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Categoría: Infidelidad

Infidelidad con una pareja madura

Deseo relatarles la experiencia que me ocurrió en las pasadas vacaciones de mitad de año. Después de un largo año de trabajo decidimos con mi esposa ir a pasar vacaciones a una pequeña ciudad del centro del país, donde podríamos estar tranquilos, en contacto con la naturaleza y con algunos amigos que no veíamos hace bastante tiempo. El primer día nos hospedamos en un hotel bastante agradable y nos dedicamos a descansar del pesado viaje y de los preparativos que nos habían ocupado durante la última semana. El segundo día recibimos la visita de un amigo común, quien nos invitó a dar una vuelta por el pueblo y a visitar algunos lugares que no conocíamos. Luego de un día con bastantes actividades, terminamos en la noche en su casa tomándonos unos tragos con algunos de sus amigos más cercanos, dentro de los cuales se destacaba una pareja mayor que nosotros pero muy alegre y de un trato muy agradable.



El se llamaba Oscar y tendría unos sesenta años y su esposa se llamaba Julia y tendría unos cincuenta años, pero se conservaban bastante bien. Nos contaron que se casaron bastante jóvenes y al calor de los tragos nos confesaron que recién casados llevaban una vida sexual muy activa, que se prolongó hasta que llegaron los hijos. Por las múltiples ocupaciones, tanto de Oscar como negociante como de ella en el cuidado de los dos niños que tenían, las relaciones se habían enfriado a tal punto que a veces pasaba hasta un mes en que Oscar ni la tocaba siquiera, a pesar de que como podía ver, todavía conservaba algo de sus encantos. Vaya si los conservaba!! Era una simpática mujer de unos 1.60 cms, con un cuerpo espectacular, lleno de curvas y con un culo redondo y paradito, que haría suspirar a cualquiera, unos ojazos negros muy expresivos y un cabello bien cuidado, largo e intensamente negro, que le llegaba casi a la cintura. En fin, era una mujer bastante atractiva e interesante a sus cincuenta años.



Pero continuemos con el relato. Al terminar la velada se despidieron muy efusivamente y para corresponder a las atenciones de nuestro amigo, nos invitaron a la siguiente noche a su casa, ya que ellos vivían desde hacía algunos años en aquella pequeña ciudad. Teniendo todas las vacaciones por delante nos pareció muy agradable aceptar la invitación que habíamos recibido. Así, esa noche volvimos a tener unos encantadores anfitriones, quienes al calor de los tragos nos contaron muchas de sus intimidades. Especialmente hicieron mucho énfasis en la soledad y nostalgia que los embargaba desde la partida de sus hijos. Yo empecé a notar que Julia era muy especial en sus atenciones conmigo y permanentemente me pedía que la ayudara a preparar y traer los pasabocas de la cocina, donde me coqueteaba abiertamente alabando mi buen gusto al vestir, por lo bonita que era mi esposa, etc, etc. Yo tampoco desaprovechaba la oportunidad de alabar su buen gusto, la decoración de la casa, etc., etc.



Pero lo que más le gustaba era cuando le decía lo hermosa que era, la elegancia que tenía para caminar y su porte de "bella mujer de mundo", piropo que le encantó. Esta vez al terminar la noche, bastante pasados de tragos y en medio de brindis de agradecimiento y alabanza recíprocos, nos invitaron a dejar el hotel y a pasarnos a su casa por el resto de los días que fuéramos a estar en esa ciudad, teniendo en cuenta que la casa era bastante amplia y que ellos vivían solos. Después de decirles que nos resultaba penoso incomodar, ellos insistieron y entonces, luego de un cruce de miradas de complicidad con mi esposa, decidimos aceptar. Lo que no sabía hasta ese momento es que mientras yo coqueteaba con Julia en la cocina, Oscar y mi esposa intercambiaban piropos mutuos en la sala, mientras quedaban solos.



Al día siguiente Oscar y Julia pasaron a recogernos al hotel y en el camino a su casa decidimos comprar lo necesario para un asado, bebidas y otras cosas que podían hacer falta en la casa. Cuando llegamos le entregamos las compras a la empleada encargada de preparar el asado y las dos parejas nos fuimos a disfrutar de la piscina y de las bebidas. Mi esposa y Julia se metieron a la habitación de ésta a colocarse el vestido de baño y yo me quedé conversando con Oscar en un amplio cuarto que habían adaptado como vestier para la piscina. Rápidamente nos cambiamos y decidimos alistar las bebidas mientras ellas regresaban.



