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Hay años que, para eso de las bodas, son terribles. Parece como si tus conocidos se pusieran de acuerdo para casarse y, de camino, para destrozar tus planes económicos de ahorro.
Ese año estaba siendo apretado en ese sentido. Ésta era la quinta boda del año.
Un buen amigo y una buena amiga desde tiempos que se perdían en la memoria.
Y los cabrones no podrían casarse cerquita. No.
Boda en Tarifa. Ahí es nada.
Nos fuimos el día antes, ya que por Internet habíamos alquilado una serie de habitaciones varias parejas de amigos en un hotelito del centro, muy cerca de una playa conocida como “Playa chica”
La boda sería la noche del sábado en un complejo de fiestas cercano. Así que como llegamos el viernes aprovechamos para tomar algo y pasear por las calles de la ciudad donde se unen Mediterráneo y Atlántico.
Paseamos por sus cuestas, cruzamos por el pequeño “puente” que separa los mares y terminamos en una pequeña terraza tomando algo. Un buen día, sin lugar a dudas.
Por la noche en la habitación del hotel seguí la fiesta con Gloria, mi novia. Tras las copas de la terraza los dos llegamos con las ideas claras al hotel. Fue despedirnos de los demás, cerrar la puerta de la habitación y ponernos a besarnos y desnudarnos mutuamente. Fue un polvo rápido, fuerte, sin concesiones. Luego nos quedamos desnudos en la cama, abrazados y gastando bromas sobre los gemidos y gritos que nos llegaban de la habitación de al lado, donde se supone que descansaba una pareja de nuestro grupo.
Llegó el sábado, día de la boda.
La fiesta empezó rápido aunque nos levantamos tarde. El desayuno se basó en cervezas y las primeras tapas, acompañadas de risas, historias y recuerdos. Mi novia se había ido a una peluquería donde había solicitado cita y llegó casi al final de la ronda número… ni idea de que ronda era. Venía preciosa, la verdad.
Luego de nuevo al hotel a cambiarnos.
Ducha y a vestirse.
Yo había elegido unos zapatos marrones, un traje azul oscuro comprado específicamente para la ocasión, camisa blanca y… empezaron las dudas. Había llevado corbata y pajarita, sin saber que elegir. Y aún seguía sin hacerlo. Al final, sin saber qué hacer, decidí que eligiera el azar. Una moneda de 50 céntimos al aire. Ganó la pajarita, una pajarita azul oscuro con flores en diversos tonos de rojo. Así que… zapatos marrones, un traje azul oscuro comprado específicamente para la ocasión, camisa blanca y pajarita.
Estaba poniéndome los gemelos y el reloj, cuando salió mi novia del baño. No os engaño si os digo que tuve una erección instantánea.
Zapatos de tacón plateados., unas medias algo oscuras, aunque no negras, que le dejaban unas piernas espectaculares y un vestido morado de una pieza. Era un vestido entallado, que le llegaba hasta las rodillas. La espalda casi descubierta. Por delante, llegaba casi al cuello, solo dejaba ver los bordes de una gargantilla que se perdía dentro del vestido. Pero le realzaba de una manera el pecho que… ufff. Y luego el pelo con aquel efecto despeinado que no era más que un efecto. Tonos rosados en las mejillas y labios rojos.
Mi novia me atraía siempre, pero en aquella ocasión…
Me acerqué y la abracé por la cintura.
-Estás increíble, cariño. La novia se va a cabrear al ver que le quitas el protagonismo.
Ella sonreía poniéndose los pendientes frente al espejo.
-Anda, anda jajaja. No digas eso. Y relájate que noto como estás -está claro que en el abrazo había notado mi pene erecto – que el bus llega ya mismo y como siempre seremos los últimos. Y yo tengo una lectura en la boda.
Pues nada. Que la sangre volviera a circular por el cuerpo saliendo de mi polla.
