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Este relato reúne las vidas de dos desangelados, en un particular momento, conjugar en él sus carencias, vía de escape a la rutina, insatisfacción sexual y espiritual de Daniela (Danu) y Patricio.
Patricio amigo, de Danu y de su esposo, Luis, recibe en su móvil el mensaje de texto de ella para encontrarse con él. Luego de dos años sin contacto se aparece ella queriendo verlo, y por esas cosas de la casualidad causal casi estaba a la puerta de la cafetería consignada en el mensaje del móvil.
Mientras se acercaba a la mesa tuvo tiempo de poder admirarla, estaba tan bonita como siempre, más que antes, los cuarenta años le habían sentado de maravilla, serena belleza, relajada, más atractiva y sensual, el breve trecho acortó sus reflexiones decididamente eróticas.
– ¡Hola! -¡Hola!, respondió ella y le acercó la mejilla para el beso.
Ese contacto bastó para activar la memoria emotiva de Patricio, como el destello de un flash pasaron mil imágenes de ella, a cuál más sensual, tomó asiento y pidió al camarero: - ¡Dos exprés!, tiempo para ordenar sus pensamientos por el delicioso e imprevisto shock del encuentro.
Ponderó lo bien que la veía, bonita y atractiva como siempre, -¡tanto tiempo sin verte!.
- No ha sido mi culpa, recuerdas, has sido tu quien dejó de visitarnos.
- Bueno, sí claro fue… - Entonces, ¿qué fue?, lo apuró con la pregunta.
Acorralado, contra las cuerdas, bajó la guardia, ella espera respuesta, no tuvo otra alternativa que decir la verdad, su mano tomando la de ella, comenzó a decir:
- Verás, allá lejos y hace tiempo, era bienvenido a tu casa y a la amistad de ustedes…
- Lo sigue siendo, interrumpió- Perdón continúa…
- Bueno…, aprieta un poco más la mano de Danu, sucedió una noche, después de la cena, tal vez incentivado por unas copas de más, Luis me hizo ver que no era de su agrado la forma en cómo te miraba…, que estaba seguro que tras esa amistosa mirada había codicia por la mujer ajena y que no estaba dispuesto a tolerarlo, menos aún en su presencia. No era lugar ni ocasión para discutir, tener un altercado, hacerlo era darle entidad al tema. Esa, fue la causa y razón del alejamiento, elegí la exclusión voluntaria de tu casa...
Aprovechó la circunstancia para bajar la mirada haciendo que revolvía el café, bajar la vista, ocultar la realidad a los ojos de Daniela fue la confirmación. Ella, perspicaz como siempre, supo captar la verdad que oculta el silencio del hombre, ahora su mano cubre la de él, pregunta sobre la pausa: - ¿La sospecha era cierta? –Bueh… simula no haberla escuchado.
- Sonríe, ¡el que calla otorga!, sentencia, vuelve a sonreírle, aprecia y valora saberse deseada por un hombre, sobre todo por él, máxime porque le gusta.
Ambos saben que se entendieron sin decir mucho, la prudencia calló lo evidente, el silencio lo explícito, el calor de sus manos va más allá de un amistoso contacto, casi podría decirse que está siendo el prólogo de algo más.
Vamos al motivo de tu llamado, le sonríe, ¿en qué puedo serte útil? – No sé cómo empezar…-Por el principio como se hace casi siempre-Pero… nosotros lo hicimos por el final. –Entonces volvamos al principio, ¿sí?
Danu le abrió su corazón, comenzó por decir...
- Lo que sucede… lo que me sucede…, lo que… nos sucede es que va para tres años que Luis no tiene un trabajo fijo, solo trabajos temporales, de corta duración, el deterioro familiar y de pareja acompañó al económico, casi en la misma proporción, para ayudar retomé el trabajo que había dejado al casarme. Volví a la docencia, a la misma escuela, ¿la recuerdas no?.
