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Entrega total (capitulo 3)

El día había sido intenso para Marta. Paco, antes de salir para trabajar la folló como Dios manda, y a los pocos minutos de que su amo se fuera, salió hacia su trabajo para despedirse. Recogió las cosas de su mesa y se fue a la gestaría a llevar algunos papeles aunque los importantes no se los darían hasta dos días después.



A continuación, se fue a la compra con una lista de cosas que Paco la dio antes de salir, y regresó cargada como una mula a casa. Rápidamente se puso con la limpieza y se aplicó tanto que se la olvido hasta comer: lo soluciono comiéndose un par de manzanas.



Un poco antes de la hora prevista para que llegará su amo, se duchó y espero expectante su llegada. Cuando oyó la llave en la cerradura su corazón le dio un salto. Rápidamente salió a su encuentro feliz y con una sonrisa de oreja a oreja. Le echó los brazos al cuello y le ofreció sus labios que fueron aceptados inmediatamente.



—¿Qué tal el día amo? —preguntó con cordialidad después de besarle.



—Pues bien y mal, y tú eres la culpable.



—Lo siento amo.



—No te preocupes: luego hablamos. Ayúdame a ducharme.



—Si amo.



Entraron en el dormitorio y Marta se arrodilló para quitarle los zapatos y los pantalones. Después entró con él en la ducha y estuvo enjabonándole. Cuando terminaron, salieron al salón.



—Prepárame un whisky, —dijo sentándose en el sillón. Cuando se lo llevó, la cogió de la mano, la sentó en su regazo y se puso a morrearla—. He estado toda la puta mañana pensando en tus labios, tanto, que incluso he estado a punto de cometer un error en una operación, pero…



—Lo siento amo.



—… por fortuna me he dado cuenta a tiempo. Sólo pensaba en cómo me iba a comer tus labios y como te iba a meter la polla en la boca, como me la chupabas y cómo la llenaba de semen, —Marta sintió una punzada de placer en el clítoris. Paco empezó a morrearla con mucha pasión y estuvo así mucho tiempo. Metió la mano entre las piernas de Marta y la apretó el chocho provocando un gemido mientras apretaba la mano con los muslos. La agarró por el pelo y tiró de la cabeza hacia atrás con fuerza para que dejara el cuello totalmente accesible. La estuvo besando ahí hasta que se hartó mientras seguía estimulándola con la mano. Llegó al orgasmo y observó en primer plano la expresión de su rostro al correrse: cómo los ojos casi se le ponían en blanco.



Todavía no se había recuperado, cuándo la hizo ponerse bocabajo sobre sus piernas y empezó a azotarla el trasero mientras la mantenía asida por el pelo. Lo hizo fuerte, con saña, buscando premeditadamente causarla el mayor dolor posible. Con los primeros azotes no chilló, pero según se iban sucediendo los azotes, empezó a quejarse cada vez más fuerte al tiempo que el trasero empezaba a alcanzar un atrayente tomo rojizo. Sin aviso alguno, dejó de azotarla el trasero y la metió un par de dedos en el culo. Marta arqueó la espalda y Paco empezó a mover los dedos con mucha velocidad. Las quejas de dolor dieron paso a los gemidos característicos de alguien que está disfrutando. Paco notó la estrechez del ano de Marta y llegó a la conclusión definitiva de que tenía entre manos a una virgen anal, algo de lo que ya estaba seguro: solo faltaba la confirmación.



—¿Te han follado alguna vez por el culo? —Preguntó de todas maneras mientras seguía con los dedos trabajando su ano, pero no contestó, solo gemía de placer—. ¡Contesta zorra!



—No amo, —respondió finalmente con voz entrecortada.



—«Eso hay que solucionarlo» —pensó, pero decidió que ahora no era el momento: no quería hacérselo a lo bestia por si la producía un desgarro y entonces estaría mucho tiempo sin poder darla por el culo. Además, tenía un par de orificios más por dónde poder darla—. «La iré dilatando un poco».



Tiró más fuerte del pelo mientras seguía estimulando su ano. Sacaba los dedos y la azotaba el culo diez, quince veces y se los volvía a introducir. Después, cambio de técnica: la metió el pulgar en el culo mientras que con la palma de la mano la estimulaba el chocho. Cuando empezó a chillar con el orgasmo, la soltó el pelo y volvió a azotarla el trasero mientras seguía estimulándola. Tuvo incluso algún espasmo por la intensidad. La dejó caer al suelo con cierta brusquedad y se quedó tirada, exhausta, con la respiración agitada y empapada de sudor mientras el corazón la saltaba en el pecho. Después de unos minutos, lentamente se abrazó a los pies de Paco para demostrarle su sumisión y su agradecimiento por convertirla en un objeto. Era extremadamente feliz. Le miró con una sonrisa y lo primero que vio fue su enorme polla que aparecía que media el doble de dura que estaba. Se incorporó quedando de rodillas ante el falo, mirándolo con la devoción de quien mira una imagen sagrada.