Salimos de la habitación. Y sí. Fuimos los últimos en llegar al bus alquilado. Eso sirvió para que algunas miradas repasaran bien a mi novia. Fijo que alguno de mis amigos alguna vez se había pajeado pensando en ella. Pero bueno… la imaginación es libre.
Llegamos al sitio. Espectacular es una palabra que se le queda corta. La ceremonia en sí tendría lugar en una zona ajardinada, sobre un césped y con el mar de fondo. Sillas envueltas en telas rosas. Y recuerdo perfectamente la fragancia que existía en el lugar. Algo afrutado que me encantó.
Llegó el novio, saludando de grupo en grupo. Habría unos 200 invitados calculo así que no estaría mal la boda.
A los 25 minutos llegó la novia. Venía también espectacular. Traje blanco clásico de una pieza.
La ceremonia la dirigía una concejala amiga de la familia e iban intercalándose lecturas. La lectura de mi novia fue un cúmulo de recuerdos y vivencias: nuestro primer camping juntos, los años de universidad, los noviazgos… Mientras leía la miraba, y miraba también las miradas de algunos sobre ella. Con una sonrisa pensé en el polvo que nos habíamos dado la noche anterior.
La ceremonia siguió. Y terminó con el beso del novio a la novia. Del marido a la mujer, perdón.
Una breve recepción y a cenar, pensé. Me gusta comer, la verdad. Y con las cervezas de aquel día tenía ya hambre. Además el catering elegido por mis amigos tenía fama así que…
Pero la recepción no fue breve. Hubo de todo, y yo me afané en probarlo todo, para ir bajando el hambre. Cervezas y jamón, queso, gambas, canapés, mini chorizos al infierno, pan con caviar, más jamón, y ya se me va la memoria.
Recuerdo que cuando llegó el momento de sentarse a la mesa ya iba medio lleno. Y medio lleno por el otro lado con el punto del alcohol.
Vaya! Las mesas tenían nombres de ciudades que habían visitado juntos mis amigos. Nos tocó Roma. Bueno, no estaba mal la cosa.
Eran mesas circulares de 8 comensales en otra zona ajardinada, adornada con enormes velas en candelabros y guirnaldas de luces.
Nos sentamos a la mesa. Todos en la mesa éramos amigos del grupo. Y todos habíamos estado en la mañana juntos con las cervezas, así que las charlas fueron una continuación de la mañana.
Se fueron encadenando los platos, con los paréntesis de sorbetes de llamativos colores. Y sabores. Cambié la cerveza por el blanco para el pescado y el tinto para la carne. Siempre digo que no hay que mezclar diferentes tipos de alcohol que luego… Pero siempre lo termino haciendo. Pero bueno, aquella ocasión lo merecía y además no conducía. El bus nos esperaría a la mañana siguiente.
Como decía, me gusta comer bastante. Aunque no se me note físicamente (gracias papá y mamá por la genética). Pero debo admitir que con la carne no puede. Y eso que la miraba fascinado. Pero no podía más. Estaba para reventar.
El postre cuando llegó me mató. Un postre mezclando fruta con chocolate. Soy adicto al chocolate. Lo probé aunque no lo terminé.
Barra libre!!! Tras la comida empezó la música y la bebida de más alta graduación.
Empecé pidiendo ginebra con tónica.
En mi primera copa los novios bailaron al son de una canción de Aerosmith.
Luego risas y más copas. No sé en que momento me pasé al ron con cola. No lo sé.
Tras bailes y risas estábamos ko. Así que terminamos sentados en grupos en unos espacios preparados para ellos. Había algunas cachimbas para los que gustaban de fumar en ellas. Yo nunca he fumado, así que me concentraba en mis copas y en algunas golosinas que habían repartido.
Mi novia, tras los bailes conmigo, se había ido de grupo en grupo saludando y tal. En esos momentos no la veía.
Mierda. Necesitaba visitar el baño. No era la primera vez de la noche. Pero bueno… iba ya tocado pero llegaría.
