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Sentado en la amplia butaca de cuero negro, aguardaba el comienzo de la habitual reunión de trabajo de los lunes. Los convocados a la reunión iban llegando poco a poco, la mayoría de ellos aún somnolientos y con las pocas ganas de hablar y sonreír que todos llevamos dentro el primer día laboral de la semana.
Apenas faltaba un minuto para las nueve de la mañana, hora de inicio de la sesión, cuando apareció Susana, con su pequeño maletín negro de piel y el mismo rostro de desgana que teníamos todos los demás allí presentes. Debo reconocer que la irrupción en la sala de Susana fue el primer momento agradable del día, y más aún cuando vi que se sentaba justo enfrente de mi posición, algo que me permitiría solazarme en contemplarla durante las tediosas e interminables charlas del director general.
El inicio de la reunión era inminente y comencé a ojear mis papeles de trabajo, notando que me faltaba la carpeta con los informes contables del último mes. Le pregunté a Antonio, mi colega de departamento, si los tenía él, pero su respuesta fue negativa, de modo que lo más probable era que me los hubiera dejado en la mesa del despacho. Antonio debió ver mi desgana de moverme y se ofreció a cogerla él mismo. Le dije que buscara por mi mesa y, en efecto, al poco rato volvió con ella en las manos, justo en el momento en que también entraba el director general, dispuesto a “amenizarnos” con su primera charla de la mañana.
Casi de inmediato dirigí mi mirada, siempre a hurtadillas, a la compañera de trabajo que tenía frente a mí. Susana llevaba un vestido de una pieza, de color rojo intenso, por encima de la rodilla, y con escote cuadrado, lo suficientemente bajo para dejar a la vista el canalillo del nacimiento de su buen par de tetas, y ahí fue donde me concentré durante la introducción verbal de nuestro jefe, imaginando mis dedos abriéndose paso en ese impecable desfiladero y luego mis manos coronando las dos montañas que lo bordeaban.
En realidad, físicamente, de Susana me gustaba todo, desde la cabeza a los pies. Una tía no demasiada alta, de pelo castaño oscuro, media melena con ligeras ondulaciones, ojos marrones color miel, nariz respingona, y una boquita de labios carnosos y dientes blanquísimos. Su rostro, sus piernas y los contornos de su cuerpo, normalmente embutido en trajes ajustados, marcaban unas curvas que reflejaban una enorme feminidad y la hacían de lo más deseable. Llevaba poco tiempo en la empresa, pero para mí se había convertido en algo obsesivo, aunque era consciente de la imposibilidad de acceder a ella, antes que nada por mis propias convicciones que me impedían serle infiel a mi esposa, pero también por su propia situación de casada y por comentarios hechos por ella en alguna ocasión, que no dejaban margen de dudas en cuanto a su conservadurismo cultural.
El caso es que buena parte de la reunión la pasé fantaseando en lo que haría con ella, y en varios momentos mi entrepierna se me sublevó sin poderlo evitar. La verdad es que Susana estaba ese día espectacular, o yo estaba más salido que de costumbre.
Ya en mi despacho, pasé el resto del día entre el trabajo cotidiano y las imágenes sugerentes de mi hermosa compañera de curro. Por eso, cuando ya casi no había nadie en la oficina, cerré la puerta de mi despacho, con el fin de hacerme tranquilamente una buena paja a su salud. En uno de los cajones de mi mesa tenía guardado un dvd muy especial, que me iba a servir para ponerme aún más a tono. Sin embargo, al abrir el cajón, vi que el dvd no estaba allí. Pensando que tal vez lo había guardado en otro lugar, comencé a rebuscar por el resto de los cajones y por la mesa, pero no hubo nada que hacer, el dvd había desaparecido.
El tema era preocupante, porque, como ya he dicho, el dvd era especial. Debo confesar que soy un fanático de los gang-bang, esas sesiones de sexo en los que una mujer se lo monta con varios hombre a la vez, y sobretodo con los finales de esas escenas, en los que, por lo general, los tíos se corren, uno tras otro, sobre la cara de la protagonista. Hacía unos meses que estaba suscrito a una página web dedicada al tema y me había descargado varios clips que, aunque tenía guardados en mi PC doméstico, también me los había salvado en un dvd que tenía en la oficina, para verlos en las muchas ocasiones en las que las curvas de mi compañera Susana me calentaban más de lo normal. Ese era el dvd que, extrañamente, había desaparecido, y la posibilidad de que alguien lo hubiera cogido, por ejemplo las chicas de la limpieza, me dejó bastante preocupado, lo suficiente como para olvidarme ya ese día de Susana y de mis intenciones masturbatorias, con ella como protagonista de mis fantasías.
Unos días más tarde, me encontraba con Antonio, tras salir del trabajo, tomando unas cervezas, cuando apareció por el bar Susana, esta vez con un traje de chaqueta y pantalón blanco tan elegante como sugerente. El pantalón era estrecho, y le marcaba perfectamente tanto el culo como la parte del pubis. Nos vio y se acercó a nosotros.
―Hola chicos, ¿qué? ¿Hablando de mujeres, supongo?
―Pues mira, no. Estábamos hablando de hombres.
Obviamente fue Antonio el que contestó. No es que a mí me diera corte hacerlo, de hecho alguna vez había conversado con Susana, incluso fuera del ambiente laboral, pero normalmente me incomodaba hacerlo, porque, sin poder evitarlo, no podía dejar de desnudarla con la mirada.
―¿De hombres? Eso sí que es una novedad, ¿no os estaréis pasando a la otra acera? – y Susana rió la gracia que pretendía haber hecho.
―Pues mira, a lo mejor la idea no es tan mala, a las mujeres parece gustaros mucho eso de la homosexualidad.
―¡Qué sabréis vosotros de mujeres! Si sólo os guía lo que lleváis debajo de los pantalones –
Susana estaba bastante socarrona, nunca la había visto conversar de ese modo, pero mi atención estaba puesta en la rajita que su ceñido pantalón marcaba a la altura de su coño. Antonio contestó de un modo sorprendente:
―Estábamos hablando del tamaño de las pollas de tus compañeros de trabajo ¿Te interesa el tema?
Era mentira, y no sabía a cuento de qué Antonio le había dicho semejante barbaridad. De hecho Susana parecía que iba a enfadarse, pero tras unos momentos de reflexión, debió pensar que era mejor seguir el juego y, sonriéndose, replicó:
―Para poder hablar de eso, debería verlas ¿No crees?