Cuando el par de mujeres llegaron, yo me quedé con la boca abierta: el cuerpo de Julia era sencillamente espectacular!!! Se notaba que hacía muchos ejercicios para conservar su silueta, ya que tenía un cuerpo esbelto, sin nada de grasa y con unas curvas bastante pronunciadas. Aproveché para lanzarle un silbido de admiración, obviamente pidiendo la aprobación previa a Oscar, quien sonrió complacido mientras se encargaba de lanzarle también elogios a mi esposa, quien francamente no se quedaba atrás en hermosura y en ese bonito cuerpo, que siempre le he admirado. Todo el día la pasamos en la piscina, hablando, riéndonos de cualquier situación y en fin, disfrutando del asado y de las atenciones de nuestros maravillosos anfitriones.



Cuando comenzó a oscurecer dejamos la piscina pero seguimos en vestido de baño, ya que el clima cálido lo permitía. Nos hicimos en una sala auxiliar, con unos muebles típicos de tierra caliente, muy agradables, pero con un pequeño inconveniente: eran un poco incómodos para nuestros vestidos de baño y para el estado de euforia en que nos encontrábamos después de beber todo el día. Digo esto ya que al rato de estar allí, cuando le estaba alcanzando una copa de vino a Julia, noté cómo se le corrió un poco el calzón de su vestido de baño, dejándome ver una gran sombra oscura, que puedo jurar, era un mechón de su vello púbico.



Creo también que lo hizo un poco adrede, ya que la cosa se repitió varias veces, hasta que pude comprobar que Julia se gastaba una impresionante pelambrera en su concha, que al mirarla me tenía a mil. De reojo podía notar que mi esposa estaba ocupada siguiendo atentamente las historias de Oscar. Un poco antes de la media noche mi esposa me dijo que estaba muy cansada, por lo cual deseaba retirarse a la habitación que nos habían asignado. Oscar dijo que a sus años había sido suficiente para él y que también se retiraba. Nos pidió que continuáramos la velada hasta que quisiéramos, ya que éramos jóvenes y resistíamos más. Yo le hice señas a mi esposa de que pronto la alcanzaría. Lo mismo hizo Julia con Oscar.



Cuando quedamos solos con Julia, decidimos terminar los tragos que acabábamos de servir. La conversación se hizo mucho más abierta y casi al momento ella me dijo que quería contarme algo que no se había atrevido a confiarle a nadie. Me dijo que estaba convencida de que Oscar estaba teniendo una aventura con otra mujer, ya que últimamente había incrementado sus viajes fuera de la ciudad, luego de los cuales llegaba desganado y solo pensaba en dormir, contrario a lo que ocurría antes, cuando al llegar de sus viajes no la dejaba dormir la primera noche, de tantas veces que le hacía el amor. La sospecha principal se debía a que todos los viajes del último semestre los había hecho a la misma ciudad, que quedaba relativamente cerca de donde vivían, a pesar de lo cual no regresaba nunca antes de los tres días y a que los viaje los hacía generalmente los fines de semana, cuando precisamente no había despacho en muchas de las oficinas donde él debía adelantar diversos trámites. Que por todas sus sospechas estaban casi a punto de separarse, que incluso ya dormían en habitaciones separadas y que fácilmente llevaban seis meses sin tener relaciones sexuales, a pesar de que Oscar le había pedido que hablaran.



Yo le aconsejé que hablara abiertamente con Oscar y que si era el caso, le diera una nueva oportunidad, ya que la soledad era muy dura para los dos. Ella me dijo que lo pensaría y que al fin y al cabo hasta lo perdonaría, ya que llevaba como dos meses sin viajar, portándose juicioso. Me burlé y le dije que si no le parecía un periodo muy largo sin tener sexo, a lo que me respondió con coquetería que sí, especialmente para ella, que estaba ardiendo. Me dijo que por eso mejor nos fuéramos a dormir, ya que no respondía si seguíamos solos.