Ahora él le toma la mano, aprieta fuerte…
– Dame un par de días, veré qué puedo hace por ti… por ustedes, ¿sí?, ahora, contra mi voluntad tengo una entrevista con un cliente, y… se me está haciendo tarde… -¿Por mi culpa?- No, de ninguna manera, pero…te puedo acercar a la escuela, por el horario había deducido que estabas en camino.-Asintió.
No estaba lejos, hablaron poco, algún roce circunstancial, como al descuido, el viejo truco de cambiar de velocidad eran la excusa válida, aceptada como natural forma de aproximación.
Llegada, beso en la mejilla, ella a él, mientras lo besa él toma su mano, coloca algo en ella y se la cierra con la suya.
Danu lo ve alejarse, aún tiene la mano cerrada, trata de adivinar que habrá. Abre y ve los billetes, tres billetes verdes con B. Franklin en el frente, frunce el ceño, suspira, sabe que ese dinero no soluciona sus problemas, pero justamente ese día casi lo es.
Han pasado varios días el móvil de la mujer reciba un mensaje de texto: “Luis tiene trabajo”, no han pasado más de dos minutos para asimilar la noticia que llega otro: “Mañana en la cafetería”. Respondió Danu a Patricio.
El resto del día de ella fue distinto, por su cabeza desfilaron mil imágenes, mil formas de agradecer a este leal amigo que acudió a su pedido de ayuda.
El día siguiente, llegó, Patricio espera, lo besó y a esperar la buena nueva Le había conseguido para Luis un empleo de encargado en una planta de montajes industriales, debía presentarse al día siguiente para comenzar ese mismo día, justamente lo están llamando ahora mismo, dirán que lo ha recomendado por un antiguo jefe, no sabrá la verdad. Patricio apenas pudo contener un par de agradecidas lágrimas que asomaron en los bellos ojos de la mujer, los pulgares de él borran los rastros en las mejillas. Ella propone un brindis. –¿No es algo temprano?- El motivo bien lo vale, ¿no?
- Lo que digas…, ordenó dos whisky. Hubo brindis, la tomó de las manos, sobraban las palabras…
Mientras ella acude al toilette, él abona la cuenta, salen, recorren el mismo trayecto, tampoco ahora hay muchas palabras, sonrisas, todo está dicho, los gestos son elocuentes.
El trayecto pareció más corto, saludo y beso, ella desciende, cierra la puerta, da toda la vuelta hasta la de él, coloca en su mano un bollo hecho con papel de seda, le cierra la mano, se la sostiene, lo besa, algo más cerca de la comisura de sus labios.
Patricio queda admirando su delicioso y atractivo trasero, ella se mueve de manera más sensual, abstraído en esta visión pone primera y sale a sus tareas. Dos cuadras más adelante nota que aún tiene en su mano izquierda el bollo de papel de seda, aspira el aroma, sabe a mujer. No hay sorpresa, intuye, sabe, lo que va a encontrar, la verdad revelada: la tanga que traía puesta.
La prenda aromatizada es un talismán de pasión y lujuria, ahora es ferviente devoto de su encanto femenino.
El mensaje del móvil lo sustrajo al encanto del cerro la mano, con el perfumado relicario, leyó: “la sem. prox, mismo lugar y misma hora”, responder: “OK, llueva o truene” La alegría se reflejó en todo su ser, entre sus piernas sintió el cabeceo del toro salvaje.
Tercera vez enfrentados, ella tomó la iniciativa - Quiero agradecerte todo lo que hiciste por Luis, está contento, tanto que me “pegó una cogida”, casi como antes, perdón, hizo el amor como había olvidado, ha recuperado la autoestima y el niño a su padre. Ahora estoy en deuda contigo, ¡quiero saldarla!
- No, no, por favor…, -mentía, se mentía, lo deseaba más que nada en el mundo.
- Déjame pagarte de alguna forma, no te hagas el tonto, ¿la “tarjeta” en papel de seda no significó nada?