―Si es por eso, no hay problema, mañana te traigo un video en el que podrás ver unas cuantas, aunque no en erección, claro. El otro día les grabé a la salida de las duchas, después del partido de fútbol. ¿Sigue interesándote?
Susana puso entonces cara de asombro y se dirigió directa, y con ojos escrutadores, a mí:
―¿Está hablando en serio? ¿Os ha grabado en bolas?
Eso sí era cierto; unos días antes, en plan de guasa, nos había grabado a varios de la oficina en las duchas, incluso antes de que nosotros mismos nos diéramos cuenta, según nos dijo después. Susana esperaba mi confirmación, y yo sólo pude decir un lacónico sí al que, ante la mirada de ella posada sobre mí, siguió un evidente enrojecimiento de mis mejillas acompañado de un nerviosismo incontrolable.
Yo, que no dejaba de desnudar a Susana en mi mente, me sentía ahora desnudado por ella, como si estuviera intentando adivinar la forma y tamaño de mi pene. Es evidente que tanto ella como Antonio, detectaron mi sonrojo, pero para mi suerte, tras unos momentos que se me hicieron interminables, ella soltó un “¡Bah!, no me lo puedo creer” y cambió de tema.
Había sido la primera vez, desde que conocía a Susana, que había mantenido una conversación sobre el tema del sexo, y la verdad es que yo no había salido muy bien parado. Antonio, obviamente, me preguntó después qué coño me había pasado, y no tuve más remedio que confesarle los efectos obsesivos que ella provocaba en mí, algo a lo que él, en todo caso, no pareció darle mucha importancia.
Un par de días después volvimos a coincidir en el bar los tres y otros compañeros, pero en esta ocasión además, se presentó mi esposa Natalia, algo que hacía de vez en cuando pues ella trabajaba relativamente cerca de mi oficina, pero nunca se había topado antes con Susana, a la que Antonio le presentó cuando llegó.
En el bar no pasó nada significativo, yo intenté no mirar en ningún momento a Susana, como intentando evitar levantar alguna sospecha en mi esposa sobre mi interés por ella, y creí haber salido indemne del paso. Pero en casa, mientras cenábamos, me preguntó de improviso:
―Oye, esa chica que me habéis presentado ¿es nueva en la oficina?
―No, lleva ya unos meses trabajando
― ¡Ah! ¿Cómo es que nunca me habías hablado de ella?
―Pues no sé, no habrá salido el tema.
―¡Ya! Oye, es muy mona ¿verdad?
Esa pregunta, que en el fondo era totalmente inocente, me descolocó, haciéndome pensar que ella pudiera haber descubierto algo de lo que yo sentía por Susana, y tardé en responder, al tiempo que un ligero calor comenzaba a subirme por el cuerpo:
―Bueno, no es nada del otro mundo.
― Pues yo creo que una tía muy interesante – y, tras una pequeña pausa, Natalia añadió:
―¿Sabes que en más de una ocasión la pillé mirándote?
Natalia me miraba fijamente, con la curiosidad propia de las mujeres, esperando una respuesta. Los calores fueron subiendo cada vez más, mientras, titubeando, contestaba:
―Pues no sé, no me he dado cuenta, será casualidad. –
Y me acordé del episodio en el bar y esa penetrante mirada suya que me acongojó. El calor se convirtió en sudor y, por más esfuerzos que hice por impedirlo, volví a sonrojarme, al igual que en aquel día. Natalia se percató, por supuesto, y me inquirió:
―¿Qué te pasa? Estás colorado como un tomate. Parece que te incomoda que hablemos de … , ¿Como se llama? Susana ¿no? Ni que tuvieras algún rollo con ella.
En esos momentos habría querido desaparecer, la cosa se ponía cada vez peor e intenté zanjar el tema respondiendo del modo más enérgico y evasivo que pude:
―¡Pero qué chorradas dices! Anda vamos a terminar de cenar y a relajarnos viendo la tele.
―Vale, muy bien, aunque creo que el único que se tiene que relajar eres tú – me contestó Natalia con una sonrisa que no me gustó un pimiento.
Y no volvimos a hablar en el resto de la velada, ni durante la cena ni después ante la televisión, mientras en mi interior maldecía mi falta de autocontrol y me preguntaba, con una sensación mucho más satisfactoria, si sería cierto lo que decía mi esposa y Susana demostraba algún interés por mí.
El sábado siguiente por la tarde, día en que mi esposa había salido de compras con su amiga Manoli, aproveché para ponerme ante el ordenador a revisar los clips pornográficos que me había bajado de internet, esos que misteriosamente me habían desaparecido de la mesa del despacho de mi oficina. Sobra decir que tras visionar unos cuantos de ellos, me había hecho una paja monumental con Susana como protagonista de mis fantasías.
Era ya muy tarde, casi las 11 de la noche cuando apareció mi esposa, con un peinado novedoso, una cola de caballo que recogía su abundante melena rubia y le daba un aspecto encantador. Realmente me pareció que estaba muy guapa y así se lo hice saber. Pero además la noté muy contenta y dicharachera, sin parar de hablar. Ya en la cama, pronto observé que esa alegría seguía presente en ella y que quería trasladarla a otros ámbitos. Pensé que tal vez había bebido algo más de la cuenta con su amiga, pero, pese a haberme hecho ya una paja antes, decidí darme un homenaje con ella, aprovechando esa extraña actitud de iniciativa que demostraba.
Natalia estaba realmente excitada, me besó en la boca con una voracidad desconocida y, al apartarse, su lengua siguió dándome lametones por el cuello y por el pecho. Le cogí la cabeza y la empujé hacia mi polla, esperando que mantuviera ese comportamiento apasionado que estaba demostrando. Chuparme la polla no era algo demasiado habitual en nuestros juegos amorosos, pero Natalia me siguió sorprendiendo cuando se metió toda mi verga y se concentró en lamerla y masturbarla con frenesí. Por suerte para mí, me había corrido hacía poco, lo que hizo que pudiera aguantar sus envites orales sin muchas dificultades. Viendo su inhabitual predisposición, me pareció que era un momento adecuado para hacer algo que siempre deseaba y que ella siempre intentaba evitar ¡chuparle el coño! No me lo pensé dos veces, con rapidez la puse tumbada sobre la cama, cuidando de que ella no soltara lo que tan golosamente se estaba comiendo, y me lancé a por su sexo, levantándole el camisón largo con el que suele dormir.
