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Resumen
Soy una mujer madura, ardiente, sin hombre de planta, secretaria eficiente de una empresa pequeña, en expansión. Aquí narro un día, estando en el msn, en que el sexo se me dio de manera desbordante e impensada, culminando una deliciosa felación a mi jefe, en la oficina.
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Hola,
Mi nombre es Marel, una mujer de 42 años, casada aunque separada desde hace tiempo de mi marido; tengo dos hijos que ya no viven conmigo, viven desde hace tiempo con sus parejas. Yo vivo sola y para sufragarme mis gastos tuve que conseguirme un empleo: trabajo en una empresa de inyección de plásticos que dirige un hombre de 35 años, Raúl, cuya particularidad es que es minusválido, aunque un hombre de mucha visión para los negocios, que habla muy bien el inglés y el francés.
Entré como su secretaria y la verdad, he llegado a admirarlo enormemente, por su gran capacidad de trabajo, su toma de decisiones, su empuje y ganas de llegar lejos, exportando, comprando, vendiendo, dando órdenes, imponiendo ritmos de trabajo, motivando a la gente, etc.
Por otro lado, desde que llegué, poco a poco lo fui conociendo, sus lados brillantes y sus “debilidades”. Él, lo mismo que yo, tenemos una gran “debilidad”: ¡somos tremendamente calientes!. Cuando no estamos metidos en el trabajo y negocios, estamos pensando en el sexo.
Hasta el momento, luego de casi 100 días de estar laborando con él, en la empresa, nunca hemos tenido relaciones sexuales, pero sí una serie de platicas muy cachondas, que siempre terminan en que tenga que usar mi “consolador”, vibrándome mi panocha a la máxima velocidad para poderme satisfacer.
No tengo a la fecha ninguna pareja de planta, pero tengo los teléfonos y mailes de algunos “conocidos” que me hacen el favor, así como el de un amigo de uno de mis hijos, que también me “visita” de vez en cuando y Jaime, uno de los choferes de los tráileres de la empresa, un hombre joven de 27 años, quién también me sirve de “consolador” y satisface mis pasiones sexuales, cuando lo tengo a mi lado (cuando no anda de viaje).
Ya lo comenté un poco antes, soy una mujer muy caliente, cachonda, que le gusta vestirse sexy, aunque no tenga ninguna cita ni ningún compromiso con nadie; me gusta vestirme sexy para complacerme a mi misma: ¡desde niña, de jovencita, de recién casada, de separada!, ¡siempre me ha gustado vestirme cachonda y muy sexy!.
En una ocasión, trabajando ya con Raúl, fui vestida bastante atractiva, muy sexy: iba con una blusa blanca, semi – transparente, traslucida, que dejaba observar mi brasier, si se observaba con detenimiento y con ayuda de alguna luz. Levaba también ese día una minifalda negra, muy cortita, que me daba a la mitad de mis muslos, estando de pie.
Llevaba además unas medias negras de esas que no necesitan liguero, que tienen una franja superior elástica y se sostienen solitas.
Además de lo anterior llevaba unas zapatillas de tacón, negras, de unos 10 cm de alto y muy finos, tipo “de aguja”.
Mi ropa interior era un brasier blanco, calado, de encaje, semi-transparente, que insinuaba mis senos, ambos, pero en especial mis areolas y sobretodo mis pezones, que se miraban con cierta facilidad, cosa que a mí me encanta y me hace sentirme “caliente”.
En esa ocasión, ya habíamos regresado de comer, ya era tarde, faltaba poco menos de una hora para la salida, cuando vi que en el msn alguien se había conectado: lo vi y era Eduardo, uno de mis “conocidos”, con los que tengo sexo “casual”.
Como ya había sacado yo todos mis pendientes y no tenía gran cosa qué hacer, y aunque Raúl (mi jefe) se encontraba en su privado, decidí ponerme a conversar con Eduardo.
Me preguntó cómo estaba, qué estaba haciendo. Él andaba de guardia (da seguridad a empresas de transporte) e iba a estar ahí 24 horas, por lo que se ofreciera.
Me preguntó cómo andaba vestida y yo se lo describí. ¡Creo que se puso caliente con mi descripción!, y me pidió que pusiera la cam para que se calentara más duro y se hiciera una “paja” o “chaqueta” a mi salud.
Me dio mucha risa, pero también me puso caliente. Decidí complacerlo y conecté de inmediato la cam y me retiré un poco de la computadora, para que pudiera verme de cuerpo entero:
= ¡Qué bárbara…, estás para que se levanten hasta los muertos…!.
¡Levántate un poco tu mini!.
Y luego de hacerme del rogar un ratito, me decidí complacerlo y comencé a levantarme la mini, despacio, tardándome en cada uno de mis movimientos, cosa que exasperaba al Eduardo, quién no dejaba de apresurarme, a grito tendido.
Me levanté lentamente la mini, tomándola de la parte de abajo, subiendo un centímetro del lado derecho, un centímetro del lado izquierdo; un grito de Eduardo y otro centímetro del lado derecho, otro centímetro del lado izquierdo, y así sucesivamente, “haciéndosela cardiaca”. ¡Yo estaba rete caliente por aquella ciber-exposición!.