Ante su abierta invitación me acerqué y le di un beso en la mejilla. Ella me agarró la cara y me dio un cálido beso en la boca, diciéndome que era por ser tan buen consejero y por el maravilloso día que les habíamos hecho pasar. Con la excitación que teníamos era una tentación muy grande, pero sin embargo me logré contener. Para tratar de animar a Julia le propuse un brindis por su generosa hospitalidad y por su hermosura. Ella soltó una carcajada y entonces me respondió: ¡al fin te lanzas a la conquista, qué timidez por Dios! Pensé que no te ibas a dar cuenta que me tienes a mil. Además, creo que Oscar se merece que le ponga los cuernos y quién mejor que tú para hacerlo!



En ese momento comenzamos a besarnos y a tocarnos como una pareja de novios cuando quedan solos. A pesar de que estábamos retirados de las habitaciones a donde habían ido Oscar y mi esposa, me entró algo de temor que nos vinieran a buscar por la tardanza, por lo cual con un gran esfuerzo logré separar a Julia, quien insistía en que no había peligro, ya que conocía a su esposo y estaba segura de que después de lo que había bebido no se despertaría hasta el día siguiente. Yo le recordé que mi esposa también contaba y que ella podía extrañarme y comenzar a buscarme. Decidimos que iríamos a revisar que ellos estuvieran dormidos y después volveríamos. Sin hacer mucho ruido yo abrí la puerta de la habitación que nos habían asignado y observé que mi esposa dormía profundamente.



Luego fuimos a la alcoba donde dormía Oscar y pudimos incluso escuchar sus ronquidos. Ante este panorama Julia me dijo: ves? Te dije que no había peligro!! Debido a la euforia en que me encontraba a raíz de los abundantes y prolongados tragos, que ya se me habían subido a la cabeza y a la arrechera por todos los preámbulos, no medí las consecuencias y me dejé llevar por Julia, quien me dijo que para estar cómodos mejor siguiéramos a su habitación. Me aterraba su sangre fría, pero no era el momento de pensar. Entramos en medio de un toqueteo impresionante y tan pronto cerramos la puerta, se abalanzó sobre mí besándome por todo el cuerpo, al tiempo que nos íbamos desvistiendo aceleradamente.



Cuando estábamos completamente desnudos ella se emocionó al verme la verga, que en ese momento llegaba fácilmente a los veinte centímetros y goteaba líquidos como una llave a medio cerrar. No pudo contener la emoción y casi sin darse cuenta cayó de rodillas a mis pies buscando ese pedazo para metérselo en la boca. Pese al esfuerzo solo la cabeza entró en su paladar. Lo masturbó con las dos manos mientras yo me quedaba quieto. Percibí la furia de su mamada, ella sentía la dureza del venoso aparato y mientras lo chupaba yo le miraba la cara y vi que experimentaba un placer enorme. Ahora, mientras apoyaba una mano en mí trasero, sostuvo la verga con la boca y con la otra libre se tocó la chocha. La tenía empapada, estaba casi chorreando de la calentura. Se puede decir que ya estaba bien lubricada para recibir la descomunal verga. Yo también estaba muy excitado por la mamada. Ella cerró los ojos y siguió chupando, sintiendo como crecía mi verga cada vez más.



Cuando abrió los ojos mi pene erecto, con la cabeza roja y brillante de líquidos, rebotó frente a su cara. Mis bolas estaban inmensas, seguramente repletas de leche. Me dijo que nunca se había imaginado que estuviera tan bien provisto. Me agarró el tronco por la base y con la punta de su nariz comenzó a subir por aquel falo rozándolo muy suavemente desde los huevos, inmensos y pesados, hasta el glande.



Echó su piel hacia atrás y le dio un besito en la enorme cabeza. Yo di un pequeño gemido y le agarré la cabeza enterrándole nuevamente la verga hasta la garganta, entonces lancé un chorrito de crema hirviendo y antes de que pudiéramos reaccionar, una verdadera catarata de semen espeso y pegajoso le inundó la boca. Como yo no le soltaba la cabeza a ella no le quedó otra alternativa que comenzar a tragar para no ahogarse, pero era tal la cantidad y la fuerza con que salía que la leche empezó a salirse por la comisura de sus labios mojándole el cuello y resbalándole hasta las tetas. Cuando terminé de venirme le pedí perdón por no haberle avisado. Ella reconoció que aunque hacía mucho tiempo no recibía una venida en la boca, ya que no se lo permitía a su esposo, le había encantado el sabor a macho, la fuerza y abundancia de la venida y además, la halagaron mis comentarios. Sin embargo, me dijo que seguía con una calentura enorme, ya que no había logrado alcanzar el orgasmo y sentía la chocha hinchada y escurriendo líquidos.