Pero ese parecía ser un día de sorpresas, porque en lugar de encontrarme con la abundante mata de pelo castaño que cubría su coño, me topé con la visión de su raja completamente depilada. Después del asombro inicial, mi primer impulso fue el de preguntarle qué diablos había pasado ahí, pero otro impulso, este irrefrenable, hizo que me detuviera a observar con atención el chocho de mi esposa, y es que nunca había disfrutado de algo así al natural, aparte de que los coños depilados nunca me habían llamado demasiado la atención. El de Natalia era abultado, con una raja muy larga y cerrada por unos labios mayores muy prominentes. Al abrirlos con mis dedos, apareció un interior muy enrojecido y mojado, mostrando la calentura que tenía Natalia en ese momento. No pude aguantar más y me dediqué a lamerlo por todas partes, hasta que, al llegar al clítoris, mi esposa comenzó a mover su pelvis de arriba abajo y después me cogió la cabeza con sus manos y la empujó hacia su sexo. Yo estaba ya anonadado ante el comportamiento de Natalia, pero a la vez encantado por ello, y con mi lengua recorriendo y presionando todo su sexo, hasta que tuvo un orgasmo bestial que me empapó por completo la cara. Era la primera vez que veía correrse a Natalia sin que hubiera penetración y pensé en seguir aprovechándome de la situación y estrenarme yo también en mi afán por llenarle por primera la voz la boca con mi semen, pero no me dio tiempo. Presa aún de esa excitación desconocida, ella invirtió nuestras posiciones y se montó sobre mi polla, adoptando la postura con la que habitualmente nos corríamos cuando follábamos. Y no tardamos ni medio minuto en venirnos los dos, ella por segunda vez en apenas unos minutos, aumentando aún más si cabe, las sorpresas que me estaba deparando esa noche.
Por supuesto que en la posterior tranquilidad le pregunté qué le había pasado, a lo que sólo me contestó que había bebido un extraño potingue en casa de su amiga Manoli y que ésta le había convencido de intentar sorprenderme, afeitándose el sexo. Con un mohín me pidió opinión y no tuve más remedio que decirle que estaba muy bien, que había sido todo muy excitante y que habría que repetirlo.
El lunes siguiente, mientras tomábamos un café, mi compañero Antonio sacó de nuevo el tema de Susana.
―¿Qué? ¿Se te va pasando la calentura por Susana? – me preguntó con sorna.
―¡Qué va! Hasta cuando hago el amor con Natalia, me imagino que me la estoy follando a ella. Es superior a mí.
―¿Y por qué no haces algo para intentar tirártela? A lo mejor tienes posibilidades.
No quise contestar, ni se me pasaba por la mente abordarla. Si sólo hablar con ella me producía cada vez más turbación, ¿cómo iba a intentar llevármela a la cama? Ya no era sólo mi propio concepto de la fidelidad, sino que me sentía incapaz de hacerle cualquier tipo de propuesta, de la que seguramente saldría mal parado, y con calabazas.
Antonio me dijo entonces algo inesperado:
―¿Sabes que al final Susana ha visto el video que grabé en las duchas?
―¡No me jodas! – le dije convencido de que me tomaba el pelo.
―En serio; se lo volví a proponer, de cachondeo, el día siguiente y aceptó. Se vino a mi casa y le enseñé la grabación. Os vio a todos en pelotas y te aseguro que le gustó más de lo que yo mismo podía imaginar.
―¿La visteis en tu casa?―Un estúpido sentimiento de celos me asaltó.
―Pues sí, estuvimos casi toda la tarde y hablamos largo y tendido de muchas cosas. Ojalá hubieras estado también tú, ahora la conocerías tan bien como yo.
No quise seguir hablando del asunto. Antonio estaba divorciado y vivía sólo. Que Susana hubiese estado en su casa, sola con él, y los comentarios que él me estaba haciendo, me dieron pie a pensar en que, tal vez, hubieran hecho algo más que hablar. Y aunque era improbable, me jodía muchísimo pensar que Antonio se la hubiera follado allí mismo, mientras yo apenas podía mirar a Susana a los ojos sin enrojecer.
Por la tarde, al volver del baño, encontré en mi mesa de trabajo un papel en el que sólo ponía “www.guarronas.es”. Intrigado, lo guardé en mi cartera. No tenía ni idea de quien podía ser el autor de la misiva, pero pronto me acordé de mi desaparecido dvd porno, convenciéndome de que, con seguridad, alguien de la oficina, ya debía conocer mis aficiones prohibidas.
Esa misma noche, mientras Natalia veía la tele, con la cautela que requería el momento, busqué en Internet la página que alguien me había misteriosamente “recomendado”. Evidentemente se trataba de una página porno, como las miles que hay en la red, en la que se hacía hincapié en que era una página nueva, en desarrollo, y en el hecho de que las protagonistas eran españolas. No daba más indicaciones específicas de su contenido, requiriendo un pago mensual de 10 euros para acceder a éste. La verdad es que no me atraía demasiado seguir adelante, al no saber de qué iba la cosa, pero el morbillo de que las chicas fueran compatriotas mías y el bajo coste de acceso, me hicieron claudicar y realicé los pasos necesarios para poder acceder al interior de la web.
Una vez dentro, fui directo a la sección de videos, en la que sólo colgaban tres videoclips. Manteniéndome muy pendiente de los movimientos de Natalia, para evitar ser descubierto, visualicé el primero, un clip de apenas 10 minutos de duración, muy normalito, que trataba sobre un polvo de una pareja. El segundo era similar, aunque algo más largo y de una calidad muy buena. Mientras se abría el tercero, ya comenzaba a arrepentirme de haber pagado los 10 euros, cuando, al comenzar a visualizarse, me quedé atónito ante la pantalla. La mujer que aparecía, trabajando en una mesa de escritorio, era ¡Susana!, mi compañera de trabajo y oscuro secreto de mis deseos. No me dio tiempo a ver más, pues mi mujer se acercaba a dormir, y tuve que cerrar, a toda leche, el Media Player y la página guarra, quedándome con un mosqueo de aúpa por la inoportuna aparición de Natalia, y por haber sido tan gilipollas de haber puesto mi PC en nuestro propio dormitorio, algo que yo mismo había decidido unos meses antes, en desacuerdo con mi propia esposa.
Por supuesto que esa noche apenas pude dormir, no paraba de pensar en ese clip y en su contenido que, obviamente, tenía que ser porno, y cuya protagonista era nada menos que la mujer de mis fantasías masturbatorias, mi propia compañera de trabajo. Era tal el come-come que tenía dentro, que estuve tentado, a eso de las 4 de la madrugada, de arriesgarme y encender el ordenador, confiando en que Natalia no se despertara, pero venció el sentido común y preferí aguantar las ganas hasta el día siguiente, habiendo ya decidido que esa mañana no iría a trabajar a primera hora.