Aparecieron los elásticos de mis medias y luego de un rato apareció la carne de mis muslos, la parte de arriba, para dar paso a la vista de mis ingles, en el contacto de mis muslos con el tronco de mi cuerpo, mostrando también el triangulito de mi pantaleta, una blanca que hacia juego con mi brasier: blanco, calado, de encaje, semi-transparente, que dejaba mirar mi monte de Venus, recubierto por una pelambrera negra bien recortada, aunque no andaba pelona. – (¡Siempre me ha gustado mi vello púbico!, aunque con las nuevas pantaletitas y tangas, se escapan fácilmente los pelos por las orillas y considero que dan mal aspecto, por ello me gusta recortarlos y tenerlos de un tamaño…, “adecuado”).
= ¡Estás rete buena mamita…!. ¡La próxima vez que te vea…, vas a ver que
tremenda cogida te doy…!.
Profetizaba desde lejos Eduardo.
= ¡Quítate tus pantis…, déjame ver tu chochito…!.
Y caliente, como ya me encontraba, poco a poco, pasando mis manos sobre del elástico de la pantaleta, comencé a deslizarla hacia abajo, lentamente, descubriendo mi vello púbico, pasándolo por debajo de mis ingles, a lo largo de mis muslos, por mis rodillas, debajo de ellas, por mis piernas, mis tobillos y finalmente sacarlos por debajo de mis tacones, los negros, de tacón muy alto, de aguja, que tanto resaltaban mi figura y en especial mi culito, que lo ponía bastante respingadito, antojable, con ganas de acariciarlo, de darle alguna nalgada, de regocijarse con él.
= ¡Mastúrbate para mí…!.
Fue un grito tremendo, que salió de la compu, proferido por el Eduardo, que estaba mucho más caliente que yo.
Decidí complacerlo. Me senté en mi silla secretarial, y con la minifalda hasta la cintura, sin pantaletas, comencé a darme dedo, comenzando por masajearme mi monte de Venus y luego ir descendiendo, tocándome sobretodo mi clítoris, para que se inflamara y me inflamara completamente.
Estaba tocándome, pero no se me hacia suficiente, me hacía falta una cosa más dura y…, se me ocurrió quitarme una de mis zapatillas, esas del tacón alto y…, luego de limpiarla con un kleenex (pañuelo desechable) y con gel antibacterial (que por ley tenemos siempre en nuestra oficina), comencé a frotármela entre los labios de mi vagina, los exteriores, los interiores, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, en las comisuras de aquellos dos pares de labios, tocándome de pasada mi clítoris, que de inmediato se conectaba a la hoguera y se inflamaba muy rápidamente.
Comenzaba a acariciarlo con más fuerza y ahínco, brincándolo de un lado para otro, con la frialdad del tacón. ¡Lo sentía calientísimo!, a pesar de lo frio del tacón.
¡Estaba tremendamente excitada!, y cuando ando así de excitada, lo que más se me antoja es el sexo anal…, que me den por los dos agujeros (además de mi boca), y…, comencé a penetrarme mi ano, a abrirme el esfínter, a dilatarlo girando el tacón de la zapatilla, hundiendo los diez centímetros de alto, hasta adonde el tacón ya se hacía bastante más ancho, para dilatarme otro poco ese esfínter, para que se contrajera, para que me produjera esas sensaciones que me producen los penes cuando me hacen esa maniobra de dilatancia y contractancia del ano: ¡es deliciosa esa sensación!.
¡Ya no pude aguanta mucho tiempo, en unos minutos comencé a sentir yo mi orgasmo, que se aproximaba, tremendo, grandioso, imponente!:
+ ¡Me vengo…, me vengo…, me vengooo…!,
y me vine, sobre de mi tacón de aguja, que se gratificó con esa “venida”.
¡Pero…!, estando aun en los últimos “estertores” de mi orgasmo, se abrió la puerta y apareció nada menos que Jaime, el chofer de la empresa:
% ¡Hasta allá afuera se escuchan tus gritos, Marela…!,
Me dijo.
En ese momento, como pude apagué el ordenador para que Jaime no encontrara a Eduardo masturbándose, y como pude me volví a calzar el tacón del zapato.
Jaime se acercó de inmediato, metiéndome su mano a mi sexo, desnudo, tomándolo de inmediato como su posesión:
+ ¡Jaime…, es que andaba caliente…!,
Le dije, como tratando de justificarte, pero ese Jaime, casi riéndose de mí en mi propia cara, nomás comentó:
= ¡Es que tu siempre andas caliente, Marela…!.
¡Recárgate en esa mesa…, parame tu culito…!.
Y bajándose el cierre de su bragueta, se sacó su “instrumento” y comenzó a metérmelo por detrás, por mi rajadita vaginal, que lo recibió tremendamente gustosa, en medio de un gran “chapoteo”:
+ ¡Jaimitooo…, qué rico…, Jaimito…, hazlo con fuerza Jaimito, con fuerza…,
más fuerte, destrózame…, duro…, hasta adentro…!.