Entonces me dijo: te perdono, pero ahora me toca a mí y por favor apresúrate que no aguanto más. Con toda la calma la llevé a la cama y la fui acostando mientras la acariciaba y finalmente me arrodillé ante ella, me acerqué y puse la cara a unos centímetros de su húmedo sexo. Por poco me vengo en ese momento! Qué coño tan espectacular! Tenía una chocha salvajemente peluda, pero eso sí muy arregladita. Los pelos no solo subían hasta el ombligo, sino que bajaban hasta el culo, donde se arremolinaban en una selva impresionante. Lo más aterrador era el tamaño, fácilmente 15 centímetros los más largos, solo que por el peso de su humedad no se levantaban. No terminaba de contemplar esa visión cuando Julia agarrándome por la cabeza me clavó de narices en su encharcada selva. En ese momento me di cuenta que no iba a resultar muy difícil hacerla venir, por cuanto de su coño ya manaban líquidos como de un manantial.



Con la lengua empecé a abrirme paso entre esa maraña de pelos hasta alcanzarle el clítoris. Cuando le pasé la lengua por encima antes de comenzar a chupar, pegó un gemido y cerró las piernas alrededor de mi cabeza, haciéndome perder el aire. Empecé a chupar y a chupar, respirando con dificultad, hasta que en menos de un minuto me inundó la boca con una venida copiosa. Jamás pensé que una mujer se viniera de esa forma: parecía como si estuviera orinando. Si no comienzo a tragar, me hubiera ahogado con tal cantidad de leche, que tenía un sabor agradable, aunque se notaba que hacía un buen tiempo que no se echaba un polvo, por cuanto era bastante espesa y pegajosa.



Un poco más relajados continuamos acariciándonos y poco a poco nos fuimos excitando nuevamente con largos besos y caricias. Además, no podía dejar de pensar en que faltaba la prueba más importante y seguramente la más placentera, que era meterle la verga en lo más profundo de la chocha. Poco a poco fue haciéndome parar la enorme verga a punta de caricias, hasta que sin poder resistir un minuto más se quedó mirándome con los ojos casi desorbitados por la excitación. Allí estaba yo, tumbado sobre la cama, completamente a su merced y esperando que ella actuase. Entonces ella se subió a la cama y se puso de pie, se contoneaba acariciando sus caderas y apretándose los pechos con sus manos, al tiempo que mojaba sus labios. Aquel espectáculo me gustaba y empecé a masturbarme.



Ella se agachó y cambió mi mano por la suya haciéndome un lento masaje en la piel del pene. Me abrió las piernas y con las tetas empezó a rozar mis pies, los muslos, me rozó suavemente la verga y subió con sus pezones dibujando mi cuerpo hasta ponerme las tetas en la cara. Después sacó la lengua y, empezando por la frente, fue de vuelta hacia abajo lamiendo mi cara, mis labios, mi cuello, mi pecho, mi ombligo, el interior de mis muslos hasta llegar a mis tobillos, de regreso acarició mis huevos, que lamió suavemente y recorrió mi verga con su lengua hasta llegar al frenillo donde su lengua dio unos golpecitos y sus labios me besaron el cabezón. Después rodeó la cabeza de la verga, abriendo su boca al máximo, con sus labios apretados fue bajando lentamente hasta tener casi la mitad dentro de su boca, algo que resultaba casi imposible dado su gran tamaño. La cabeza le llegaba hasta la garganta y le quitaba el aire, por lo cual se la sacaba lentamente. Subía y bajaba sus labios observando mi cara que era muy expresiva pues, con los ojos cerrados, me retorcía, gemía y hacía muecas de todo tipo. Le decía que no aguantaba el dolor en los huevos, los cuales me pesaban ya como sacos de plomo. Le dije que sentía que se me iban a explotar las bolas.



De vez en cuando ella se sacaba la verga de la boca, absolutamente embarrada de saliva y jugos mezclados, los cuales me llegaban hasta los huevos, y la pasaba entre sus pechos, volviendo después a la operación de chuparla lentamente, con ganas, con ternura. Estaba muy excitado y mi cuerpo se tambaleaba.