Por la mañana, y atacado por la ansiedad, aguardé el lentísimo paso del tiempo hasta que Natalia se despidió para irse a su trabajo. Por fin estaba solo en casa y en total libertad para ver a mis anchas ¡un video porno de Susana! Aún no me lo podía creer y mi nerviosismo se hizo insufrible durante los casi 10 minutos que tardó el fichero en descargarse en el ordenador, hasta que por fin llegó el momento. Me senté ante la pantalla, con los pantalones bajados, y mi polla ya medio erecta, sólo imaginándome lo que se avecinaba.
La reproducción iniciaba con Susana escribiendo en una mesa de oficina. Llevaba una camisa blanca, que dejaba transparentar el sujetador, e iba impecablemente arreglada y pintada, muy guapa. El video era sin duda de calidad. En eso entró al despacho un hombre algo gordo, vistiendo un mono de trabajo azul marino, y, sin decir palabra, se puso a limpiar y recoger. Ya vi claro que la historia iba a consistir en el típico polvo de la ejecutiva con el mozo de limpieza, nada espectacular si no fuera porque la protagonista era ni más ni menos que Susana y, para mí, eso era más que suficiente.
La sorpresa vino de inmediato, al entrar en el despacho otro hombre, mucho más joven, vestido de igual modo que el anterior. Ahora sí que la cosa prometía, con dos tíos junto a ella. Cuando uno de ellos se agachó para recoger la papelera que estaba debajo de la mesa de Susana, comenzó la auténtica acción. Ella abrió sus piernas lo suficiente para dejar ver sus bragas blancas de encaje, tanto al afortunado operario como al afortunado cerdo que ya se empezaba a masturbar ante el ordenador. El hombre, el más joven de los dos, se fue directo a la entrepierna y sin mucho más preámbulo, tras acariciar el interior de sus muslos, echó a un lado la braguita, mostrando por breves instantes un pequeño mechón de pelo negro que cubría la raja de su coño, para enseguida meter su boca en él, tapándome así la sugerente visión que esperaba.
La cámara volvió entonces al rostro de Susana que, con los ojos cerrados y jadeando de un modo muy erótico, expresaba el placer que debía estar sintiendo mientras le comían el chochito.
Al alejarse el enfoque, fue apareciendo por detrás el otro hombre, apretando con sus manos las tetas, ya desnudas de la mujer. Me pareció que todo iba muy deprisa, apenas había tenido tiempo de deleitarme con la aparición de las zonas desnudas de Susana, pero mi polla seguía encantada con el desarrollo de los acontecimientos. Unos magreos más, y Susana apareció completamente desnuda y arrodillada, a merced de los dos hombres que le mostraban sus vergas tiesas para que se las chupara.
Era curioso, tenía a mi musa erótica ahí, en bolas, chupando alternativamente las pollas de dos individuos, enseñando y confirmando la voluptuosidad de su cuerpo, y sin embargo, en esos momentos, la escena no terminaba de excitarme como había imaginado unas horas antes. Más bien me molestaba el hecho de que esos dos pájaros tuvieran la suerte de estar allí, beneficiándose de ella, mientras que yo apenas podía dirigirme a ella. Sin embargo la posterior penetración que le dispensaron los dos tíos, uno detrás del otro, fue lo suficientemente espectacular para olvidarme de tales pensamientos y me dispuse a disfrutar del momento final de la fiesta cuando ambos comenzaron a meneársela junto a su cara, mientras ella permanecía tumbada boca arriba en un sofá del despacho, después de haber sido follada con violencia por ambos.
Esperaba que ambos se corrieran en su cara, pero ni eso sucedió, los dos lo hicieron en sus tetas, mientras ella sonreía lascivamente y se esparcía por los pechos y abdomen el semen recibido.
Pese a estar bastante decepcionado, tenía unas ganas enormes de aliviar la tensión acumulada en esas últimas horas, de modo que atrasé la acción al momento en que los dos hombres se corrían sobre ella, escena ante la que yo hice lo mismo, manchando el suelo y algo más. Después de mi orgasmo, en la pantalla aparecían los últimos momentos del video clip y una imagen final, anunciando a la protagonista del siguiente videoclip, que, curiosamente, se llamaba Natalia, como mi mujer, y que sería colgado en unos quince días.
Después me fui al trabajo, confuso, algo desalentado y con la intención de evitar como fuera a Susana, después de lo que había visto. Las palabras de Antonio y de mi propia esposa Natalia, la actuación pornográfica de Susana, el papelito en la mesa de mi despacho invitándome a verla, que estaba ya convencido que me había dejado ella misma, todas eran pistas demasiado claras incitándome a abordarla y llevármela a la cama, algo que desde luego deseaba hacer, pero me asustaba la posibilidad de ser infiel a mi esposa y, sobretodo, de no estar a la altura de las circunstancias si llegaba a atreverme.
Pensé en hablar del tema con Antonio, de explicarle lo que me había pasado y pedirle opinión, pero me jodía mucho que me confirmara que él ya se la había follado también, el día que Susana estuvo en su casa viendo las famosas fotos de nuestros desnudos. Al final me callé y conseguí pasar los siguientes días sin verla en directo, aunque desde luego lo que sí hice fue contemplarla de nuevo a través del ordenador.
Sin embargo las sorpresas no se pararon ahí. De nuevo una tarde, antes de dejar la oficina, encontré en el cajón un DVD. Estaba en el mismo cajón en el que recordaba haber dejado el que días antes me había desaparecido y la cubierta exterior era idéntica a la del DVD volatizado, de modo que tuve la intuición de que era el mismo. Lo inserté en el PC comprobando que, efectivamente, era así, tenía los clips que en su día me había bajado de Internet, todos ellos bien numerados. Pero había un fichero más, no demasiado extenso, que no reconocía como uno de los míos.
