí.
– Antonia, vamos a mi casa. Vivo a dos cuadras, allí podemos seguir conversando
A lo que me puse de pie y con mirada tierna y decidida asenté
– Bueno Gustavo, me gusta la idea pero mi marido no puede saber que fuimos a tu casa
Mientras caminábamos mi adrenalina estaba a mil, mi cuerpo comenzó a dar signos de emoción, se que mis pechos estaban ardiendo y en general toda estaba encendida porque estaba recorriendo una frontera peligrosa pero divina. Yo sabía a qué iba a ese departamento.
Al entrar quiso enseñarlo todo. Un piso ordenado, sencillo, minimalista y cálido. Me preparo otro café me mostró su habitación. Me senté a un lado de su cama a beber el café y de pronto se acercó y me dió un beso en la boca.
Ese beso despertó mi eros, reprimido de tanta monotonía y me entregué. Comenzo el manoseo sin control, me libró de mi blusa blanca translúcida dejando mis enormes pechos en libertad. No llevaba brasier y eso lo tenía loco desde que nos encontramos. Los beso, apretó y manoseo por largo rato mientras yo solo manoseaba su falo que me asombraba.
Me puso de espalda y bajo la licra negra que tenía, mostrándole el diminuto hilo que llevaba y levantando mi gran culo lo hice que lo besara, lo que terminó en un oral directo a mi culito, lindo y casi virgen. Ese beso negro con lengua adentro que tanto deseaba de mi marido y que no lo podía disfrutar casi nunca.
Me desnudo, lo desnude y me acosté boca abajo. Tenía el culo mojado de su saliva pero necesitaba que penetrara ya mi vagina. Levanté mi culo y le dije que por favor me hiciera suya, a lo que Gustavo comenzó colocando su gran falo en mi entradita, de golpe lo metió todo, así como me gusta, así como se lo pedí.
– Todo mi vida. Todo de una sola vez
Esa verga dura y gruesa iba abriendo mi vagina, ensanchandola y llenandola de el. La sentía apretada por lo grueso de el. Me dió con fuerza incontrolable y me saco un orgasmo, luego otro y otro más. Estaba enloqueciendo cuando le pedí que lo sacará, me gire y me lo metí en mi boca. Estaba oloroso a mi vagina y no quería perdermelo.
Se lo chupe cómo solo yo sé hacerlo, tanto y tan intenso que lo hice acabar en mi boca y tragarme toda esa leche rica, hasta satisfacer mis ganas de el.
Nos recuperamos tirados en su cama, me besó con morbo y trago lo que me quedaba de su leche en mis labios. Beso mis pechos me puso de espaldas. Pensé que me poseeria por mi culito pero solo quería acariciar mis pechos, a lo que accedí pero respingando mi culo para provocar esa penetración que quería.
Gustavo se recuperó y de pronto estaba sintiendo su cabeza empujando mi culo, me relage y empujé hacia atrás, dejando que entrara todo en mi. Nunca pensé que cabría pero mis ganas eran superiores a mis miedos, y entro todo.
Me dió lo que quería por una media hora más, acabó y llenó mi culo de su leche.
Me hizo un rico desayuno, me atendió como si fuera su reina y se dedicó a besar mi cuerpo aún desnudo.
Admiraba cada palmo de mi espalda, dándome ricos besitos. Llegó a mi culo y allí se quedó, morreandolo de nuevo hasta calentarme otra vez.
No aguante y le dije que lo hiciera para despedirnos.
Me volvió a hacer suya, volví a jugar con su enorme verga, me hizo gritar de placer como pocas veces en la vida.
Me vesti, salí de su departamento y me dirigí a mi casa. Mientras caminaba sentía mi vagina y mi culo gotear su leche, lo que me excitaba mucho más.
Al llegar a mi casa estaba mi marido, trabajando en su compu como siempre, pase directo a la ducha y me quite todo rastro de Gustavo de mi cuerpo, pero mi mente solo estaba planeando desde ya, el proximo encuentro.
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