Cuando observó que estaba muy cerca del orgasmo, paró por completo todas sus operaciones separándose de mí, poniéndose en pie de nuevo. Me dijo que no estaba dispuesta a que me vaciara por fuera de su chocha, ya que sentía un deseo enorme de sentirla hasta el fondo, de probar cómo se sentía disparando en lo más profundo de su vagina. Se colocó de pie con las piernas abiertas, sobre mí, a los dos lados de mi cintura, su mata de pelos encima, y comenzó a hacerme un baile sensual agachándose hasta casi rozar mi enorme aparato, pero sin tocarlo, cosa que me volvía loco, pues estaba deseoso de clavarle la verga. Sudaba y temblaba con una enorme excitación. Se colocó en cuclillas sobre mí, me agarró por la base del pene y con la punta hizo dibujos entre sus muslos. Yo cerraba los ojos y le suplicaba.



- Vamos, vamos, quiero metértela ya..., deja que te la clave, por favooor...



Ella me hizo rabiar un poco más y volvió a levantarse. Se dio la vuelta y, con las piernas abiertas como antes, bajó ofreciéndome la espalda y con su culo rozó mi verga. Con sus afiladas uñas arañaba suavemente mis muslos. Yo me iba calentando más y más. Se volvió de nuevo sobre mí y lentamente acercó la enorme cabeza de mi verga a su chocha siguiendo por su abundante vello púbico, por sus ingles... Era el momento de la penetración, pues yo estaba desesperado y mi cuerpo se arqueaba.



Mi cara y mis palabras lo suplicaban, le repetía una y otra vez que me iba a morir del dolor en los huevos. Puso mi tenso miembro, que ardía, a la entrada de su peluda y empapada raja y lentamente, arrodillándose con suavidad, se la fue introduciendo por completo, sintiendo cómo el enorme aparato, que quemaba como una brasa, iba dilatando al máximo su vagina. Parecía que no iba a llegar a su fin y ella empezó a palidecer del placer y cierto temor, cuando de pronto me gritó que sentía cómo la enorme cabeza le empujaba el útero y yo a su vez sentía cómo mis inmensas bolas chocaban contra su culo. Los dos gemimos y yo incluso solté un pequeño grito. Ella se quedó quieta, esperando que su vagina se acoplara a mi enorme aparato, dejando que sus jugos la bañaran por completo para facilitar lo que venía. Después de un largo minuto, durante el cual sentía cómo palpitaba mi verga en lo más profundo de su cueva, tomó aire, puso sus manos sobre mis hombros y, flexionando las caderas con suavidad, empezó a meter y a sacar la verga dentro de su chocha.



- ¡Qué verga, qué enorme, qué gusto...! - decía ella una y otra vez.



Yo solo alcanzaba a abrir los ojos de vez en cuando para ver cómo el gigantesco miembro se colaba en su húmeda chocha y salía embarrado hasta los huevos de su crema mezclada con mis abundantes líquidos, previos a una venida que se adivinaba iba a ser descomunal. Sus tetas botaban al compás de aquel magnífico polvo...



Mojó sus labios, pues su garganta se quedaba sin saliva. El ritmo se fue acelerando poco a poco. El cabezón de la verga casi salía por completo de su cueva y de repente volvía a entrar hasta el fondo. Su culo chocaba contra mis muslos. Nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos y mi verga entraba y salía con un ritmo más acelerado dentro de su chocha. Ya su madeja de vellos púbicos estaba completamente empapada y los jugos le corrían libremente por la ingle y los muslos. Se paró de pronto y nos dimos la vuelta, poniéndose ella debajo de mí. Me abrazó la cintura con sus piernas y yo clavé mi pelvis contra su sexo, perforándola de nuevo.



Me aterraba que a pesar de la calentura lograra aguantar mi venida, pues ya llevábamos casi veinte minutos desde que le metí la verga. Mis duras embestidas no tardaron en darle un nuevo orgasmo, llegando a insultarme como válvula de escape por el gusto que le estaba dando. Al oír sus palabras le grité que me iba a venir, que se preparara. Le clavé una estocada final hasta el fondo de la vagina y pude sentir cómo se me comprimían los huevos y cómo se hinchaba el enorme aparato de la base a la cabeza, al arrojar el primer chorro, el cual quemaba como el fuego y le inundó completamente la vagina. Pero ese era solo el primero… Mis huevos seguían revolviéndose y la verga soltaba y soltaba potentes chorros de leche, uno tras otro.