Intrigado lo abrí encontrándome con uno de esos trailers de rápidas y sucesivas imágenes que anuncian la existencia de un clip más extenso. Eran escenas de un hombre y una mujer follando en varias posturas, y una escena final en la que ella aparecía sentada en un sillón con la polla del tío a escasos centímetros de su cara y él meneándosela a toda velocidad, próximo a correrse. Y fue esa escena final, la que me dejó completamente paralizado. Era la única de todas las imágenes en la que a la mujer se le veía la cara, y, pese a la rapidez con la que la misma se reprodujo en el PC, me di cuenta, atónito, de que la protagonista era Natalia, mi mujer. Repasé las imágenes de nuevo y pude comprobar, ya con más detenimiento, que el cuerpo femenino que allí aparecía era, efectivamente, el de mi esposa. En ese momento me quise morir, aturdido, sin entender nada de nada, sin comprender cómo era posible que mi esposa me hubiera puesto los cuernos y que encima estuviese todo grabado. Saqué el dvd y apagué el PC.
Regresé a casa, sin saber aun como enfrentarme a Natalia y a la situación que estaba viviendo. Durante todo el camino estuve pensando en todo lo que iba a decirle, en exigirle explicaciones y en las consecuencias futuras. Luego empecé a cavilar sobre el hecho de que ese clip, añadido a los míos, hubiera aparecido en el cajón de mi despacho. ¿Cómo había llegado allí? ¿Quién lo había puesto? Todo era confusión pura.
Contrariamente a lo que pensaba, luego fui incapaz de decirle nada a Natalia. Mientras cenábamos, seguía sin saber como afrontar el tema. Natalia me parecía odiosa, pero a la vez más atractiva que nunca, con esa larga melena rubia, esos ojazos verdes y un cuerpo también muy femenino. Mientras la observaba me acordaba de las cortas escenas de sexo explícito que había visto esa tarde, y comencé a tener unas ganas locas de volver a verlas, mientras mi polla comenzaba a dar síntomas de una erección que se fue haciendo cada vez más incontrolable. Ella estaba como si nada, y eso me confundía aun más.
Esa noche conseguí unos momentos libres, mientas Natalia se duchaba, para poder visualizar de nuevo las imágenes en el PC. Sin poder evitarlo, me excitaban, a la vez que comenzaba a molestarme el que fueran tan rápidas y cortas. Pero lo peor empezó a ser la última escena, esa en la que el tío que se la había follado parecía que le iba a escupir la leche en la cara. Me sacudía una urgencia terrible de saber que coño había pasado al final y, especialmente, de ver esa presumible corrida, de esas que a mí tanto me gustaba observar. Pero no sabía como diablos podía conseguirlo, sin preguntárselo a ella misma, algo que en esos momentos ni me planteaba hacer. Repetí las imágenes varias veces más, cada vez más trempado y ansioso, hasta que ella salió de la ducha y tuve que interrumpirlo todo, yéndome a la cama totalmente desasosegado.
Nada cambió el día siguiente, salvo la creciente excitación que me aparecía cada vez, y eran muchas, que recordaba a mi esposa follando con el desconocido e imaginaba el posible final de su sesión de sexo.
Por la tarde pensé en hacerme una buena paja, a ver si así se me bajaban los calores, y utilicé para ello el clip de Susana, aunque en esos momentos, ella me llamaba mucho menos la atención que días antes.
Cuando al final del video vi de nuevo anunciada a la siguiente protagonista, Natalia, una chispa brilló en ni cabeza ¿Y si esa Natalia fuera mi esposa? Bien mirado, la cosa tenía su lógica, el papel con la dirección de Internet porno, el DVD con el miniclip de mi esposa. Todo tenía que ser obra de la misma persona, probablemente de Susana, No terminaba de entender la relación de ella con mi esposa, pero recordaba también aquella noche en la que Natalia me interrogó sobre mi compañera de oficina.
Lo interesante era que se me abría una posibilidad de poder ver el video entero de mi esposa. Quince días para la actualización, se anunciaba en la web, pero tampoco sabía desde cuando estaba colgado el clip de Susana, de modo que el siguiente podía aparecer en cualquier momento. La ansiedad afloró de nuevo, y con más fuerza que nunca, hasta que tres días después, un viernes por la tarde, entré en la página porno, algo que hacía ya cada media hora o menos, y allí estaba esa última actualización, remarcada con una inocente foto de mi esposa Natalia.
Me estremecí de gusto, al fin iba a ver que había pasado en su totalidad entre mi esposa y su compañero sexual. Mi polla creció al compás de mi propio nerviosismo y dudé en descargarme allí mismo el clip, pero no tenía modo de grabármelo en un CD en la oficina. Podía visualizarlo allí mismo, pero la ocasión requería la calma y tranquilidad que me daba mi propio hogar, máxime cuando hasta las 8 de la tarde mi mujer no volvía a casa del trabajo.
Ya en casa, tras una descarga eterna, hay que ver lo despacio que subía eso del porcentaje completado, grabé el archivo de video en un CD, ya listo para su visualización. Sentado en mi sillón ante el gran televisor del salón, con el mando del DVD en mi mano izquierda y mi polla, ya al aire, en la derecha, pulsé el play esperando impaciente la reproducción del video.
En el inicio, mi esposa aparecía asomada a una ventana, mirando a la campiña, vestida con un traje verde de una sola pieza y largo hasta casi los tobillos, no demasiado erótico la verdad. Un nuevo enfoque, ahora a su espalda, recogía la entrada de un hombre alto y moreno, también de espaldas, aproximándose a ella. Al alcanzarla, la agarró por las caderas, besándole el cuello.
La cámara se recreaba en los movimientos de las manos del hombre sobre el vestido de ella, acariciando la espalda de arriba a abajo hasta alcanzar las nalgas. Las manoseó y luego el tío se agachó, se metió por debajo del vestido y subió de nuevo. Una imagen rápida del rostro de Natalia, expresaba el placer que debía empezar a sentir.
Mi esposa se fue girando hasta dejar al hombre, siempre cubierto por la falda del vestido, frente a su pubis. Ella misma se fue subiendo el vestido, reapareciendo el amante con sus manos sobre el culo de ella y el rostro inmerso en la mata de pelos castaños que adornaba su coño. Al ver su peludo coño caí en la cuenta de que debía hacer ya un tiempo que se había grabado ese video, pues ella llevaba ya varios días con su sexo totalmente depilado. Esas imágenes no las había visto en el pequeño trailer que ya conocía, y no eran demasiado explicitas, aunque era evidente que el hombre le estaba comiendo el sexo, y Natalia lo disfrutaba, mientras pugnaba con su manos en hundir la cabeza de él dentro de su coño.