Me fui para allá. En la fila del baño de mujeres estaba mi novia, la besé entre sonrisas y bromas, poniéndole, sin importarme la gente, la mano en el culo. Ella iba menos bebida que yo, así que sonriendo y tras el pellizco que le había dado en el trasero me apartó con cuidado la mano y empezó a contarme cosas que ya ni me acuerdo. Al poco entró en el baño con una amiga y yo me quedé allí esperando en mi cola.
Observé a Maite. Era una amiga de la novia que yo conocía poco. Era del norte y tenía un novio que parecía medio gilipollas. O entero, vamos. Me miraba y sonreía. Suponía que me había visto besando y cogiendo el culo. Le sonreí y viendo que había poca gente ya en las colas y que cada una estaba en lo suyo, le guiñé un ojo. Ella llevaba un vestido rojo y marcaba bien las formas. Estaba buena y no me hubiera importado en un futuro comprobar esas formas. Su sonrisa se amplió. Quizás esa posibilidad futura se hiciera realidad.
Pero nunca pasó. Me tocó el turno en el baño y entré.
Cuando salí del baño Maite no estaba. Estaría en el baño ahora. Así que me fui a mi silla, donde me esperaba mi copa de forma paciente.
A momento de llegar allí llegó mi novia y me arrastró a la zona de baile. Ella tiraba por delante y la mesa me retenía por detrás. Pero ganó mi novia. Tras algunos pasos y bailes más dignos de un pingüino que de un ser humano terminamos abrazados y besándonos.
-Oye, tenemos que hacernos unas fotos. Estos jardines son espectaculares y estamos los dos guapos así que Instagram nos espera. - me dijo.
-Pues vamos ahora, porque ya mismo no me mantengo en pie jajaja
Nos hicimos algunas fotos junto a unas palmeras, junto a unas fuentes, a zonas con flores… estaba todo genial, la verdad. Y hubo selfies muy buenos. Llegamos a un banco de piedra junto a macetas enormes, rebosantes de flores. Ella se sentó sobre mí y nos hicimos otro selfie. Mis manos sobre su cintura.
-Mira que guapos hemos salido
Dos amplias sonrisas en la foto. Si, cierto. Estábamos que ni parecíamos nosotros.
Mis manos empezaron a recorrer sus muslos y la besé en el cuello.
-Hoy estás más guapa, cariño. Estás deslumbrante.
Ella se giró sonrió y me besó. Qué beso! Sus besos siempre han sido de esos de película. De película romántica, de esas con bandas sonoras lentas, de esas de color rosa. Estuvimos varios minutos besándonos. Y tras esos minutos el beso mutó a un beso más salvaje. De roces en los labios, pequeños mordiscos, y tal pasamos a mordernos los labios, a enredar las lenguas de forma bestial, a penetrar la boca del otro con la lengua sin compasión, a suspirar y gemir entre besos. La película romántica se había convertido en una de otro tipo.
Aprovechando que estábamos en un rincón alejado del resto de gente metí la mano por debajo del vestido. Sus muslos eres sedosos y suaves, tibios al tacto. Pero notaba algo más de calor cuando iba subiendo. No llegué con la mano a la ropa interior de ella. Ella me lo impidió. Pero con una sonrisa dijo:
-Aquí nos van a pillar, busquemos un sitio más íntimo.
Me levanté con ganas de romper con piedras todos los focos que había cerca, pero no lo hice. Fuimos paseando cogidos de la mano. El sitio más oscuro que encontramos fui el sitio donde estaban estacionados los coches. No se veía nadie y había relativamente poca luz.
Recuerdo perfectamente que fue entre un Focus Azul y un Passat negro donde encontramos un banco de piedra similar al que habíamos ocupado antes. Me volví a sentar con ella encima. Los besos continuaron y esta vez mi mano si pudo llegar a su objetivo. La mano de ella también empezó a recorrer mi cuerpo. Me quitó cinturón, el botón del pantalón y agarró mi pene bajo la ropa interior. Empezó a masturbarme. La erección fue completa en cuestión de segundos pese a la cantidad de alcohol que llevaba. La deseaba follar allí. Y ese deseo era inmenso.