Notaba como salía y salía semen y no podía creerlo. El semen hirviendo chocaba contra las paredes de su vagina rebosándola por completo. Empecé a sentir como salía a borbotones de su chocha y le mojaba los muslos, la ingle, el culo y se depositaba en el cubrelecho de la cama. Aquello parecía no tener fin, chorro tras chorro seguían saliendo sin parar.



Creo que pasó como un largo minuto cuando por fin en medio de temblores sentí cómo depositaba en lo más profundo de su cueva los últimos chorritos que salían de mi verga. Nos quedamos abrazados unos minutos y unidos, hasta que mi verga se desinfló por completo y las gigantescas bolas volvieron a colgarme completamente flácidas. Permanecimos en reposo durante un rato, durante el cual ella me dijo que sentía como brotaban y brotaban jugos de lo más profundo de su vagina.



Nos quedamos dormidos un rato y al despertarme me sentí sobresaltado, miré la hora y eran las dos de la mañana. Me levanté con cuidado para no despertarla y salí de su habitación. Cuando llegué a la alcoba que nos habían asignado entré sin hacer ruido, para no despertar a mi esposa, pero oh sorpresa!!! Ella no estaba en la cama!! Creí que estaba en el baño y me acosté a esperarla haciéndome el dormido. Al pasar como diez minutos sin que ella llegara me levanté a buscarla, pensando que podía estar enferma en el baño. La busqué por todos los lugares donde habíamos estado y no la encontré, por lo cual no me quedaba sino una posibilidad. Sin hacer mucho ruido me dirigí a la habitación de Oscar y al ver una luz tenue por debajo de la puerta, la abrí con mucho cuidado. Lo que observé me dejó aterrado!!!!!



Oscar, el mismísimo señor de edad avanzada que yo pensaba estaría profundo hasta el día siguiente, se encontraba acostado encima de mi esposa acariciándola y tocándola por todas partes!!! Y lo peor: a mí no me quedaba otra alternativa que regresar callado a mi habitación o quedarme a mirar. La excitación que me producía la situación y el saber que iba a ver a mi esposa poniéndome los cuernos en mis propias narices, me hizo optar por la segunda opción. Me acomodé de tal manera que no pudieran verme, aunque estoy seguro de que en ese momento les importaba muy poco y observé cómo en un momento Oscar metió su cara entre las tetas de mi esposa.



Las besaba, las chupaba, le decía que era lo más hermoso que había probado en mucho tiempo y eso estaba calentando cada vez más a mi esposa. Luego se enredaron en un beso de bocas abiertas, de lenguas buscando, entrelazadas en una lucha para ver quién sacaba más placer del otro. Ella bajó las manos y le tomó la cabeza para profundizar más esa delicia, pero no soportaba su pijama así que empezó a quitarse la camisa. El la ayudó con los pantalones y en unos minutos estaban desnudos. Entonces él metió sus manos en la chocha de mi esposa, notando que también era bastante peluda como la de su esposa, la tomó con fuerza y vi como la acariciaba con los dedos. Los toqueteos en su entrepierna tenían a mi esposa a mil, gimiendo como nunca la había escuchado.



De pronto mi esposa le agarró la verga a Oscar y ahí sí quedé con la boca abierta y bastante preocupado por mi esposa. La verga de Oscar era mucho más larga y gruesa que la mía, calculo que medía fácilmente veinticinco centímetros, tenía un capuchón inmenso, que cuando mi esposa lo corría con la mano dejaba al descubierto una cabeza aterradoramente enorme, su tronco era muy venoso y en general estaba increíblemente dura para ser una persona de edad.



Allí estaban uno frente al otro, dándose placer con sus manos. La chocha de mi esposa se adhería más a la mano de Oscar, así que también le rogó que la tomara de las nalgas. El no dudó y le enterró un dedo bien profundo en el culo. Estaba ensartada. Buscaba la posición adecuada para hacer la caricia más íntima mientras ella lo masturbaba más rápidamente. Ambos estaban que reventaban. Gemían y él al escucharla se ponía más tenso, la penetraba más con sus dedos.