—¿Puedo chupar amo?



—Puedes y debes, pero primero quiero que me chupes el ano: que metas la lengua en el culo, —sin pensarlo lo más mínimo, cuando Paco levantó las piernas para facilitarla la labor, Marta separó las nalgas con las manos y se puso a cumplir con la misión encomendada mientras su amo se acariciaba la polla. Después de un rato largó, la cogió por el pelo y condujo su boca a la punta de la polla. Haciendo fuerza hacia abajo la obligo a engullirla entera: hasta la raíz. La provocó arcadas y asfixia, pero la mantuvo en esa posición mientras Marta intentaba zafarse. Sacó la polla de su boca y la dio media docena de bofetadas para volver a metérsela otra vez. Repitió la operación hasta que finalmente, la puso la polla a escasos centímetros de su cara y la regó de semen mientras la sujetaba por el pelo. Después, con el dedo estuvo llevando toda la corrida hacia la boca hasta que no quedo el más mínimo rastro.



Cuando todo pasó, a una indicación de su amo se acurrucó en su regazo. Paco descubrió que le gustaba tenerla así y sobetearla despacio, con tranquilidad, sin prisas. Se sentía poderoso, mucho más de lo que habitualmente se sentía en el trabajo donde era dueño y señor de su departamento: uno de los más importantes de la multinacional. Ahora era dueño y señor de un ser humano y le encantaba. La cogió por el pelo y tiro de él mientras la morreaba. Sintió el impulso de pegarla otra vez y lo hizo: la colocó para poder hacerlo mejor y empezó a abofetearla. Al rato, la puso a horcajadas sobre su polla y después de metérsela siguió pegándola mientras Marta culeaba desaforada gimiendo y chillando a partes iguales. Después, empezó a darla azotes en su muy enrojecido trasero y a retorcerla los pezones. Instintivamente intentaba protegerse con las manos, y para evitarlo, la ató las manos a la espalda. Durante un par de horas estuvo cambiando de posición sin cesar de pegarla: cuánto más lo hacia más disfrutaban los dos: amo y esclava. Cuando fue a correrse, la descabalgó, la puso de rodillas y la metió la polla en la boca. Marta se lo tragó todo con glotonería como la había ordenado el amo.



Estaban descansando cuando sonó el portero automático. La desató las manos y la ordenó que contestase. Oyó como hablaba con quien fuera, y como pulsaba la apertura.



—Es un paquete amo, —dijo asomándose al salón.



—Si, estoy esperando uno, recíbelo, —respondió. Marta se puso una camiseta grande y abrió la puerta. Un par de minutos después regresó con un paquete—. Déjalo en el suelo y ábrelo.



Marta le obedeció, se quitó la camiseta y empezó a abrir el paquete. En su interior estaba todo lo que Paco había comprado online. Lo fue sacando todo dejándolo en el suelo. Paco cogió la caja de los plug y extrajo el más pequeño, se levantó y después de chuparlo lo introdujo en el ano de Marta y la ordeño que no se quitara hasta nueva orden. Después, abrió el kit de sado y se entretuvo en ponerla las muñequeras y las tobilleras. Las unió entre sí, las manos por la espalda, y al ponerla el antifaz se percató de que Marta presentaba una evidente inflamación en la mejilla izquierda. Se lo tocó con el dedo y vio que quedaba la efímera marca blanca en su piel,



—¿Te duele?



—Si amo.



—Pues te aguantas, —y la colocó la máscara que sólo dejaba al aire la boca. Se sintió inmediatamente atraído por ella. Considero que era una visión casi perfecta: sus labios remarcado por el cuero negro que los rodeaba. Empezó a morrearla mientras la retorcía los pezones y término poniéndose de pies y después de que Marta se arrodillará la metió la polla en la boca sin miramientos: hasta el fondo. La folló con violencia, durante mucho tiempo, intentando correrse, pero no lo consiguió. Frustrado, la empujo al suelo y cogiendo el látigo que venía con el kit de sado, empezó a golpearla con saña. Marta se retorcía de dolor y chillaba mucho, y decidió amordazarla. Después, siguió pegándola sin importarle donde caía el golpe ya que su esclava se retorcía de dolor. Siguió hasta que el látigo se rompió soltando sus tiras. Entonces se tranquilizó y se dio cuenta de que se le había ido la pinza. Marta lloraba en el suelo, y Paco la empujó con el pie para que se quedara primero bocarriba y luego bocabajo. La inspeccionó desde la altura y vio que las marcas no eran muy pronunciadas aunque si estaba todo muy enrojecido: tendría que solucionar ese aspecto. Además, el látigo se había roto y habría que sustituirlo. Se arrodilló junto a ella y la metió la mano en la entrepierna agarrándola el chocho. Instantáneamente, empezó a gemir y las lágrimas dieron paso a los jadeos y un par de minutos después al orgasmo.