El hombre se incorporó poco después y le sacó el vestido por la cabeza, dejándola completamente desnuda y dispuesta para él. La cámara se recreó un buen rato con el desnudo de Natalia y con las expresiones de su rostro, mientras miraba con aparente impaciencia y deseo a su inminente follador, impaciencia que yo mismo compartía, saboreando, casi sin pensarlo, esa morbosa excitación que produce la infidelidad femenina en muchos hombres. El plano fue abriéndose hasta aparecer de nuevo él, siempre de espaldas y ya totalmente desnudo, ante mi esposa. Ella se giró, dándole la espalda, se apoyó en la ventana y, sin dejar de mirarle, aguardó a que él la cogiera por detrás. La penetración fue bastante brutal desde el inicio, tanto como el vaivén posterior de él, follándosela con fuerza y velocidad, mientras sus manos aferraban los pechos de Natalia y los masajeaba sin tregua. Ese momento era el primero que había visto en el trailer, al que siguieron otras tres posiciones más en las que el tío se la folló con idéntico ímpetu. Obviamente mi mano derecha se movía también en una masturbación lenta y cuidadosa.
Era excitante ver como la bien dotada polla de ese hombre atacaba una y otra vez el coño de mi esposa, a la que empezaba a ver más como a una actriz porno que como a la mujer que me estaba poniendo los cuernos sin compasión. Por ese motivo, empecé a tener unas ganas enormes de ver, por fin, como acababa la cosa. Hasta que Natalia empezó a gritar de una manera brutal, con la misma intensidad con la que lo hace cuando se corre haciendo el amor conmigo. O fingía muy bien o estaba realmente teniendo un orgasmo, y eso me descolocó, dejé de verla como una pornstar y fui consciente de que realmente estaba disfrutando con ese tío al que yo no conocía de nada, pero ella quizás debía conocer bien.
Y aunque empecé a sentirme algo dolido, mi verga demostraba lo contrario y pedía más. El ya no la cabalgaba, la dejaba recuperarse del orgasmo que había conseguido sacarle y acercó su boca a la de ella para besarla. El plano fue acercándose lentamente para enfocar ese beso, y conforme lo hacía no sólo me di cuenta de que era un beso con lengua en toda la regla, sino que al ir apareciendo ante mis ojos el rostro del amante de mi esposa, dejó de serme desconocido. Era Antonio, mi compañero de trabajo, el que se estaba tirando a mi esposa. Tan estupefacto me quedé, que hasta mi pene comenzó a desinflarse, pero el video seguía y Antonio, incorporándose de nuevo, se la meneaba muy cerca del rostro de mi esposa, preparando su propia corrida, mientras Natalia, expectante, le miraba a los ojos. La caliente escena me sacó del estupor y volví a excitarme ante la inminente eyaculación de mi colega de trabajo, cuando, de repente, una voz en off dijo “OK” y Antonio se retiró sin más, dejando a Natalia sola ante la cámara, y a mí con unos sentimientos de decepción e incomprensión mayúsculos.
Puse en pausa el dvd, que ya no tenía nada que ofrecerme, pues la escena de sexo había terminado y lo único que había conseguido era saber que tenía unos buenos cuernos en mi cabeza. Ni tan siquiera Antonio había llegado a correrse, por lo que como video pornográfico había quedado ciertamente pobre, mucho más que el de la mismísima Susana.
Iba a sacar el dvd cuando me percaté de que la barrita de duración del clip no llegaba aún a la mitad de su recorrido. Habían transcurrido unos 15 minutos más o menos, por lo que supuse que deberían quedar otros 20, o así. Mi corazón dio un vuelco. O había un error en la reproducción, o faltaban aún bastantes cosas por ver.
Puse de nuevo en marcha el dvd y la voz en off comenzó a a preguntar a Natalia detalles personales, nombre, edad, etc. Luego formuló una pregunta clave:
―¿Por qué has querido hacer este video?
Natalia se sonrió, mientras yo aguardaba, impaciente, que su respuesta pudiera aclarar las miles de dudas que tenía. Entonces ella contestó:
―A mi marido le gusta ver videos pornográficos. Pensé que podía ser una buena idea darle una sorpresa ofreciéndole este.
―¿Y qué tipo de videos le gustan a tu esposo?
―Bueno, parece ser que aquellos en los que una tía se lo monta con varios hombre a la vez―contestó Natalia, tras dudar unos instantes.
¿Cómo podía saber ella eso? Empecé a convencerme de que tal vez no estaba siendo Susana, sino Antonio, o ambos, los causantes de todo lo que me estaba pasando últimamente y los que se había chivado a Natalia sobre mi adicción porno.
―¿Quieres seguir? – preguntó la voz en off, añadiendo―¡Venga, adelante!, así la sorpresa será completa.
Sí, desde luego – contestó Natalia, tras pensçarselo unos instantes.
―Bien, vamos a cambiar un poquito tu aspecto.
Y la imagen se difuminó por unos instantes, dejando la pantalla en negro. Después Natalia reapareció, ahora con el pelo recogido en una cola de caballo, que me resultaba familiar, y una vestimenta más propia de chica de colegio que de la mujer de 40 años que ella tenía.
―¡Mira allí! – volvió a sonar la voz en off, dirigiéndose a mi esposa.
Natalia giró su mirada hacia una puerta y, por ella, comenzaron a pasar uno, dos, tres, ……. hasta siete individuos, todos desnudos, con las pollas semierectas y de distintas condiciones y aspectos. Tras un pequeño desfile todos acabaron puestos en fila, junto a una de las paredes de le estancia.
Natalia no llegó a responder, miró a los siete hombres que se tocaban sus penes a escasa distancia de ella, y se acercó al que estaba más cerca de la puerta por la que habían entrado. Se agachó y, con más decisión de la que yo podía esperar, le cogió el rabo y se lo metió en la boca, chupándole y masturbándole, mientras él se exclamaba suavemente. Fue cambiando de hombre, aplicando a cada uno de ellos la misma táctica o una similar, desde luego lo suficientemente atractiva y bien trabajada para que todos ellos acabaran con sus pollas completamente erectas. Después fueron ellos los que se ocuparon de mi mujer, la fueron tocando y manoseando por todas partes, desnudándola sin piedad, e insistiendo con sus caricias en las zonas que quedaban al descubierto. Cuando uno de ellos le bajó unas minúsculas braguitas blancas que llevaba, pude contemplar que su coño, ahora aparecía sin un solo asomo de vello, lo que no hizo sino confirmarme que había sido aquella tarde, en la que yo creí que ella estaba con su amiga Manoli, cuando había participado en esa sorprendente sesión porno.
