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Llevábamos trabajando ya cinco años, desde que nos conocimos me pareció una mujer muy atractiva, de 1:65 más o menos de altura, talle alto, tetas normales, erguidas, cadera estrecha, nalgas rotundas, piernas largas y estilizadas, normalmente usaba vestidos o faldas largas con aberturas, en veces enfrente, otras detrás o en los lados, siempre arriba de las rodillas, dejando ver extremos de las medias, tacones más bien bajos, escotes discretos pero siempre revelando la línea divisoria entre sus senos, cuando usaba jeans o pantalones, eran justos, bien acomodados a sus nalgas que se notaban redondas y firmes. Durante cuatro años no ocurrió nada, alguna vez un intercambio de besos al calor de unas copas, un intercambio de caricias, me agarró la verga por encima del pantalón y cuando puse una mano en su pucha, sólo pude sentirla húmeda pero enseguida la retiró y se acomodó la ropa y se bajó del auto, habíamos llegado a su casa.
Pero aquel día, viernes, tuvimos que quedarnos a trabajar muy tarde, debíamos hacer una presentación el siguiente lunes; poco a poco la oficina se fue vaciando hasta que nos quedamos ella y yo. Concluí la parte que me tocaba y le llamé por la extensión para informarle que había terminado, a ella aún le restaba una parte, así que me ofrecí a ayudarle.
Me dirigí a su cubículo y ahí estaba ella, de espaldas a la puerta, escribiendo algo en el rotafolios, el cabello recogido en la nuca, una blusa blanca semitransparente que dejaba ver los tirantes del bra, una falda azul ajustada con abertura trasera y unos zapatos de piso, me quedé en el vano de la puerta disfrutando el movimiento de sus nalgas cuando trazaba signos en el pizarrón.
Se percató de mi presencia y volteó a verme, -Ah, pasa, ya casi termino ¿quieres revisar lo que tengo? echa un vistazo a la pc.
- Si claro. Pase detrás de ella para sentarme frente a la pc, rozándo un poco sus nalgas con la pierna. Fue un chispazo y sentí una incipiente erección.
- Me senté en la pc, mientras ella seguía escribiendo en el pizarrón. Me deleitaba viendo sus movimientos, sus senos moviéndose al escribir, sus nalgas subiendo y bajando cuando escribía de manera agresiva.
Revisé las láminas que había diseñado, hice algunas correcciones y le dije -ya está.
- Bien, sólo pongo esto que está en el pizarrón.
Me levanté para cederle la silla y nuevamente al pasar rocé su culo.
Se sentó, diseñó nuevas láminas y yo a un lado de ella, me solazaba viendo el movimiento de sus tetas.
Cuando terminó me pidió revisar, lo cual hice desde donde me encontraba, hice alguna corrección y le dije:
- Pues creo que ya está ¿quieres ver lo que hice?
- Si claro.
Le entregué una memoria extraíble, la introdujo en su pc y revisó el archivo, corrigió algunas cosas, pegó los archivos y mandó la impresión.
La impresora estaba fuera de su cubículo. Fui por el documento y al regresar con él la encontré arrodillada en el piso, la abertura de la falda me dejaba ver el inicio de sus nalgas envueltas en un calzoncito azul claro con una cinta encaje, ni que decir que me excitó como nunca.
- ¿qué pasó? ¿qué haces?
- Se cayó una piedra de mi arete, no te muevas la vas a pisar.
Me quedé donde estaba, mientras ella metía la cabeza abajo de la mesa de trabajo, yo disfrutando la vista que me ofrecía, finalmente dijo - ya la encontré, aquí está.
Me acerqué para ofrecerle la mano y ayudarla a levantarse.
- es que estos aretes eran de mi mamá, enseñándome una piedra minúscula.
- Ah, qué bueno que la hallaste. Mmmh ya está aquí el documento.
- Bien, pues ya está, acabamos.
- Si, que bueno, hay que celebrar, ¿te apetece algo?
- Pues si, un buen café.
- ¿cómo café? en la oficina tengo un tequila que me regaló un cliente ¿quieres?
- Pues, ehh, bueno, qué más da.
Salí por el tequila y regresé con dos vasos. -Aquí tienes, nos lo merecemos. Salud
- Salud y lo apuró completo de un trago.
