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Categoría: Incestos

Primos y algo mas...

Cuando lo recuerdo, no puedo evitar una erección. Era la edad de mis primeras salidas nocturnas y hacía poco, Laura, una amiga de mamá, me había hecho hombre una tarde en su casa, después de explicarme ecuaciones y polinomios.

Ese sábado, tuve que acompañar a mi madre a visitar a mi tía, un viaje que llevaba 40 minutos de ómnibus. En verdad, no me disgustaba ir, porque mi tía preparaba uno rico bizcochuelo de chocolate y vainilla que era mi perdición, además, estaba Gabriela, mi prima con quien siempre la pasábamos fantástico.

Luego de saludarnos, ambas mujeres se pusieron a comentar sobre la vida y obra del prójimo, como era su costumbre, entre mate y torta.

Con mi prima, nos fuimos a su cuarto a conversar de lo nuestro. En ese entonces, no había celular y ni Facebook. Sintonizamos el programa de radio de moda, mientras intentábamos traducir las letras de aquellas canciones que sigo considerando sublimes.

 La conversación empezó con Police y Duran Duran, para derivar a otros temas más personales. Con Gabriela siempre tuvimos cierta intimidad que con otros primos no tuvimos, con ella, jugábamos a los esposos, a los doctores, exploración inocente de nuestros cuerpos que despertaban curiosidad y una atracción especial.

La conversación fue cargando el ambiente de  cierta tensión sexual. Marita, su mejor amiga había perdido su virginidad con su novio y desde entonces no paran de hacerlo, me comentaba en confidencia, pero, sonaba mas a una sugerencia que a un secreto.

Y obvio, la pregunta vino atrás, como una abofeteada para despertarme: -“Nando, ya has… tu ya sabes… si has estado con alguna mujer”-

Claro, le comenté al tiempo que en mi mente se disparaban flashes de aquella tarde maravillosa. Y con cierta picardía, le pregunté si quería que le contase como fue.

-“¡Soy toda oídos!” Exclamo ansiosa.

Mientras le iba comentando con lujo de detalles mi experiencia, notaba un brillo especial en su mirada, como la de un niño a punto de hacer una travesura.

Atrevidas, mi manos comenzaron acariciar sus piernas hasta perderse debajo de sus faldas, descubrí que su tanga esta mojada.

Ella me apoyo su mano en mi bulto emergente entre mis piernas y sonrió bandida. Las palabras cesaron abruptamente para besamos apasionadamente. Las caricias no tenían límites y buscaban piel con piel, por eso, las ropas se aflojaban rápidas y caóticas.

Suspire su nombre, cuando sus manos tocaron mi pene, ya no con candidez infantil, sino con el deseo ardiente de una mujer.

-“Primo, que dura la tienes” Me susurro sensual al oído, mientras le comía su cuello de gacela.

Nos acomodamos mejor para que su boca se engullera todo mi pedazo, si bien no era la boca experta de Laura, sentir los labios de Gabriela saboreando mi pene, era una sensación muy rica.

Dada la posición en que estábamos, mis dedos jugaban con su vulva apretadita, como preludio de lo que le entraría después por allí.

-“Ahora te toca a ti” Dijo ella abriéndose de piernas, dejando al descubierto su vagina húmeda.

-“Aaaaahhhh que ricooo, hhmm, Nando, no pares por favor” Gimió cuando mi boca y mi lengua entraron en contacto con esa cavidad virginal.

En ese momento, agradecí a Laura por sus consejos de llevar siempre un par de condones en la billetera. Me lo puse como ella me lo explicó y suave comencé a penetrarla.

Cuando por fin logré meter todo mi miembro en su apretada conchita, fue un delirio de placer.

Ella se quejaba, sus lágrimas rodando por sus mejillas anunciaban con dolor y alegría a la mujer que nacía en ese momento.

Yo estaba en una nube de gozo, no me importaba si nos descubrían nuestras madres, es más ese era el morbo, el combustible que hacia tan intensa esa cogida además de estar consciente de nuestro vinculo de sangre.

La expresión de Gabriela con la boca abierta en un grito ahogado interminable, mirándome fijo con sus ojazos negros que destellaban chispas de lujuria, era un poema para mí.

El ajetreo fue intenso y salvaje, ella me abrazaba fuerte, como queriéndome meter  dentro suyo; yo la bombeaba poseído por los demonios de la lujuria, mis manos sujetaban firmes sus nalgas carnosas. Que en otra ocasión las poseería.

La acabada fue genial, felices quedamos agostados y abrazados. Nos acomodamos la ropa y quedamos en reencontrarnos para sacarnos esas ganas locas que teníamos el uno por el otro.

FMALVINO

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 3
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