Una vez desnudada, los tíos se la fueron rifando e intercambiando, primero para besarla por todas partes y luego para meter de nuevo sus pollas en la boca de Natalia. Pero ahora no se limitaban a dejarse chupar por ella, sino que eran ellos los que llevaban la voz cantante, intentando y consiguiendo follarla entre los labios con movimientos duros y enérgicos para meter sus vergas lo máximo posible en su interior, Mi mujer tragaba y tragaba, mezclando sus gemidos ahogados, por tener la boca ocupada, con las palabras soeces y exclamaciones de placer de ellos,
Lo que vino después fue lo típico de las escenas de gang bang que tanto me gustaban, Un hombre se sentó en el sofá, con la polla apuntando al cielo, y los demás llevaron en volandas a Natalia sobre él, facilitando que el tío la penetrara por el chocho y empezara a follarla despacio, preparando el terreno para que otro de ellos se acercara a su trasero expuesto y, sin demasiados problemas, le fuera metiendo también su estaca. Me extrañó la facilidad con la que Natalia fue enculada, sin apenas preparación, a no ser que en el descanso de la sesión le hubieron hecho algo más que depilarle el coño y vestirle de colegiala. Para completar la faena otros dos tíos se pusieron de pie sobre el sofá, a ambos lados de Natalia, masturbándose o llenándole la boca con sus rabos.
Durante un buen rato los siete individuos fueron rotando, hasta que consiguieron arrancar de nuevo un orgasmo a Natalia, que tuvo que soltar la verga que tenía en la boca, para poder gritar a gusto mientas se corría.
Mi polla estaba a todo meter, siete hombres se habían follado a Natalia por todos sus agujeros, y siete hombres tenían ahora que culminar sus propios orgasmos. Paré el video, viendo que apenas quedaban unos cuatro minutos de clip, y me preparé para lo que esperaba fuese un desenlace genial, imaginándome a mi esposa con su cara llena de semen, después de que los tíos se hubieran corrido sobre ella,
Al poner en marcha de nuevo el dvd observé que dos tíos seguían penetrándola por el culo y el coño y ambos fueron los primeros en correrse, echando su esperma fuera de ambos orificios. Fue una decepción, pero aún quedaban cinco más, y dos ellos se masturbaban en ese momento frente a su rostro a punto de venirse también. Ambos lo hicieron, gimiendo de gusto, uno de ellos echando una buena cantidad de leche sobre el pecho de Natalia y el otro con una escasa eyaculación que ni llegó a tocar la cara de mi mujer. Empecé a pensar que todas mis esperanzas se iban a desvanecer, con sólo tres individuos sin correrse aún.
Uno de ellos, gordo y velludo, se puso de pie sobre el sofá, frente a la cámara, con las piernas a ambos lado de la cabeza de mi chica. Se empezó a masturbar sobre su frente, anunciando, o eso creía yo, el cumplimento de mi más ardiente deseo, cuando mi esposa echó la cabeza hacia atrás y se puso a lamerle los huevos, dejando a la polla amenazante fuera del alcance de su cara. El bajó un poco más sus piernas y adelantó su cuerpo dejando que la lengua de Natalia resbalara desde los testículos a su abertura anal. Sorprendentemente Natalia, siguió chupando, afanándose en lamer ese peludo ojete y provocando que el hombre, se deshiciera de gusto, hasta que se corrió también, con una eyaculación muy viscosa que fue brotando de la punta de su verga y deslizándose por toda ella y luego por los huevos, hasta alcanzar e inundar el hoyo en el que la lengua de Natalia seguía nadando, esmerándose en chupar y besar. La cámara implacable, fue siguiendo el recorrido de ese reguero de semen y las maniobras e la lengua de Natalia en ese pequeño lago de leche en que se había convertido el ano del individuo.
Cuando el hombre se retiró, Natalia se relamía, mostrando una expresión de vicio que jamás había visto antes, justo cuando otro de los tíos le agarraba la cabeza con una mano mientras que con la otra se pajeaba justo frente a su cara, en clara actitud de impedirle que se moviera mientras él se estuviera corriendo., Y por fin, lo que tanto deseaba, sucedió. El tío soltó una tras otros unos fuertes y abundantes chorros de leche que impactaron en el rostro de Natalia cubriéndolo en su casi totalidad. No había casi terminado de correrse cuando el último de los participantes a esa orgía, también dirigió su eyaculación con precisión a la cara de mi mujer, siendo casi tan abundante como la anterior,
Tapada por el semen Natalia apenas podía abrir los ojos, mientras yo hacía esfuerzos sobrehumanos para no correrme, viendo la leche resbalar por sus mejillas, Entonces un octavo individuo, que no sé de donde salía , acercó su verga a la boca de Natalia y ella la engulló al instante. El hombre le folló la boca un rato y se apretó a ella lo más que pudo hasta que, jadeante y con un notable número de contracciones, se vació en la boca de Natalia.
Una vez satisfecho, retiró su polla de tan encantador y húmedo aposento. La cámara enfocó entonces la cara de satisfacción de Antonio, el octavo hombre, que se había corrido en la boca de mi esposa y de quien yo ya ni me acordaba, después de haber protagonizado la primera parte del video.
La cámara regresó a Natalia que mostraba su boca cerrada e inflada y la cara chorreante de semen. Ella hizo un ademán, como preguntando qué debía hacer y finalmente abrió la boca para mostrar el espeso contenido que le había escupido Antonio, antes de tragarse toda la lefa que allí había, reflejando tan solo una ligera arcada al hacerlo,
La voz en off le preguntó si estaba bien, ella contestó afirmativamente, y el video terminó, mostrando el rostro empapado de mi querida mujer, y con la voz en off despidiéndose de ella y diciéndole que esperaba que el video le gustara a su marido.
Y sí, desde luego el video había finalmente colmado todas mis expectativas. Deslicé la barra de tiempo unos fotogramas atrás, justo antes de las dos abundante eyaculaciones faciales, dispuesto a terminar yo también esa increíble sesión, y en eso estaba cuando, de repente, apareció ante mí Natalia, totalmente desnuda, y se metió mi verga en su boca, sustituyendo mi mano por sus labios, para pajearme a gusto.
Ya ni la sorprendente aparición de mi esposa me asustó, mi única pretensión en ese momento era correrme, y Natalia parecía estar totalmente dispuesta a ayudarme a ello. Y lo hizo; mientras el potente eyaculador comenzaba en la pantalla a llenar la cara de mi esposa de semen, yo le llené de un modo salvaje la boca, en la mejor corrida, sin duda, de mi vida, que por unos momentos me dejó totalmente satisfecho y sin ganas de pensar en otra cosa que no fuera lo que acababa de sentir.