Y Jaimito me obedecía, me la daba con mucha fuerza, levantándome con sus empujones del piso, haciéndome taconear: toc toc toc, buscando en donde pisar, arrancándome una serie de pujidos y gritos fenomenales, de orgasmo tras orgasmo que llegaban y me empapaban, hasta que de repente:
+ ¿Qué pasa Jaimito…, por qué te detienes…, síguele…!.
= ¡Voy a darte por tu colita, Marela…!.
Se zafó de mi coñito y se colocó sobre de la roseta del ano. Llenó la cabeza del pene con su saliva, comenzó a introducirlo en el ano, mientras con sus enormes manos me tocaba las tetas por encima de la blusa, y así, ensartada por detrás, gemía y gritaba de la emoción:
+ ¡Jaaaimeee…, Jaaaimitooo…, quéee rico…, Jaaaimiiitooo…!.
¡Métemelo todo…, todo…, toditooo…, hasta adentro, Jaaaimiiitooo…!.
Y hasta el tope que me lo metió. Sus pelos se toparon contra mis nalgas y comenzó a moverse muy fuertemente, saliéndose casi todo y arremetiendo con fuerza, hasta llegar hasta el fondo.
Me levantaba nuevamente del piso, cargándome con su verga parada, haciéndome despegar mis tacones del piso y volviendo a taconear nuevamente: toc toc toc.
En unas cuantas bombeadas Jaimito ya no se aguantó: su pene no pudo resistir más bombeadas y comenzó a escupirme su leche, su leche abundante, que sobresalió de mis intestinos, de mi ano, llendo a estrellarse hasta el piso, en medio de los pujidos de Jaime, y de mis gemidos también.
En cuanto nos “desenchufamos”, en cuanto a Jaime se le bajó la erección, procedí a darle unos kleenex para que se limpiara. Yo tomé otros para limpiarme y otros más para limpiar ese piso.
Jaime se despidió y yo estaba buscando mis pantaletas cuando veo que se abre la puerta del privado del jefe, de Raúl:
= ¡No sabes que espectáculo tan delicioso me regalaste, Marel!,
Y se acerca hacia a mí con su pene de fuera.
Me hinco enfrente de él, entendiendo de manera inmediata lo que estaba deseando y…, comienzo a mamarle su pene, lo aspiro profundo, lo succiono, lo chupo, me lo trago hasta mi garganta, hasta mis amígdalas, mientras con sus manos Raúl consigue rasgar mi blusa para poder masajear y apretar mis tetas y mis pezones.
Luego de eso, Raúl comienza a pellizcarme las tetas para que en un momento, con una de sus manos, comienza a marcarme el ritmo de mi “mamada”, con su mano libre, sujetándome de la cabeza, de mis cabellos. Me clavaba rápidamente hasta abajo, hasta pegarme sus vellos púbicos a mi boca y luego de tenerme así hasta casi perder el aliento y casi sin poder respirar, me soltaba un momento y luego volvía a aplastar a mi cara contra de su mata de vellos. ¡Era impresionante y morboso!.
En una de esas que ya casi no lo aguantaba, me zafé para respirar y en ese momento:
= ¡pásame uno de tus tacones…!,
me ordenó Raúl.
Me quité uno de ellos, se lo di y él me ordenó que me colocara con el culo en pompa, parado, levantado y comenzó a meterme el tacón por el ano:
= ¡pásame el otro…!,
volvió a ordenarme, y flexionándome hacia atrás, me lo quité y se lo di, para que de inmediato comenzara a introducírmelo por mi sexo, por mi rajadita sexual.
Estaba muy frio ese tacón y – paradójicamente – me hizo ponerme caliente, y venirme en medio de ayes, gemido, pujidos y toda clase de ruidos sexuales que uno produce en el coito, hasta que sin poder remediarlo, tan solo grité:
+ ¡Raúl, Raúl, ya me vengo, Raúl!,
Y perdiendo completamente mis fuerzas, me caí doblegada hasta el piso, fulminada por ese último orgasmo, terrible y demoledor.
Pasaron unos momentos y:
= ¡Levántate y termíname…!.
Me ordenaba Raúl, imperioso:
= ¡Quiero venirme en tu boca!. ¡Quiero que te tragues mi leche…, todita!.
Y me puse a mamarlo, hincada sobre del piso, introduciendo su pene hasta tocarme la “campanilla”, hasta llenar mi garganta, hasta sentir asfixiarme.
Afortunadamente también Raúl andaba caliente y ya no tardó mucho tiempo para que empezara a venirse:
= ¡Me vengo Marel, ya me vengo, me vengo…!,
Y comenzó a venirse en mi boca, hasta el fondo de mi garganta, sus descargas, tremendas, ¡los litros de esperma!, espeso, caliente.
No pude tragármelos todos; muchos de ellos se me estrellaron en la boca, en los labios, la cara, en el cuello y en las tetas.
= ¡Eres una delicia de puta, Marel!,
Fue el epilogo que le puso Raúl a esa tarde de ciber, que empezó con un msn tardío.
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