- caray, ni lo saboreaste ¿quieres otro?
- Creo que si ¿y tú?
- Por supuesto.
Se sentó a un lado mío y comenzamos a platicar de cualquier cosa, así tomamos dos o tres tragos más.
Cuando terminamos, se levantó diciendo - Bueno, pues es hora de irnos a descansar.
- Si claro. Tomé su saco para ayudarle a ponérselo.
Se volteó metiendo ambos brazos, le ayudé a subirlo y volteó hacia mí. Estábamos muy cerca y sin pensarlo la abracé por la cintura y la besé. La sorpresa fue mucha y al principio no correspondió al beso pero al no soltarla, seguimos besándonos, cada vez con más pasión.
Mis manos bajaron hasta sus nalgas, por primera vez pude sentirlas, redondas, duras y mías. Bajé más las manos hasta hallar el inico de la abertura, subí las manos para sentir la piel desnuda arriba de las medias y más arriba la línea que divide sus nalgas, jugando con un dedo medio entre ellas.
Así estuvimos un rato, recorriendo mis dedos entre sus nalgas y su pucha que sentía palpitar. Aún cuando quería metérsela ya, no estaba dispuesto a soltar esas hermosas nalgas ni esa pucha que adivinaba entre mis manos.
Me decidí por fin y hallé el zipper de la falda, lo bajé, desabotoné la falda y la dejé caer al piso, ella pasó los pies por encima de la falda dejándola en el piso.
Subí mis manos para desabotonar la blusa y al abrirla, ahí estaba su hermoso pecho enfundado en un bra a juego con el calzón, conteniendo apenas un par de tetas palpitantes, quité el bra para acariciar ambos pezones, pequeños, duros, en medio de unas areolas pequeñas más oscuras que el resto de su piel, besé los pezones uno a uno, mordisqueándolos, mamándolos, lengüeteándolos.
Ella gemía quedamente, dejándome hacer. Bajé una mano y la introduje en el calzón, ¡dios! ¡la gloria! una pequeña mata de vello y debajo la entrada a la gloria, húmeda, tibia. Abrió las piernas e introduje el dedo medio, poco a poco, sintiendo su respiración entrecortada y el subir y bajar de su pecho.
La llevé a su mesa de trabajo y le ayudé a sentarse en ella. Aproximé una silla y me senté, le quité las bragas y aprecié en su esplendor esa pucha que quería conocer desde cuatro años atrás.
Abrí más sus piernas y puse mi lengua en su clítoris, debió sentir algo parecido a una descarga porque movió las piernas instintivamente hacia arriba, así que seguí con mi tarea, recorrí su pucha de arriba a abajo, adentro, afuera, mordisqueando el clítoris, introduje un dedo en esa pucha de la cual iniciaba a salir un líquido, señal de que estaba sintiendo un orgasmo, me apretó la cara con los muslos y expelió un fuerte chorro con un grito prolongado y espasmos en su vientre. Me mojó la cara y buena parte del cuello.
Por fin soltó mi cara y al levantarla la vi con los ojos cerrados, el pecho palpitándole y un gemido pequeño, las mejillas rojas.
Me puse de pie y sin darle tiempo a recuperarse, me saque la verga del pantalón, completamente erguida, a punto de reventar, se la puse en la entrada de la pucha y la metí, se sentía muy rica, caliente, húmeda, la jalé un poco hacia la orilla y la metí más, dentro, fuera, dentro, fuera, me puso las manos en la cintura y su cara se transformó, los ojos cerrados, los labios entreabiertos, gimiendo y de cuando en cuando lanzando algún gritito.
No quería venirme tan pronto, quería prolongar lo más que pudiera ese placer que me daba el sentir su pucha abrirse y cerrarse con mi verga dentro.
Volvió a venirse, haciéndome hacia atrás con las manos, expulsando nuevamente un chorro de líquido. Su cara era de inmenso placer, los ojos cerrados, la boca entreabierta, gimiendo, su pucha abriendo y cerrando hasta que dejó de venirse. Me acerqué a besar su boca, la abracé sintiendo su agitación y quise meter nuevamente mi verga.
- No, espera, déjame recuperar.
No quise presionarla, aunque estaba con una ganas inmensas de venirme en ella.