Sin embargo después de esos momentos de éxtasis, mi mente volvió a funcionar al margen de mi polla, que por cierto saqué de la boca de mi querida esposa quien ya se lo había tragado todo. Y obviamente comenzaron a asaltarme miles de preguntas, algunas cuya contestación ya sabía o intuía, pero quería escucharlas de boca de mi mujer.
Era difícil saber por donde empezar, así que mi primera pregunta fue de lo más simple:
―¿Qué ha sido todo esto?
―Bueno, creo que ya lo sabes. Quería darte una sorpresa. Antonio me habló un día de tus aficiones por los videos pornos y decidí obsequiarte con uno muy especial.
A pregunta simple, respuesta simple, claro. Y Natalia me acariciaba la polla, ya absolutamente reposada.
―Pero una cosa son mis aficiones y otra que tu hayas participado en una …. orgía como esa, y que me hayas sido infiel de un modo tan cruel. – le contesté con firmeza.
―Oye, oye, ¿Y tú que? ¿Tú sí puedes participar en algo así y yo no? – me dijo mi mujer, soltando lo que tenía entre sus manos y dejándome perplejo.
―¿Qué yo qué? Yo nunca he participado en algo así. No sería siquiera capaz de ponerme ante una cámara, mucho menos de ponerte los cuernos.
―¡Y un huevo que no! – replicó Natalia, como muy segura de lo que decía―Y el video ese con tu querida compañera de curro, con Susana ¿Qué es? ¿Una escena de novela rosa?
―¿Con Susana? ¿Yo? ¿De qué coño me estás hablando? ¿Qué video es ese?―mi estupor crecía a la par que la seguridad que mi propia esposa parecía tener en sus afirmaciones, por muy falsas que éstas fueran.
―Me lo enseñó Antonio. Ahí estabas, desnudito, en las duchas, con otros del curro, mientras ella os miraba embelesada. ¿O vas a decir qué no? Si se te cae la baba con ella, me ha dicho Antonio, y creo que tiene razón, viendo lo colorado que te pusiste aquella noche en la que hablamos de ella.
Empecé a entender cada vez mejor todo lo que había pasado. Evidentemente Antonio había debido enseñarle a Natalia un video trucado, mezclando imágenes o qué sé yo. La respuesta salió instintiva, diciendo cosas que tal vez no debía decir.
―Puede que Susana me atraiga, pero lo del video…. Eso es mentira, no sé qué te ha enseñado Antonio, pero te ha engañado seguro. ¿Puedes asegurar que fuera yo alguno de los que se follaban a Susana?
―¡Ah! ¿Cómo sabes que se la follaban? O sea que conoces el video ¿no? Y Susana te atrae ¿verdad? – Natalia me había cazado del todo, ya no podía disimular salvo en lo de mi participación directa en tener sexo con ella.
―Vale, ya te he dicho que me atrae, pero jamás he tenido rollo alguno con ella. Lo del video no es verdad ¿cómo te has dejado engañar?
Mi esposa estuvo un rato pensativa, antes de hablar:
―No sé – contestó finalmente, con un mohín― A lo mejor quería creerlo. Confidencia por confidencia, a mí tu compañero Antonio también me atrae. El me ofrecía la oportunidad de venganza y …. Bueno, no quería desperdiciar una oportunidad así.
En ese momento me dieron ganas de matarla a la cabrona. O sea, que en el fondo ella estaba deseando tirarse a mi compañero, incluso siendo capaz de participar en una orgía de esas dimensiones. Buff, esa no era la Natalia que yo creía conocer, desde luego. Pero las mujeres casi siempre saben como manejarnos. Basta que te agarren la verga y se la metan en la boca, tal y como de nuevo me estaba haciendo mi esposa.
Haciendo una pausa, me preguntó, toda risueña:
―Bueno ¿Qué? ¿Te ha gustado el video o no?
No tuve más remedio que asentir. Lo que no sabía en ese momento es que iba a pasar a partir de ese momento entre Natalia y yo. Ella me interrumpió en mis pensamientos:
―Lo que aun no entiendo es por qué Antonio no me ha dado la copia del video antes de que la vieras tú.
Con total inocencia le contesté:
―No es necesario que te la dé. Está en Internet. Te la podías bajar, como he hecho yo.
Natalia dejó de golpe sus actividades bucales y se incorporó, preguntándome, mientras palidecía:
―¿Qué? ¿Cómo que está en Internet? No estarás hablando en serio.
―Pues claro. ¿No lo sabias? Ven, te enseño la página.
Y me la llevé al ordenador del dormitorio, enseñándole la página “www.guarronas.es” y su propia foto, anunciando el cuarto clip que se había colgado en la página. Y Natalia explotó, claro está:
―¡Oh Dios! ¡Este Antonio es un cabrón! ¿Cómo me ha podido hacer algo así? ¿Qué pasará si lo descubren nuestros amigos, o familiares, o peor aun, mis compañeros de trabajo? Creerán que soy una puta, o algo peor.
―Vaya, vaya – le dije yo―sólo piensas en ti ¿Y qué pensarán de mí, del gran cornudo en que se ha transformado tu esposo?
El caso es que, aunque pueda parecer raro, acabamos viendo de nuevo el video, los dos juntitos, y tuvimos una noche de sexo como nunca la habíamos tenido antes.
Han pasado dos semanas desde esa noche y hace un rato que Natalia, al regresar del trabajo, me ha comentado, toda contenta, que Antonio le ha confirmado la celebración de otra sesión de sexo en grupo a la que, entre otros, irán un compañero del departamento en el que ella trabaja, además del director comercial y el jefe de informática. Me ha pedido que yo participe en la orgía, a lo que le he contestado que me lo pensaría.
Ahora mismo acabo de recibir por correo electrónico este mensaje de Antonio:
“Hola chaval, ya le he dicho a tu mujer lo de la próxima sesión de Gang Bang. Está encantada. Van a ser esta vez quince los tíos que se follen a tu esposa y a Susana, que también me ha confirmado su participación. Espero que no te rajes y tú también te pongas el mono de trabajo.
Un abrazo
Antonio“
Una maliciosa sonrisa y un regusto interior me ha asomado, al terminar de leer el mensaje.
Ahora mismo le diré a Natalia que sí, que voy a participar en esa fiesta sexual ¿Como no voy a acompañar a mi esposa a semejante evento?
FIN
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