Notaba a través del vestido sus firmes pechos y sus pezones erectos. Le mordí el labio inferior y le dije susurrando al oído:
-Cómemela…
Con una sonrisa ella se levantó de mi dio un paso atrás y se agachó, indicándome con el dedo que me levantara yo.
Así lo hice y ella empezó a comérsela allí. Notar sus labios en mi polla tras tanto deseo era maravilloso. Colocó una mano en mi culo y me empujaba para que la penetración oral fuera más profunda. Yo notaba su saliva en mi miembro, su calor, su deseo… Joder. Como la deseaba yo también. Con una sonrisa vi restos de pintalabios en mi pene. Y su lengua recorriéndolo... ufff.
No podía seguir mucho tiempo así. Me apoyé en el Passat porque ella apretaba cada vez más y temía perder el equilibrio. Pero no quería correrme en la boca.
-Para, para. No quiero correrme así. Vamos a follar aquí. - y cuando se incorporó, con una sonrisa le dije – O no quieres hacerlo aquí?
-Tú que crees? Quiero sentir tu polla dentro. Y la quiero ya.
La hice girar y que colocara sus manos en el Focus. Subí su vestido a la cintura (algo que me costó) por lo entallado que era y le baje las medias y la ropa interior a la mitad del muslo.
Allí la penetré. Ella recibió la penetración con un leve gemido y moviendo el cuerpo hacia atrás para que esa penetración fuera también más profunda. Empecé a moverme y a hacer que mi polla entrara y saliera de ese cuerpo, de esa persona, que tanto deseaba. La excitación era máxima. Su cuerpo estaba caliente pero su culo frio. Me gustaba aquello. Aquel contraste. Mi otra mano entró por la amplia apertura posterior del vestido y apreté una de sus tetas. Uffff. Tenía una consistencia maravillosa, un tacto que, por sí solo, su recuerdo me había motivado más de una vez en la ducha a solas.
Creía que iba a correr, pero ella se corrió antes que yo. Es raro, la verdad, en nuestra relación. Pero en aquella ocasión, fruto del deseo quizás o bien de los toques de antes, ella se fue antes. Eso me puso a mil. Y tras dos acometidas más me corrí dentro. Notaba el semen caliente salir de mi hacia su cuerpo, buscando su interior.
Con un suspiro se la saqué al momento, con cuidado de no mancharla. Me quedé allí apoyado en el otro coche, con la polla al aire, goteando los últimos restos de semen, mientras ella se subía la ropa interior, las medias y bajaba el vestido. Se giró, me sonrió y me besó, abrió el bolso que había dejado sobre el banco y me pasó un pañuelo de papel. Me limpié y cerré de nuevo el pene bajo la ropa interior y el pantalón. Nos ayudamos a acomodar la ropa bien y buscamos un sitio en el propio parking con algo más de luz para que ella pudiera retocar los destrozos en el maquillaje.
Mientras lo hacía mirándose en un retrovisor. Le agarré el culo de nuevo. Mi deseo por aquel cuerpo seguía intacto. Cuando volviéramos al hotel pensaba follarla de nuevo, disfrutar de nuestros cuerpos, de aquel momento.
Ella terminó de pintarse y nos fuimos abrazados hacia la zona de baile.
Al ir acercándonos no vi nada raro en las miradas. A saber cuántas parejas estaban haciendo lo mismo ahora mismo en rincones perdidos del lugar. Si noté las típicas miradas de deseo ante el cuerpo de mi novia. Eso me hizo volver a sonreír. Más de uno estaría pensando en el culo o incluso en el coñito de mi novia. Un coñito que iba ahora relleno de mi semen.
Yo necesitaba una copa para bajar la temperatura.
Ginebra o ron?
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