La ayudé a bajar de la mesa, sentí sus piernas temblorosas. Me senté y la senté sobre mis piernas. Me puso los brazos alrededor del cuello y su cara en un hombro. Así permanecimos un rato, sentía mi verga palpitar y con ganas de estar nuevamente dentro de ella.
Con las manos tomé su cabeza, la hice girar hacia mí y comencé a besarla. bajé una mano para acariciar sus nalgas y con la otra tomé una teta, bajé la cara y me prendí de su pezón, logrando que volviera a endurecerse.
La tomé de la cintura para levantarla y colocarla frente a la mesa, sin embargo entendió mal la señal y se sentó encima de mi, se recargó en la mesa, se incorporó un poco y se colocó mi verga en la pucha, se la clavó poco a poco, jugando con ella dentro, moviendo en círculos sus nalgas. La tomé de la cintura para ponerla de pie, lo cual hizo con la verga dentro, la recargué en la mesa y de pie los dos continué metiéndosela, dese arriba observaba como se abría y cerraba su culo en cada arremetida.
Coloqué mis manos en sus caderas y un pulgar en la entrada de ese culo, sintiendo que ellas se extrañó pero no hizo nada para impedirlo, al mismo tiempo que la cogía por la pucha, empecé a meter el pulgar en su culo, abrió un poco más las piernas y pude meter una falange en el culo.
Me dieron unas ganas inmensas de acabar en su culo, así que saqué la verga, la coloqué en el culo y la metí poco a poco, ella gemía entrecortadamente, hasta que dijo - deja ponerme en la silla.
Saqué la verga, se hincó en la silla ofreciéndome el culo, volví a metérsela, y nuevamente me dijo - no, espérame, estoy incómoda, vamos al piso.
Puso un cojín de la silla en el piso, se hincó sobre él y yo detrás de ella, metí la verga en su pucha para aprovechar su lubricante natural y le arranqué algunos gemidos, saqué la verga y la coloqué en la entrada de su culo entreabierto que estaba a mi merced, la metí poco a poco, sintiendo como se iba acoplando a su esfínter en cada arremetida.
Los jadeos y los gemidos se fueron haciendo más continuos y prolongados, hasta que logré venirme dentro de ella.
Permanecimos en esa postura un rato, mientras se ella se lo hacía con una mano, mi verga permaneció dura un buen rato y la saqué hasta que ella volvió a venirse. Me quedé hincado detrás de ella, observando sus espasmos hasta su recuperación, era una maravilla ver su pucha y su culo abriéndose y cerrándose al compás de su respiración.
Finalmente, se recuperó, la ayudé a ponerse de pie, tomó unos pañuelos desechables y se limpió las piernas, la pucha y el culo del semen que le escurría.
Desde la silla en la que coloque me dedique a disfrutar de esa vista, de verdad que tenía un cuerpo perfecto y mejor aún que cogía como diosa y no ponía reparos para hacer ninguna cosa.
- Bueno, ahora si, creo que ya es hora de irse, me dijo. Agachándose para recoger su ropa del piso, dejando a mi vista los dos huecos que recién había probado.
Nos vestimos y nos abrazamos, volviendo a besarnos. Mis manos se fueron inmediatamente a sus nalgas, buscando nuevamente la abertura, mi verga quería más de ella.
Ella tomó mi verga con una mano, diciendo -¿no te cansas verdad?
- Pues no, quiero más de ti.
- Otro día
- No ahorita.
- Ya es tarde
- Lo hacemos rápido
Era un juego en el sabíamos que íbamos a terminar por hacerlo nuevamente.
Y así fue. Completamente vestidos, la senté en la orilla de la mesa, levanté la falda, hice a un lado la braga y se la metí suavemente, una, dos, tres, muchas veces hasta que me vine en ella. Permanecí dentro de ella hasta que mi verga salió sola. Me separé y noté mi pantalón completamente mojado de sus jugos.
Nuevamente se limpió, volvimos a besarnos y me advirtió que sería en otro día porque ya era tarde.
La acompañé a su coche, le abrí la puerta, se sentó y jalándome del cuello me dio un beso diciendo -¿por qué nos tardamos cuatro años? Buenas noches.
Así empezó todo, mantuvimos una relación por varios años, gozando del sexo completamente de una manera que ya les iré contando.
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