- Bueno… bueno… está bien…me gustaría…, pero no sé…-Dilo de una vez, ¡adelante! - Está bien…, pero no creas que lo hice por eso. – No, todo bien, no se hable más, prefiero hacerlo ya mismo, también lo deseo...
No se hable más de deudas y de pagos. Patricio se sinceró, dejó fluir todo lo que había querido y se guardó por decoro y respeto pero ahora ella daba vía libre a sus secretos deseos desde hacía tanto tiempo. Comenzó por recordarle cuanto le gustan sus pechos, tremendos pechos (poco reconocidos en casa, interrumpe), me tuvieron y aún me tiene alucinado, cuantas noches dormí pensando en tenerlos solo para mí, desde el primer día que Luis te presentó me tuvieron como su admirador perpetuo (¿y lo demás qué?, interrumpe), el resto me calienta como no te imaginas.
- ¿Y si en lugar de imaginar, vamos a lo práctico? - ¡Vamos!, Pagó y partieron para el hotel más cercano.
Con la velocidad del viento llegaron a la intimidad del cuarto de hotel, desnudos, la urgencia de encontrarse piel a piel por primera vez, desnudos, como siempre desearon verse, luego las caricias, despacio, nervios y dudas, un poco de miedo escénico porque emergen tantos sentimientos, tantos deseos larvados. El whisky establece la pausa, luego la espiral de la pasión los llevará de las caricias a los besos, más y más profundos e intensos, cargados de deseos y urgencia. Se besan, se besan y se vuelven a besar en todo el cuerpo, sin pudor, sin reservas, están entregados en alma y vida.
Ella fue por el premio, duro y enhiesto, lanza dispuesta al combate, en cuclillas, como adorando al tótem fálico de su hombre dispuesto a demostrarle que ella también lo había deseado, ahora es tiempo de hacerlo gozar, quiere, necesita, que delire de goce. La tomó entre sus manos, masajeó, masturbó, lamió y chupó con fruición, saborea el glande, le saben a caramelo glaseado por las primeras gotas de la excitación masculina, relame y degusta a su hombre. Combina el subibaja de la piel con la urgente mamada, lo lleva del cielo cuando se lo mama y retiene dentro de la boca, y al infierno cuando lo saca y deja un instante sin caricia. Sabe cómo hacerlo, vibrar y se tensa, conoce esos síntomas, lo deja en ascuas, no tan pronto, la espera aumentará el goce final. Lo libera, deja en la espera, sabia en el arte del sexo oral, no deja de mirarlo, disfruta cada uno de sus gestos de loco placer. Se tiende en la cama, las piernas flexionadas, las plantas de los pies apoyados, abiertas, la felpa negra del vello púbico realza la belleza aromática del sexo. Con el dedo índice flexionado hacia arriba, hace el típico gesto de la invitación al banquete de su sexo.
Desprecia el plato principal, va por el entremés, pero se tiende entre las piernas, los pechos reciben todas las atenciones, caricias y apretones, lamidas y chupadas en los pezones erizados y atentos a reaccionar al lujurioso estímulo. Al roce responden con temblores y sacudidas, uno lo secuestra en su boca, retiene hasta hacerla gemir y retorcerse. Acaricia sus muslos para calmar el escozor de la calentura atroz que la invade, la rodilla del hombre se frota sobre el sexo, el hombre le come la boca, intenta ahogar el fuego que amenaza con derretir la íntima cavidad del placer, pero tan solo consiguen frotarse con desesperación las lenguas.
Se acerca despacio, saboreando cada poro, abriendo paso en la espesura pilosa, con nariz y lengua, reptando hasta la entrada, separa los batientes húmedos que protegen la entrada principal y salen a darle la bienvenida, abre despacio, los interiores, hasta introducir la lengua en el vano vaginal, entra, acaricia el interior y las paredes, explora y saborea todos los rincones de la almeja.