Cuándo la despertó de madrugada para follarla y para que le ayudara a vestirse, vio algo que no le gusto. En el exterior aun era de noche, pero a la luz artificial del dormitorio era evidente. La inflamación de la mejilla de Marta había dado paso a un hematoma en el ojo izquierdo: lo tenía morado.



—¡Joder! Tienes un ojo morado zorra, —la espetó cómo si Marta tuviera la culpa—. Quería exhibirte este fin de semana y así no puedo sacarte por la calle.



—Lo siento amo.



—Lo sientes, lo sientes, cómo si eso lo solucionara puta zorra, —Paco sabía que la tarde anterior se había pasado, pero le daba igual: tenía a Marta con él para pisotearla.



La puso a cuatro patas y la penetró sin miramientos. Empezó a apretarla con furia al tiempo que metía y sacaba el plug que Marta tenía en el culo desde la tarde anterior. Mientras la follaba, vio que los latigazos del día anterior había dejado rastro en la blanca piel de su esclava. Eso, y el moratón del ojo trastocaba sus planes: estaba muy cabreado. Cuándo se fue a correr, se salio y girándola la metió la polla en la boca para que se lo tragara todo.



—¿Te acuerdas del contrato que firmaste puta zorra? —la gritó cuándo Marta termino de limpiarle la polla con la boca.



—Si amo, —respondió atemorizada.



—Hay puntos que no has cumplido, cómo lo de tomar el sol y hacer ejercicio en los aparatos que…



—No he tenido tiempo amo.



—…hay en la terraza, —la pegó una bofetada tan fuerte que Marta se calló de la cama. Incluso Paco se asustó un poco, pero no lo demostró—. ¡No me repliques puta!



La agarró por el pelo y mientras Marta se agarraba con las dos manos a la muñeca de su amo, la llevó arrastras hasta la azotea dónde en un espacio acristalado había una cinta de correr, una multiestación de musculación y alguna cosa más.



—Cuándo recojas los papeles de tu trabajo y los lleves a la gestaría, ya no tienes más excusas: sin falta dos horas aquí, y una hora tomando el sol. ¿Lo has entendido? —dijo sin soltarla el pelo.



—Si amo.



—¡Perfecto! Cuándo estés morena cómo un tizón se te notaran menos los hematomas. En el botiquín que hay en el baño hay thrombocid: aplícatelo varias veces al día, —se puso a escupirla en la cara hasta que se quedó sin saliva—. Estoy muy decepcionado contigo. Tenía pensado vestirte cómo la puta zorra que eres y sacarte de paseo para exhibirte, pero con un ojo negro no lo puedo hacer: lo dejaremos para el siguiente fin de semana. Además, he hablado con un conocido que tienen una clínica para que te recete anticonceptivos: no quiero que te quedes preñada. Pero así no puedes ir allí.



Tirándola del pelo otra vez la metió arrastras en la casa y la llevó al dormitorio. Sin soltarla la puso bocabajo y con la correa del pantalón empezó a azotarla el trasero. Mientras la golpeaba, la polla se volvió a poner dura y se cabreó aun más porque ya se le hacia tarde y no podía metérsela otra vez.



La dejó tirada en el suelo, se duchó y después de vestirse salio hacia el trabajo dejando a Marta dolorida y bañada en un mar de lágrimas.



Bajó al garaje de casa y se sentó en el coche: se paró unos minutos a reflexionar. Estaba sorprendido por el grado de despotismo que era capaz de generar. Sabía perfectamente que no era precisamente un santo, pero no imaginaba que pudiera generar tal cantidad de violencia contra una mujer indefensa, aunque esa mujer hubiera elegido no defenderse. Tenía perfectamente claro que Marta aceptaría cualquier tipo de castigo por muy duro y salvaje que fuera. Tenía que controlarse un poco, administrar el castigo y sobre todo, no marcarla las partes visibles. Investigaría por Internet para ver cómo se puede torturar a una mujer sin dejarla marcas. Tenía tiempo mientras Marta se recuperaba de los hematomas.


Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
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