El estaba haciendo estragos. De repente ella lo soltó para que la aprisionara más contra su cuerpo y le diera con todo. El corazón parecía que se les iba a salir del pecho. Ella gemía sobre sus labios diciéndole las palabras que le dictaba la calentura, hasta que empezó a acabar como una loca. Mientras sus espasmos se iban calmando empezó a notar la tensión de él y entonces cayó de rodillas, le agarró la verga y empezó a chuparle el cabezón como una ternera sedienta, mientras él la tomaba de la nuca y meneaba salvajemente las caderas.



La mano de mi esposa variaba la presión que ejercía a lo largo de la verga de Oscar hasta que en un esfuerzo descomunal se metió el cabezón y unos cinco centímetros en la boca.



Le acarició las bolas con fuerza, sin dejar de chupar y darle toda la lengua que pudiera a tal delicia. Mi esposa se había excitado aún más, y eso aumentó la furia de su mamada. Cuando él sintió aumentar la rigidez de su verga, tomó a mi esposa por las axilas y la retiró, seguramente para no venirse. La sentó sobre la cama y la abrió de tal forma que yo podía ver perfectamente su chocha y el hilo de líquidos que para entonces le llegaba ya hasta el agujero del culo.



Ella lo empujó sobre la cama y se le subió. Agarró su miembro y se lo restregó por toda la vulva. Cuando en un momento su cabeza quedó besando el clítoris, ella no pude evitar un grito de placer. Después de eso ella se la empezó a enterrar poco a poco, mientras gritaba, yo creo que de placer pero también de dolor. Oscar subió la cabeza y tomó entre sus labios un pezón tenso y agrandado de tanta excitación, mientras que con las manos se dedicaba a acariciar el otro pezón. Sus manos no paraban, iban desde las tetas hasta las nalgas, las acariciaba y sobaba. Calculo que después de un largo minuto ella logró enterrarse la gigantesca verga de Oscar hasta el fondo de su vagina y entonces se quedó quieta, respirando agitadamente. Después de un momento que me pareció eterno, ya que pensé que a mi esposa le iba a dar un ataque, ella comenzó a subir y a bajar a lo largo de su verga.



Pasaron como unos cinco minutos de sube y baja cuando comencé a ver que por el tronco de la verga escurría un chorro de líquido, que llegaba hasta las inmensas pelotas de Oscar. Yo conocía a mi esposa y sabía que ella lubricaba bastante, pero lo que estaba viendo era increíble: el chorro no paraba y creo que era todo de ella, ya que Oscar como viejo zorro sabía aguantarse y continuaba sin venirse, para lo cual utilizaba la técnica de agarrarla de las nalgas para detenerla durante un momento mientras le pasaba el espasmo, pero sin dejar de acariciarla para que no le bajara la calentura. Yo pensaba cómo iría a quedar de abierta la chocha de mi esposa después de un polvo tan prolongado, pero no me quedaba otra que aguantar, lo tenía bien merecido. Después de unos veinte minutos ella comenzó a cabalgarlo con más fuerza y endemoniado frenesí, como si estuviera domando un caballo salvaje.



De repente Oscar también agarró sus caderas y empezó a marcar un ritmo cada vez más rápido, pienso que decidió venirse o simplemente no aguantó más. En cada bajada las nalgas de ella chocaban con las bolas de él como queriendo metérselas también adentro. Ella estaba a punto de tener otro orgasmo, así que gritó al acabar una vez más y esa fue la orden para que Oscar ahogara su chocha con la descarga. Mientras él la sacudía con cada chorro de leche, ella acababa con mayor intensidad, gritando sin parar. Pronto los chorros de leche, esta vez sí de Oscar mezclados con los de ella, desbordaron la encharcada chocha de mi esposa y comenzaron a escurrir por la verga de Oscar, llegando en un grueso y continuo goteo hasta el cubrelecho de la cama. Luego del intenso orgasmo quedaron exhaustos, ella acostada sobre él. El le acariciaba la espalda, le besaba la cara y le refregaba su ahora extenuada verga, empapada de los líquidos mezclados de ambos, contra el cuerpo tembloroso de ella.



En ese momento excitado y con el mayor sigilo me fui para mi alcoba a esperar a mi esposa. Cuando cruzaba por la habitación de Julia ella se asomó y me lanzó una sonrisa cómplice, diciéndome que también lo había visto todo. Entonces comprendí que todo había sido un montaje… Pero, cómo disfrutamos todos!!! Que vivan las parejas maduras con ganas de vivir y de enseñarnos a los más jóvenes!!!


Datos del Relato
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