Un par de dedos, yemas hacia arriba, asisten la exploración, colaboran a mantenerla en tensión máxima. La lengua del hombre recorre la raja, lento de abajo hacia la cima, abre la ostra, roba su fruto: la perla rosada. Ahora el clítoris es rehén de la boca masculina, chupa fuerte, profundo, intenso. La escucha respirar, la observa cómo se aprieta fuerte los pezones, con ambas manos, gime y retuerce, eleva la pelvis, sacude, tensa tendones y músculos, arquea la espalda, jadea. El no cede, chupa más, intenso, acelera el coito digital, entrando y saliendo, rápido y furioso, ella marca el compás, él la armonía.
–¡No pares!, ¡sigue, sigue!, ¡no pares! – a media lengua es lo único que se le entiende.
Enrojece la piel, tiembla, estalla el terremoto, las remezones se extienden, toda ella es una onda expansiva pasional: está en pleno orgasmo, grita: -¡Ya! ¡Ya! Patricio no pierde uno solo de los gestos, los goza, mantiene cautiva la perla rosada, la oprime suave, calmo, amaina los temblores, ceden las tensiones, sabe cómo hacerla volver al placer, sacarla de la meseta de inminente relax y subirla a la cima de un nuevo orgasmo, repite esta especie de rutina con lenta y estudiada estrategia.
Comprime el clítoris, la lengua por debajo, el labio por encima, chupa un par de veces, para volver a entrar la serpenteante lengua en el interior vaginal, acompañando a los ágiles dedos. La otra mano se divierte entrando por debajo de las nalgas, abriendo paso hasta llegar al olvidado y redondo agujero posterior, ahora al unísono, los tres elementos se aúnan para lograr un solo efecto: un orgasmo a toda orquesta.
El estallido emocional fue apoteósico, deslumbrante, lleno de fuegos artificiales salidos del brillo de sus ojos, mil trompetas sonaron en un solo acorde, la suprema convulsión de gozo, volvió a gemir y gritar: - ¡Me… me…Voy! ¡Me voy!
Después del delirio pasional, la calma, el silencio, el relax, luego el éxtasis glorioso. Los invasores la van liberando, dejando a solas consigo misma, gozar en silencio la sensación un maravilloso orgasmo vivido y sentido a pleno.
Esta mujer ya no es la misma, todo ha cambiado en un momento, Patricio supo tocar su cuerda erótica, rescatar los valores máximos del placer y el goce, sustraerla del sexo rápido y por obligación al desahogo vibrante, del deseo moderado y calmo al estallido emocional, del goce por obligación al deleite del orgasmo heroico.
Daniela, siente tocar el cielo con las manos, cierra fuerte los ojos, tan solo para poder ver su realidad, ha encontrado el placer en las manos y boca de Patricio: “Su” hombre.
Ella sabe que le pertenece a él, que ha encontrado un tesoro y no le va a dejar escapar por nada del mundo.
Él sabe que la ha hecho venirse, que se ha bebido su elíxir, que le pertenece en cuerpo y alma, que ha sido capaz de hacerla gozar como nadie antes. Acaricia su pecho y su cuerpo con delicadeza hasta calmarla. El primer paso está cumplido, ahora viene lo mejor…
La primera etapa del relato está cumplida, falta el desenlace que quedó impreso en los sudados cuerpos de estos amantes, al fragor de las pasiones desatadas, pero la intensidad de las emociones vividas merecía el protagónico.
Todo sucedió tal y como se ha relatado, claro está salvo los nombres. La dama estuvo de acuerdo en dejar testimonio de los sucesos que cambiaron su vida sexual haciéndola una mujer nueva, nacida a los cuarenta.
Es un testimonio auténtico, escrito como si me fuera ajeno, conservar esa distancia emocional para poder hacerle decir y sentir a él. Estoy esperando tu comentario.
Nazareno Cruz
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